En el aniversario de la Galería Raúl Oliva
Por Roberto Pérez León
El diseño escénico participa de la creación conceptual del montaje, permite una visualidad donde entran en juego diferentes materiales de composición capaces de producir una narrativa con amplio horizonte de sentido.
El diseño genera sentidos heterogéneos con el encuentro de distintos fragmentos discursivos de singulares expresiones que contribuyen a una apreciación enriquecedora de la puesta en escena.
El movimiento, el tiempo, la iluminación, la escenografía, la música, el empleo de tecnologías particulares, los vestuarios serán funcionales componentes escénicos de acuerdo a la eficacia del diseño.
Los elementos constituyentes del hecho escénico generan en el espectador la posibilidad de ir de la más elemental apreciación sensorial hasta la más profunda aprehensión del fenómeno estético-ideológico.
La Galería Raúl Oliva cumple quince años en tiempos cuando el diseño escénico se ve sometido a la presión digital, todo lo cual hace que mute. Los ambientes digitales plantean infinitas posibilidades de expresión e interacción entre los distintos sistemas significantes de una puesta en escena.
La digitalización propone un nuevo paradigma para las artes escénicas, define procesos artísticos al precisar de nuevas estrategias creativas.
El actual entorno exige al diseño escénico una inventiva comprensión, reformular tentativas para dar respuestas donde tal vez lo preciso sería formular nuevas preguntas.
Sin duda las artes escénicas entran a una concepción dimensional que hace posible insospechadas propuestas escénicas: escenografías digitales, sensorización. diseños videográficos, sonorización, pluriubicuidad.
Conceptualmente la escena se ha expandido. Pensadores definitorios en la era de los post se han detenido ante la dinámica de la experiencia del espectáculo escénico.
Gilles Deleuze, pese a no haber tenido una marcada preferencia hacia el teatro, observó en la matriz teatral alientos para su quehacer filosófico: Llegó a plantearse una “teatralización de la filosofía”.
En el tumultuoso 1968 el filósofo francés publica Diferencia y repetición, texto del cual diría tiempo después que fue el primero donde se atrevió a “hablar en nombre propio”. Precisamente en ese libro establece un punto de inflexión que pone sobre el tapete nuevas preguntas que anticipan la esencialidad de su obra. Ahí leemos una imbricación entre filosofía y teatro:
En este sentido hay algo completamente nuevo que comienza con Kierkegaard y Nietzsche. Ya no reflexionan sobre el teatro a la manera hegeliana. Tampoco hacen un teatro filosófico. Inventan, en la filosofía, un equivalente increíble del teatro, y con ello, fundan ese teatro del porvenir, al mismo tiempo que una filosofía nueva.
En el mismo lugar Deleuze apunta:
La búsqueda de nuevos medios de expresión filosófica fue inaugurada por Nietzsche, y debe ser proseguida hoy relacionándola con la renovación de algunas otras artes, como el teatro o el cine.
No es una rareza dentro del pensamiento contemporáneo la reflexión filosófica alrededor de lo teatral. Alain Badiou en su Rapsodia para el teatro hace una defensa sobre el tópico que tiene recurrencia en otros pensadores. Confesó que no podía imaginar exactamente lo que iba a ser el teatro del futuro, pero aseguró que la función seguiría siendo la de clarificar nuestra experiencia colectiva:
Necesitamos un teatro completamente renovado en sus formas, como se renovó siempre durante toda su historia, pero que siga siendo un arte incomparable para aclarar, para clarificar, la vida de los demás.
Con la aparición del mágico binomio y su realidad aplicada quedan reconsignados los tiempos de atrevimientos formales y conceptuales de los principios del siglo XX
En el universo de la digitalización el diseño tiene que ser un agente transformador de las formas de asumir ideas y significados para la creación escénica.
Estamos ante un paisaje expandido de la teatralidad. El diseño escénico debe tener poderío para desafiar las nuevas tecnologías e intervenir decisivamente en la redefinición de las sensualidades y sensibilidades de los públicos y del productor escénico.
La celebración por el trabajo de la Galería Raúl Oliva también podría incluir un espacio para la reflexión tecno-estética.
Desde la inmanencia de la teatralidad la consecuente inmersión de las artes escénicas en el universo digital es una obligada acción que debemos emprenderse desde la ruta de la cuarta pared hacia la cuarta dimensión.
Foto: Alina Morante Lima