De la danza en Santiago de Cuba

Por Noel Bonilla-Chongo

 

La danza es el vórtice que nos atrae,

la llama en que nos gusta ser devorados.

Francisco Ichaso

Quizás para expertos y para el común público santiaguero, hay nombres que en la danza del territorio son conocidos y hasta habituales. Hablar de la familia Armiñan, de Roberto David Linares, de Jorge Lefevre, de Juan Bautista Castillo, de Miguel Ángel Botalín, Eduardo Rivero o Manuel Ángel Márquez; de sus epígonos directos e indirectos: Antonio Pérez, Milagros Ramírez, Idalberto Bandera, Juan Teodoro Florentino, Bárbara Ramos o de las generaciones que hoy lideran las agrupaciones que los maestros fundaran o vistieran de gala, es orgullo para una ciudad siempre orgullosa. Del inicial Conjunto de Danzas de Obreros de Oriente (fundada el 31 de agosto de 1961 con ese nombre, según la prensa de la época) se han derivado sucesivos colectivos: Ballet Folklórico Cutumba y Ballet Folklórico de Oriente (1976, aunque la distinción entre ambos procede de dos brigadas contenidas en la misma agrupación); Teatro de la Danza del Caribe (1988); Ballet Santiago (1990); Conjunto Folklórico Cocoyé (2005) y Ad libintum (2011), algunos sin vínculos directos ni señales estéticas venidas de las primeras formaciones.

Como bien anotara el querido profesor e investigador Pascual Díaz Fernández, antes de que la muerte le impidiera seguir con la búsqueda y depósito de informaciones alrededor del tema, a pesar de que existen poderosos vínculos entre las artes escénicas y la cultura popular tradicional cubana, no es usual los estudios académicos que vinculen ambas formas de expresión humana en investigaciones conducentes a libros o tesis de grado. Pascual ha acompañado el interés de algunos estudios que hoy constituyen sistematizaciones sobre el desarrollo de la danza en Santiago de Cuba como objeto de estudio. Trabajó directamente con Joaquín Castellanos en la tesis de maestría titulada “Vida y obra del coreógrafo santiaguero Roberto David Linares”; sirvió de consultante al inquieto Yasmani Castro Caballero en su ensayo “La compañía Folclórica Kokoyé, apuntes para su historia”, como también elogiara el esfuerzo de la Fundación Caguayo y de la Editorial Oriente, para concretar la publicación de Placeres del cuerpo. La danza en Santiago de Cuba, texto al que seguidamente dedicaré un mayor espacio.

Justamente, en el pórtico de estas notas refiero la cita del ensayista, periodista y crítico de arte cubano Francisco Ichaso, que el profesor e investigador Ernesto Triguero Tamayo, a modo de exergo, colocara en la apertura de su libro Placeres del cuerpo. La danza en Santiago de Cuba; la voz Ichaso, nos advierte que entraremos en un espeso universo. Ser atraídos por los itinerarios donde Triguero nos resume la historia de la danza en el extremo oriente cubano, es un placer mayor para celebrar todo lo que, entre cuerpo y cuerpos, la danza es capaz de producir.

Y es que Placeres del Cuerpo. La danza en Santiago de Cuba, es de esa literatura que dentro del actual campo de los estudios danzológicos no solo es texto esencial y de reveladora aportación a su objeto de estudio (los tránsitos de la danza en Santiago), sino que constituye organización de la mayor recopilación publicitada de informaciones existente hasta la fecha sobre el tema tratado. Hecho que corrobora el interés de un gestor cultural que sobredimensiona su hacer investigativo y educativo para volverse espectador narrante activo de una realidad que le es querida y próxima, y desde la cual procura seducirnos. Pero, además, porque gran parte de los temas de la investigación, devenida libro de correcta factura, constituyen contenido dentro del programa de la disciplina “Estudios Teóricos de la Danza y la Corporalidad” en el currículo propio de la Carrera Arte Danzario, de la Universidad de las Artes, ISA y del sistema de Enseñanza artística en nuestro país.

Desde la presentación al lector hasta las notas y bibliografía general, la relación de fuentes hemerográficas y documentales consultadas; el texto referido sintetiza de manera oportuna la necesidad creciente de conocimientos de su autor, fiel resultado orgánico de años de pesquisas dedicados a un objeto de estudio. Acercamientos sucesivos que finalmente se concretan en un producto cultural e histórico que logra compendiar las diferentes etapas y logros de su investigación y, por extensión del estudio y trayectoria de la danza en Santiago de Cuba.

Como ya adelanté, publicado por la Editorial Oriente gracias a la colaboración decisiva de la Fundación Caguayo para las Artes Monumentales y Aplicadas, el objeto libro guarda buen empaque. Portada y contraportada con solapa en prolongación lateral (datos del autor, referencias del proyecto que ampara la publicación, algunos créditos), cartulina cromo y una especie de mosaico fotográfico donde no escapan esas grandes figuras de la danza santiaguera. Encuadernación encolada y cosida para soportar sus más de 270 páginas, nos permiten leer y pasar las páginas con luz propia.

Por más de diez años he asistido y compartido directa e indirectamente el proceso de intenso estudio y trabajo del doctor Ernesto Triguero; ahora en sus Placeres del Cuerpo. La danza en Santiago de Cuba, celebro su sostenido resultado investigativo y la denodada labor de quien sabe leer y filtrar de los archivos para documentar con atención igualmente destacable. El texto recorre un trayecto de casi cinco siglos donde la descripción, el análisis del comportamiento de la danza y su ser en relación con el devenir histórico de Santiago, son esenciales. Apoyado en numerosos documentos de archivo, en materiales sobre la historia local, entrevistas, testimonios e interpretación de las fuentes, Placeres del Cuerpo… arroja luz sobre las etapas, tendencias, personalidades relevantes del arte danzario, sus obras, los intérpretes y ese cúmulo de cuerpos que nos permiten regresar hoy sobre el libro como la primera vez.

Santiago es contado aquí desde travesías danzantes pretéritas, cuasi arqueológicas (“Areítos y Corpus Christi. Inicios de la danza” o “Primeros episodios de la historia danzaria de la esclavitud”) hasta la danza moderna y contemporánea en un Caribe cuya identidad se cuece y expande, pasando por “los influjos del cuerpo a través de la inmigración francohaitiana” y las crónicas del paso de “Los Ballets Rusos: sus temporadas en Santiago de Cuba”. Triguero construye aquí una coreografía de relato coral, contada desde, a través y alrededor del baile. Una suerte de paseo sinuoso por siglos de producción cultural y política, y propone una mirada sobre una ciudad que ha armado su danzalidad a paso de congas, sopimpa, cocoyé y otras danzas territoriales.

Al presente, cuando insistimos en el poder productor de conocimiento de la danza y de la literatura historiográfica, ensayística, testimonial y crítica a ella asociada, debemos entender cuán apropiado es retornar a esos textos que en bibliotecas y quizás hasta en librerías, aguardan por la lectura que acaricia en complicidad. Sí, por esos modos que abrazan otras trayectorias y contextos, otras prácticas artísticas y culturales que son centro en la estructuración de nuestros modos bailantes. Liberándonos de la idea de que exista sólo una Historia y un solo Arte. Placeres del Cuerpo. La danza en Santiago de Cuba, al tiempo que disfrutamos observando cómo prácticas populares, pequeñas historias comunes y grandes momentos se entretejen de manera inseparable en la producción de la ciudad santiaguera, se vuelve ejercicio de apertura del imaginario, permitiéndonos la iniciativa de comenzar a mirar detrás de los decorados de los grandes relatos fundadores de la danza en Cuba.

Hoy cuando Triguero continúa hilvanado historias, tejiendo memorias que involucran el día a día de estos tiempos, sus lecturas y placeres nos conminan a viajar de esos cuerpos anteriores al entendimiento del presente de la danza en Santiago, al punto de provocar otras búsquedas y dispositivos de expresión en la manifestación. Quizás nos debamos un arrollado detrás de congas y celebraciones colectivas, en los diálogos no verbales entre cuerpos danzantes, en el arrebato hedonista del baile atado a la identidad plural y festiva del danzar santiaguero.

Tal vez, egresados de los programas de maestrías de la Universidad de las Artes como Marieta Mesa, Maritza López o Joaquín Castellanos nos sigan develando historias de allí focal para el aquí total; quizás el rigor investigativo y archivista de Gretel Quintana y Hortensia Ortiz García desde el Centro de Investigación y Documentación de las Artes Escénicas Ramiro Herrero logren avanzar en las cronologías que ya documentan, o quién sabe si Yasmani Castro en la diversidad temática de su producción audiovisual sigue tendiendo puentes recuperadores entre memorias y olvidos, como el que nos regalara en su ópera prima Mujeres en 2 tiempos, tributo a dos leyendas de la cultura cubana: Bertha Armiñán Linares, diva del folklor cubano y al espíritu irredento de la actriz y dramaturga Ana María de Agüero.

Placeres del Cuerpo. La danza en Santiago de Cuba, nos propone explorar nuevas ideas, trazar otras coreografías; abrir una ventana sobre Enramadas y de allí ir y venir a través de una historia que implica transacciones generosas entre el cuerpo y los múltiples cuerpos, como si la danza fuera el vórtice que nos atrae, la llama en que nos gusta ser devorados hoy como ayer, por siempre.

Fotos: Marvin Rodríguez