Desde Xalapa hasta La Habana: Merequetengue y el arte de jugar en serio

Por Yoamaris Neptuno Domínguez
Desde Xalapa hasta La Habana, el teatro de títeres se despliega como un puente emocional y poético entre generaciones, geografías y memorias. La reciente presentación del grupo Merequetengue Artes Vivas en el Festival Habana Titiritera: Figuras entre adoquines, no solo trajo consigo una obra conmovedora, sino también una experiencia que reafirma el poder transformador del arte escénico cuando se pone al servicio de la infancia, la comunidad y el diálogo intercultural.
La verdadera historia de los tres cochinitos resalta la importancia del abordaje de temas relevantes para la niñez. La puesta promueve la reflexión y el entendimiento en un contexto de migración, tema válido tanto en México como en Cuba, y enfatiza la importancia de proporcionar una infancia feliz y plena. Experiencias universales que potencia el uso de títeres y narrativas en obras para niños y niñas; lo cual es efectivo para abordar temas complejos. Es otra manera de permitir que los niños reconozcan que sus vivencias no son únicas y que es posible enfrentar situaciones difíciles con esperanza y diversión. En este caso, al presentar temas de manera directa y accesible, los títeres fomentan la empatía y la sanación.
Fundado en el año 2000 en Xalapa, Veracruz, México por David Aarón Estrada y Lorenzo Portillo, Merequetengue es una asociación civil dedicada a investigar, documentar y experimentar el teatro con títeres desde una filosofía que ellos llaman “juego en serio a través del teatro con títeres para comunicar y formar públicos”. Con un repertorio de alrededor de 29 obras dirigidas a públicos diversos, defienden el títere como un medio completo, capaz de combinar plasticidad, teatralidad y profundidad emocional. El colectivo teatral trabaja en varias líneas: obras dirigidas a adultos, a las adolescencias, a las niñeces y, de manera muy específica, a la primera infancia.
¿Por qué hacer teatro de títeres?
Lorenzo Portillo: Nos parece que el teatro de títeres tiene la poética necesaria para transmitir y hablar de cualquier cosa. Tiene esa licencia poética de inventar mundos y de tocar el corazón de las infancias de cualquier edad. Nos parece un juego acertado que, junto con la plástica, permite una conjunción muy poderosa. Los títeres son elementos plásticos, pero al integrarse con la construcción dramática y la teatralidad, se convierten en un espectáculo muy completo. Ese juego entre plasticidad y licencia poética es lo que nos mueve.
¿Por qué seguir defendiendo esta manifestación, si muchas veces se considera un arte menor dentro del propio teatro?
David Aarón Estrada: Fíjate que los paradigmas han estado cambiando. Antes sí existía esa postura, pero ahora, por ejemplo, en este festival se habla de la historia de grandes titiriteros en Cuba que han dejado escuela. Eso ha permitido que existan carreras para titiriteros y espacios de formación. Creo que poco a poco se ha ido cambiando por estas historias de estas personas que han luchado.
En México, nosotros también hemos incidido en el ámbito institucional con el objetivo de generar investigación, teorías y reflexión. Cuando logramos eso, nos damos cuenta del nivel que requieren los títeres.
Antes sí se percibía como un arte menor, pero ahora ya no lo veo así. Incluso hay teatristas que reconocen que los títeres son un lenguaje poético y tan complejo, que puede ser más complejo que el propio teatro.
¿Cómo llegan a Habana Titiritera?
Lorenzo Portillo: Es una pregunta muy querida porque nosotros tenemos una sala de teatro en nuestra ciudad, en Xalapa, que se llama El Rincón de los Títeres de Merequetengue, fundada hace 17 años. Nos parecemos mucho a lo que hacen los chicos de La Proa, y a lo que nosotros hacemos junto con nuestro equipo, tenemos muchas similitudes. Trabajamos en varias líneas.
Primero: la formación de públicos. Eso me parece indispensable: que vengan niños con sus familias al teatro. Ahí está la formación de públicos. Si no hay teatro para las infancias, esos niños no van a ir al teatro el día de mañana. Entonces hay que incidir en esa parte. Nosotros lo hacemos, ellos lo hacen. La Proa y El Rincón de los Títeres.
La segunda línea es: convidar y compartir dentro de festivales. Eso me parece increíble: que abran las puertas, que hagan un esfuerzo tremendo, acompañado siempre por instituciones y alianzas, para que esto suceda. Que inviten a grupos y que podamos convivir, compartir y ver teatro de títeres. Creo que la mejor escuela es hacerlo y verlo.
Y la tercera línea de conexión: nos movemos mucho. El teatro de títeres te da la gran bendición de conocer mundos. Entonces nos encontramos en distintas partes compartiendo nuestros oficios. Y aunque parezca que estamos en lugares muy separados, nos parecemos tanto que por eso solicitamos venir, aplicamos y nos invitaron. Felices de poder estar acá por primera vez, por cierto.
David Aarón Estrada: Estoy enamorado. Me encantó la experiencia, me encantó el encuentro con los titiriteros. Creo que siempre convivir y convidar el lenguaje de los títeres con diferentes generaciones es maravilloso.
El festival está construido por grandes maestros, por personas con mucho recorrido, y también por jóvenes. Eso me parece increíble. Yo, en mi juventud, tuve la experiencia de participar en festivales con grandes maestros, pero no había intermedio. Eran los consagrados y no había jóvenes. Y ahora acá me encanta eso: hay mucha juventud participando con ganas de aprender, de platicar, de charlar y de mostrar su trabajo también. Me parece súper bien este encuentro.
¿Por qué venir con La verdadera historia de los tres cochinitos? ¿Qué tiene de diferente esta versión?
Lorenzo Portillo: Cuando hablaba de que nos parecemos, es porque somos pueblos y comunidades de población migrante. México, como Cuba y como muchos territorios, y por circunstancias diversas vive la migración como una condición. A veces hay que migrar dentro de la misma ciudad, de comunidad a comunidad, de provincia a provincia. Nos trasladamos constantemente. Humanamente, eso está en los genes del ser humano, en nuestra naturaleza.
Venir con esta obra… la verdad es que nos costó. Lo vamos a confesar: sentimos un poco de pudor, de pensar “¿cómo vamos a contar esta historia en Cuba, cuando Cuba está pasando por una situación compleja?”, como también lo está México. Pero nos atrevimos. Lo platicamos con el comité organizador del festival y nos dijeron que adelante, que era bueno hablar de estos temas.
A mí me parece que este y otros temas hay que hablarlos con las infancias. Es bueno el teatro clásico, el teatro de fábulas, de fantasía, pero también es necesario, con sutileza, delicadeza y tino, hablar de temas que les incumben a las infancias. Las infancias ahora cuestionan, preguntan, escuchan, tienen acceso a tecnologías, y hay que hablar con ellas.
¿Creen que funciona lo didáctico como una forma de comunicar, más allá del discurso directo? Tal vez pequemos porque parte de algo personal, pero que realmente es una vivencia universal, que le compete a otros…
David Aarón Estrada: Mira, por ejemplo, ese tema de la migración. Hablamos desde nuestra región, desde donde vivimos. El lenguaje, el acento del personaje, las palabras, la música… es muy veracruzano. Sin embargo, funciona en otros espacios. ¿Por qué? Porque la migración es un hecho natural. No sé a quién se le ocurrió poner una reja, una frontera, y decir “no puedes pasar”, cuando es totalmente natural. Somos de la tierra.
Este tipo de temas, aunque los hablemos desde lo personal, son universales. Tenemos, por ejemplo, una obra donde hablamos del divorcio. Y los niños van a escuchar lo que están viviendo. O no necesariamente tienen que estar divorciados los papás, simplemente es algo natural que los papás discutan. Y entonces, el niño o la niña se sentirán mal, pero al ver la obra dirán: “Ah, mira, no es algo malo, o no es algo que solo me pasa a mí”.
Por eso creo que es importante hablar temas con las infancias, directo, sin rodeos. Pero también hay que cuidar ciertas cosas. Tiene que haber esperanza. Si no hay esperanza, ¿qué es eso? La vida es tan hermosa, y hay que vivirla, hay que divertirnos, hay que jugarla, hay que gozarla. Y, por lo tanto, hay que sanar. Entonces, creo que los títeres pueden dar mucho esto, ¿no?
Lorenzo, eres la única persona que vemos en escena interpretando todos estos personajes. ¿Cuál es la mayor satisfacción que tienes como actor al ver la reacción del público, al sentir cómo lo recibe?
Lorenzo Portillo: Creo que es un hecho irrepetible y único. Lo que vivimos ahora en el festival no va a volver a repetirse, ni para mí ni para el público. Así es el teatro: una posibilidad de hacer algo que nunca más será igual. Es como preparar una comida para alguien. Puedes tener la receta, haberla hecho muchas veces, pero ese momento, esos ingredientes, esa entrega… ya no se repiten.
Además, todos los públicos son diferentes, pero hay una línea humana que nos conecta, que puede estar en cualquier territorio. Esa humanidad está presente, y eso es como el fuego: nos reúne, como lo hacíamos antes, alrededor de algo que nos toca y nos convoca.
¿Nos atrevemos entonces a repetir el estar en Habana Titiritera?
Lorenzo Portillo: Ah, sí. Felices.
David Aarón Estrada: Por supuesto que sí, ni lo dudaría.
Lorenzo Portillo: Es importante seguir compartiendo, seguir cosechando, seguir acrecentando esta comunidad.
Foto tomada del perfil de Facebook del Grupo Merequetengue