Justo cuando la escena cubana vive un momento de estupor, tras la parálisis a que nos lleva la pandemia de covid-19, se hace importante detenernos y así, de soslayo, mirar atrás. Sí, quizás a los tantos años acumulados de creación en nuestra danza escénica espectacular. En 2020 todavía repercuten los sesenta años elogiados en el movimiento de la danza moderna cubana, nacida junto a la Revolución en 1959; la impronta de Ramiro Guerra y su reto de lanzarnos a la modernidad y apertura hacia zonas desconocidas en la práctica danzaria.
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