El retrato de un actor, o de  cómo se recuerda a Luis Alberto García

Por Marilyn Garbey Oquendo

El día que  conocí a Eddy Rodríguez Garcet  me sorprendió  su pasión por el teatro. De inmediato supe que también le apasionan los libros, y comprobé que la Biblioteca Nacional tiene en él  a un eficaz conservador del patrimonio del país.  Hombre laborioso, atiende con presteza y amabilidad  cualquier consulta de lectores e investigadores curiosos.

Asistir a la presentación de un sueño largamente acariciado por Eddy, convertido en un libro muy valioso por los testimonios que recoge, es una gran suerte en esta tarde invernal. Luis Alberto García: un actor de pueblo reivindica la figura de un hombre cuyo rostro iluminó el teatro, el cine y la televisión. Eddy lo rescata de las oscuras manos del olvido y en esa aventura reconstruye pasajes hermosos de la historia del teatro cubano. Nombres de actores y actrices, grupos de teatro, salas teatrales que vuelven al presente para convertirse en referentes de una época  en la que los espectadores  podían apreciar estéticas diversas, con fuerte presencia de la dramaturgia cubana, en la que las colas para comprar entradas para el teatro  doblaban la esquina.

Tal vez el lector podrá encontrar una explicación del empeño de Eddy por indagar en la vida de este actor,  en el prólogo del libro, donde el  dramaturgo Gerardo Fulleda León, testigo y protagonista del devenir del teatro cubano,  afirma:

…con luz propia, descolló siempre Luis Alberto García. Él supo situarse entre los más notables de su generación, entre los imprescindibles coterráneos del arte escénico, gracias a sus condiciones y visceral entrega, principalmente en el arte efímero del teatro. Nos regaló esa experiencia vital, singular e irrepetible, aunque se represente cada noche, que los oficiantes de Tespis nos ofrendan.

El autor construye el rostro de Luis Alberto García con el concurso de sus colegas de profesión, sus amigos, sus hijos y, en noble gesto, el de sus vecinos del barrio. Devela la vida familiar del actor: esposo, padre, hermano.  Sus compañeros en el teatro expresan la admiración por su talento y por su rigor profesional, al tiempo que refieren anécdotas donde prevalece el sentido del humor. Los vecinos agradecen el hecho cierto de que un gran actor fuera una gran persona, capaz de compartir la cotidianidad en la bodega de la comunidad, y hasta de convertirlos en actores en el grupo La Llave. Con honestidad y sin dramatismo se habla de la adicción que acortó su valiosa existencia.

El libro se estructura a partir de los testimonios de quienes lo conocieron, lo completa la cronología de su trayectoria en el teatro, cine y televisión. Esta última parte permite comprobar que trabajó mucho, que era convocado con mucha frecuencia por directores de todos los medios.

Emociona leer el testimonio de Luis Alberto García el hijo, tan gran actor como su padre, hombre apasionado que con razón exige se le recuerde como merece:

Luis Alberto mi padre fue culto, inteligente, veraz, meticuloso con sus personajes, sensible en grado extremo, afinadísimo, con muy buen sentido del ritmo y mejor sentido del humor, solidario, honesto, disciplinado, observador, estudioso, modesto. Un actorazo.

El testimonio gráfico, fruto de la vocación bibliotecaria de Eddy, permite acercarnos a la historia del teatro. Por ejemplo, apreciar una imagen de los Entremeses japoneses, un montaje del también olvidado Rolando Ferrer y Guido González del Valler; o el conocer la ubicación de la sede del Teatro Político Bertolt Brecht, y llegado a este punto es preciso subrayar que este libro añade matices a la historia de ese grupo de teatro.

Aquí podrán encontrarse registros de montajes míticos como La panadería, con dirección de Mario Balmaseda; la Santa Camila de la Habana Vieja que llevó a escena Suárez del Villar;  o  Andoba, la obra de Abraham Rodríguez, en cuyo personaje principal Luis Alberto García  alcanzó una brillante interpretación que aún recuerdan quienes tuvieron la suerte de aplaudirlo.

Quiero agradecer los esfuerzos de Eddy para que este libro saliera a la luz. No abundan entre nosotros las biografías de nuestros grandes intérpretes, y Luis Alberto García lo es; tampoco proliferan las autobiografías en que los actores expongan sus estrategias creativas. Las exigencias de la velocidad con que vivimos este siglo, las carencias cotidianas, el uso desmedido de las pantallas, provocan el olvido de las fabulosas historias de vida de un hombre como el que ocupa hoy nuestra atención, pero por suerte todavía quedan investigadores como Eddy, empeñado en exaltar todo lo valioso que ha nacido en esta tierra.

Una sorpresa para mí fue conocer de la amistad entre el poeta Silvio Rodríguez y el actor:

Luis Alberto era un artista muy inquieto, además de muy buen actor. Donde más trabajo solía tener era en la televisión, pero él no se conformaba porque lo tenían encasillado en personajes de aventuras, y siempre estaba tratando de hacer teatro, que era donde encontraba un diapasón más amplio para expresarse. Recuerdo que en el Bertolt Brecht hizo un Malcolm X memorable, lo fui a ver unas cuantas veces. Si el Premio Nacional de Teatro se hubiese creado antes de su fallecimiento no tengo la menor duda que lo habría alcanzado.

Eddy ya trabaja en el libro sobre el grupo Teatro Político Bertolt Brecht. Ese será otro notable aporte a la historia cultural del país, pero ahora nos corresponde aplaudir este título que hoy se presenta ante los lectores, Luis Alberto García, un actor de pueblo, de Ediciones Envivo, con hermosos dibujos de Silvio Rouco.  Sera un  libro muy útil para estudiantes, investigadores, periodistas, lectores todos.

Muchísimas gracias, Eddy.

En portada: Cubierta del libro por Ediciones Envivo