La Casa de Papote, tu casa, la de todos
Por Yelaine Martínez Herrera
Las Tunas.- Las casas, variopintas y complejas, como las personas, atesoran vivencias, emociones, sufrimientos, recuerdos… Unas lustrosas, otras descascaradas o con filtraciones. Pero todas –bajo tejas, guano o cemento- cuentan historias, y eso nos hace verlas más allá de lo material. Lo que importa no es la casa, es su alma. Lo que importa no es la casa, es quienes la habitan.
Consciente de ello, Ernesto Parra –líder de la compañía Teatro Tuyo- junto a su tropa de narices rojas, quiso trasladar La Casa de Papote (programa audiovisual), desde la pantalla televisiva hasta la superficie del Centro Cultural Teatro Tuyo. Pero en el proceso siempre ocurren metamorfosis porque –ya lo dijimos- no es la casa, es la gente que coexiste bajo la cobija. Y si las personas tienen alma de niño, de esas que «contienen sueños» (como dijo Mirko Badiale), no se detienen, mutan si es necesario para defender su esencia –por sobre todas las cosas- hasta que emana, como el hogar mágico de la película Encanto, la maravilla entre paredes.
Así ocurrió con el nacimiento de La Casa de Papote, ahora en su versión peña, un espacio para compartir entre artistas y públicos, niños y familias. Al igual que un bebé que despierta expectativa con su llegada al mundo, todos queríamos conocer características, matices, similitudes y diferencias respecto a sus semejantes. Y allá nos fuimos.
En la primera edición, la sala estaba llena como de costumbre, pero logramos sentarnos en las sillas adaptadas alrededor del lunetario (Cuando actúan «los tuyos» generalmente no alcanzan las lunetas). Escenas del programa televisivo que signa la génesis se proyectan al fondo del escenario y, pronto, la compañía infantil Teatro Tuyo, liderada por Aixa Prowl, inunda la platea de motonetas, colores, saltos y alegría.
Luego llega Papote —con carriola incluida- y explica sobre qué trata la iniciativa:
En cada puesta en escena de La Casa de Papote, se abordará un tema diferente, donde se sumarán invitados y se desarrollará una dinámica de participación, que conducirá el cultivador del árbol de narices. De hecho, la simbólica planta que define a «los tuyos», la observamos ahora sobre el tabloncillo, muy cerca de la puerta azul que abre La Casa… Los detalles también comunican.
Planteado el ABC, Papote anuncia que próximamente saldrá la tercera temporada del programa televisivo, compuesta por 20 capítulos. Y llegan los primeros invitados: Clarissa Damila Pérez Hernández y Ridel Meriño, junto a su pequeña hija Valentina. El clown-líder los interroga curioso, quiere saber cómo se las arreglan para ser profesionales tan activos y existosos siendo jóvenes padres y con otras funciones dentro de la locomotora hermosa que es la cultura (son músicos, actores, profesores…). Ellos confiesan la clave: el apoyo de la familia.
Pero Parra no se conforma y los pone en aprietos: A ver, cántennos una de las canciones que comparten con su niña». Rápidamente se escucha: «Pero un día llegó el doctor, manejando un cuatrimotor y saben lo que pasó… (“El brujito de Gulubú” o “La canción de la vacuna”). Clari canta intermitentemente el tema mirando a su princesa, mientras el ser con nariz roja demuestra sus dotes de interlocutor cómico.
Estos y otros momentos de la peña revelan la capacidad de improvisación de Ernesto, pues aquí los parlamentos no están aprendidos, sino que fluyen con la bendita circunstancia. Yanelis Rodríguez Escamuchero, responsable de la animación, los diseños y los fondos de La Casa de Papote (programa audiovisual), también fue entrevistada. Y es que la idea es esa, sumar a los amigos, familiares, a todas las personas con capacidad para ser feliz.
También fue revelador el diálogo con pequeños del público. Ya lo dijo Martí: Los niños saben más de lo que parece, y si les dejaran que escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían. Papote lo interroga sobre el tema de esta primera peña: ¿Cómo es tu casa? ¿Qué es lo más importante de esta? Y rápidamente responden oraciones al estilo de: «mi casa es verde como la naturaleza», «amo a mis padres y hermana» y «lo más importante es la familia».
El Centro Cultural Teatro Tuyo vuelve así a ser simbiosis de buenas emociones y complicidad. Se escucha Sabina cantando en algún momento “Contigo”:
…Y morirme contigo si te matas/ y matarme contigo si te mueres/ porque el amor cuando no muere mata/ porque amores que matan nunca mueren…
El amor está en el aire. Y no es para menos. Papote recibe una llamada de su jefe (un tal Ernesto Parra), quien le recuerda su cometido. «Como olvidarlo, jefe, procedo…», responde (parafraseado). Y Papote, a nombre de Parra, le regala un ramo de flores a Aixa Prowl en su aniversario 15 de bodas. Elle le paga con lágrimas en los ojos.
La peña incluye varias cosas: juegos, canciones, rifas, entrevistas, actuaciones y otros aderezos. Es una especie de oasis para un auditorio sediento de presentaciones artísticas. Vemos a los pequeños en el escenario, guiados por el clown-guía, ejecutar —por ejemplo- “El baile del Chipi chipi”, con inocentes y divertidos movimientos del esqueleto como los de Elsi, la más pequeñita. La iniciativa, en general, cautiva a la audiencia, es lo que importa. Risas, aplausos y fotos con el artífice principal, una vez acabado el espacio, dan fe de ello.
Al salir, a niños y niñas se les da una tisa para que frente al Centro Cultural Teatro Tuyo plasmen sus impresiones a través de un dibujo. Casas, corazones y otros elementos emanan de su imaginación. Y observando esas creaciones a mí, adulta con alma de infante, La Casa de Papote me supone —además– la sede de la compañía teatral, ese sitio al que todos los días llegan sus moradores —a pie o como sea– para —contra comején, mentalidades absurdas, carencias, apagones y un largo etcétera– defender el arte del clown, ese que cala hondo en corazones y cerebros de todas las edades.
Fotos Reynaldo López Peña