El Teatro en la radio, en la celebración de su centenario
Por Esther Suárez Durán
Con justicia dedicamos este año a la celebración del centenario de la radio cubana, un medio electrónico de difusión a través del sonido que goza de enorme popularidad y prestigio a lo largo y ancho de nuestra isla.
Hace nada menos que una centuria que las transmisiones radiofónicas continuadas se sumaron a los elementos que creaban, reafirmaban y desarrollaban el imaginario social de la nación con no poca resonancia en tal faena. Como se conoce, Cuba figura entre los primeros países de la región en disponer de este recurso de comunicación, un recurso que ha usado amplia y creadoramente.
Tras su surgimiento, en 1922, en un contexto mercantil, el nuevo medio necesitaba obtener la atención y el favor de los públicos; requería imponerse y reafirmarse, así que apeló a las fórmulas de éxito en su época. Los actores del llamado teatro popular o teatro vernáculo fueron los primeros en llevar sus rutinas, personajes, chistes a este ámbito sonoro que se iniciaba. Tuvo lugar la primera migración del teatro y sus artífices (directores, actores, escritores) a los medios, la cual coincidió con el auge del cinematógrafo, sobre el año 1928, en que algunos empresarios teatrales convirtieron sus teatros en lugares donde realizar y ofrecer la función de cine, a lo que se sumó la depresión económica que siguió a la época de auge de los precios del azúcar.
De este modo se garantizó la presencia en la radio de las artes dramáticas, las que entraron mediante los espacios dramatizados con diversos formatos, entre los que se hallaban espacios cómicos y musicales (se les llamaban Variedades), espacios seriados o continuados, donde se incluían las novelas (soap operas) y las aventuras, y los espacios unitarios de drama, entre los cuales, poco después, comenzó a ocupar un lugar el Teatro.
Esta “estructura” de lo que se emite, que incluía también materias como el deporte, la cocina y un largo etcétera, tendrá una enorme importancia puesto que, una vez probada su eficacia en la radiodifusión, guiará la confección de la programación televisiva a partir del año 1950 y caracterizará, por tanto, a una zona de lo que denominamos “industrias culturales” en el país.
Una mirada más detenida
La radio que surge en Cuba en 1922 significó un espacio alternativo de trabajo para el sector teatral y un nuevo ámbito de desarrollo para la modalidad escénica vernacular. Desde la primera emisora, la PWX de la Cuban Telephone Company, dos reconocidas figuras del teatro vernáculo, Pepe del Campo y Sergio Acebal, llevaron a cabo el programa Catuca y Don Jaime, escrito por el segundo, con el que iniciaron la extensa relación de espacios humorísticos de corte costumbrista que ha llegado hasta nuestros días.
Aunque en un inicio predominaba la música, pronto se hará sentir la presencia de las figuras más connotadas del vernáculo, quienes obtendrán allí mayor popularidad y mejores salarios.
Reconocidos autores como Carlos Robreño, Antonio Castell, Francisco Vergara, José Rodríguez Díaz, Eladio Secades , Alberto González, Álvaro de Villa, Cástor Vispo, Arturo Liendo y Marcos Behemaras, entre otros, se encargan de los guiones radiales durante las décadas del 30, 40 y 50. Junto a ellos actores y actrices de la talla de Rita Montaner, Mario Galí, Enrique Arredondo, Alicia Rico, Candita Quintana, Alberto Garrido, Federico Piñero, Leopoldo Fernández, colocan en la preferencia de los radioyentes programas como Chicharito y Sopeira, Las estampas de la época, Mejor que me calle, El Precinto Competidora, La tremenda corte, El rincón criollo, Pototo y Filomeno, con los antológicos personajes del negrito Chicharito, el gallego Sopeira, Lengua Lisa, Tres Patines, Pototo, Filomeno, el sargento Malacara, el vigilante Chegoya y tantos más.
Como se observa, no estamos hablando aún de obras teatrales como tal, sino del recurso humano formado en los predios del teatro que se hacía en Cuba. La programación conocida como habitual para la radio en ese entonces –totalmente influida por la práctica estadounidense— impuso su peculiar sesgo, si bien la fuerza de nuestra cultura y el carácter popular del nuevo medio le imprimieron un sello propio. No obstante, los escasos análisis históricos realizados en el medio refieren desde el inicio la presencia de “lo dramático” a partir de este tipo de programas y agradecen al Teatro la solidez de esta programación primigenia.
Para comprender el gran alcance que tuvo la radiodifusión en Cuba será útil comentar que, desde el inicio de los años treinta, existían 61 emisoras en el territorio nacional, la mayor parte (43) concentradas en la capital. Esta cifra colocó a Cuba en el cuarto lugar a nivel mundial, luego de naciones desarrolladas como Estados Unidos de Norteamérica, Canadá y Rusia. A fines de la década la cifra se elevó a 84 plantas emisoras —un número sorprendente para un país de cuatro millones de habitantes˗, el 83% (70) de las cuales trasmitían en horario ilimitado.
Como dato curioso se puede acotar que por esta fecha tuvo lugar una protesta de la Unión Nacional de Empresarios Teatrales debido a la competencia que le hacían a las instalaciones escénicas aquellas emisoras, en cuyos estudios se admitía la entrada gratis de público.
Si bien no es posible afirmar que la programación humorística se circunscribía a las modalidades expresivas heredadas del teatro bufo, la presencia en ella de algunos personajes tipos como el gallego —y, también, la gallega-, el negrito, la mulata, el borracho, el chino; las situaciones que se desarrollaban y el modo en que eran resueltas, la procedencia de una parte considerable de sus guionistas, la propia especialización alcanzada por algunos de sus intérpretes en la escena vernácula y los comentarios que recogen las gacetillas de la época permiten ubicar una zona significativa de ellos en esta tesitura.
A los ya mencionados se suman La voz de la calle, Monina en el aire (con guiones de Robreño), La familia Pasta-Gravi, Perico Trastueque, Postales Pilón, La familia Pilón, Patria guajira, Garrido y Piñero, El Carnaval Trinidad y Hno. (con Leopoldo Fernández, Aníbal de Mar, Mimí Cal), La doctora Candelaria Candela (que escribe Vergara e interpreta Lolita Berrio), Aquí están los dos García (donde Manolín Álvarez interpretaba al gallego Romualdo, el bodeguero del pueblo).
Algunos de estos espacios pertenecían a la categoría de “variados”; programas cuyo formato incluye música y dramatizados humorísticos.
Desde luego, cuando los personajes de la tríada bufa y otros de la tipología al uso pasaron a la radio, la construcción de los caracteres se apoyó en los modelos de lenguaje. Desde ellos enunciaban el Negrito, la Mulata y el Gallego sus procedencias étnicas y sus contextos socioculturales. Fuera quedaban las dotes de gran bailador del primero y su gestualidad exagerada; junto con la picardía en la mirada y el provocativo modo de caminar de la segunda, y la expresividad del rostro del tercero.
En La voz de la calle Alicia Rico (la gallega Ulogia) sostenía un discurso de denuncia social, en tanto programas como La familia Pérez y La familia Pilón resultaban ámbitos donde se comentaba la actualidad. Por su parte, Mejor que me calle y La bodeguita de Liborio se valían de la sátira política. Particularmente connotada será la situación escénica en la cual Chicharito se postula como Alcalde en una emisión de Chicharito y Sopeira que se tituló justamente “Chicharito Alcalde”.
La burla, la parodia, la ironía, bajo el peculiar tinte del choteo criollo, que constituían recurso común para la mayor parte de estos productos mediáticos, junto a su conexión con la actualidad y la brillantez de guionistas e intérpretes fueron los factores que colaboraron en sus altos ratings.
En las mediciones de audiencia que se conservan, Chicharito y Sopeira, espacio que estuvo más de veinte años en el aire, ocupó el primer lugar en reiteradas ocasiones. En otras consigue ubicarse entre el segundo y el quinto lugar en competencia con productos dramáticos de tal acogida como las radionovelas y las series de aventuras.
Otros espacios como El Precinto Competidora, Tiburcio Santamaría, La tremenda corte figuraron reiteradas veces entre el primer y el décimo puesto, y entre 1944 y 1947, en particular, se ubicaron en los tres primeros escaños.
Aunque la validez de tales mediciones o surveys resulte discutida me parece oportuno no desconocer estos resultados.
Obras teatrales como tal
Los dramatizados, tales como novelas, aventuras, series sin duda habían preparado un camino, lo cierto es que el Teatro, tal cual lo conocemos, también halló su espacio en la radio cubana.
La gran actriz y figura descollante de la cultura, aún poco reconocida, Enriqueta Sierra fue pionera en esta empresa. Enriqueta comenzó leyendo las obras a la audiencia de forma tal que ella interpretaba todos los personajes. Por la duración de las obras y el respeto hacia ellas y sus autores se decidió consultar al público radial cubano si les parecía pertinente presentarlas de manera seriada (una alternativa para respetar los horarios de programación necesarios al medio), además de cuál podría ser la duración estimada como aceptable, sin actuar en menoscabo del producto teatral. La radioaudiencia acogió la propuesta y, por un tiempo, las obras teatrales se trasmitieron en varias entregas.
Poco después entraron los repartos: la obra se interpretaba por varios actores seleccionados previamente para el papel, con su equipo técnico correspondiente.
Diversas emisoras incluyeron en su programación obras teatrales por diferentes lapsos de tiempo, en algunos casos el público podía presenciar las emisiones y esto también colaboró en la formación de una cultura teatral y resultó un estímulo para los cultores de tal arte.
Entre estas emisoras se hallaba Radio Progreso, que desde antes de 1959 trasmitía obras teatrales adaptadas al medio que ya, para entonces, salía en una sola trasmisión, puesto que se había logrado armonizar las reglas de funcionamiento de la radio y sus características de programación con la preparación, en este caso como adaptación, del texto teatral original. Hoy,
Radio Progreso es la decana del Teatro en la Radio con su espacio dominical Teatro, de cincuenta y siete minutos de duración, el cual dio inicio en los finales de la década del sesenta del siglo pasado y ha logrado su permanencia en el aire con excelentes equipos de trabajo integrados por escritores, asesores, directores, técnicos de diversas especialidades (grabador, musicalizador, editor, efectista, productor).
Es interesante destacar que, a través del tiempo, los diversos cuadros de actores de la emisora han considerado este espacio como la prueba de fuego del Dramatizado; es el espacio dramático de mayor prestigio, a lo que ha contribuido la selección de su repertorio, así como la alta calidad de sus asesores y directores a través del tiempo.
La presencia del Teatro en la radio tuvo una gran trascendencia más allá del medio: garantizó que la naciente industria televisiva, que se inició en Cuba en 1950, considerara la entrada del Teatro en su programación. De este modo, a través de varias décadas, en diversas etapas, la televisión cubana presentó obras teatrales en diferentes espacios que gozaron del favor de sus artistas y de buena parte de la audiencia; estos espacios siempre fueron considerados como parte del segmento de alta cultura de dicha programación.
En la actualidad, se suma a las labores teatrales de Radio Progreso la casa productora Radio Arte, que prepara y distribuye producciones de diverso formato para las diversas emisoras radicadas en toda la isla.
Desde nuestras tablas, reciban en estas jornadas un saludo fraterno nuestros colegas de la radio. Gracias por contribuir a ampliar los públicos del Teatro, gracias por diversificar la oferta teatral a través de ese medio lleno de magia donde la enriquecida partitura sonora estimula de un modo tal la imaginación.