La seña del humor de Matanzas, según Pepe Pelayo

Por Ulises Rodríguez Febles

En noviembre del 2019, el Teatro Sauto y el Consejo Provincial de las Artes Escénicas, rindió homenaje a la emblemática agrupación La Seña del Humor de Matanzas con el espectáculo Dame una señita, auspiciado por el Centro Promotor del Humor, que de esta manera reconocía la historia y significación de la agrupación matancera, en sus 35 años de fundada.

El público repletó la institución y aplaudió algunos de los números más conocidos del colectivo como Los burócratas, Café de Estrellas y el Coro de Cámara de la princesa Ana. Como espectador, me conecté, con aquellos instantes en que éramos fieles seguidores de una agrupación, que forma parte de nuestro imaginario cultural.

Hay muchas razones que me unen a La seña del Humor, en lo personal y profesional, por lo tanto conversar con su director fundador Pepe Pelayo (Matanzas, 1952), que sigue defendiendo las esencias de la agrupación desde Chile, país donde se radicó.

Era una deuda que tenía, con esos seres que prestigiaron de una manera muy particular el humor cubano, y que forman parte de nuestra existencia. “Un hombre excepcional”, me comentó mi profesor de Literatura Cubana y miembro de La seña…, Moisés Rodríguez, cuando le comenté sobre la entrevista. Así también son las respuestas, de Pepe Pelayo, ingeniero civil, humorista, guionista, dibujante, teórico del humor.

Muchas veces se ha contado la génesis de La Seña del Humor; pero con la distancia del tiempo, ¿cómo podrías contar esta historia y cómo ella, según tu opinión, se relaciona al legado de la tradición humorística cubana?

Ante todo quiero agradecerte por invitarme a esta entrevista y por haberle dedicado tanto tiempo, esfuerzo y neuronas. Es un placer responder tus preguntas. Y ahí voy: Tres amigos se juntan y descubren que tienen un parecido sentido del humor y ganas de crear. Ese fue el génesis de todo. Moisés Rodríguez, Aramís Quintero y yo. Llamamos al dibujante Julio (July) y formamos el grupo de humor literario y gráfico Tubería de media pulgada. Estuvimos publicando una página dominical en el suplemento Yumurí del periódico Girón de Matanzas por un año.

La Seña del Humor en los años 80. Foto cortesía de JAPE.

Lo celebramos invitando a Virulo y al Conjunto Nacional de Espectáculos, los que actuaron esa noche amablemente. Y asistieron como público los miembros del Teatro Mirón Cubano, del Teatro Dramático de Radio 26 y del colectivo de humor gráfico La Colmena.

Ahí le dimos la bienvenida a los nuevos integrantes de Tubería de media (Carbonell, Yovani, Leandro, Miguelito (ya fallecido) y dos amigos más que ese mismo día se retiraron). Al final del evento, Virulo (que ya se había leído guiones nuestros), nos sugirió que nosotros mismos los actuáramos.

La noche la terminamos en mi casa, donde surgió la idea de unirnos los cuatro grupos presentes que ya mencioné. Entonces nos presentamos varias veces en la Casa de Cultura Provincial, en el Cine Atenas y en aquellos días, por diferentes razones, nos quedamos seis de Tubería…, dos de La Colmena, más el apoyo de cinco miembros del Teatro Mirón Cubano, los cuales también tuvieron que dejarnos después.

Entonces se incorporaron Pedrito Alfonso, Rubén Aguiar, Pepe Braga y Danny Aguiar. Años más tarde entraba Pible, ex director de La Leña del Humor de Santa Clara.

El nombre de la agrupación surgió porque quisimos parodiar La Peña del Humor, que realizaba Virulo en el Teatro Karl Marx, a la que nos había invitado a actuar. Pero todo esto son datos que puedes encontrar en mi página web, en la página de Facebook de La Seña, en Wikipedia y en el libro que publicó Aramís sobre la Historia de La Seña.

En lo personal me gustaría responder algo más allá, algo que pienso y siento. Mira, la Seña nace porque varios amigos, de similar formación y/o sensibilidad, se cansaron del cuenta chistes fácil, de la vulgaridad, del enredo del amante pillado en el escaparate, de la mala palabra, del costumbrismo barato, etc.

La Seña vista por el artista gráfico Manuel del Dedeté.

En Cuba, cuando surgimos, el buen humor solo existía en el Dedeté y en algunos comediantes y en muy pocos espacios tanto en los medios de comunicación masiva como en el teatro. Fuimos un grupito de amigos, que dio la casualidad de que nos interesaba el humor rupturista, elegante, de buen gusto, elaborado artísticamente. Se dio así. Y tuvimos suerte, claro, porque contamos con Virulo y su Conjunto Nacional de Espectáculos que nos apoyaron sólidamente.

Así rompimos con el mayoritario humor que había en el país, pero debido a que nacimos y nos formamos en la cultura cubana, era imposible no crear un producto que no fuese cubano.

Un ejemplo sencillo para explicar mejor la idea: con el personaje de Roberto Roberto que yo hacía, y su grupo musical Bacán, desarrollábamos un humor inteligente, de crítica al mal gusto, con referencias culturales, etc., pero mi personaje más popularmente cubano no podía ser, más costumbrista no podía ser. Y se interpretaba el Bolero de Ravel, el Para Elisa de Beethoven y otros clásicos, en ritmo de bolero, son, etc., y con letras bien populares para jugar con el contraste.

Para mí, sin dudas, fuimos continuadores de la tradición humorística cubana. Claro, puedo estar equivocado. Es mejor que alguien lo evalúe “desde afuera” y no yo, tan involucrado, ¿no?

De los espectáculos estrenados por La Seña del Humor, ¿cuál crees es el que sintetiza la esencia que los caracterizó como grupo y por qué?

Creo que todos nuestros espectáculos cumplían con eso. Desde el primero que estrenamos en el Teatro Sauto, antes de convertirnos en artistas nacionales, hasta el último, el cual estrenamos en el Teatro Acapulco en La Habana (ojo, estoy hablando solo de la época en que yo estaba en el grupo, porque después que me fui La Seña continuó con otros espectáculos).

Desde 1984 hasta 1991, decía, en cada espectáculo íbamos mejorando en calidad, adquiríamos más oficio (recuerda que no veníamos de las artes escénicas, éramos licenciados en arte, en literatura, ingenieros, músicos, etc.), pero siempre mantuvimos nuestro concepto del humor, fiel siempre a lo que queríamos, sólo nos perfeccionábamos con el trabajo diario.

Cambiar la esencia sería traicionar los principios y los gustos que reflejaban nuestra formación. Y en ellos creíamos ciegamente.

La orquesta Bacán como parte del repertorio musical de La Seña / Foto JAPE

Cada uno de los miembros de la agrupación tuvo, como yo lo veo, un rol dentro de los espectáculos, a partir de su formación profesional y también de sus condiciones actorales, ¿cómo describirías está función individual en el resultado total? ¿Quién era quién, hasta donde puedas aclarármelo, y como esto ayudaba a cada espectáculo?

Una de las peculiaridades de la Seña fue que casi todos sus miembros tenían dos actividades creativas, incluso varios tenían esas dos y una tercera por donde cobraba su sueldo producto de su carrera universitaria.

Mira, Carbonell trabajaba en Artes Gráficas, pero creaba (y crea) sus diseños en lo personal y diseñaba vestuario, escenografía y la gráfica en la Seña. Aramís era especialista de cine en Cultura Provincial y hacía (y hace) literatura, además de co-escribir guiones, co-dirigir y actuar en La Seña. Moisés era profesor del Instituto Superior Pedagógico y se especializaba en literatura, además de actuar en la Seña. Yovani trabajaba en Cultura, era (y es) pintor y actuaba y diseñaba también gráfica en la Seña. Pedrito, Rubén y Danny eran músicos profesionales, pero también componían y arreglaban (aún lo hacen) y además tocaban, componían y arreglaban en la Seña.

Leandro era ingeniero agrónomo y como tal trabajaba y además era músico y en La Seña actuaba, era músico y componía. Braga era (y es) ingeniero hidráulico y trabajaba en eso y además era director de escena y cantaba en La Seña. Sabater era técnico medio en construcción y de ahí ganaba su sueldo, además hacía humor gráfico.

Miguelito era ingeniero civil y actuaba en la Seña, Pible era dibujante y actuaba y escribía en la Seña. Y yo era ingeniero civil, trabajaba de inversionista de Cultura, de manera aficionada trabajaba como comentarista de cine y presidente del Cine Club de Matanzas y ya sabes lo que hacía en La Seña.

Cuando nos profesionalizamos, casi todos abandonamos nuestros trabajos “oficiales”, pero seguimos con nuestras creaciones paralelas.

Y otro aspecto que no se sabe mucho. Aramís y yo pasamos el curso de dirección artística que impartió el Ministerio de Cultura; dentro del grupo unos a otros nos enseñábamos historia del arte, música, etc. Hasta matriculamos todos en la Escuela de idiomas para hacer espectáculos más allá del español.

En fin, había una atmósfera de superación increíble. Y en cuanto a la actuación, es honesto decir que no había una calidad pareja, por condiciones naturales. Pero como Aramís y yo creábamos los guiones y las puestas en escenas, ya lo hacíamos pensando en las cualidades actorales de todos.

Y así cada uno podía hacer el personaje que mejor le quedaba. Fue un proceso de especialización. Por ejemplo, Carbonell era buenísimo en personajes caricaturescos, Moisés en los relacionados con la locura y el disparate, Sabater en los más populacheros, Leandro en los caóticos y difusos, Aramís en los graves y solemnes, etc. Por lo tanto, el resultado final no era improvisado, por supuesto. Cada uno tenía su espacio y aportaba con lo que se le exigía.

Toda la prensa de la época daba fe de la calidad de La Seña

La Seña recorrió toda la isla, yo la admiré por ejemplo en grandes teatros como el Karl Marx y el Teatro Sauto de Matanzas, o en espacios alternativos como escuelas, centros de trabajo. ¿Cómo los espacios de presentación conformaron las particularidades estéticas de La Seña? ¿Por qué? ¿Tiene el Sauto, una especial significación en lo que llegó a ser la agrupación en el imaginario del público cubano? Puedes explicarlo.

Era comentario recurrente en nosotros decir –parafraseando- que íbamos “de lo sublime a lo ridículo” sobre los lugares donde nos presentábamos.

Claro, primero los teatros (hicimos poca televisión, excepto un paquete de ocho programas creados por nosotros y poca radio, excepto un programa fijo que tuvimos en la COCO, en la Habana, más dos o tres apariciones en películas), pero como dices, también nos llamaban para actividades especiales, más giras esporádicas que hacíamos por teatros y cine-teatros del país.

Pero algo importante en ese aspecto surgió cuando nos evaluaron y pasamos a ser profesionales “activos” de la Empresa Rafael Somavilla, porque caímos en aquello de la vinculación de la norma con el trabajo, entonces teníamos que hacer varios espectáculos al mes y lo que trabajáramos por encima de esa norma lo ganaríamos aparte del sueldo.

Como podrás imaginarte, le dije a nuestro productor, el fallecido Héctor Lueje, que nos consiguiera todas las actuaciones que pudiera y por todo el país. Eso hizo.

Llegamos a presentarnos casi cuarenta veces en treinta días, mes tras mes, con espectáculos de más de una hora. Vivíamos en hoteles y guaguas. Pero lo simpático, como empecé diciéndote, era que lo mismo actuábamos en la Gala del Concurso Adolfo Guzmán o en el Espectáculo por Día de la Cultura Nacional en el Teatro Karl Marx, que encima de un escenario improvisado en un apartado y desconocido batey en medio del monte. Y eso claro que definía nuestro trabajo. Por lo menos nuestro repertorio. En la práctica montamos dos tipos de espectáculos.

Mira, te explico mejor, para mí uno de los éxitos de La Seña fue que en nuestros números reía un intelectual, un niño, o un semianalfabeto al mismo tiempo, porque tenían más de una lectura.

Si hacíamos la parodia de tocar Para Elisa poniéndole letra y en ritmo de son (para seguir con el mismo ejemplo que ya puse), alguien que conociera a Beethoven se iba a reír, pero para el que no lo conociera “rociábamos” el número con gracias de los personajes, con gag universales, chistes musicales más obvios, etc., y ahí se reía esa parte del público.

Con ese concepto, nos fue fácil tener dos tipos de espectáculos, según los espectadores que nos tocaban. Pero eso sí, jamás traicionamos nuestros principios estéticos.

Y sobre el Teatro Sauto, ¿qué te puedo decir? Tuvo un gran significado en nuestra vida como grupo. Primero, fue el espacio más importante donde nos presentamos al quedar el grupo ya conformado definitivamente.

Segundo, para nosotros, que no veníamos del teatro, tener la posibilidad de actuar en esa “catedral” tan importante de la cultura matancera y cubana en general, por donde habían pasado tantos grandes artistas, fue impresionante. Tercero, como es un teatro “de verdad”, “con todas las de la ley”, tuvimos que aprender de pronto a diseñar luces, sonido, a usar escenografías y utilerías para llenar tal espacio, y aunque parezca trivial, aprendimos a ir a tiempo a vestuario, a maquillaje, etc., a controlar los nervios en camerinos de verdad, a estar en una cartelera profesional, etc., etc.

Eso nos sirvió decisivamente para el desarrollo posterior del grupo y debutar en La Habana si miedos.

Cuarto, la Dirección de Cultura nos asignó el Teatro Sauto (lo solicitamos porque pensamos que nos lo habíamos ganado) como sede oficial del grupo. Eso hizo que ahí ensayáramos con mejores condiciones, que poseyéramos bodegas para nuestros vestuarios, utilería, instrumentos musicales, etc., que tuviéramos un lugar digno como oficina para reunirnos… Todo eso nos dio un gran espaldarazo en imagen también.

Y quinto, el público se hizo más masivo y se acostumbró a vernos en un mismo lugar y de tanto prestigio. En otras palabras, el Sauto fue decisivo en nuestra carrera.

La Seña… Foto JAPE

El que haya nacido como agrupación en Matanzas, ¿tiene para ti una connotación especial, teniendo en cuenta determinadas particularidades que conforman la identidad de lo matancero? De no ser así, ¿cómo crees que La Seña se relaciona con sus espectáculos con ciertos legados culturales de la ciudad que sigue denominándose la Atenas de Cuba?

Lamento ser un “aguafiestas” para muchos regionalistas, chovinistas, nacionalistas, etc. Si yo nazco a un metro del límite de Matanzas con La Habana y tú naces a un metro del otro lado, entonces yo soy matancero y tú habanero. ¿Cuál es la diferencia como seres humanos? Ninguna. Incluso ni culturalmente tiene mucha importancia, porque si vivimos en esos mismos lugares todo la vida, esa frontera imaginaría puesta ahí por el capricho de ciertos hombres, no incidirá en la formación de ambos, ya que será la misma cultura.

Ahora hablaré solo por mí, no por los demás del grupo. El nacer en la ciudad de Matanzas, me dio la posibilidad de formarme con elementos positivos y negativos. Por ejemplo, crecí con mentalidad provinciana, con prejuicios, con machismo, etc., Y también con un ambiente sin la velocidad de las urbes, con tiempo para leer, estudiar, meditar, jugar, con una historia, en este caso artística, que aunque no quieras te va calando.

En Matanzas podía ir fácilmente a la Biblioteca Provincial y si me gustaba mucho un libro me lo robaba (pido disculpas por eso).

En Matanzas podía hablar de lo humano y lo divino con un amigo sentado a la orilla del río, sin importar la hora. Pero también en Matanzas me ponía tristón de noche, al ver esos bombillitos incandescentes colgando en los portales, meciéndose con la brisita, ver el agüita sucia correr por los contenes y escuchar el mismo programa en los televisores de todo el barrio. Y también en Matanzas, el saber que había un mundo más allá que Mocha y Varadero -como nuestra capital primero y el planeta en general después-, influyó mucho en mi vida, si tienes un espíritu inquieto y tienes ambiciones, claro.

Ojo, lo que digo no es bueno ni malo, cada persona es como es y toma sus decisiones. No somos iguales nunca y lo que es bueno para uno no necesariamente es bueno para el otro.

En resumen, para mí nacer y crecer en Matanzas tuvo de dulce y agraz, algo que no es malo en sí, claro. Es lo que me tocó y tenía que saber sacarle provecho a eso.

Ahora, en cuanto al humor, no sé qué decirte. En Matanzas siempre han existido excelentes grupos de teatro lírico, de teatro tradicional, de teatro infantil, grupos folklóricos, agrupaciones musicales… Grupos de nivel internacional incluso.

Sin dudas, la ciudad ha tenido una vida riquísima de artes y cultura en general. Mira, normalmente un grupo de los mencionados, tenía su sede en Matanzas y se presentaba en La Habana, en el país o “afuera”, pero regresando a su vida normal.

Nosotros lo hicimos al revés; a pesar de tener la sede en el Teatro Sauto, nos pasamos la mayoría del tiempo presentándonos fuera de Matanzas. Sin dejar de estrenar siempre en el Sauto, por supuesto.

Esa característica, más siendo un grupo humorístico, más la apuesta novedosa que proponíamos, hizo posible que fuéramos -para los cubanos-, un grupo más nacional que de provincia.

Sin embargo, era algo especial, ya que en nuestro nombre aparecía el de la ciudad, el de la provincia, porque fuimos “La Seña del Humor de Matanzas” (los mismos fenómenos que sucedió con “La Sonora Matancera”, guardando las distancias lógicas, así que ahí hay un punto sociológico a estudiar.

La Seña del Humor en varios de sus espectáculos. Foto JAPE

La Seña del Humor de Matanzas, ofreció al humor cubano otra perspectiva, que transformó muchas cuestiones estéticas de la categoría de lo cómico, que aún siguen siendo un referente histórico, social y artístico. ¿Quisieras definir desde tu punto de vista, lo que tú crees fueron sus aportes más trascendentales al humor cubano?

Uno, ya te mencioné lo rupturista. Rompimos con las formas tradicionales de hacer humor.

Dos, fue tan así que después de nosotros aparecieron por toda Cuba grupos con similares propuestas humorísticas y grupos también salidos de estudiantes o recién graduados universitarios de otras carreras. Dimos origen al llamado Movimiento del Nuevo Humor Cubano.

Fue, sin dudas, algo novedoso e importante en la historia del humor cubano. Tres, ampliamos la gama de temas a tratarse con humor y propusimos un más alto nivel de elaboración artística del humor en el género teatral.

Sabemos que en Cuba y en el mundo, siempre se ha tenido al humor como género menor; claro a veces merecidamente, porque los mismos humoristas hemos dado pie al hacer el humor chabacano, o populachero, para satisfacer según ellos, a las grandes masas. Nosotros demostramos que esas grandes masas también pueden consumir otro tipo de humor.

¿Cómo era la dinámica de ensayos del colectivo? ¿Cómo funcionaba en su vida interna La Seña? ¿Cómo fue para Pelayo ser director de tu agrupación en todos los sentidos: artísticamente, en la relación con los otros y con las instituciones y entidades de ese momento?

Escribíamos la mayoría de los números en casa de Aramís. Yo iba por las mañanas y creábamos en sendos sillones, lanzando ideas, decidiendo la dramaturgia e inventando chiste para rellenar las estructuras del número. Y Aramís anotaba.

Me iba y él las redactaba dándole forma. Después me mostraba el borrador y lo afinábamos decidiendo la puesta en escena, el reparto de personajes, etc. Algunos números se ensayaban en casa de Aramís y la mayoría en mi casa. Así hasta que nos dieron el Sauto como sede.

Para la mayoría de los números musicales yo iba a casa de Rubencito y allí los creábamos y si estaban Pedrito y Danny, claro que participaban en la diversión creativa.

Al otro día yo los pasaba por el filtro de las mañanas con Aramís. En los ensayos se enriquecían los números si salían buenos chistes, como casi siempre sucedía con esa tropa de locos creativos y divertidos.

En cuanto a mi Dirección General, no fue fácil. Lo más pesado eran las reuniones en La Empresa, en Cultura Provincial, en el Partido Provincial, etc., porque no tengo madera de dirigente ni de burócrata.

Pero además, sufría con algunas órdenes extra artísticas, tenía entonces que protestar, discutir y ya sabes. Me enfrentaba a situaciones difíciles, como decirle a un alto dirigente de la provincia que no nos íbamos a presentar en tal lado con esas condiciones que nos daban; una vez estuve un mes sancionado como ayudante de albañil restaurando la Ermita de Monserrate, porque hice algo en beneficio del grupo en contra de lo establecido y quisieron “dar el ejemplo” conmigo; en otras ocasiones pasaba malos momentos porque alguien decía que tal número debíamos quitarlo del repertorio, o un chiste, etc.

Por otro lado, estaban las relaciones con periodistas, con otros artistas, con otros colegas. No todos se acercaban con las mismas intenciones, a algunos hay que caerles bien, a ciertos compadres y comadres tienes que pedirles favores; en fin, agotador esa parte.

Y en lo interno tampoco fue fácil “dirigenciar”, porque los miembros del grupo eran creadores en sus vidas individuales, muchos con nombre ya en sus carreras; es decir, ya formados en una rutina de vida y no veían como algo grave la llegada tarde, por poner un ejemplo, y ese tema de la disciplina interna desgasta. Más aún porque éramos amigos y todos sabíamos que nadie sería expulsado ni mucho menos.

En cuanto a lo más artístico, la verdad que también hubo divismo, como me imagino que exista en todos los colectivos donde el ego es protagónico. O surgían pequeñas divergencias y venían a reclamarme, casi como el amigo de todos.

Por último resolver los accidentes e incidentes del camino que aparecían, adrede o no. Créeme que no volvería a ser director de ningún otro grupo.

Moisés y Lazarito en el homenaje que recibiera La Seña del Humor en 2019. Teatro Mella. Foto JAPE.

Muchos los compararon con Les Luthiers, ¿hubo realmente influencias? ¿Qué opinión tenías en tu juventud y cuál tienes hoy, con otra madurez, de esta prestigiosa agrupación?

Cuando comenzamos a hacer humor, ninguno de nosotros conocía el trabajo de Les Luthiers. Fue para nosotros algo increíble el descubrirlos en un casete de audio pegado varias veces con scotch.

No podíamos entender que el humor que queríamos hacer ya se estaba haciendo y con tan alta calidad. Eso nos deprimió algo, porque nadie nos iba a creer que no los conocíamos. Y me refiero al concepto del humor, al estilo, no a la realización porque nosotros estábamos en pañales y ya ellos llevaban años en la cima como profesionales. Pero decidimos que nos daría igual si no nos creían, porque ese era el humor nuestro y no lo cambiaríamos.

Además, era un piropo que nos compararan con ellos, más que una crítica. Claro, a medida que sabíamos más de su trabajo, más nos sentíamos seguro de que esa era la línea. Y cuando le actuamos a ellos en la Sala Atril del Teatro Karl Marx, por invitación de Virulo, al ver cómo nos abrazaron y felicitaron después de presentarnos con el Coro de Cámaras, las piernas a mí me temblaban, lo juro.

Años más adelante, al vivir en Chile, pude verlos más seguido en Santiago y sobre todo en Buenos Aires y te puedo contar que fue muy emocionante ver cómo recordaban a La Seña, me dijeron que “quedaron muy impresionados con ese grupo de provincia de la Isla, que hacían un humor en su misma cuerda”. Una vez conversando en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires con un grande entre los grandes, Roberto Fontanarrosa, me dijo que habían números de La Seña que fácilmente podían estar en el repertorio de Les Luthiers (y él sabía, porque fue también guionista de ellos), por supuesto, quedé congelado.

Y por último te cuento que me hice amigo del miembro de ese grupo, el fallecido Daniel Rabinovich, algo muy importante en mi vida, porque nunca me imaginé que uno de mis grandes ídolos en el humor, llegaría a convertirse en uno de mis mejores amigos.

Por eso me sentía de cierta manera cerca de Les Luthiers, con Daniel comentábamos las interioridades de sus números, yo le daba mi opinión, a veces no estábamos de acuerdo, pero en la mayoría sí. Él respetaba mucho mi dedicación al estudio de la teoría del humor y su aplicación en el arte y en la vida. Incluso en más de una ocasión coqueteaba con la posibilidad de yo escribirles.

Pero volviendo a tu pregunta, después de la muerte de Daniel y de Marcos Murdock, más el retiro de Carlos Núñez, para mí Les Luthiers ya no es lo mismo.

No es que haya bajado su calidad, es que lo considero otro producto, no es la misma entidad que conocí. Ya no puedo ir a verlos, te confieso. Deberían haberse retirado todos y los que deseaban seguir creando, que armaran otro grupo o siguieran como solistas. Hay que saber retirarse a tiempo. Por supuesto, todo el mundo es libre de hacer lo que quiera. Yo solo doy mi opinión.

Muchos han añorado ver a La Seña juntos de nuevo, lo que cada vez se hace más difícil; ¿cuáles fueron los motivos para que dejará de existir? ¿Hasta dónde las diferentes maneras de mantenerla viva lo han conseguido espiritualmente? ¿Hay una fecha de defunción o esa, tú qué la fundaste, no las has certificado?

No puedo responder con exactitud esa pregunta, pero daré mi sincera opinión. Y de nuevo remarco que es lo que pienso, no necesariamente es lo que piensan mis compañeros.

Recuerdo que después del espectáculo Señeras y Señeros, buenas noches…, la magia de la vida interna en la Seña ya no era la misma.

Y en lo externo era peor. Ya habíamos tocado techo en Cuba. No teníamos más desafíos, habíamos experimentado todo lo que se podía hacer esa época: teatro, giras por el país, TV, radio, cine, una revista, la crítica y el público de nuestro lado… Lo único que nos faltaba eran las giras internacionales. Y no llegaban.

Además de estar marcados porque no hacíamos humor político (ni a favor ni en contra de nadie), algo que para muchos con poder significaba que no éramos confiables.

Y lo peor era que trabajábamos en una empresa en Matanzas, es decir, en “provincia”. Y en varias ocasiones nos enteramos de que llegaban invitaciones del extranjero con nombre y apellido para nosotros y las empresas habaneras se quedaban con ellos, enviando a otros colegas.

Eso que cuento, más la entrada del período especial, donde ya no se podía salir de gira, ni que aprobaran financiamientos para nuevos espectáculos, etc., me hizo estallar. Ya había decidido dedicarme por entero al humor en mi vida y no aceptaba retroceder en mi carrera.

Un día le dije al grupo que me iba a vivir para La Habana y aunque seguía nominalmente siendo un “señero”, ya no haría más vida de grupo. Y agarré mis bártulos y alquilé un garaje en Nuevo Vedado y me ganaba el sueldo actuando con el grupo Sala Manca que dirigía Osvaldo Doimeadiós.

Estando en esa situación, se me ocurrió crear un espectáculo para el Teatro Acapulco y se lo dije a la gente de La Seña, pero solo Moisés, Aramís y Pible aceptaron ir a pasar el trabajo de trasladarse, de hospedarse en casa de parientes, de comer lo que sea, etc.

Adrián en el homenaje a La Seña… Teatro Mella, 2019. Foto JAPE.

Y estrenamos Cinemaseña, por primera vez sin apoyarnos en la música, la cual sustituimos por el cine. Fue un exitazo de público, pero tuvimos que cortar las presentaciones, porque nos invitaron a Aramís y a mí a escribir la última temporada del programa Pin Pon, de Jorge Guerra en Chile.

Se cumplió mi apuesta de que había que irse para La Habana, ¿no? Entonces, al terminar nuestro trabajo en Chile, Aramís regresó y yo me quedé haciendo un café-concert con Jorge Guerra, coprotagonizando una película, haciendo radio, etc.

Y Aramís se encontró de pronto que solo quedaban Moisés, Leandro y Adrian Morales (del Teatro Mirón Cubano, que al inicio había actuado con nosotros), y se mantuvo La Seña con tremendo esfuerzo, en pleno período especial estrenando espectáculos en el Sauto y presentándose donde los contrataran, con Aramís escribiendo y dirigiendo.

Después se fue Leandro y los tres que quedaron siguieron luchando. Al tiempo se fue Aramís para Chile conmigo y fue Moisés el que quedó a cargo de la posta, para continuar manteniendo el nombre de la Seña, incorporando a dos jóvenes talentos, más Adrián. Al final, no sé bien, creo que fue el dúo de Moisés y Adrián y terminaron ambos por su cuenta.

Toda esa parte de la historia, desde que me fui a Chile, no la conozco al detalle. Por lo tanto, no creo que haya una fecha exacta para marcar el comienzo del fin de La Seña, ni siquiera el fin mismo.

En 1995 regresé a Cuba y me invitaron a Sabadazo. En el 2002, Moisés gestó una especie de homenaje a La Seña en el Teatro Fausto en La Habana y en el Teatro Sauto. Fuimos Aramís y yo, nos encontramos con Moisés, Miguelito, Adrián, Duane (miembro nuevo).

Recuerdo que la UNEAC, Cultura de Matanzas y el Teatro Sauto nos organizaron el homenaje. Tú mismo leíste una carta muy emotiva (aún conservo ese texto). Y en el 2004, cuando cumplimos 20 años de fundados, también nos hicieron un homenaje en el Teatro Mella y en el Sauto, donde muchos de los humoristas famosos en esa época se unieron para montar números de La Seña en nuestro honor.

Allí estuvimos de nuevo Aramís y yo, y Leandro asistió también desde España, más Adrián y el gran Moisés, por supuesto. Fueron maravillosos esos momentos que vivimos. Lo agradezco siempre.

Pero por un tiempo te confieso que pensé que se perdería todo nuestro trabajo, todo el recuerdo de lo que logramos.

Nunca más supe de que se mencionara La Seña. Supongo que Moisés dirá otra cosa, pero yo desde la distancia solo escuchaba el silencio y algún que otro ninguneo.

Y lo encontré lógico, porque después de tantos años, los que nos conocían ya se habían muerto o eran viejos, los maduros apenas recordaban cuando iban de la mano de sus padres a vernos y las nuevas generaciones no podían conocernos porque casi no existen materiales (video, fotos, etc.) del grupo.

Sentí que teníamos que hacer algo al respecto y creé una página de Facebook de La Seña, donde comenzamos a publicar los materiales que conseguimos. También Aramís escribió la historia del grupo y ese fue un buen ejercicio de hacer memoria.

Pero en cuanto a no dejar morir el legado nuestro, sucedió que el año pasado, el Centro Promotor del Humor organizó otro homenaje por el 35 Aniversario de La Seña y comenzaron a salir al aire lo poco que queda de nuestras apariciones en TV. Fue como un revivir.

Pepe Pelayo, director fundador de La Seña del Humor de Matanzas.

En lo personal, he seguido tu fidelidad al humor, que de alguna manera también lo es al espíritu fundador de La Seña, ¿cómo has mantenido vivo -según tu criterio -al humorista que hay en ti? ¿Cuáles han sido tus estrategias y como se han diferenciado de las anteriores?

Ya te conté que tomé la decisión en mi vida de abandonar todo (incluyendo la ingeniería, obvio) y dedicarme por entero al humor. La Seña fue una escuela para mí.

Entonces lo que hice, ya viviendo en Chile, fue tomar dos caminos: ampliar mi espectro de creación e internacionalizar mi carrera. Así que de trabajar como guionista y comediante en la TV, pasé a dirigir el Humor en Televisión Nacional de Chile; de ahí a publicar libros de humor para niños; de ahí a crear un espectáculo de humor -con los temas y personajes de mis libros- dirigido a niños; de ahí a estudiar con profundidad la teoría y la aplicación del humor e impartir lo que llamo Charlas Chaplin, sobre el humor en la pedagogía, en la motivación lectora, en la empresa, en la salud, etc.; de ahí a escribir libros de humor y sobre humor para adultos, como un diccionario del humor que me publicaron en Madrid; de ahí a crear con mi hijo Alex caricaturas y ganar varios premios en concursos internacionales y también fundar humorsapiens.com, un sitio de consulta que ha obtenido mucha relevancia entre los colegas de habla hispana; de ahí a crear fotomontajes humorísticos, crear videos de humor y todo sin dejar de actuar para adultos de vez en cuando, en presentaciones escogidas como en Buenos Aires, Montevideo, Toronto, Boston, Miami, etc. Y me comenzaron a publicar libros en Latinoamérica y España, a invitar como autor a Ferias Internacionales del Libro, a impartir ponencias y charlas sobre teoría en Congresos Internacionales de Estudios del Humor, a actuar para niños o para adultos en distintos países del continente, a publicar en revistas y diarios mis textos y mis fotomontajes humorísticos en países como Argentina, Estados Unidos, Turquía, España, etc., y a mostrarlos en exposiciones individuales en Chile, Miami, Portugal y en varios países de forma colectiva.

En resumen, que no paro de crear, ni de estudiar y conjeturar en lo teórico, por suerte. Me siento realizado. Me define muy bien el título de una entrevista que me hizo el colega Jape (ex Nos y Otros y miembro del equipo del Dedeté actual): “El hombre que más ha creído en el humor”. Y sin dudas, la base de todo fue La Seña.

¿Cómo defines el humor que has defendido durante toda tu vida? ¿Cuáles crees que han sido tus aportes fundamentales?

El humor que hago, mayoritariamente, es el llamado blanco, algo de humor negro y mucho de lúdico, lo más elaborado artísticamente que se pueda.  Ese humor que no es ácido, que no es humillante, que no es burlón en extremo, que no es vulgar, ni grosero. No es político tampoco. En fin, el llamado humor “inteligente”. No sé exactamente cuál es esa definición, pero yo, que los he creado todos, te aseguro que el humor blanco sería el más “inteligente”, porque es el más difícil de hacer.

Además, me empeño en que el público se sienta inteligente al descifrar mi humor. Por otro lado me gusta consumir todo tipo de humor. Admiro a los colegas que hacen ese humor que yo no puedo o no quiero hacer, lo que significa que no desprecio a ninguno. Conclusión: me ha interesado entonces hacer siempre el humor que hacíamos en la Seña. Es el que mejor me sale y me encanta.

Un hombre que ha convivido entre humoristas, que los ha aglutinado; que ha hecho y siguen haciendo reír a muchos, ¿es un hombre feliz? ¿O no? ¿Por qué? De formación ingeniero civil. ¿Encuentras alguna conexión entre ingeniería y humor? ¿La defines?

Soy feliz. Te lo aclaro con el siguiente concepto: “las desgracias en la vida llegan, lo quieras o no. Se enferma o muere un ser querido, se te pierde algo de valor, te roban o estafan, tienes un accidente, alguien cercano cae en las drogas o delinque, se quema tu casa, quiebras, te echan del trabajo, tu pareja te es infiel y así un largo etcétera”.

Entonces tienes que esforzaste en salir de ese hueco en que te hunde esa desgracia, nivelas y sigue lo mejor posible hasta que llegue la próxima desgracia. Esa es la vida. El famoso sube y baja, que suena a clisé.

Pues lo inteligente entonces es vivir con emociones positivas siempre (alegría, positivismo, optimismo), para que cuando te hunda la desgracia, no pueda llevarte muy abajo y logres sacar la cabeza más fácilmente.

Porque si te agarra la desgracia viviendo con emociones negativas (tristeza, ira, estrés), el hundimiento que produce la desgracia te puede llevar a depresiones crónicas y –exagerando algo–, hasta el suicidio.

Por lo tanto, lo más inteligente, repito, es vivir con puras emociones positivas y lo mejor para eso, sin dudas, es desarrollar al máximo el sentido del humor. Vivir con humor te garantiza vivir contento y feliz esos momentos entre desgracia y desgracia.

Y, por suerte, además de crear humor, vivo con humor. Tengo un buen sentido del humor y soy con-sentido del humor. Por lo tanto, me considero un hombre feliz.

Lo de ser ingeniero solo me sirvió para tener un cerebro ordenado, algo muy  importante para pensar, para escribir y dirigir, para crear en general. No le veo otra relación. Yo estudié ingeniería porque no pude estudiar una carrera de humanidades, por mucho que lo intenté (esa es otra historia).

Si regresará –imaginariamente– La Seña a Matanzas, ¿como te gustaría que fuera ese espectáculo? ¿A quien invitarías?

Parto de la base que la pregunta es bastante irreal, porque es imposible reunirnos todos (incluso ya han fallecido dos, contando al productor). Quizás y solo quizás, un día extraordinario nos podamos juntar varios. Como hicimos en los homenajes que te conté. O como fue el caso de que actué con Rubencito y después con Pedrito y Pible en Miami.

Pero suponiendo que se de esa fantasía, me gustaría que recordáramos en escena números emblemáticos –para mí– como el Coro de Cámaras, La controversia guajira, Las Nuevas Tradiciones, Roberto Roberto y el Grupo Bacán, y sobre todo, quizás mi favorito: La Fuga (para los que no lo recuerden, era un grupo de músicos preparados para interpretar una fuga, se rompe el violín y para arreglarlo rápido toda la Seña, los que estaban en escena y los que no, van gradualmente tratando de arreglarlo y complicándose, de pronto aquello se convertía en una construcción enorme y bajaba un cartel que decía: “Aquí se construye un pedraplén” (algo de moda en esa época) y de pronto también se arregla el violín, Pedrito puede dar la nota final con Danny que se había pasado todo el número tocando magistralmente la dichosa fuga en su guitarra.

Un verdadero orgullo ver el resultado de ese número, porque concebirlo y montarlo fue muy difícil, ya que en un momento habían doce personas moviéndose a gran velocidad por todo el escenario, con un tiempo milimetrado para dar caos. Era un ballet.

Pues –según mis gustos, repito–, esos números serían los que presentaríamos en esa primera parte del espectáculo.

Porque en la segunda actuarían con nosotros los invitados. Serían: los queridos colegas y amigos del aquel Movimiento del Nuevo Humor Cubano de los años 80. También los amigos del Conjunto Nacional de Espectáculos como Virulo, Zulema Cruz y Ana Lydia Méndez. Los comediantes de la anterior generación a la nuestra que quedan vivos, para honrarlos. Y por último, también los que queden vivos del Teatro Mirón Cubano, del Teatro Dramático de Radio 26 y de La Colmena, para darles un cariñito y cerrar el ciclo.

Es mucho soñar, pero esa noche sí te pondría la fecha exacta del término de la Seña del Humor de Matanzas. Gracias de nuevo, Ulises, una, por permitirme estas respuestas tan extensas y dos, por darme la posibilidad de llegarle a mi público en Cuba, que nunca he olvidado.

Fotos Cortesía del entrevistado y de Jape

 

Contenido Relacionado:

Una señal a La Seña De Matanzas