¿Es el cuerpo un asunto importante como temática? (Cuarto Stasimon)
Por Noel Bonilla-Chongo
El instrumento mediante el que se expresa la danza
es también el instrumento mediante el que se vive la vida:
el cuerpo humano.
Martha Graham
La memoria ancestral.
Ya lo hemos pautado, comprimir el hacer del cuerpo o, mejor, de los cuerpos, al terreno de lo estrictamente escénico (espacio teatral), sería brescar la infinita potestad que, entre su ser-cuerpo y su hacer de materialidad expresiva, los estudios sobre el cuerpo, viene produciendo un cúmulo de conocimientos y experiencias atendibles. Escucha y parlante en las ocupaciones de quienes ponen su cuerpo en juego cada día y en cada acción, o sea, el de su puesta en significación, en expansión de las arquitectónicas constructivas, enunciativas, de análisis y, también, de necesaria criticalidad.
Entonces, si vemos al cuerpo como “medio natural y expedito para experimentar el goce y el dolor”, tendríamos que ser conscientes de que tenemos un cuerpo o muchos. Y, en esa pluralidad de posibles, los cuerpos producirán regímenes discursivos y prácticos igualmente diversos; y si nuestra cuestión por/sobre ellos es un enigma aún por resolver, siempre inacabable, entonces volver a la interrogante —¿es el cuerpo un asunto importante como temática? — sería insistir que la certeza no nos acuerpa todavía, que debería ser la constante investigación, probeta y laboratorio de convite transdisciplinar irrenunciable. En esta cuarta entrega, Cubaescena hace converger las voces de un lingüista, poeta, narrador y la de un coreógrafo y bailarín; en sus argumentos notaremos cómo tampoco podemos desistir en las exploraciones de posibles nuevas respuestas que, al tiempo, se tornarán interminables preguntas, no menos plurales en sus modos de abordar el objeto de estudio que es el cuerpo, los cuerpos.
Nos cuenta Pedro De Jesús que, es el cuerpo lo que nos hace reconocibles como individuos y, por tanto, genera identidades y las sustenta y metamorfosea cada vez. Asimismo, resulta un misterio. Nos hemos cansado de repetir, herederos del imaginario judeocristiano, que el alma es inescrutable; pero el cuerpo también: el de uno y el de los otros. Es sumamente inquietante que nunca alcancemos una imagen íntegra de nuestro cuerpo sin el auxilio de la tecnología. Gracias a ella podemos vernos la cara y la espalda. El ser humano inventó el espejo para conjurar esa incapacidad que nos hace tan ignorantes y vulnerables. La fotografía y el video no son más que avatares perfeccionados del espejo. En cuanto al otro, ¡cuánto quisiera uno saber qué esconden muchos bajo la ropa! No por mero interés lascivo -legítimo cuando lo hay-, sino porque sentimos que la desnudez del otro nos haría conocerlo más de lo que lo hacemos. Se da mucho entre amigos. Verse los cuerpos es casi una necesidad en algún momento de esa clase de relación fraternal. El cuerpo, en tal sentido, es una instancia de conocimiento, de aprehensión de uno y de los otros.
No creo que la danza y el teatro espectaculares “hablen” con suficiencia de las experiencias multivocales del cuerpo. Esto es así, bien por una imposibilidad física, en el sentido de que el cuerpo en sí mismo es una instancia “muda” o carente de lenguaje articulado, al extremo de que, cuando pensamos la voz, no la vivenciamos como parte de nuestro cuerpo -otro misterio-; bien porque la técnica, los códigos estéticos del arte -señaladamente, la técnica y los códigos de la danza artística-, aun los más revolucionarios, le imprimen al cuerpo limitaciones expresivas o convierten en poética y programa las limitaciones que el propio cuerpo les descubre como parte de sus indagaciones. Cualquier arte, por muy espontáneo, transgresor, anticanónico que sea o se pretenda, debe hallar una forma, no solo para discurrir y ser, sino, además, para que pueda interpretarse como una creación humana a la que se le atribuye el estatus, la condición de arte; y en la forma es posible que haya vida, emociones, sentimientos, ideas…, pero siempre será algo que solo se consiga por añadidura. Por tanto, nunca será suficiente lo que expresemos en relación con lo que queríamos expresar. Nos queda el símbolo, la metáfora, la alusión… Pero ya eso es otra cosa: el testimonio, quizá, de un fracaso.
¿Crees en otros “escenarios” posibles para la expansión del cuerpo que “danza” (cambia, modela, se transforma)?
Sí, en la danza no espectacular. Y, sobre todo, en la danza que ni siquiera concebimos como danza, en las “coreografías” de nuestros gestos, nuestra forma de movernos: por la calle, en una fiesta, en un juego de dominó, frente a un auditorio respetable, en una discusión acalorada, en un lance erótico al que nos aventuramos con miedo, en un lance sexual en el que nos arrojamos con toda nuestra impudicia… Pero, como ves, todo eso es pura metonimia, la extensión acaso demasiada laxa de un concepto históricamente construido como lo es el de danza.
Pedro De Jesús Acosta es narrador, poeta, ensayista, profesor, miembro de la Academia Cubana de la Lengua.
Al intercambiar con el cubano Jorge Alcolea, bailarín, coreógrafo y profesor de danza que trabajara durante mucho tiempo en Danza-Teatro Retazos y hoy en la Compañía Nacional de Danza de Ecuador, sostiene que la pregunta tiene muchas respuestas. Admite Alcolea que, según a quién le preguntemos, responderá a partir de su visión y la conciencia que ha desarrollado sobre esta brevedad en el tiempo que llamamos vida. Imaginemos a un Chamán dándole respuesta a esta pregunta, a una stripper, a un soldado, un biólogo, una persona transgénero, o un practicante de la región cristiana o budista, cuántas respuestas tan ricas en conceptos nos podrían dar estos actuantes, siempre tan diversas y tan válidas, pero siempre serán subjetivas y limitadas, porque siempre responderán a sus experiencias particulares y a su pasar por el mundo.
Yo lógicamente me he creado la mía que es limitada también y no se escapa a la subjetividad de quién la emite, una muy simple pero muy franca, muy alejada de tecnicismos y de juegos retóricos. Después que nos han fallado toda clase de ideologías y se ha puesto en tela de juicio la eficacia de las revoluciones sociales, cuando una salida religiosa sólo se presenta para llenar ese vacío y esas ansias de colectividad y propósito. Lo único que nos ha quedado, lo único concreto, palpable y evidente, es la materialidad de nuestro cuerpo, el cuerpo con su piel, sus huesos, sus fluidos, su juventud, vejez y fragilidad. No tengo que inventar un alma adherida al cuerpo, no tengo que inventar metáforas ingenuas y pomposas relacionadas con él, así simplemente como carne y materialidad puedo seguir danzando y haciendo danzar.
Desde hace mucho tiempo el cuerpo que danza ha decidido dejar no sólo los espacios convencionales, sino también las formas de observar el cuerpo impuestas por esos espacios convencionales. Imaginemos, por ejemplo, el condicionamiento visual que nos heredó la forma del teatro convencional (“teatro a la italiana”), donde sólo tenías acceso a contemplar el espectáculo desde la cuarta pared y todos nos encontrábamos a metros del espectáculo. Esto condicionó también el entrenamiento de los intérpretes para poder ser vistos por el público que más lejos estaba, algo de la grandilocuencia que tiene la danza, según mi punto de vista, se lo debemos a esta necesidad de ser vistos a toda costa por toda la platea. Desde las vanguardias históricas como el movimiento Dada, el Futurismo o más tarde Fluxus o el Happening, nos hemos dado cuenta que debe cambiar el sitio desde dónde son vistos los hechos escénicos, de esta forma se desarrollará y cambiará nuestra manera de percibirlos. Entonces siguiendo esta lógica de transgresión que cada vez se hace más presente entre los artistas del cuerpo, debo responderte que sí, que como en otros tiempos muchas acciones no eran concebidas como danza, en una representación -caminar, correr, abrazar, respirar, tocarse la cara, permanecer inmóvil-, hoy son originales componentes de una coreografía. También otros espacios serán vistos como potenciales detonantes de un hecho artístico, como legítimos escenarios del cuerpo que danza.
No sabría sí la danza y el teatro hablan en suficiencia del cuerpo, lo sé; creo que hay muchos temas para las artes y que sólo se presentan cuando el tiempo los devela, o sea, cuando los artistas y pensadores creen que son fundamentales y relevantes social, histórica o personalmente. La pregunta que me viene en este momento es: ¿es el cuerpo un asunto importante como temática?, es decir, más allá de la importancia obvia que tiene para un arte que lo vuelve su material esencial ya sea danza o teatro. Otra pregunta podría ser: ¿qué respuestas o guías existenciales y prácticas podríamos encontrar en una obra de arte que hablase sobre el cuerpo y que no pudiéramos encontrar en un libro de biología, estudios teóricos multidisciplinarios, argumentos teológicos, filosóficos, cosmovisiones ancestrales o corrientes de pensamiento contemporáneas socialmente tan importantes, como la elección libre de género, raza y credo? O quizás (última pregunta), ¿acaso la auto-tematización en las artes o, mejor dicho, separar un componente esencial como en las artes plásticas el color, la palabra escrita en la literatura, la imagen para el cine y así volverlos el núcleo fundamental de la narrativa en las artes en este desastroso comienzo de siglo es algo importante e inmediato? Como ves, tu pregunta me trae más interrogantes que respuestas.
Jorge Alcolea, bailarín, coreógrafo, profesor de danza, Compañía Nacional de Danza, Ecuador.
Sí, a priori y a posteriori, sostengo que es el cuerpo un asunto importante como temática para mantener en activo las aproximaciones que pudiéramos generar desde este “cuarto stasimon”, ver cómo se viene tejiendo una red de motivos para regresar una y otra vez al poder del cuerpo como instancia generativa y transformadora, es prioridad. Hablo del cuerpo danzante, del actuante, del parlante, del de carne y hueso. Quisiera hablar de la danza que hace cuerpos y los cuerpos que hacen danza. También de aquel cuerpo anatómicamente confeso, articulado y no. Del cuerpo creativo, abyecto, presente, poético. De los cuerpos dóciles; del cuerpo como un medio de redención, como territorio de rebeldía y más. De las distintas propuestas investigativas/creativas/funcionales del, sobre y generadas a partir del cuerpo, de los cuerpos. De Maurice Merleau-Ponty y la perspectiva analítica de Pierre Bourdieu y su énfasis en las prácticas, y al énfasis dando al concepto de habitus corporal, a la naturaleza incorporada (emboided) y el estudio de las prácticas corporales en la experiencia práctica del mundo. De ahí nuestro interés en conocer y comprender lo que el cuerpo hace, su subjetividad, cómo se socializa con su entorno y con los demás sujetos; obvio, aquí no solo hablamos del cuerpo-danza.
Ahora, al hablar de danza, indudablemente también nos referimos al cuerpo y cómo, entre estas dos entidades, se establece una relación dialogante que implica al sujeto danzante y al objeto danzado en un campo de sometimiento al poder de los regímenes (anatómicos, dietéticos, sexuales, raciales, políticos, legitimados, etc.) que conlleva y genera, por igual, un sinnúmero de implicancias como “medio natural y expedito para experimentar” desde el cuerpo, un conglomerado de goce y dolor, tal nos contara Pedro De Jesús. Así, las varias preguntas que nos lanzara Alcolea hacia el final de su intercambio, nos presenta al “cuerpo entendido como el ámbito existencial de la cultura y no como un objeto, sino como sujeto cuya existencia es necesaria” (Csordas, 1993:135), marcando otros derroteros a partir de la postura fenomenológica de Merleau-Ponty y la actitud de Bourdieu (práctica), mostrándonos la experiencia corporal y la práctica social de aquel cuerpo que no miente, en tanto “instrumento mediante el que se vive la vida”, como nos legara Martha Graham. Por esos caminos volveremos.
Referencias:
GRAHAM, Martha, 1995: Martha Graham. La memoria ancestral. CIRCE Ediciones, S.A. Diagonal, Barcelona.
CSORDAS, Thomas J., 1990: “Embodiment as a Paradigm for Anthropology”. American Anthropology Association. Vol.8, pp.5-47.
En portada: Una puerta, Coreografia de Jorge Alcolea, Compañía Nacional de Danza, Ecuador.