El cosmos patriótico de Martí en el día del teatro cubano
Roberto Pérez León
¡al fin con entereza
rompe Cuba el dogal que la oprimía
y altiva y libre yergue su cabeza!
José Martí
Al estallar la Guerra de los Diez España reactiva el Batallón de Voluntarios del Orden o el comúnmente llamado Cuerpo de Voluntarios que no era más que un verdadero ejército de ocupación de no menos de 80 000 efectivos que tenía el control de las principales ciudades del país.
El 10 de Octubre de 1968 sería el inicio de un largo y tortuoso camino por la definitiva independencia, contienda que no deja pasar por alto la sensibilidad política del joven Martí, y en un periódico manuscrito que circulaba entre los estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana escribe “¡10 de Octubre!” un soneto de carácter declaradamente patriótico:
No es un sueño, es verdad: grito de guerra
lanza el cubano pueblo, enfurecido;
El pueblo que tres siglos ha sufrido cuanto de negro la opresión encierra.
Los acontecimientos revolucionarios del oriente de la isla encendían ánimos en la capital donde los Voluntarios, como fuerzas alternativas, actuaban con poderes policíacos y estaban alerta ante cualquier expresión libertaria.
El 12 de enero de 1869 las tropas de Carlos Manuel de Céspedes y los pobladores de Bayamo, en un soberano acto de rebeldía, apoyando la decisión independentista comenzada en la Demajagua habían incendiado la ciudad antes de entregarla a los españoles.
En medio de este clima en la noche del 21 de enero de 1869 en La Habana se produjo una chispa que daría lugar a los llamados “Sucesos del teatro Villanueva” de la noche siguiente.
Ya el Villanueva era entonces un teatro de propuestas escénicas que formaban parte de los gustos populares; por otra parte era un verdadero coliseo que contaba con una poderosa y confortable infraestructura tanto para los productores como para los espectadores.
El teatro Villanueva, que empezó llamándose Circo Habanero al ser inaugurado en 1847, podemos decir que en 1869 llegó a ser contrapartida nada más y nada menos que del fastuoso Teatro Tacón que se erigía como espacio social del poder económico y de la autoridad española.
A pocas cuadras de distancia reinaban los dos colosos que coronaban las artes escénicas coloniales: el Villanueva al costado oeste del actual Museo de La Revolución y el Tacón, nuestro Gran Teatro de La Habana, en el flamante Paseo del Prado; muy cerca competían en las calidades escénicas de entonces, aunque los públicos no tenían comunicación socioeconómica alguna.
Sucedió que la noche del 21 de enero en el Villanueva los bufos hacían un homenaje a la actriz Florinda Camps y entre ellos estaba el mulato tabaquero Jacinto Valdés conocido como “El Benjamín de las Flores” que iba a interpretar la guaracha “El negro bueno”, una composición que se había convertido en una suerte de pregón revolucionario; al final de su actuación Jacinto se quita el sombrero y suelta un sorpresivo “¡Viva Carlos Manuel de Céspedes!”, aquello no tuvo consecuencias inmediatas, la gente abandonó la función inmediatamente. Pero al amanecer del día 22 fueron advertidos los propietarios del teatro que de producirse nuevamente habría fuertes represalias, que lo sucedido era tomado solo como una eventualidad.
Pero el poder colonial ya estaba preparado para lo que era un firme rumor: la Compañía Caricatos iba a dar una función a beneficio de “unos insolventes” que no eran otros que los mambises.
Llega la noche del 22 de enero de 1869, en el Villanueva sube a escena la obra Perro huevero aunque le quemen el hocico que ya había sido estrenada el 26 de agosto de 1868 y su autor era uno de los mejores autores del género.
Algunos investigadores han visto la pieza, como diría Rine Leal, con “más imaginación patriótica que realidad dramática” al considerar que la trama tiene reflejos de la situación política que vivía el país: Mónica (Cuba) se enamora de Indiano (La Libertad) y lucha para vencer la oposición de su madre Nicolaza (la corona española) y su padre Matías (el gobierno colonial en Cuba), pero al no lograr convencerlos usa la fuerza y se escapa con el novio.
Lo cierto es que de no haber tenido lugar lo que ocurrió, por motivos circunstanciales nada relacionados directoramente con su trama, Perro huevero, aunque le quemen el hocico no habría quedado en la historia de nuestro teatro.
Todas las entras fueron vendidas. El Villanueva estaba repleto y engalanado, las mujeres lucían trajes alegóricos a los colores patrios. Y el ejército de voluntarios vigilaba por los alrededores.
En detalles lo ocurrido aquella noche en el Circo Habanero, como también se le llamaba al Villanueva, no cuenta con una documentación establecida; la censura que el poder español impuso alrededor de los hechos fue muy recia y a penas la prensa se hizo eco de lo ocurrido.
Existen varias fuentes al respecto y todas coinciden, más o menos, que el detonante fueron unos versos que exaltaron los ánimos patrios: “No tiene vergüenza ni buena ni regular ni mala, el que no diga conmigo ¡Viva la tierra que produce la caña!”.
Los espectadores corearon el grito. Un estruendo vocerío exclamó: ¡Viva Cuba! ¡Viva Céspedes!
El régimen español respondió de manera sangrienta.
Los cientos de Voluntarios congregados en las afueras del Villanueva empezaron a disparar sobre el edificio de madera y lo destrozaron. No sabremos nunca cuántas víctimas hubo pues el gobierno prohibió hablar del hecho.
Martí estaba esa noche en Prado 88, en la escuela a la que asistía y que era a la vez la vivienda de su maestro Rafael María de Mendive; hasta allí llegó, en medio de la balacera, doña Leonor a buscar a Pepe; años después él evocará el peligro
que mi madre atravesó para buscarme, y pasando a su lado las balas, y cayendo a su lado los muertos, la misma horrible noche en que tantos hombres armados cayeron el día 22 sobre tantos hombres indefensos.
Los Voluntarios llegaron a tirotear la casa de Mendive y el día 28 el maestro es acusado y detenido por sospecha de vinculación con los sucesos del Villanueva y va a la cárcel, en el Castillo del Príncipe el joven Martí lo visita con asiduidad.
En los Versos Sencillos, que según Lezama son un “magnífico tratado de sabiduría que todo cubano debe incorporar por la memoria de la sangre”, Martí nos cuenta la “horrible noche”:
El enemigo brutal
nos pone fuego a la casa.
El sable la calle arrasa,
a la luna tropical.Pocos salieron ilesos
del sable del español:
la calle, al salir el Sol,
era un reguero de sesos.Pasa, entre balas, un coche:
entran, llorando, a una muerta:
llama una mano a la puerta
en lo negro de la noche.No hay bala que no taladre
el portón: y la mujer
que llama, me ha dado el ser:
me viene a buscar mi madre.A la boca de la muerte,
los valientes habaneros
se quitaron los sombreros
ante la matrona fuerte.Y después que nos besamos
como dos locos, me dijo:
“Vamos pronto, vamos, hijo:
La niña está sola, vamos”.
Aquella noche del 22 de enero de 1869, mientras eran masacrados los habaneros que habían ido a solidarizarse con la causa independentista al asistir al teatro Villanueva a la representación de Perro huevero, aunque le quemen el hocico el joven José Martí debe haber estado leyendo el periódico revolucionario La Patria Libre, cuyo primer y único número saldría al día siguiente.
En las dos últimas páginas del periódico concebido entre Martí y Fermín Valdés Domínguez estaba el poema dramático Abdala con una precisa indicación: “Escrito especialmente para la paria”.
A de punto de cumplir 16 años Martí inaugura con Abdala, desde un texto literario con propuestas escénicas, el compromiso patriótico del teatro cubano.
En Abdala, por la poderosa gravitación poética con que Martí declaró siempre su plasmático ideario revolucionario, preconiza y visiona su vida de patriota:
¡Oh, qué dulce es morir, cuando se muere luchando audaz por defender la patria!.
Por conjunción de imponderables que establecen el desarrollo de la historia que desencadena procesos definitivos, Abdala se ordena dentro de los sucesos del Villanueva desde una sincronía que hace que el teatro quede unido a la Guerra de Independencia y a la Historia de Cuba, aun en pleno desarrollo, como corresponde.
Foto de Portada Archivo Cubaescena