Eduardo Valdés Rivero: Pasión, legado y arte que no se retira

Por Yoamaris Neptuno Domínguez

Conmemorar 65 años de vida artística no es simplemente contar calendarios, sino revelar una travesía creativa que ha dejado huella en la cultura escénica y audiovisual cubana. A lo largo de su carrera, a Eduardo Valdés Rivero se le han realizado infinidad de entrevistas, recorridos por su obra, y homenajes que documentan su amplia trayectoria. Sin embargo, esta conversación no aspira a ser una más: busca detenerse en lo que palpita detrás de cada creación, en las motivaciones y convicciones que sostienen el arte cuando el telón baja y las luces se apagan.

Más que repasar títulos y méritos —que no son pocos— esta entrevista propone adentrarse en las vivencias que han marcado su camino. Un diálogo entre generaciones donde el arte no se retira, se transforma, se comparte, y se mantiene vivo.

¿Cuál fue ese momento que marcó su decisión de dedicar la vida al arte? 

Con la serenidad del que ha vivido intensamente, Eduardo rememora su adolescencia como el punto de partida. Fascinado por la fotografía artística, en 1960 recibió la oportunidad de colaborar en el Departamento de Fotografía del ICAIC.

«Fue un contrato eventual, pero en mí dejó una huella permanente«.

Al año siguiente, se convierte formalmente en productor de cine documental, y desde entonces su camino se expandió hacia la televisión, la dirección artística y los espectáculos musicales.

Desde sus inicios en el ICAIC, su vocación lo llevó a escribir guiones y dirigir proyectos culturales en la televisión cubana. En 1975, comenzó a trabajar como guionista, productor y director artístico de espectáculos escénicos musicales en escenarios tan emblemáticos como el Teatro Karl Marx. Su huella artística se extiende por instituciones culturales y educativas del país —desde Cinematografía Educativa del Ministerio de Educación hasta agencias como CARICATOS, TURARTE y ARTEX.

¿Qué proyecto considera el más representativo de su camino como creador? 

Es difícil elegir cuando cada obra ha sido un reto y una satisfacción spiritual. Cada proyecto fue un aprendizaje, una entrega. No hay jerarquías en el arte que se vive con el alma.

¿Qué valores han guiado su trabajo artístico? 

El amor y el respeto. Por lo que pueda aportar a la sociedad y a la cultura cubana.

Esos valores han sido su brújula, incluso cuando el camino requería reinventarse y navegar nuevas formas de expresión.

Ha colaborado como asesor de cine y audiovisuales en instituciones como el ICRT, el Instituto Cubano de la Música y el Ministerio de Turismo. Su mirada crítica y formadora lo ha llevado también a integrar comisiones evaluadoras y consejos artísticos como los del Instituto Cubano de la Música y la Agencia de Representaciones Artísticas CARICATOS.

¿Qué le ha significado compartir sus conocimientos con nuevas generaciones? 

Aquí, su gesto se vuelve aún más cálido. Para él, transmitir saberes es más que una responsabilidad:

Es un compromiso que siempre he tenido conmigo mismo, una forma de agradecer y reciprocar la guía que recibí de mis mentores y colegas de mayor experiencia. Además, compartir exige mantenerse actualizado, abrirse a nuevas visiones del arte y nutrirse de una visión contemporánea del mismo.

Su experiencia como docente lo ha llevado a impartir conferencias y talleres en instituciones cubanas y extranjeras —incluida una Maestría en Artes en México, donde fue invitado en varias ocasiones. También ha desarrollado programas docentes especializados y es autor de libros como Mi Huella en el Cine Cubano y La Producción y Realización de Eventos y Espectáculos Musicales. Esa retroalimentación se vuelve fuente de orgullo al ver triunfar a quienes ha formado como productores, guionistas y directores artísticos de cine, eventos y espectáculos musicales.

¿Cómo se siente al cumplir 65 años de vida artística? 

Al cumplir 65 años de vida artística, su energía no declina, porque su arte nunca ha sido rutina: ha sido vocación, resistencia, memoria y acción.

Aún siento la imperiosa necesidad de continuar… Aprender, crear, compartir… son motores que no se apagan.

Su arte continúa latiendo como las luces que se encienden antes de comenzar un espectáculo.

¿Qué le inspira hoy? 

El amor y el respeto que le profeso a la labor artística que realizo, el compromiso con los jóvenes, y la posibilidad de dejar mi modesta huella en la cultura cubana.

Valdés Rivero ha recibido importantes reconocimientos, entre ellos la Orden Juan Marinello, la Medalla Alejo Carpentier, la Distinción por la Cultura Nacional, la Distinción Raúl Gómez García, el Diploma Nicolás Guillén y el Premio Enrique Almirante. También fue merecedor del Trofeo INKA de Perú en 1987 y 1988 por la dirección de espectáculos musicales que cruzaron fronteras y dejaron huella internacional. Pero más allá de los galardones, su legado se percibe en cada evento que produjo, en cada alumno que formó, y en cada escenario que alguna vez iluminó su arte.

En la obra de Eduardo Valdés Rivero no hay punto final. Hay continuidad, resonancia, transmisión. Su legado no se encierra en el archivo de lo que fue, sino que vive en la curiosidad de quienes se forman, en los escenarios que aún esperan sus ideas, y en cada gesto de respeto por la cultura cubana.

Más que una carrera larga, lo suyo ha sido una forma de estar presente, comprometido, lúcido. Entiende el arte como puente y como acto de cuidado colectivo. No busca aplausos, sino sembrar visión. Y ese es el signo más claro de una labor que no necesita retirarse, porque ya se ha vuelto parte de lo que somos.

Foto de portada: tvcubana.icrt.cu