Hasta siempre, verso amigo

Por Ángel Ramírez Goliat

Eduardo Sosa, el compay, el nagüe, se nos fue de este plano terrenal. Muchos son los rostros que denotan un llanto oculto, casi a flor de pupilas y lágrimas, justo como el de Ury Rodríguez Urgellés, amigo personal y presidente de la UNEAC del territorio guantanamero, lugar que le dijo Hasta siempre, Eduardo.

Sosa era un guajiro de pura cepa, un oriental orgulloso de haber nacido en Tumba 7, Segundo Frente, en Santiago de Cuba. Es sorprendente cómo, tras años de vivir en la capital, no perdió ese acento típico de estas zonas, ese canta’o, como dicen los demás.

Yo, que lo conocí de cerca, pues compartimos periplos en esta edición de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa, le tomé mucho aprecio y cariño pues, ¿cómo no hacerlo si de puro andar en shorts y pullover, chancletas o botas, cogía la guitarra y empezaba a cantar porque sí, porque le nacía del corazón y la voz? De este mundo no es, estoy seguro de ello.

Daba igual una tribuna iluminada, un equipo de audio de calidad, o el escenario de un teatro a oscuras y bañado por las luces de nuestros teléfonos, como sucedió en su último concierto para los cruzados teatrales en la comunidad La Clarita, municipio de Manuel Tames, donde las bajas temperaturas son habituales, pero el calor de las voces y cuerpos emitía tanto regocijo que daba gusto cantar a Matamoros, a Compay Segundo, María Teresa Vera…

A Sosa lo estoy viendo desde que era pequeño en distintos festivales de trova del país: Canción Política, Pepe Sánchez en su tierra natal, el Longina… Nunca dejó de ser él mismo.

Yo me quedaba siempre para las descargas nocturnas, luego de las presentaciones, igual lo podías ver ayudando a un novicio que aprendiendo y nutriéndose de todos los presentes. A veces se ponía atravesa’o, como todos los guajiros, y la expresión le cambiaba. Su rostro bonachón se tornaba iracundo y decía no hables más boberías, compay. Es más, dame un trago, que tengo sed… y bebía ron para afinarse la garganta. Dicen que la trova, sin trago, se traba.

Desde la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa no le decimos adiós. Eso no. Nunca. Es más, lo llevaremos siempre, como cuando conocimos la fatídica noticia, y cantaremos sus canciones, justo como hoy entonamos:

Verso, nos hablan de un dios

A dónde van los difuntos

Verso, o nos condenan juntos

O nos salvamos los dos.

Fotos: Ury Rodríguez Urgellés