La chinche, canta y cuenta
Por Charles Wrapner
Recién terminó con muy buen éxito de público la temporada de Jugar a contar, puesta en escena de Estudio Teatral La Chinche, con dirección General de Licette Silverio, asesoría de Jaime Gómez Triana, asistencia de Anniet Forte, producción de Rolando Manfugás y la interpretación de un renovado elenco.
En este año he tenido la posibilidad de ver casi todos los grupos del país, y son poquísimas las agrupaciones teatrales donde coinciden muchachos tan jóvenes con este sentido de comunicación y armonía sobre la escena. Esas confluencias de juventud, talento y dedicación profesional son necesarias y hay que preservarlas y protegerlas en el contexto actual donde perseguimos cambios en aras de una adecuada renovación.
La puesta en escena es exactamente lo que su nombre anuncia, un juego de ocho actores que cuentan historias y cantan para los niños. Dicho así, la obra puede parecer poco atractiva, pero el desempeño actoral, la eficacia de la dramaturgia espectacular y la selección tan inteligente de los relatos, despiertan un interés fascinante. Este no es un espectáculo ñoño, no adolece de tratar al niño como ignorante. Es una obra que dialoga con los pequeños y los familiares que lo acompañan de manera inteligente, atractiva.
Un elenco joven compuesto por María Carla Guevara, Laura Tarrao, Camil Odette, Adiari Felici, Maykel Sosa, Sayma de los Ángeles, Sonia Costa y Alejandro Arcos juega con el ritmo de un modo genial durante los 60 minutos que dura el espectáculo. La preparación física y vocal de los actores acompaña de manera excelente su desempeño escénico. La obra se construye sobre la clave del juego y la exageración típica de los niños que no tienen prejuicios a decir lo que piensan, ni a expresar sus emociones. Este recurso recibe, como evidencia y respuesta a su eficacia, las intervenciones de los pequeños que, a voz en cuello, interactúan motivados por las pautas de la obra.
En conversación con su directora sobre el joven y bien preparado elenco, agradeció el entrenamiento de las profesoras de canto y danza, Viviana Ramos y Katerine Boizan respectivamente, que realizan un trabajo muy provechoso. A ese comentario sumo la experiencia de la propia Licette Silverio como maestra de probada experiencia, rigor e inteligencia en la formación de actores.
La selección musical de la obra hace gala del repertorio de la argentina María Elena Walsh. Temas como “Adivina, adivinador”, “El show del perro salchicha” o “El twist del Mono Liso”, son interpretadas a capella, y acompañan muy bien el estilo narrativo del espectáculo. Al tiempo que realzan la presencia del actor como sostén de la puesta en escena.
Las excelentes versiones de los cuentos, breves y concisas, logran mantener la atención de los infantes. En un variado espectro que va desde el cubano Miguel Barnet hasta autores anónimos, los ocho relatos se entrelazan gracias a su elocuencia, sentido del humor y un lenguaje coloquial que se agradece mucho. El colorido de la puesta no es sólo en su oralidad, el diseño visual hace gala de un gusto exquisito y de un equilibrio en armonía con la narración.
Es importante subrayar el sentido profesional con que este colectivo asume la puesta. En un contexto donde muchas veces se tropieza uno con menosprecios y facilismos constantes en el trabajo de la narración o del teatro para niños, la entrega y el rigor de esta agrupación es vital. La alegría que trasmiten unida a la concepción artística de la obra hace de este espectáculo una pieza de mucha virtud escénica.
Sin ánimo de profecías, siento que se anuncia una época muy buena profesionalmente para Estudio Teatral La Chinche. La vitalidad de este colectivo, su buena energía, su preparación y entrenamiento, así como la dedicación e inteligencia de sus guías lo evidencia sobre la escena. Espero que esta agrupación vuelva a los escenarios capitalinos con Jugar a contar, una propuesta ideal para toda la familia.