Después de la pandemia… el TEATRO* (II)
La TropaEnTuBarrio Albio Paz convoca al público en las calles de la Atenas de Cuba. Foto Ayose Naranjo.
Ulises Rodríguez Febles, dramaturgo y director de la Casa de la Memoria Escénica de Matanzas, nos dice:
El impacto de la pandemia me llegó durante un evento teatral en Unión de Reyes, en homenaje al dramaturgo y director cubano Abelardo Estorino.
Para entrar al teatro nos purificamos las manos y aplaudimos, con la sensación de que, al otro día, todo sería distinto. Los escénicos intentaban persistir. Una bailarina quería esconderse tras una vidriera y bailar para la gente que pasaba; pero las calles quedaron vacías. Una actriz ensayó sus personajes en un balcón; pero la gente se escondió en sus casas. Solo estaban afuera, arriesgándose, los que intentaban sobrevivir en la escasez que nos debilita, con el nasobuco que nos ahoga, en un país que arde.
La pandemia me llevó a trabajar con intensidad en los archivos y la memoria de nuestra escena conservada en imágenes y documentos. Publicaba en las redes. Escribía el prólogo para un libro; un texto inconcluso con la estructura del danzón, nuestro baile nacional. Mientras seguíamos preguntándonos cuándo acabaría todo, escribí Cuarentena, una obra sobre la incertidumbre y la esperanza.
El 26 de junio entramos en fase uno porque cada vez se enferman menos compatriotas, afirman los partes médicos. Muchos, al conocer la noticia, se sumergieron en las aguas del mar, como si todo hubiera acabado. De nuevo regresé a una función en la calle convocada por TropaEnTuBarrio Albio Paz. El público se paró en los balcones, sentados alrededor de los que actuaban, a la luz de la luna y del teatro: el fuego en la mano de los actores de El Mirón Cubano. Fue un experimento en un espacio abierto con la danza, el teatro callejero y el circo. Los aplausos inundaron la noche, liberándonos.
El virus está ahí aún. Nos asedia, quizás nos “roza” a través de alguien. ¿Cómo será cuando abran de nuevo las salas en la llamada fase dos y asistamos a una función? Estamos preparándonos. Avanzamos sobre un campo minado, alertas, recelosos, con la esperanza de que un coronavirus no nos roce y que el impacto económico no destroce nuestros sueños.
Kenny Ortigas, gestor, directivo del Consejo Provincial de las Artes Escénicas y director en el Teatro Guiñol de la ciudad nos indica:
Los artistas en medio de esta pandemia, como seres humanos que somos, hemos sufrido y vivenciado todo lo que acarrea esta situación lamentable, pero desde la sensibilidad particular que nos caracteriza también se ha enriquecido el nivel de experiencias a nivel emocional, sensorial e intelectual. Sucesos que se planteaban en escena y que podían o no tener una relación directa con la vida del intérprete, ahora suscitan reacciones que, en comunión directa con la vida misma, hacen crecer el registro y poder del actor en su papel de conmover al espectador, pues él, en sí mismo, ha sido conmovido y arrastrado a estados que resultaban en otro momento impensables. En no pocos casos el retorno a las tablas ha tenido cierto aire de timidez, la sensibilidad está a flor de piel y penetrar nuevamente en la otredad del personaje, supone escudriñar en el complejo mundo de las pasiones. Por otra parte, existen aquellos que pisan nuevamente el escenario con la fuerza y vitalidad de titanes, con urgencias de expresar y decir todo aquello que la sociedad reprime al interior del ser humano. Entonces, el teatro, con sus misterios liberadores, brinda espacio oportuno al alma para que abra sus compuertas.
Desde La Habana, las reflexiones en días de encierro del actor, dramaturgo y director teatral Carlos Sarmiento, se suman al foro:
El tema de las plagas y las pestes ha estado siempre presente en el quehacer teatral desde sus orígenes. El aislamiento social también ha sido fuente activa para la creación en muchos dramaturgos. Este año 2020 nos ha traído muchas preguntas, las cuales nos vemos convidados a responder. No sabremos si emergerá el término teatro poscoronavirus, pero el futuro inmediato nos obliga a concebir la práctica teatral de una manera diferente, aun sin saber por cuanto tiempo.
Artaud concibe el nacimiento del acto teatral durante la peste, cuando todas las formas institucionales se derrumban. Puede ser este un buen tiempo para repensar nuevas maneras de gestión y producción. Cuando se hace predecible una época de reducciones o desapariciones de apoyos institucionales y presupuestos, tal vez estemos siendo tentados, en lo que resta de año e inicios del próximo, a volver al laboratorio, a la investigación y dejar a un lado el tan debatido aspecto comercial. ¿Equipos más pequeños? ¿Salir del edificio teatral? ¿El público cumpliendo un nuevo rol? Es la primera vez, en mucho tiempo, que el teatro se ve obligado a renovar sus estrategias.
Esta pandemia nos ha mostrado, más que todo, el poder de la tensión dramática. Hemos sido espectadores y protagonistas a la vez.
El teatro siempre ha sobrevivido. Una vez más tendrá una misión curativa: que las personas se encuentren, con la distancia necesaria, pero que vuelvan a estar juntos. No creo en el teatro on-line, o teatro filmado. Preferiría ni siquiera llamarle teatro.
En el caso concreto de mi creación, el aislamiento me sorprendió en medio de un proceso creativo que, luego de esta pausa, tendrá que repensarse, tanto desde el punto de vista económico, como desde lo formal y conceptual. Reducirlo, simplificarlo todo ante la necesidad y luego convertirlo en poética. Por el lado de la escritura, logré aprovechar la energía de la gente que me rodea, mi manera de afrontar el presente, la peculiar visión de nuestros medios y el país; puse todos esos ingredientes en una investigación que venía realizando desde hace tiempo. El texto ha comenzado a respirar la energía de estos días, por más que intente evadirle. Es como si cada una de las 114 teclas de mi ordenador estuvieran contaminadas con esa atmósfera. Eso para mí es el teatro.
Rocío Rodríguez Fernández, teatróloga, actriz y directora del grupo El Mirón Cubano, desde Matanzas aporta sus visiones:
Para El Mirón Cubano, lo primero fue vencer el duelo por posponer lindos proyectos que teníamos programados para estos meses. Luego llegó el momento de soñar, proyectar en casa y batallar en la calle en medio de largas colas, para obtener alimentos y aseo personal. Cuánto público agotado. Cuánta necesidad reprimida de estar allí, no junto a la gente, sino frente a la gente, para conquistar sonrisas entre tanta angustia.
Para un artista de la calle es muy frustrante ver plazas repletas de dolor y no poder hacer un guiño. Ahí aprendí nuevamente el poder de los suspiros. Y volví a casa a soñar. Ha sido una etapa de mucha reflexión, de mucho estudio individual; de entender qué queremos y cómo queremos seguir. También ha sido una etapa de enfrentar la tecnología como “falsa sustituta”. Digamos la amiga burguesa de un teatrista, teniendo en cuenta que en ocasiones ni mis propios actores han podido disfrutar de nuestra presencia en las redes. Hacer el trabajo para el disfrute de los afortunados y sin invitados especiales. Un camino duro para comprender que, aunque “compartir online” se disfrute, aunque se vuelva tu aliado, no quita la sed de una mirada cruzada.
Reconozco que hermanarnos con la compañía española de Teatro Callejero Visitants y emprender una nueva mirada a nuestro espectáculo Lluvia de palabras, ahora en versión online, es una de las virtudes de la tecnología que hoy defiendo con esa visión de futuro que reconectará diálogos, producciones, alianzas. Asumo que mi apego al contacto se resiste a la era virtual, a las muestras online y no pierdo la fe de ver teatro, de tocar teatro, de sentirme teatro. Aunque sea para una sola mirada, a más de un metro, pero que ya no forme parte de otra noche de sueños.
Creo en la necesidad, como la fuerza más poderosa que te lleva a defender algo, ya sea un espacio, una persona, una religión. El ser cubano ha mostrado en estos meses su necesidad de comunión. Quien ha compartido cuatro, seis, ocho horas en una cola sin saber qué van a vender, sabe que su necesidad va más allá del jabón, el aceite y el pollo. El hombre necesita de la compañía del otro para compartir su sufrimiento o su felicidad. Necesita saber qué piensa, qué quiere, cómo se las arregla el otro para pasar esta etapa de pandemia. El teatro puede vivir un momento vital si sabe entender qué necesita el hombre de hoy. Seamos cuidadosos, seamos prudentes, pero también seamos consecuentes con la necesidad de conexión.
Los mirones ya estamos listos para salir a las calles con artistas colegas, como parte del proyecto TropaEnTuBarrio Albio Paz, porque él nos enseñó que hay que ir a la comunidad, hay que trabajar con la comunidad y poco a poco volverá el teatro a ser pan y vino para todos.
Las estrategias tecnológicas han funcionado, y lo seguirán haciendo, como acompañamiento, pero nunca como presencia. No es la primera crisis que enfrenta el teatro, tampoco será la última. Y si a lo largo de la historia los teatristas han vencido pandemias, dictaduras, guerras, siempre ha sido el ingenio el camino para la permanencia. Tenemos que ser más exigentes, más críticos, más fuertes. “No os calléis, que el ingenio y la palabra desbordan virtudes, pero el silencio es el peor de los viles cómplices del demonio”, dice el Quijote en un texto de Albio Paz. Hay que encontrar esa voz y la manera de compartir esa creación que logramos mantener viva, para que vuelva a ser nuestro teatro.
El Mirón Cubano saldrá nuevamente a las calles y encontrará la manera de entender el miedo y volverlo aliado. El maestro que nos enseñó las habilidades con fuego, siempre decía: “para hacer fuego no podemos perder el miedo de quemarnos, solo el miedo nos hará conscientes para hacerlo bien”.
Somos teatristas en aprendizaje, entenderemos ese miedo a la infección personal y colectiva. Así encontraremos el camino para hacerlo bien y volvernos presentes en calles y plazas. Volvernos teatro; teatro seguro, teatro post pandémico.
Freddys Núñez, dramaturgo y director de Teatro del Viento, aporta sus vivencias desde Camagüey:
El aislamiento y la necesaria pérdida de vínculos sociales obligan a reconfigurar desde otra perspectiva la creación teatral. Justo cuando se decreta en Cuba el cese de las actividades culturales, la agrupación que dirijo, Teatro del Viento, tenía programado el estreno de espectáculo To’ Ta’ Bien. El título responde a una suerte de dialecto popular cubano. La frase se utiliza normalmente como respuesta fácil o escape a aquellas cosas que realmente no tienen solución inmediata. El espectáculo mira dentro de la sociedad cubana. Desde el choteo característico de nuestra idiosincrasia, juega a desmontar zonas álgidas de nuestra realidad y rehacerlas sobre la escena, como una suerte de espejo donde el espectador se reconoce. Ahora han pasado tres meses de la suspensión de las actividades, progresivamente se regresa a la normalidad o a un estado supuestamente normal, pero reconocemos categóricamente que nunca volverá a ser como antes.
Desde mi perspectiva de director y dramaturgo del espectáculo To’ Ta’ Bien, el confinamiento me ha arrojado preguntas que inciden directamente en mi creación inmediata y futura: ¿Es necesario estrenar el espectáculo ahora? ¿Después de la pandemia, el espectáculo ha quedado fuera de contexto? ¿Qué temas necesita ver el espectador después del confinamiento? ¿Acaso temas más ligeros?
Temas que antes consideraba de primer orden, frente a la situación actual, han quedado relegados a un segundo plano. Muchos creadores han buscado alternativas para mantener activos sus proyectos y han mirado fundamentalmente a las redes sociales; sin embargo, he sentido gran resistencia por parte de un sector amplio de teatristas (dentro de los que me incluyo) a ubicar sus espectáculos en plataformas digitales. Mi resistencia está dada fundamentalmente por el hecho de que los espectáculos del grupo han sido creados y pensados para el teatro. Al ser colocados en plataformas digitales pierden su centro, su esencia. Mas, no descarto la posibilidad de crear espectáculos con el único fin de ser mostrados en las redes, como una especie de laboratorio o teatro foro, donde pueda, de algún modo, interactuar de forma más inmediata con el espectador y, a través de sus opiniones, encontrar respuesta a los posibles temas que deben llegar ahora a la escena; incluso el modo en que deben llegar. Considero que este es uno de los aspectos principales del teatro en tiempos de pandemia: cierta amplificación y movimiento del teatro a plataformas digitales.
¿Pero cuánto pierde el teatro tal cual lo conocemos con este movimiento? ¿Acaso será esta una nueva vertiente a explorar más a fondo por los teatristas? ¿Las plataformas digitales pueden llegar a convertirse en el único medio de expresión de algunos creadores del teatro? ¿El teatro mostrado en plataformas digitales puede llegar a competir con el teatro pensado para la escena o para espacios donde sí interactúe directamente con el espectador, sin que medie una pantalla?
¿En qué plano se ubica ahora un espectador que observa nuestras propuestas a través de una pantalla? ¿Qué nombre recibirá ese espectador que lo diferencie de aquel otro que ha acompañado al hecho teatral durante siglos, acaso Ciber- Espectador Teatral, Espectador En Red, Inter-Espectador? ¿Qué nombre recibe un espectáculo teatral pensado específicamente para ser mostrado a través de plataformas digitales? ¿Podremos llamar a estas propuestas Espectáculos Teatrales o tendremos que revisar si encajan en lo que hasta ahora conocíamos como teatro?
Es obvio que estas preguntas no tendrán respuestas inmediatas, los efectos de la pandemia en la creación toda, es un aspecto aún por estudiar. La perdurabilidad de alternativas surgidas en tiempos de pandemia será validada por el tiempo y por su impacto en los espectadores, sea cual fuese el medio que se utilice para establecer la relación de intercambio entre espectáculo y espectador.
Muy pronto To’ Ta’ Bien llegará a la escena, pero su estructura dramatúrgica y la concepción de su puesta en escena, han sido transformadas por la pandemia. Considero que no se pueden abordar sobre la escena espectáculos que exploren dinámicas sociales actuales, obviando el real impacto de la pandemia en todas las esferas de nuestras vidas. El espectador pos-pandemia es otro, el arte también.
Gestora y directiva del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, donde es Vicepresidenta, Lillitsy Hernández se sumó a nuestro diálogo:
La pandemia comenzó para los cubanos, oyendo las noticias que resultaban lejanas. Estábamos distantes de todo cuanto acontecía en China. Sentía que pasaba igual que cuando miramos el noticiero y escuchamos sobre las guerras, masacres, desastres naturales. Te quedas asombrado, pero piensas que nada de eso saldrá de la pantalla. Esta vez, las noticias saltaron de la TV y llegaron a nuestro país, a nuestros barrios y hogares.
Es real y comprobable a simple vista, que esta pandemia ha detenido por instantes nuestras vidas, nuestros modos de ver y de ser. Por ende, ha modificado nuestra manera de pensar.
Aunque los gobiernos planteen las Fases en órdenes administrativos, políticos y sanitarios, es momento de que nuestro pensamiento se mueva en procesos de análisis en Fase, antes, durante y Post Covid 19. Sin dejar exentos de estos debates, en lo interno y lo externo, a los procesos de creación artística.
En el contexto de la creación teatral cubana, como en todo, ocurrió una detención muy radical de la programación, ensayos, trabajos y procesos investigativos, eventos y otros proyectos que se gestaban o se gestarían. La incertidumbre y la esperanza de que fuera algo momentáneo dejó un impase que duró semanas, provocó debates y derivó en iniciativas, de las cuales debemos tomar experiencias, para que perduren aquellas que lograron un buen impacto y notables resultados en los públicos.
En el orden institucional, nuestros artistas contaron con una protección salarial que el Ministerio de Cultura asumió por resolución gubernamental, para acompañarlos de manera justa durante la pandemia. Al mismo tiempo, los presupuestos se reacomodaron y se puso mayor énfasis en encargos audiovisuales, trasmisiones online y en emisoras de la radio y la TV nacional.
Con el cierre de los teatros, la imposibilidad de presentaciones en espacios abiertos y la suspensión de giras y eventos, la institución y los artistas reformularon su quehacer. Si bien hoy aun es dicotómica la polémica sobre la creación teatral fuera de los escenarios convencionales o tradicionalmente utilizados -apreciando como hipótesis fundamental la importancia de la frontalidad en el contacto y la relación creador-público-, se conquistaron los espacios virtuales y los medios de comunicación masiva. Mediante esas plataformas, sistematizamos espacios de programación. Ello permitió convertir a la comunidad de internautas en públicos potenciales.
Las limitaciones para el acceso a internet y el disfrute de trasmisiones online desde la red, no admiten un mayor alcance para todos, a pesar de los esfuerzos del Gobierno Cubano. Por eso estrechamos los vínculos institucionales con las emisoras radiales y la Televisión Nacional, para que los colectivos teatrales realizaran lecturas dramatizadas, obras, series y miniseries temáticas. Así lograron llegar a un público más amplio sin detener la creación. En igual sentido, desde los balcones y portales de las casas de los teatristas se activaron radio-bases que trasmitían miniseries, cuentos, dramatizaciones y presentaciones.
Por los canales institucionales y de los propios creadores, aprovechando el uso de las tecnologías, se promovieron obras teatrales recientes y otras que fueron íconos de la escena cubana. Utilizando la imagen de los artistas, se realizaron cápsulas comunicacionales, para crear mensajes de bien público que acompañaran la campaña para combatir la Covid 19, al tiempo que se crearon proyectos audiovisuales para la TV Nacional y se grabaron Teleteatros con obras de gran valor en repertorio teatral cubano de los últimos años.
El aprovechamiento y uso de las tecnologías en función de la creación, así como las trasmisiones radiales y televisivas, facilitaron cautivar y cultivar un público que no siempre ha estado presente en las salas teatrales. Una vez que reabran los teatros, esos espectadores acudirán con mayor presencia y protagonismo. Aunque podamos regresar a una normalidad relativa o completa, los aprendizajes, deberán conducirnos a sostener aquellas experiencias más significativas desde el diálogo virtual. Los nuevos públicos demandan ser conquistados y educados culturalmente por el teatro, mediante su función social transformadora.
- Este texto fue escrito a solicitud de la revista argentina de crítica teatral Funámbulos, dirigida por Federico Irazábal. La edición original está localizable en https://online.fliphtml5.com/pnxpk/gcuc/ y www.funambulos.com.ar
A partir de este trabajo conjunto entre varios creadores, críticos y gestores, organicé mi intervención en el Coloquio Catástrofe y Paradoja: Escenas de la pandemia, coordinado por La Red de Estudios de las Artes Escénicas Latinoamericanas (REAL). https://www.youtube.com/watch?v=LoDRU9VGPZw
http://fich.pro/real/ https://www.instagram.com/real_redlatinoamericana/
Nota de Eberto García, coordinador de los testimonios publicados.
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