La Poética De La Enseñanza
Por Patricia Cardona (México)
No pretendo descubrir nada nuevo sino referirme a lo que se ha olvidado en la educación artística. Me refiero a la poética, que desde Aristóteles, no sólo es el arte de la composición poética como tal, sino el estudio de los principios y esencia del arte. Es decir, teoría del arte.
La poética define las reglas del “bien hacer”, que en Aristóteles se aplica a la Tragedia Griega para crear una forma perfecta del verso, donde perfección consiste en armonía y precisión para provocar la catarsis (liberación) y anagnórisis (reconocimiento/consciencia) en el espectador.
A su, vez los poetas Románticos del siglo XIX reconocieron en la poética no sólo el método para lograr el verso perfecto sino un tipo de emoción, de comunicación que tiene que ver con una nueva visión del mundo y de la naturaleza, impregnados por un espíritu que lo permea todo…
Podríamos decir, por tanto, que la poética es al arte lo que el método científico es a la ciencia[1], siendo ambos procesos opuestos en su esencia. La primera integra todas las facultades de la psique dentro de un proceso creador. El segundo divide y separa para efectos de observación y análisis.
La educación artística actualmente se ha refugiado en lo más fácil de resolver y a tono con las políticas tecnocráticas del momento: una enseñanza apegada al vértigo de las técnicas de eficacia comprobada (fundamentalmente en la música y en la danza) y el manejo de la teoría como dogma, no como reflexión. Esto, supuestamente, facilita la transmisión de la información en un contexto de educación masiva donde se estandarizan los contenidos y se fragmentan en periodos cortos, según la materia. Como la enseñanza científica.
Si poiesis significa literalmente “hacer”: ¿qué “hace” un maestro creador para comunicarse con sus estudiantes? ¿Qué deja de “hacer” otro maestro que no es artista? ¿Por qué es tan importante asociar poética con enseñanza? ¿Sólo el maestro enseña? ¿Sabe lo que es una poética y el lenguaje propio del arte? ¿Qué pasó con este lenguaje, ahora sustituido por la jerga científica de la pedagogía?
En la antigüedad el aprendiz iba directamente al estudio del maestro para su formación artística. Aprendía “haciendo”, reflexionaba “creando” y “sintiendo” junto con el maestro. No había división entre teoría y práctica. No había materias, horarios, créditos, calendarios escolares, objetivos, sólo experiencia compartida, sólo procesos de crecimiento.
La masificación de la educación moderna necesariamente cambió esto. Se crearon materias, unas teóricas, otras prácticas, con horarios establecidos para cada una, además de créditos para cuantificar el valor de los conocimientos y habilidades adquiridos. El lenguaje del arte necesariamente se fue soslayando. Así, el proceso creador, integrador de todas las facultades de la psique en el hacer-sentir-pensar simultáneos, se fragmentó a la manera del método científico, celosamente vigilado por las instituciones públicas.
¿Qué pasó con la naturaleza del arte y su lenguaje original? Se tuvo que ajustar a los modelos modernos de la enseñanza-aprendizaje. En el proceso se perdieron conceptos básicos que responden a experiencias imposibles de escolarizar.
El objetivo de este ensayo es recordar la naturaleza del arte que por su propia naturaleza no se deja cuantificar ni fragmentar. ¿De dónde partimos? De lo que quedó atrapado en el método científico para la enseñanza del arte. ¿Hacia dónde nos dirigimos? Hacia las experiencias que revelan lo que el método científico no puede llenar…únicamente la experiencia de la poética detonada por el maestro/creador.
De ahí que la poética de la enseñanza sea:
- Un proceso creador con potencialidad de convertirse en “obra de arte” en tanto que la formación de un artista es una obra en sí misma.
- Una metodología que no sólo contempla el conocimiento dado, sino que detona en el joven el descubrimiento de algo que si no lo hace en carne propia, no se da a luz, sorprendiento tanto al maestro como al joven mismo por novedoso y auténtico. Así, el estudiante se convierte en generador de conocimieto.
- Educa el corazón en el entendido de que sentir es la puerta a la consciencia del mundo y del propio ser.
- Está impregnada de este espíritu o comunicación que todo lo permea y unifica.
- Contagia esta comunicación (inspiración) que detona en el estudiante una fuerza creadora poderosa para que pueda ser dueño y soberano de su propia vida, dentro y fuera de las escuelas de arte.
- Rescata el “lenguaje perdido del arte” en la educación artística en tanto que lo cualitativo, —lo verdadero de esta educación—, no se puede incluir “objetivamente” en un plan de estudios.
- Es profundamente selectiva en tanto que sólo resuena con aquello que impulsa la fuerza vital, la autenticidad y soberanía del estudiante y demás interlocutores.
- Propicia la creación de mundos alternativos desde la imaginación creadora.
El lenguaje perdido del arte
Quedó la sensación… se perdió la sensibilización
Este ensayo es el resultado de una investigación activa realizada dentro del Centro de Investigación, Documentación y Difusión de la Danza José Limón del Instituto Nacional de Bellas Artes. El Propedéutico sobre la poética de la enseñanza como parte de un trabajo colectivo que duró aproximadamente cinco años, revisó y cuestionó conceptos de uso común y cotidiano en los maestros de arte con los que trabajamos. Las conductoras hicimos preguntas a los docentes sobre su forma particular de ejercer la didáctica.
En general, las preguntas suscitaron más silencios que respuestas. Porque hay un mensaje potente y radical detrás de cada una: ¿cómo y frente a qué estimular el desaprendizaje, el redescubrimiento, la transformación y la autoeducación para reconocer nuestra propia poética? El sentido del Seminario de la poética de la enseñanza que desarrollamos posteriormente nos permitió descubrir y definir las respuestas.
Los ejercicios de sensibilización, tan socorridos en el inicio de toda educación artística, dieron pie a diversos cuestionamientos. Por ejemplo: si limitado a lo psicológico del proceso de sensibilización, ¿puede darse o entenderse también un proceso creador? ¿Cómo hacer para que esta experiencia didáctica sea memorable, vital y provocadora de metáforas y poéticas personales?
Me explico. Los docentes que estimulan los sentidos mediante olores, sabores, sonidos, colores, historias o situaciones concretas permiten que los participantes vivan una experiencia de sensaciones que traen recuerdos a la superficie. El recuerdo, a su vez, provoca otras y más profundas vivencias que son sentimientos de agrado o desagrado. Esta cadena de experiencias deriva en emociones complejas. Al término del ejercicio los participantes describen su tránsito. Pero nada más.
La pregunta sobre cómo lo psicológico se convierte en semilla para el proceso creador pretende impedir que el ejercicio de sensibilización se limite a lo terapéutico, en vez de ser el catalizador de imaginarios reveladores para el sujeto de la poética.
Durante el Propedéutico… comprobamos la poderosa presencia de hábitos, estereotipos y vicios de instrucción. Esto, en docentes muy jóvenes, es comprensible. Hay temor al riesgo y por tanto, todo es predecible. Confunden sensibilización con experiencias sin consecuencia ni compromiso. Se verifican en autocomplacencia ligera. Y todo se queda ahí.
Entonces ¿qué es sensibilizar? Es permitir que la integración cuerpo/psique a través del hacer-sentir-pensar produzca experiencias y significados inéditos, solicitando imágenes poéticas que son la extensión de las sensaciones, revelaciones y misterios vividos.
Quedó la expresión literal… se perdió el “presionar hacia fuera” lo invisible
Arte es un compromiso para crear un futuro de lenguaje personal, propio de cada intérprete o creador. Un futuro de lenguaje es una manera inédita de decir lo familiar o lo recién descubierto; es un germen de expresión que asombra y que requiere de posterior elaboración y sistematización. Remueve los velos de la percepción esquematizada. Destruye los patrones cotidianos de la significación. Descubre dimensiones desconocidas. Andamos tras la búsqueda de la autenticidad perdida. Nada fácil.
Los maestros participantes en el Propedéutico… reflexionaron sobre la importancia de cómo expresar y comunicar la subjetividad, muchas veces oculta tras la máscara del hermetismo o de los estereotipos de la consciencia colectiva. El miedo a la propia vulnerabilidad inmoviliza.
Las conductoras decidimos que era el momento de proponer un viraje. Había demasiada comodidad en los ejemplos didácticos de los maestros. Se les invitó a reflexionar sobre el término expresión como un “presionar hacia fuera” de las fuerzas profundas que mueven sangre y nervio. Entrar ahí requiere de intención y preparación. Requiere trascender los miedos. Requiere situarse en el tiempo profundo. Atreverse a vivir el instante apasionado. Es tocar la aureola de la autenticidad. Primero hay que romper las máscaras. Es el primer paso del desaprendizaje requerido.
Los maestros se cuestionan: ¿Cómo exigir la mirada interna en el estudiante si el propósito de la escuela no lo contempla? ¿Tiene sentido la poética de la enseñanza en un contexto de educación masificada?
“Más que nunca…”, fue la respuesta. La percepción que sólo alimenta los sentidos externos es un espejo ciego. Los sentidos suelen negarnos la mirada interior. El foco de atención en lo físico puede cerrar otros canales de percepción que tienen acceso a la multidimensionalidad de la psique. Por lo tanto, expresión significa literalmente «presionar hacia afuera…» la inmensidad de mundos internos ocultos a la evidencia de la aprehensión sensible y ajenos a los estereotipos de la consciencia colectiva.
[1] Las negritas pertenecen a la autora.
Foto de portada / Rebekah Bowman / Escuela Nacional de Ballet
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