EL CONJUNTO FOLCLÓRICO NACIONAL FUE MI ESCUELA
El Conjunto Folclórico Nacional celebra el 7 de mayo 55 años de trabajo. La doctora Isabel Monal valora la impronta de la agrupación para la vida espiritual y cultural del país al expresar:
“…contribuye a salvar y permite la permanencia de un hermoso legado, logra un desempeño artístico creador y enriquecedor de la cultura, enaltece a Cuba y a su arte en el exterior, ayuda a un pueblo entero a reconocerse más plenamente a sí mismo, contribuye al crecimiento de la conciencia social del pueblo y a su unidad, y alcanza a trasmitirle a las nuevas generaciones una riqueza que ellas puedan a su vez atesorar y desarrollar”.
Para festejar el aniversario 55 del CFN, Cubaescena inicia la publicación de un ciclo de entrevistas a algunos de los protagonistas de estas 5 décadas de creación.
EL CONJUNTO FOLCLÓRICO NACIONAL FUE MI ESCUELA
Por Marilyn Garbey
De los tabloncillos del Conjunto Folclórico Nacional llegó a las aulas del ISA y hoy es maestro respetado de la Facultad de Arte Danzario.
-¿Eres fundador del Conjunto Folklórico Nacional?
Alfredo O’Farril: No soy fundador del Conjunto, fue mi tío Emilio O’Farril. Yo fui de la segunda generación que ingresó al Conjunto, cuando estaba llamado a desaparecer en el 1966, según las lenguas de esa época. Hicieron una gran convocatoria a la que se presentaron quinientas cincuenta y seis personas, y aprobamos 13, entre ellos Joannes García, Silvina Fabars, Juan García. El 7 de febrero de 1966, cuando recibimos nuestro primer cobro como bailarín profesional del Folklórico, la consideramos la fecha de nuestro debut.
-¿Cómo es posible que acudiera tanta gente a la convocatoria del Conjunto si la danza folclórica era una especialidad apenas conocida en Cuba? ¿Qué formación tenían los aspirantes?
Alfredo O’Farril: Estábamos en un grupo de aficionados que se llamaba Nuevo Teatro de Danza, de treinta y pico o cuarenta bailarines. Lo dirigía Roberto Espinosa, miembro del Conjunto Folklórico Nacional, era la práctica habitual de los grupos profesionales, que hacen escuelas para nutrirse de bailarines. Ahí se montaban fragmentos de coreografías que había hecho el Conjunto. Como artistas aficionados teníamos funciones, trabajábamos en unidades militares, en el campo. El Conjunto tuvo la necesidad de hacer una audición porque necesitaban bailarines, y se presentaron muchachos que pertenecían a Nuevo Teatro de Danza; como se presentaron también muchachos del Grupo de Experimentación de la Danza, que radicaba en la Catedral, dirigido por Luis Trápaga y Alberto Alonso, que daban folklore porque Nieves Fresneda era profesora de ese grupo, y cuando se enteraron de que el Conjunto Folklórico hizo la convocatoria, se presentaron todos.
–Me sorprende que tantas personas acudieran a la convocatoria porque imaginaba que había mucho prejuicio con la cultura de origen africano.
Alfredo O’Farril: Yo me sorprendo también cuando hago ese recuento porque existían esos prejuicios. Sin embargo, a la prueba se presentaron quinientos cincuenta y seis personas, entre ellos los primeros instructores de arte, como Teresa González, Chaina.
– De esas grandes figuras que formaron parte del Conjunto Folklórico en sus inicios, ¿a cuáles recuerdas con gratitud?
Alfredo O’Farril: Cuando hablo de mis primeros años en el Folklórico, tengo que hablar de Nieves Fresneda, de Jesús Pérez, de Carlos Aldama, de Zenaida Armenteros, que todavía la tenemos ahí. Hablo de Elisa Barroso, de Margarita Ugarte, de Gregorio Hernández, El Goyo, de Juan de Dios Ramos. Esas personalidades fueron los que, desinteresadamente, se acercaron a nosotros para enseñarnos todos los secretos de la danza folklórica. Mi amistad con Jesús Pérez, que era uno de los más populares percusionistas de aquella época, tocaba los tambores batá en lo que se llama los “tambores de fundamento” en La Habana, y era también una de los principales figuras del Folklórico en aquel momento, me abrió muchas puertas al conocimiento de la danza. El hecho de que Jesús Pérez me acogió como un hijo fue para mí lo más grande, porque Jesús era una persona, según oía a los que tocaban con él en su tambor, netamente religiosa, muy estricto con los preceptos de la religión. Jesús me acogió con cariño y me puso a tocar en sus tambores batá sin tener ceremonia de tamborero, y eso a mí no se me olvida nunca. Nieves Fresneda fue la que me enseñó todos los secretos de la danza en las que yo más me destaqué en el Folklórico, que fue la de Changó. Desinteresadamente se me acercó y me enseñó la personalidad del orisha, me doy cuenta de que todas esas personas se acercaron a mí porque Jesús Pérez me acogió como un hijo, por eso te decía al principio que me abrió las puertas del mundo religioso.
-¿Había que ser religioso para pertenecer al Conjunto Folklórico Nacional?
Alfredo O’Farril: En sus inicios sí había que ser religioso para pertenecer al Conjunto, que estaba organizado por perfiles. Por ejemplo, los que se dedicaban a la danza de santería eran santeros. Ahí estaban personalidades como Lázaro Ross, Felipe Alfonso. Los que hacían el Ciclo congo eran paleros, estaba mi tío Emilio O’Farril, Oriol Bustamante, los paleros más famosos de la época. Los que hacían el Ciclo abakuá también eran personalidades de la secta. El Conjunto se nutrió de los personajes más representativos de los perfiles religiosos del momento. De mi generación, la gran mayoría eran religiosos, pero yo no lo era. Las siguientes generaciones ya eran egresados de la Escuela de Arte, ya eran más flexibles.
–¿Qué pasó cuando llegaron los egresados de la ENA? En el Conjunto de Danza Moderna hubo contradicciones entre los fundadores y los egresados.
Alfredo O’Farril: Pasó lo mismo, o sea, hubo contradicciones, hubo gente que no estuvo de acuerdo. Nosotros tuvimos directores como Santiago Alfonso, Luis Trápaga, Alberto Alonso, ellos nos prepararon no para ser bailadores sino para ser bailarines de folklore. En la segunda generación entró gente muy joven, dieciséis o diecisiete años, cuando en la dirección artística estaba Santiago Alfonso. Había muchachos como Johannes García, Juan Jesús Ortiz, y yo, que teníamos condiciones naturales para bailar, y Santiago nos fue metiendo el bichito del entrenamiento de danza moderna. Después escogió a un grupo para ofrecerle una formación más integral, salíamos del Folklórico e íbamos para el Teatro Nacional. Allí Santiago, con Clara Carranco y con José Ramón, nos daban entrenamiento de ballet y de danza. Hay muchos profesores de ballet que se asombran cuando les digo que fui mejor bailarín del Folklórico cuando di ballet y danza moderna. La danza moderna y el ballet me dieron fortaleza, me dieron resistencia, me dieron presencia escénica, esas cosas que hoy en día uno tiene como experiencia para moverse en un escenario, me lo dio ese tipo de entrenamiento, porque la danza folklórica para algunos solo era bailar, bailar, bailar, y ya.
–¿Cómo recuerdas la primera función que hiciste, cuál fue la reacción del público?
Alfredo O’Farril: Para mí fue lo más grande. Empecé en el Conjunto como cuerpo de baile, y mi escenario por excelencia fue el Teatro Mella, ese choque con el público fue extraordinario. Se anunciaba: “El Folklórico en el Mella”, con Ciclo yoruba, Ciclo congo, Ciclo, y cuando llegabas al Teatro y veías esa cola que le daba la vuelta a la cuadra te emocionabas. Cuando se abrían las cortinas, ese lleno arriba y abajo, era increíble, a veces se me salían las lágrimas Yo no tenía esa experiencia, los que quedaban de la primera generación del Conjunto tuvieron esa experiencia en Francia, en Bélgica, pero ¿que me aplaudieran por lo que hacía? La experiencia más grande fue cuando llegué a ser solista de Oggún, solista de Changó, cuando llegué a ser primer bailarín. Te haré una anécdota para que veas hasta dónde llegaba la euforia con el Conjunto: estaba parado frente al Teatro Mella, cuando aquello no había la escasez de ómnibus que hay ahora, las guaguas pasaban. Estaba parado en la acera del Teatro con Ricardo Jáuregui, bailarín del Conjunto que es mi amigo, mirando la larga cola del público. Paró la 27 y el chófer peguntó a uno de la cola: “Oye, ¿quién baila en el yoruba hoy?”, y entonces le dicen: “Oye, el que baila es el negrito, es O’Farril”. El chofer abrió las puertas de la guagua y muchos se bajaron para hacer la cola. Jáuregui me dijo : “Mira, eso es por ti”.
– ¿Qué pasaba con el público religioso cuando los veía a ustedes?
Alfredo O’Farril: Mi generación entró muy joven al Conjunto y aprendió a respetar mucho la danza folklórica, a respetar lo que cada orisha representaba, a seguir las pautas de las coreografías. Te hablo de respetar porque, hoy en día, hay muchos grupos aficionados creados para bailar al turismo, y ves a Ochún bailando en bikini, o a Yemayá con una saya transparente, ves este tipo de cosas que desde el punto de vista religioso no es la realidad. En aquellos años se llenaban las funciones del Folklórico con gente del mundo religioso, porque se producía entre el mundo religioso y el Folklórico un toma y daca. Por ejemplo, lo que nosotros podíamos tener en el Folklórico de creatividad, era incorporado por los religiosos. Quizás en un paso de Oggún yo creaba un movimiento, en un giro le hacía un salto, y cuando pasaba el tiempo e ibas a un tambor de santo veías a Oggún haciendo el salto que tú hacías. Era obligatorio para nosotros, los integrantes del Conjunto Folklórico, asistir a los focos folclóricos para tomar la esencia, ver cómo se bailaba; esas prohibiciones que hay ahora, con nosotros no se dieron.
-¿Cuál es la línea que divide la religiosidad de la práctica artística? ¿Hasta qué punto es posible ser creativo en las danzas folklóricas de origen afrocubano?
Alfredo O’Farril: El folklore cubano se va transmitiendo de generación en generación, es parte de la sabiduría popular, de la creatividad del pueblo. Recuerdo obras como Alafín de Oyó, Odebí el cazador, donde se teatralizaba el folclor, como diría Ramiro Guerra. No me gustó lo que se hizo por el 40 aniversario, se fueron de la línea del Conjunto y creo deben volver a ella.
– ¿Coincidiste con Ramiro Guerra durante su estancia en el Conjunto Folklórico?
Alfredo O’Farril: Sí. Ramiro Guerra se fue porque la dirección artística del Conjunto le hizo la guerra por sus criterios artísticos, los conocimientos de la dirección artística del momento no llegaban más allá de lo que Ramiro Guerra proponía. Ramiro hizo Tríptico oriental, ahí están todas las danzas del oriente cubano pero con un lenguaje nuevo desde el punto de vista coreográfico, y no se desvirtuó ni el vudú ni la tumba francesa. Lo que pasa es que había un hilo conductor nuevo, no era poner danza por poner danza.
¿Qué quedó en ti de los 28 años en el Conjunto?
Alfredo O’Farril: Para mí el Conjunto fue una escuela, no porque había un pupitre y una pizarra, sino porque constantemente escuchabas a Lázaro Ros cantando y bailando, Margarita Ugarte nos contaba una historia de Yemayá y le preguntábamos por qué en este momento usted hace este paso así que es diferente al que hizo ayer, entonces ella te explicaba; o Nieves Fresneda cantaba y explicaba los orígenes de ese canto. Después que se fue Santiago Alfonso en el Conjunto todo cambió, para mal.
– ¿Cómo puede suceder eso, si el Conjunto Folklórico es una de las instituciones aún más respetadas, de los emblemas de la danza y la cultura en el país?
Alfredo O’Farril: En un momento se pusieron a hacer cosas para el turismo y se perdió el encanto del trabajo del Conjunto, se pusieron a inventar pasos y se perdió el misticismo de la danza folklórica.
–De los personajes que interpretaste en el Conjunto Folklórico Nacional cuáles recuerdas con más intensidad.
Alfredo O’Farril: El que más recuerdo es Changó, aunque yo empecé en el Folklórico bailando Oggún, pero Changó me atrapó, lo veía tan difícil por sus características, con unos pasos que van como a contrapelo de la música. Fue Santiago Alfonso quien me lo hizo fácil, fue el que me dijo que lo iba a hacer, eso me hizo a mí estudiar, yo no me perdía un toque de Changó así fuera en Santiago de Cuba, porque tenía que ver cómo Changó bailaba, cómo se manifestaba este individuo, ver cómo ese hombre caminaba, cómo se comunicaba con la gente. En ese trabajo de campo Changó me fue atrapando, según Rogelio Martínez Furé dice en uno de sus escritos, yo logré llevar al escenario la personalidad de Changó sin tenerle que poner nada del mundo escénico, la llevé en bruto, y sin embargo, funcionó. Eso dice Furé y todo el mundo lo aceptó. Había un personaje al que le decían Félix Changó, era muy famoso en La Habana, cuando decían: “Félix Changó va a bailar en tal lado” la gente iba a verlo, a todo el mundo religioso le gustaba como bailaba Félix Changó, ese fue mi patrón. Un día estoy en el escenario y me dicen: “Oye, ¿tú sabes quién está sentado en platea?”, digo: “¿Quién?” “Félix Changó”. Venía con su séquito, todos sentados en primera fila. Empecé a concentrarme, me puse de acuerdo con los cantantes, porque ya tenía toda una leyenda montada. Salí, bailé, la gente se paró a aplaudir. Cuando salí del teatro, él me esperaba, me da la mano y me dice: “El primero en la danza es Changó, después de Changó, tú, y después de ti, yo, acabaste, tú eres Changó en la tierra”. Dígole: “Bueno, si usted lo dice me honran sus palabras”. Ya yo no bailo, pero en las clases del ISA empiezan a cantar y a tocar para Changó y yo me voy erizando desde los pies hasta la cabeza, me voy transformando, por eso te digo que Chango me atrapó.
-En el Conjunto Folklórico Nacional bailaste y también cantaste. ¿Qué te aportaba más desde el punto de vista escénico?
Alfredo O’Farril: Hice cantos de palo, cantos de abakuá, cantos yorubas, y en este momento hago lo que se llama “ceremonia de añá”, porque también soy tocador, toco tambores de fundamento, tengo la autorización para tocar todos los tambores. La experiencia me dice que el bailarín folklórico debe conocer lo que se está tocando y lo que se está cantando. Los cantos van contando una leyenda, es una línea conductora para cada orisha, el que baila folklore debe sabérsela. Yo aprendí a tocar con los tambores de Jesús Pérez, yo aprendí a tocar para bailar mejor, y aprendí a cantar para bailar mejor, para tener más seguridad en la danza.
–La cultura folklórica se transmite oralmente, pero la oralidad en estos tiempos donde la visualidad ha impactado grandemente se queda en un rincón, y corremos el riesgo de que ese conocimiento desaparezca. ¿Qué ha sucedido, en ese sentido, en la Facultad de Arte Danzario, donde conduces el Departamento de Danza Folclórica?
Alfredo O’Farril: Los estudiantes han hecho tesis indiscutiblemente grandiosas, pero casi todas son sobre personalidades de la danza folklórica, o de casas religiosas de todo el país, nadie se ha detenido en metodología de la enseñanza de la danza folklórica. El Departamento de Folklore está haciendo reuniones metodológicas. Estamos asociando danza con toque, con canto, y como esos pasos no son como los de ballet, que tienen su nombre, nos estamos atreviendo a ponerle nombre para que se vayan conociendo de esa manera, y no lo estamos haciendo con los pasos que son de creación, sino con los pasos autóctonos de la danza. Estamos poniéndole nombre para que las futuras generaciones sepan cómo se bailaba, y que ellos a partir de ahí empiecen a crear. Esas reuniones metodológicas las vamos a continuar con la ayuda de Lázaro Pedroso, porque queremos traducir los cantos al español, o por lo menos tener la idea de lo que quiere decir el canto, qué es lo que se le está diciendo a Yemayá, qué es lo que se le está diciendo a Changó, qué es lo que se le está diciendo en un momento determinado a determinado orisha, para que el que baila sepa lo que se está diciendo. Y en un futuro no muy lejano, como soy uno de los pocos alumnos de Jesús Pérez que se sabe los toques y los nombres de los toques de tambor batá, hacer un librito con esa información. Bárbara Balbuena ya terminó un primer tomo de la metodología de la enseñanza de la danza folklórica, que empezamos a hacerlo ella y yo, y queremos que todo eso esté en blanco y negro, para dejárselo a las futuras generaciones.
– Generalmente cuando se habla de danza folklórica cubana solo se habla de las danzas de origen afrocubano. ¿De qué manera recepcionan las danzas folklóricas de origen ibérico, español? ¿No forman parte del folklore cubano?
Alfredo O’Farril: Forma parte del folklore cubano, cómo no van a formar parte si son nuestros dos troncos, España y África, y las danzas populares son fundamentales. Creo que en un futuro no muy lejano se estará pensando incluir dentro de las asignaturas curriculares las danzas españolas. Pensemos en el zapateo, que tiene antecedentes españoles. ¿Por qué no aprender la rumba flamenca, que está asociada a la rumba nuestra?
– ¿Cómo influye en la vida y en la cultura de los cubanos del siglo xxi el folklore de origen afrocubano?
Alfredo O’Farril: El folklore influye mucho en este momento, hay un boom, principalmente con el de antecedente yoruba, es el que más se practica. El folklore influye en todo, hasta en la conducta social de muchos individuos. Conozco muchas personas a las que se les ha considerado como elementos antisociales, y han ido a mirarse con un babalao, y en el transcurso de un año o dos años han cogido su mano de Orula o han hecho Ifá, y en estos momentos son hombres de bien. Ya no los veo parados en las esquinas inventando; y te das cuenta que llevan el iddé de Orula y te dicen: “Ifá me dijo que tenía que trabajar y dejar el mal ambiente”. Furé lo dijo y yo no lo entendía hace algunos años, pero en este momento lo reafirmo: la santería resuelve los problemas a los seres humanos en vida, no después que se mueren.