El código QR para la escena
Por Roberto Pérez León
Muchas veces me he referido al programa de mano como requisito indispensable en un espectáculo teatral. He comentado que en estos momentos de grandes oportunidades digitales no hay justificación para llegar a un espectáculo y no encontrar un programa de mano.
Persisten muchos colectivos escénicos en evadir el programa de mano. La excusa es la que siempre está al alcance de la mano: no hay presupuesto suficiente para imprimirlo.
¿Acaso no saben nuestros colectivos escénicos que existe una herramienta para hacer del proceso de la puesta en escena, desde sus inicios, un acontecimiento creativo compartido con los potenciales públicos y la crítica especializada?
¿Por qué nuestras artes escénicas no se insertan de manera comprometida en la digitalización que se alienta y promueve en nuestra sociedad?
Ya contamos con aplicaciones digitales para gestionar operaciones bancarias, sacar boletos de viaje, también hay aplicaciones para estar al tanto de la distribución de productos.
En las artes escénicas, todos sus hacedores, todos, participan incesantemente en el universo sin fronteras de internet y redes sociales. De manera cotidiana en los colectivos teatrales se acude al “informático”, la persona que atiende y desenreda los asuntos del mundo digital. Además, en las instancias de gestión cultural en los diferentes niveles el llamado informático está siempre cerca.
No sería descabellado incluir dentro de los proyectos de desarrollo de las artes escénicas una línea de investigación para el perfeccionamiento y ampliación de una plataforma comunicacional desde las nuevas tecnologías de la información.
El teatro es un complejo acto de comunicación. Lo que suceda en escena tiene que estar en consonancia con el espectador y sus códigos. Del espectador se debe espera una respuesta interpretativa a las intenciones del “puestista”. Esa respuesta muchas veces se queda en el limbo de las suposiciones.
La convivencia entre el escenario y la sala más allá de los sistemas significantes que conforman toda puesta en escena (luces, maquillaje, escenografía, etc.) es un hecho intrínsecamente articulado por la teatralidad que modula el componente humano: actor-espectador.
Todo espectáculo escénico genera un complejo proceso comunicativo. No conozco cómo la Academia ha reflexionado sobre el incremento de las tecnologías de digitalización en el contexto teatral y sus incidencias comunicacionales, pero desde todas las perspectivas el espectador es una figura axial.
Meyerhold consideró al espectador como cuarto creador en el teatro. Luego del director, el actor y el autor el público se erige como el definitivo creador teatral. Siendo así, los procesos de emisión y recepción teatral tienen varios agentes interrelacionados que pueden intervenir en el hecho teatral desde el proceso de creación y hasta el arribo a la puesta en sala.
El teatro como macroproceso comunicativo tiene en el ambiente digital un agente que puede definir nuevos procesos de emisión-recepción por parte de la crítica y de los públicos.
La digitalización es una provocación ideo-estética. Podría tener un carácter revulsivo al intervenir en el proceso creativo y consumir energías. Pero como revulsivo, al fin y al cabo, resulta beneficiosa la digitalización.
El contexto digital con sus posibilidades de acceso a diversos contenidos culturales puede convertirse en un rival para el teatro. Hay que animar a los públicos, encausar sus preferencias e intereses de manera creativa y en consonancia con lo vivencial cotidiano.
No voy a intrincarme en los posicionamientos que considero debe adquirir la digitalización en nuestras artes escénicas. Sé de los vaivenes de la prevalencia del cuerpo viviente y sonante en escena. Pero no debatiré al respecto.
Pondré sobre el tapete una herramienta digital que sin grandes esfuerzos materiales ni económicos podría contribuir a darle un vuelco al espectáculo teatral entre nosotros. Se trata de la incorporación de una nueva posibilidad en el algoritmo de la creación escénica: el código QR.
Aunque algunas compañías lo utilizan hace ya bastante tiempo, me alarma que no sea común su uso en nuestras artes escénicas. Hablo de ese cuadradito lleno de figuras rectilíneas conformadas por zonas en blanco y negro en un orden aparentemente caótico.
Empleamos el código QR insuficientemente. Desaprovechamos un poderoso almacén de datos a los se puede tener acceso a través del celular de manera inmediata.
Los códigos QR pueden ser utilizados para diferentes propósitos dentro del medio teatral. Y ahí entra a decidirse el tipo de código que se precisa o el más eficiente teniendo en cuenta los datos que vamos a almacenar.
El uso del código QR es muy amplio y puede incentivar la creatividad entre la gente de teatro: diseñadores, promotores, actores, directores, dramaturgos.
La información que alberga un código QR puede provenir de diferentes soportes y contener palabras, música, números, imágenes en movimiento, etc.
El código QR permite almacenar información y remitir a ella. Se ponen a disposición de los públicos, desde la pantalla del celular, diversos contenidos: videos, perfiles de redes sociales, fotos, páginas web, opiniones, entrevistas; y, todo a partir de un simple escaneo.
El código QR conecta y crear una dimensión digital tanto para los estudios de públicos como para la educación de públicos al reducir la brecha de la información y hacerla atractiva, factible ya sea en el orden promocional como en el orden de las indagaciones en cuanto a la recepción espectatorial.
El interactuar de manera concreta de los públicos con la puesta a través de la dinámica del código QR, hace factible un potencial informativo valioso para la toma de decisiones por parte de la gerencia cultural a todos los niveles.
Un diseño de estudio de públicos desde los códigos QR nos permitirá obtener información de manera muy sencilla y al momento.
Generar un código QR es más fácil de lo que podemos imaginar. Hay infinidad de métodos para generarlos. Para crear el patrón ha habido ocurrencias muy curiosas. En China se plantaron más de 130 000 árboles de enebro en forma de código QR que desde arriba se podía ver y dirigía a la página oficial de una agencia de turismo.
También una agencia de viajes en China convocó a 2500 estudiantes, cada estudiante sostuvo un paraguas abierto en alto y así crearon un sorprendente código QR humano con un patrón que medía 51 metros de ancho.
Desde el mismo proceso de creación de la puesta en escena, mucho antes de llegar a la butaca de la sala de teatro, el código QR puede conseguir un entorno digital compartido con los potenciales espectadores y la crítica especializada.
En el trabajo de nuestras artes escénicas, el código QR garantiza una resonancia comunicacional que puede redefinir concepciones en la organización de la escritura escénica e intervenir en la resonancia de la puesta en los espectadores.
El código QR es casi un instrumento casero, empecemos a incorporar esas figuritas al parecer abstractas pero que nos pueden conducir a un renovado panorama escénico.
Puede ser beneficioso y conveniente el desarrollo de estrategias para posicionar las artes escénicas en el espacio digital de acuerdo a nuestras posibilidades que no son pocas.