Danza, Mirarte Por El Ojo De La Cerradura
Por Noel Bonilla-Chongo / Fotos Buby Bode
En este tiempo de recogimiento, la danza ha tenido que desplegar su poder imaginal para no asfixiarse. Padecer, pausar, aquietar, equivalencias de un cuerpo inerte e indefenso que, para no sucumbir ante la angustia, se torna pixel, ‘motion capture’, pantalla escenográfica, entre otras tantas disyuntivas posibles.
Salones cerrados, programaciones canceladas, eventos y festivales que, en todo el mundo, pasan al formato virtual. Hallarse en la net, en el cyberspace, las presentaciones artísticas on line, la puesta en circulación de repertorios enlatados, los fórums temáticos y conferencias, etc., constituyen verdaderas jornadas de reajuste para acceder a esos “marcos teóricos” desde donde sustentar nuestra irrenunciable acción educativa, investigativa y creativa en la danza. Ahora, desde esa danza que nos va quitando la pandemia, auscultar por el ojo de la cerradura, se vuelve zona importante para repasar nuestros modos de-ser-en-danza.
Sí, pues después de esa danza que nos quitará la pandemia, deberemos ser capaces de redefinir el compromiso que implica pensar la danza como acto creativo productor de conocimientos; he ahí nuestro deber. Aquellas configuraciones abogadas alrededor de la danza y la gestión institucional asociado a ella, emprenderán otras rutas a partir de este tiempo vivido a destiempo. ¿Cómo puedo en la danza moldear la materia sin materia?, se preguntaba el creador colombiano Censar Monroy como rugido silente.
Danza, en estos interminables días y noches de pandémico desasosiego, ¿qué hacer con tu irrenunciable motilidad? ¿Cómo tenerte al salir de este impasse? ¿Cómo hacer legible que la creación coreográfica no dejará de ser un problema todavía a resolver? ¿Cómo devolver una y otra vez al cuerpo la certeza de ser “invitación a rugir de protesta y de odio contra el acabamiento humano”?
La Covid-19 nos ha lanzado muchas preguntas, entretanto, sería prudente encontrar posibles respuestas desde la cavilación que este raro tiempo-espacio, nos impone día a día, (aquí dejo las mías, aquellas nacidas por la provocación de un fórum virtual*).
¿Cómo sería el entrenamiento de un bailarín?
Si hablamos del danzante que se entrena para luego habitar el escenario como espacio de la creación coreográfica; entonces, en principio, sea cual sea la técnica, su entrenamiento debe perseguir la calidad de presencia que requerirá sus venideros desempeños. Ninguna forma como forma, ningún límite como límite.
¿Qué cuidados debe tener un bailarín para no sufrir lastimaduras durante su entrenamiento?
No nos engañemos, seguimos bajo el paradigma del entrenamiento físico como axioma de un cuerpo en juego. Hecho que ha sido ganancia en muchas pendencias, pero que parecería haber llegado para instalarse en nuestro inconsciente como una suerte de hipnótico que nos impide aperturar el fenómeno del body functioning.
Deberá el bailarín conocer su cuerpo, sus patrimonios y restricciones, solo desde ese conocimiento podrá regular su ejercitación. Si la danza es, entre tantos otros posibles, corporeidad dinámica que experimenta el tiempo y el espacio a través de la intensidad, el juego, la demanda, la escucha y el sentido; el cuerpo del danzante para devolverse más operativo en la coreografía, tendrá que expandir cada vez más sus posibilidades expresivas, asociativas, performativas que, en muchas ocasiones, están más allá del corporal training cotidiano.
¿Cómo deben los bailarines mantener su entrenamiento en este tiempo del COVID-19?
Tantos los bailarines profesionales como los estudiantes de danza, se han sometido a un nuevo acontecer. Alejarse. Prescindir del maestro en vivo, de la cuenta musical, del énfasis, las rectificaciones y la competitividad entre colegas. Contingencias que violentan para aprehender otras rutas viables desde el desierto del aislamiento social y físico de los cuerpos. Entonces, al tener dominio de sus posibilidades y limitaciones, acceder a modos alternativos de activar las refracciones del cuerpo-mente, reafirman la necesidad de recualificar la clase; ir a la barra inventada en el hogar, al suelo, al jardín o a la azotea, a la imagen del televisor o a la pantalla de un celular, todavía singularizan este tiempo, y con él, esa necesidad de un “novel” cuerpo listo. Cuerpo que ya no volverá a ser el mismo, asistimos a un momento en el que la vida y la supervivencia ocupan la alerta de nuestro trabajo cotidiano, un momento en que la muerte ha desarticulado implacable nuestras ciudades, pueblos y familias. Apostemos por un entrenamiento más holístico, humanizado y consecuente. Cuidémonos.
¿Qué consejos ofrecer a las nuevas generaciones para que sean más saludables en su entrenamiento como bailarín?
Activar la motricidad interna como sano vehículo que produce formas y significaciones. El cuerpo del danzante como su mente, son dispositivos de elocuencia que se divierten trabajando. Entonces, conoce tu cuerpo y sabrás adónde lo puedes llevar, hasta dónde lo puedes comprometer. Adquirir dominios conceptuales, psicomotores y creativos desde las habilidades que favorece el entrenamiento, son esenciales en la danza, pero sin olvidar que para suspender en el tiempo el vuelo del danzante, la precisión del gesto, la elegancia del giro, del salto, de la caída, de su recuperación y toda dinámica cualitativa de las formas, debemos prescindir de la contemplación formal modernista del movimiento corporal, exponiendo hasta donde sea posible el empleo de la energía interior, esa que emerge con el ejercicio saludable.
¿Cuáles serían las ventajas y desventajas del entrenamiento del bailarín en la casa, en tiempo de COVID19?
Durante este período de reclusión, la casa se convierte en el salón de danza. Para evitar el ahogo, el contacto y la exposición a través de las redes sociales sigue siendo vivaz. Pero, el espectáculo de danza solo está vivo cuando entra en contacto físico con la realidad y con los espectadores. De ahí que sigue siendo difícil subvertir el convivio cotidiano y la proximidad de los cuerpos, en coreografías virtuales y solitarias. El cuerpo es el corazón de la profesión del danzante, es su carne.
Estar conectados trae la ventaja del conocernos, descubrirnos; quizás para hacer ese viaje interior siempre pospuesto. Las pantallas nos permiten estar unidos, juntos en un mundo virtual y desmaterializado. Ahora, regresar al salón, aun situándonos a metro y medio de distancia, será momento para dejar los píxeles y volver a la carne. Creo que con mayor consciencia del costo de proteger la salud, el cuerpo, la vida. Con mayor amor a la profesión, a la investigación creativa para descubrir nuevos modos de encontrar los escenarios y atrapar a los espectadores.
Si hoy, el antojo de los círculos vitales, la ingenuidad, la erosión y los tránsitos de la vida, nos sigue substrayendo el goce del cuerpo en sus maneras de apropiarse del espacio escénico, el sudar del partenaire, la cercanía y el agarre del bailarín vecino y, también, del espectador atento; entonces, refugiémonos en la cavilación para cuando todo pase, esa danza que se teoriza (piensa, reflexiona, especula y sueña) se transforme en danza objeto para el pensamiento.
* A propósito de la invitación que me hiciera el creador José Ángel Carret; bailarín, coreógrafo cubano, gestor cultural y director de TEADE Encuentro Internacional de Danza Cuba-Canadá, julio de 2020)
En portada: Tres, Coreografía: Osbiel Lazo, Compañía Rosario Cárdenas, La Habana. Archivo Cubaescena, Solamente Solos 2019.
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