Danza contemporánea, ¿palabras claves?

Por Noel Bonilla-Chongo

El futuro inmediato de la danza contemporánea ya comenzó ayer

Rudi Laermans & Carine Meulders

Pudiera parecer un lugar común y trillado, pero mi experiencia cotidiana de profesor, gestor y acompañante de la creación me dice que no es así. Pudiera pensarse incluso que la danza contemporánea es algo ya del pasado; un algo que hoy por hoy ha cambiado mucho su vissage, su face, y modo de ser-en-danza. Aun así, en este viaje alrededor de los nodos que se interconectan los dominios de la cultura coreográfica, estimo oportuno volver: ¿cuáles serían esas palabras claves para entrarle al objeto (de estudio/análisis/crítica) de la danza contemporánea hoy?

La cita a Rudi Laermans y Carine Meulders en el exergo de estas notas vienen del ya clásico ensayo “El cuerpo es la re/des-presentación o ¿qué hace contemporánea a la danza?, texto memorable que nos llegara en traducción del recordado Desiderio Navarro en 2009, como parte de su colección inmejorable de estudios teóricos del arte y la cultura. “La danza contemporánea no se relaciona principalmente con el cuerpo como tal, sino con las representaciones del mismo, con el texto cultural fragmentado que articula nuestros cuerpos: ciencia médica, publicidad, moda, televisión, filme, deportes, pornografía…” Aseguran los autores del ensayo para introducirnos en el asunto de rigor que rondan las múltiples interacciones que se suscitan en el universo “incontrolable, dentro del eco de las incontables otras representaciones del cuerpo” y en la mente del lector-espectador.

Para conocer esas palabras claves, esas key words tan demandadas en los artículos científicos, oportuno sería encontrar razones para sustentar en la danza contemporánea:

  • ¿quién es?
  • ¿qué hizo de novel?
  • ¿cómo reencontrar los hilos con el pasado?
  • ¿cambió la visión del cómo mirar?
  • ¿cómo aproximarnos a ella?
  • ¿dónde situar el interés en su estudio?
  • ¿qué fechas retener?
  • ¿qué nombres retener?

Tratando de dilucidar quién es, y después de los itinerarios que van y vienen de Isadora, Loïe Fuller, Ruth Saint-Denis a Graham, Humphrey, Wigman, Laban, Cunningham y más, la revolución más determinante dentro de la danza contemporánea está sustentada, sin dudas, en la multiplicidad de formas que ella ocupa en escena. Todo es permisible: vestuarios, decorados, temporalidad, espacio, interpretación y cuerpos; todo aparenta ser intervenido o reinventado en el presente mismo del espectáculo.

Danzantes que pisan el escenario con los pies desnudos, en tenis, en botas, en finos tacones, en claquettes, en zapatillas de media punta e, incluso, en zapatillas de punta (como la Taglioni). El vestuario, todo puede ser funcional después del tutu: mallas elastizadas, leotards, jeans, ropa interior, vestidos de noche, trajes sastre, atuendos deportivos, creaciones de alta costura, trajes de novia, velos, combinaciones de todo lo anterior y el desnudo.

Todo esto reenvía el cuerpo danzante al cuerpo humano mismo, tal cual: terminaría la uniformidad. Y aun cuando hay coreógrafos de danza contemporánea que siguen afianzados a cuerpos modelados bajo parámetros anteriores, en la nueva escena podremos encontrar gordos y flacos, altos y bajos, negros y blancos, jóvenes y mayores, estrellas y debutantes, profesionales y amateurs.

La danza contemporánea no impone límites. La grandeza multivocal en unísono del cuerpo de baile se ha esfumado, así que todo es posible en tanto composición propositiva. Del solo minimalista a una danza coral. En dúo o en trío, poco importa trazar una trayectoria espacial de diagonal fuerte a la débil o viceversa. No está prohibido subir a escena a una banda musical, a una orquesta, a un coro, a un pianista, a un violinista, percusionista o a una vedette lírica. Poco importa si es un bailador urbano, la madre o el padre de un artista que procura autorreferencial la ficción de su cuento danzado.

Así, el hoy recurrente tema del “género” hace mucho tiempo que entró en el discurso (quizás político) de la danza contemporánea: hombre-mujer, mujer-mujer, hombre-hombre y la mixtura de los géneros. Pelucas para unos, prótesis corporales y aditamentos para otras. Aún hoy seguimos extrañando los proyectos de Ernesto Alejo con su Danza del Alma en piezas como Machos o Hembras, por nombrar solo a un creador con un ideario poético discursivo claro. ¿Quién dijo que bailar (danza contemporánea) era asexual?

El espacio se hace múltiple, total, abarcador de todo lo viable. Una vez distribuido, todavía quedan posibilidades insospechadas para los decorados, la escenografía y su puesta en espacio, en valor. Un campo de claveles a lo Pina en Nelken o cortinas de agua en Vollmond, un tapiz verde yerba a lo Susana en Infinito, una piscina sumergible a lo Lídice Núñez en Fabio, un altar salvador a lo Caridad Martínez en Eppur si muove, o el espacio vacío que se colma con las voces y cantos de Marianela en su Chorus Perpettus. Ejemplos abundan aquí y fuera de esta isla nuestra. Plataformas flotantes o volantes, niebla, humo, proyecciones, un batallón de mesas (a lo Forsythe en One flat thing reproduced), una hilera infinita de sillas para el baile de Juan Domínguez. Danzar en la maleza, entre árboles y ríos. Danzar en las calles, plazas, parques, sobre superficies ásperas, rudas, duras y sucias como nos enseñara Isabel Bustos y su Danza-Teatro Retazos. Cualquier espacio es, siempre que sepa la danza dotarlo de gracia e ingenio al ser transformado.

La danza contemporánea es y especulo que seguirá siendo, ella “no halla su eficacia a través de una dramaturgia autónoma de la sola performance”, de un único modo y de singular manera. Ella “se hace en común y crea un común una y otra vez, aunque un coreógrafo esté dirigiendo o sea el autor final. Es una práctica cooperativa con grados cambiantes de (des)igualdad entre los que están involucrados en un proyecto; y genera un común que tiene principalmente la forma de un vocabulario compartido momentáneamente (de movimientos, imágenes, ideas, palabras…). A veces este vocabulario se vuelve la base de toda la obra de un autor, pero eso es más bien algo extraordinario. La práctica dominante es empezar nuevamente con cada nuevo proyecto y buscar un vocabulario que armonice con su particularidad. La danza contemporánea es investigación, es producir un común en toda nueva configuración de singularidades”. En ella solo queda espacio para el laisse faire, para hacer existir la danza. Hay quienes votan por el minimalismo y la inmovilidad, otros por el exceso de movimentalidad y la acrobacia física; hay quienes solo saben no salir del piso y se regodean en grandes deslizadas y eventuales levantes para volver a caer, arrastrarse, rodar, doblarse, hincar de rodillas e ir de nuevo al suelo. Hay quienes, presos de un lirismo casi balletístico, se resuelven desde lo formal del gesto, del paso, la pose y sus modulaciones cambiantes.

Atención, la danza contemporánea no es sinónimo de caos. Aun cuando hemos asistido a piezas que están fuera de cualquier convección y factura espectacular, en ocasiones podemos notar que pervive una suerte de armonía dentro del aparente desorden. Hechos que nos acercarán a sus actos para poderla definir. Acaso, ¿será esto posible? Y si el futuro inmediato de la danza contemporánea comenzó ayer, su identidad por venir es leíble en muchas de las producciones de hoy, en los modos en que son coreografiadas bajo nuestras palabras claves.

… continuará…

En portada: Consagración, de los coreógrafos franceses Christophe Beránger y Jonathan Pranlas para Danza Contemporánea de Cuba.

Foto Buby Bode.