Energías, Espacios y Tiempos Demasiado Parejos en el Danzandos Matancero 2018
La muestra tuvo un estrecho horizonte de expectativas. Los jóvenes participantes se expresaron dentro de lo común, con una legibilidad básica. La mayoría de los dúos se agotaban en su narratividad escénica
Por Roberto Pérez León
La danza es un lenguaje anterior a los demás lenguajes y tal vez por eso es categóricamente multisensorial. Polifónica se ha dicho que es porque en ella se conjuga, codifica y combina una multitud de signos que van a significar, por medio de un monte de significantes, no solo abstracciones o síntesis sino también conexiones de significación que pueden ayudarnos a limpiar el camino, abrirnos paso a través de las alucinaciones que hoy día pasan por realidad, tal y como reflexionó Susan Sontag.
Qué quiero decir y cómo lo quiero decir. En danza se cuenta generalmente con los llamados signos artificiales, los que se utilizan o crean de manera funcional para lo que se quiere expresar. La danza es tal vez la manifestación escénica que más poder e interés tiene en convertir los signos naturales en signos artificiales.
En un dúo de danza contemporánea la distancia entre el significado y el significante puede llegar a ser abismal: cuerpos llenos de misterios y recovecos, afectividades subversivas, autonomía expresiva.
Un hombre y una mujer, dos hombres, dos mujeres en una performance de danza deliberada donde la coreografía se compromete plenamente con la dramaturgia. Dúos donde se compone un inequívoco texto barthesiano con un caudal de significantes inestables con significados huidizos.
Como ejercicio de representación escénica en un dúo fácilmente se tartamudea sino se está alerta en cuanto al riesgo que conllevan los posibles acoplamientos tan heterogéneos que permite la danza contemporánea. Por su misma hibridez puede resultar una encrucijada resolver espacial, conceptual y estéticamente la puesta en escena sin aburrir y sin caer en cacofonías desde los preceptos de lo contemporáneo mismo.
El ballet lleva siglos en lo mismo y no aburre, tiene un ánima cuyo corolario es de una contundencia tan indistinta en su expresión que pasma: te gusta o no te gusta, no hay más cuestión.
Todo pas de deux en el ballet clásico debe tener una esmerada elaboración poética. Los pasos empleados, los pautados, los obligados según la más ortodoxa tradición siempre van a conducir sin tropiezos a la suavidad exquisita de la casi siempre coincidencia de intereses emocionales entre la bailarina y el bailarín.
Entre paseos, giros y levantadas se teje la esencia discursiva de un pas de deux. Hace siglos que es así. Entremetimientos de vez en cuando, pero lo medular está impasible como una catedral. Que viene el adagio y nos quedamos quitecitos en nuestras butacas por el olor a azahares que hasta podemos sentir; luego, la variación masculina con la energía etérea de la fortaleza varonil; seguido, la variación femenina para desatar otra energía, pero de fortaleza plenamente lírica; y al final sucede la coda donde las energías se ponen a accionar en una armonía deslumbrante. Y ¡se acabó! Divino, alado todo. Sí, disfrutable como una limonada frappé en un salón art nouveau. ¡Quién puede rechazar tanta elegancia y distinción juntas con pasión!
Con la llegada de la danza contemporánea como espectáculo más secular o mundano, el corpus del movimiento danzario en escena empezó a llenarse de una gran diversidad de acciones performativas, que contribuyeron a la conformación de una nueva percepción. La danza y la vida empezaron a combinarse en el escenario por medio de gestos llevados y traídos, trajinados, con fuerte potencial crítico, sin muchas exigencias formales.
Entonces empezó a hablarse de la danza por un lado y del ballet por otro. Y en ese teje y maneje llevamos ya más de un siglo, casi sin darnos cuenta. Isadora Duncan lanzó el flechazo y dio en el blanco donde, aún siguen dando otros para agujerarlo y llegar al punto de ver del otro lado, del mismísimo blanco un blanco sorprendente.
Jet te Haime/ (HURyCAN). Foto Carlos Rafael Díaz Borges
Llegó la danza contemporánea desde el otro día y ella misma se va redistribuyendo y reorganizando para ser siempre de hoy y para estar más cerca de mañana. La danza en una expresión que va desde lo raro hasta lo que tiene una especificidad conceptual virtual. ¡Claro! también esto es demasiado raro.
Con ingente esfuerzo desde la Duncan, por separarse del ballet, la danza contemporánea, además de componer o escribir, baila sin más ni más, se mueve y despliega propuestas de movimiento diametralmente opuestos a los del ballet. En esto está el peligro pese a la fertilidad de las propuestas.
Peligro porque la posibilidad de una libertad expresiva desde el cuerpo tiene que tener un radio de acción que permita desarrollar ideas genuinas, nuevas. Y precisamente esto no es lo he visto en los más de veinte dúos que formaron la propuesta de la 13 edición del DanzanDos, el único concurso de dúos de danza contemporánea que tenemos en Cuba.
El jurado, del que formé parte, coincidió en otorgar los siguientes premios, menciones y reconocimientos:
Reconocer a Leiván García Valle por contribuir, con su obra Homenaje, a incentivar la presencia de la danza folclórica cubana en un concurso de danza contemporánea.
Las menciones en interpretación femenina fueron para Vianki González Miranda por su trabajo en Yo y…, coreografía de Osnel Delgado, y para Lianet Díaz Silva en Dentro, coreografía de Roberto Priore, ambos coreógrafos de Codanza de Holguín.
Las interpretaciones masculinas que recibieron mención fueron para Yariel Espinosa y Yaddiel Espinosa por Introspección, coreografía de los propios intérpretes, de Danza del Alma, Villa Clara. Mientras que Color, de Julio César Rodríguez Azahares del ISA, fue la mención en coreografía.
Los premios de interpretación estuvieron en los trabajos de Aracelys Dianet Lovaina y Elio Orestes Reina Figueredo en la obra De Perros, una coproducción de las compañías Danza Libre y Médula, de Guantánamo, con crédito de Yoel González.
El premio de coreografía se compartió entre Al pasar el tiempo, del colombiano Dayán Emmanuel Julio Arango y De Perros, del cubano Yoel González.
¿Hay una línea estética divisible entre los jóvenes coreógrafos y bailarines? ¿Qué potencial creador se sospecha luego de finalizado el evento?
La muestra que formó parte del DanzanDos considero que tuvo un estrecho horizonte de expectativas. Los jóvenes participantes se expresaron dentro de lo común, con una legibilidad básica. La mayoría de los dúos, a los pocos minutos de ejecución, se agotaban en su narratividad escénica y era predecible el final dada la elementalidad en la concepción compositiva y dramatúrgica.
Todo esto no quiere decir que estemos ante un paisaje desastroso. Simplemente no vislumbro una poética generacional o poéticas individuales que asomen significados curiosos. Demasiados parentescos danzarios en el DanzanDos. Pero dentro de la concordancia expresiva sentí capital y por ese voté, pese al emparejamiento formal y conceptual.
Un concurso es un ejercicio de convivialidad. En una sociabilidad artística las expresiones estéticas pueden ser celebradas en su conjunción, en sus entrecruzamientos porque en ese ejercicio podría la resistencia, las fuerzas restrictivas incitar a la invención danzaría. Es en la invención donde se excita el criterio intelectual y donde la inspiración puede desplegar nuevas y poderosas ideas en el dominio de la danza.
Más que un concurso para mostrar, DanzanDos debe incorporar más espacios para la reflexión. En esta edición se abrió la zona Diálogo crítico, que no es precisamente diálogo con la crítica, pero no tuvo fuerza. DanzanDos, de la misma manera que ya es un encuentro contundente de la joven danza contemporánea cubana, puede convertirse en un foro fresco y convincente de creación.
Es preciso desarrollar en la joven generación de la danza contemporánea cubana la necesidad de pensar la danza; y, en esto, la Academia no puede ser tenue en la conducción para dinamizar la actividad crítica e investigativa. Busquemos paradigmas teóricos en consonancia más con lo nuestro. Adentrémonos en la estridencia de nuestras realidades ubicuas pero no vagas. Creo que no existe en Latinoamérica un país donde las referencias danzarías sean tan solidas y contundentes como en Cuba. Pensemos la danza. Ramiro Guerra en su tiempo lo hizo y ya sabemos lo bien que le salió. En este tiempo es exigencia hacerlo. No nos dejemos referenciar por las reductoras manufacturas de la susodicha posmodernidad.
DanzanDos puede ser para la danza un fascinante suceso de encuentro de imaginaciones creativas donde las intervenciones artísticas formal y conceptualmente examinen y transformen. Que la danza no sea una galería de movimientos más o menos ingeniosos.
No es mi propósito ni siquiera pretender apuntar aspectos para una teoría estética de la danza contemporánea. Pero no puedo dejar de anotar que al ser el espectro del movimiento demasiado grande, amplio, tan dúctil, se precisan estrategias afinadas para no caer en facilismos que en algunos casos se convierten en lugares comunes y naturalizaciones machacosas.
Un dúo en escena debe ser un fluir de eficacias interpretativas y compositivas. Las relaciones estéticas entre los cuerpos no puede conformarse con que te agarro y te suelto y nos abrazamos y luego te empujo para volverte a agarrar y tirarte en el suelo, revolcarte, cargarte otra vez, muchas veces, apretarte como un trapo o dejarte caer esta vez como una flor. Cuando se manejan acciones y pasiones limitadas, técnica y conceptualmente, se pierde la oportunidad de relacionar sensibilidades.
Las obras del DanzanDos, con una siempre predecible narratividad performatico-sinestésica, resultaron estridentes y dogmáticos, chillones en su expresión de variaciones sobre un mismo tema: la violencia, el desencuentro, la pasión sin sazón, la exhibición gestual, la carencia absoluta de lo lúdico.
Este DanzanDos tuvo como lema “Por la descolonización del pensamiento”. Y entonces… ¿qué piensa la danza contemporánea hoy en Cuba y cómo la piensa el público receptor?