Estar en Camagüey es un anhelo, entrevista al actor y director Ury Rodríguez

Por Marilyn Garbey Oquendo

Antes de llegar a Camagüey te presentaste en el lomerío guantanamero, como parte de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa. ¿Por qué regresas cada año a esa zona del país?

La Cruzada constituye una de las maneras de enfocar mi creación teatral, llevo 32 ediciones asistiendo, y he ido pensando para un público como el rural, producciones que tengan un vínculos con ellos. Venir se ha convertido en una fuente de inspiración y también de vida. Ausentarme totalmente es como faltar a principios ya establecidos, a vínculos afectivos que se van creando con pobladores de estas zonas montañosas guantanameras.

Es también una oportunidad de estrechar vínculos con todo tipo de público, porque no hay exclusiones, hay que crear para niños y para adultos. El público ha ido moldeando una manera de entender el teatro, una forma de llegar a nuevos diálogos, porque vamos hurgando en lo que más le interesa a este tipo de espectador, que ve teatro una vez al año y de un modo muy peculiar; un escenario puede ser el aula de una escuela, el camino, a la sombra de un árbol, una plaza, entre muchos otros, y donde el clima suele ser muy variado. Todo esto condiciona una manera de hacer sin que se vea perjudicado el suceso teatral. Hay razones muy arraigadas en el espíritu que me hacen volver.

L’tam qui pasé, la obra que traes a la Jornada Ciudad Teatral, narra una fábula del folclor guantanamero, con fuertes influencias de la cultura haitiana. ¿Cuánta riqueza encontraste ahí para llevar al teatro?

Es un espectáculo que comenzó a pensarse y a soñarse hace muchos años, hubo una primera versión de estas historias venidas del folclor caribeño asentado en barrios guantanameros, con más fuerza en la Loma del chivo. Por los años 90 Virginia López, actriz de Teatro La Barca, trajo la propuesta de montar cuentos que ella había escuchado desde niña en la voz de su abuela, y de ahí surge el espectáculo Veja palabra nuestra, que vinculábamos siempre con algunas compañías de danzas folclóricas, como Danza Libre o el Ballet Folclórico Babul.

El espectáculo siempre tuvo la dinámica de representar esa cultura del Caribe con toda su sabiduría, con lo que indudablemente nos aportaba desde otros saberes. Con el paso del tiempo me fui enamorando de la posibilidad de construir una nueva mirada, pero esta vez desde la cultura haitiana, de gran arraigo local. A la vez hacía un homenaje a Virginia y a su familia por preservar parte de este legado cultural, con historias cargadas de realismo mágico. En el tiempo del aislamiento por la pandemia, surgió la idea de este espectáculo y el diseño de lo que es hoy L’tam qui pasé, ubicado en un barrio popular como la Loma del Chivo, subrayando esa relación que a diario se da entre sus gentes y los vendedores ambulantes. El personaje Viyuyi es una mujer que defiende una tradición, de la que se desprenden múltiples enseñanzas.

En el proceso de investigación se recopilaron testimonios de familias que utilizaban cuentos como modo de enseñanzas, al no poder enviar a sus hijos a la escuela. De ahí su trascendencia hasta nuestros días, al quedar en la memoria de muchos. En la selección de cinco cuentos que narran el desarraigo cultural, también se narra la ambición de muchos de apoderarse del patrimonio de otros, del acto de cambiar su identidad por otra que es opresora, hablan del sometimiento a la esclavitud, entre otros temas. Son cuentos que han quedado en las voces de mujeres cultivadoras de tradiciones, y este es el caso de Viyuyi, mujer afrocaribeña.

¿Por qué trabajas en solitario?

En el proceso de creación del espectáculo, empezamos a percibir que la relación entre los dos personajes era algo sumamente interesante, pero en esta temporada solo había un actor; de ahí surge la propuesta de que Viyuyi fuera un títere, porque sabíamos de todas las posibilidades que ofrecía la técnica del títere de mesa y, sobre todo, para público de adultos.

Música, colores, y un retablo titiritero son elementos que conforman la puesta en escena. ¿Cómo fue el proceso de montaje?

Para la banda sonora, después de la búsqueda de mucha información, nos quedamos con la agrupación de Dessandann, de Camagüey, porque hace un recorrido fascinante por la música haitiana desde la composición coral e instrumental, dándole ese encanto que ofrece el Caribe todo, con sus bailes muy sensuales incluidos.

El entrenamiento de bailes haitianos fue otra de las etapas de trabajo, el que no solo sería desde el actor danzante, sino también desde la figura animada. A este proceso se vinculó la maestra bailarina Yaneysi Chibás, con la asesoría de Virginia López. Los diseños y la construcción del títere corrieron a mi cargo, teniendo como referentes a las bailadoras de la Tumba Francesa, con sus lujosos trajes, turbantes y bisuterías propias de mujeres que sostienen estas prácticas culturales.

¿Cómo valoras la reacción de los espectadores cuando pides sean parte activa de la obra?

La interrelación con los espectadores siempre ha sido un recurso bien empleado en Teatro La Barca, puesto que muchos de nuestros espectáculos se sostienen con estos intercambios directo con los espectadores. En L’ tam qui pasé es muy atractivo el pasaje en que el personaje de Viyuyi hace una parada en la relación con Urgellé y ofrece una consulta espiritual para los espectadores, en este caso sus vecinos. Al público le resulta muy divertido, y tenemos muchas anécdotas muy simpáticas; como que al finalizar la función espectadores consultados han subido al escenario y preguntan si lo que dijo el personaje es cierto y qué debe hacer al respecto. Es entonces que uno reafirma que esa conexión ayuda al mayor goce del suceso teatral, y que la fe acompaña a los espectadores y el teatro se le hace una verdad, porque el espectáculo se va desarrollando con códigos de una cultura que es real y que cada vez está más viva.

¿Qué esperas del público de Camagüey?

Estar en Camagüey es un anhelo, porque en esa ciudad hay unos vínculos muy fuertes con la cultura haitiana. Allí radica la agrupación Dessandann, que ofreció su música para que fuera empleada en la puesta. Doy las gracias a Emilia Díaz Chávez, su directora, que nos facilitó el trabajo para la banda sonora utilizada en la obra. A la vez, será muy interesante compartir con las otras agrupaciones programadas, con la crítica especializada, con los públicos. Siempre resulta provechoso, porque se aprende.

Fotos: Pepe Fornet