Cuerpo domado, disciplinado, sometido vs. el pensamiento des/colonizado que danza (Quinto Stasimon)
Por Noel Bonilla-Chongo
La danza se puede pensar como crítica activa del estado silencioso de los cuerpos colonizados.
André Lepecki
Nuestro planteo vuelve sobre la idea del cuerpo como medio natural y expedito para experimentar aquel goce y dolor en la expresión de su corporeidad dancística, siendo actitud consciente de que tenemos un cuerpo y también muchos. Unos domados y sometidos bajo regímenes anatómicos, sexuales, raciales, somatotípicos, tecnificados; otros, más esquivos y antinómicos. Los hay como cuerpos sobre blanco y en blanco; como cuerpos en juego, creativos, presentes, abyectos, tumbo, desmilitarizados, descongojados, desarticulados, des-generados, desnaturalizados y hasta desleales e indisciplinados. Hay otros muy atractivos y honestos, escuálidos y regordetes, on line y fuera de línea. Desplazados y sitiados. Urbanos y rurales. Cortesanos y plebeyos. Restringidos y expandidos. Los híbridos: biónicos, semi-vivos, artificiales, manipulados, los transformados.
Igualmente están quienes se conciben como no-cuerpos, no-entidades. Sin olvidar esos que son objeto y sujeto. Los que están en guerra, en performance; los etéreos y los precarios, los imaginados, disidentes, emergentes, perturbados, erosionados, perforados, tatuados, fotografiados, mutilados, silenciados y parlantes. Cuerpos rabiosos. Cuerpos liminales, cuerpos sin duelo. Cuerpos dolidos, dolientes, indoloros. Los que están en movimiento, in action detenidos, ralentizados, motorizados y hasta mecanizados. Digitales y virtuales. Esos “weberizados”: bear, cub, chubby, daddy, chaser, musclebear, admirer y plus. Los reales e irreales, los utópicos, atópicos, ectópicos. Los que están vivos y los que no lo están. Todos y más, las y los innombrables. Y en esa pluralidad de posibles, los cuerpos producirán regímenes discursivos y prácticos igualmente divergentes y convergentes.
Y si nos detenemos en el cuerpo como medio y materia en la danza, y si nuestra cuestión por/sobre/en su disciplina, doma y sometimiento histórico-institucional, es un enigma aún por resolver, infinitamente sempiterno, valdría insistir: la certeza no nos acuerpa todavía. Será el intencionado compromiso con la investigación creativa, la mejor probeta y laboratorio de convite transdisciplinar irrenunciable del pensamiento des/colonizado que, al tiempo, revelará cuánta autenticidad hay en la danza cuando es capaz de develar al cuerpo, a los cuerpos, como posesión del que nada poseía. Proyecto para una danza que se piensa y se instala en el mundo como pensamiento-acción, proponiendo nuevos medios de activación crítica de la danza que se sabe y se concibe como acción cambiante (generativa, transformadora) en/sobre/desde el mundo.
Y ahí, en este escenario, los cuerpos encarnan los códigos y proponen sobre la superficie (el espacio blanco que aludiera José Antonio Sánchez, la estructura visual necesariamente efímera y performativa) que, en el decir de Patricia Cardona, acaricia la progresión de sus metamorfosis permanentes, como si manoseara el ritmo escénico orgánicamente desde la voluntad de avanzar hacia un objetivo. Esta progresión crecería en intensidad y alcanzaría un clímax: el cuerpo pide desenlace.
Para la bailarina, coreógrafa, artista corporal Gabriela Burdsall, el cuerpo es un generador de sensaciones, un campo misterioso que se contrae y se dilata. Existe en relación con otros, orgánicos o inanimados. La piel es la interfaz que captura, filtra, emite y pone a circular esos registros. El cuerpo se conecta con historias, herencias e interactúa con el presente y la naturaleza. Está compuesto de líquidos, olores, temperaturas y movimientos. Las distintas experiencias nos ayudan a explorar y a estar en resonancia con aquello que provoca movimiento, emoción, delirio y empatía. Las prácticas de movimiento facilitan la oportunidad de conectarnos e imaginar el cuerpo como lugar de lo posible.
Las reflexiones sobre mi cuerpo se activan también en diálogo con otras artistas. Estoy profundamente influenciada por el trabajo de Deborah Hay, Ivonne Rainer, Trisha Brown, Ana Mendieta, Alexandra Bachzetsis, Meg Stuart, Mette Ingvartsen y Chrysa Parkinson. Además, el pensamiento teórico de Donna Haraway y la experiencia directa en los procesos creativos de Lorna Burdsall y Naama Tsabar, me han ayudado a explorar territorios nuevos de mi corporalidad. Me inspira la manera en que estas mujeres comparten una atención a la política y ética del cuerpo, en relación a su identidad, el espacio, el sonido, el tiempo y el movimiento.
Mi cuerpo está atravesado por una multitud de influencias culturales y técnicas. El intercambio con artistas de otras disciplinas y la curiosidad con la que abordo cada proceso me ha permitido desarrollar una versatilidad como intérprete y creadora. Soy consecuencia de un ensamblaje democrático de múltiples estilos y experiencias, capaz de adaptarme en función de cada proyecto. La colaboración es siempre una oportunidad para re-descubrir mi práctica, y abrirla al aporte de otros artistas. En cada interacción aprendo a cohabitar con el otro y agrego nuevas experiencias e ideas técnicas.
Y tratando de buscar desenlaces, Cubaescena insiste y le pregunta a Gabriela si cree que la danza habla en suficiencia del cuerpo.
En la danza contemporánea existen muy distintas maneras de abordar la idea de cuerpo. De manera personal, me interesa la conversación sobre cuáles son entendidos como cuerpos para la danza. Creo que es necesario seguir insistiendo en que aparezcan cada vez cuerpos más diversos y queremos que la danza se convierta en un espacio para las historias de todos, más allá de los estándares que se han convertido en normas. No comparto que la idea de cuerpo se aborde desde el fetiche del cuerpo del bailarín, como si fuera un cuerpo fuera de las realidades políticas. La danza no debería ser patrimonio de un tipo estándar, sino ser un espacio abierto para la participación de cuerpos diversos.
La práctica de la danza me permite pensar mi realidad, sobre todo a partir de temas que no son esperados o aceptados en la vida cotidiana. Se trata de cómo el trabajo transforma la comprensión de nuestros cuerpos, en relación a otros cuerpos y cómo nos permite explorar alternativas sobre ellos. Me interesa desarrollar una sensación de hiper-presencia en cada proceso, lograr reconstruir mi subjetividad en condiciones de representación. Ser una bailarina profesional significa que no puedo imaginar mi cuerpo separado de mi práctica. El cuerpo no es un “ente” aparte, sino el medio y el fin de mi trabajo. Mi idea de cuerpo está conformada por una multiplicidad de consideraciones políticas, físicas y emocionales; mi trabajo como artista de la danza consiste en explorar esa idea compleja durante los procesos y el performance.
Me aproximo a la danza desde un enfoque artesanal, centrado en el oficio y en la idea de “pensar a través de la fabricación”. El acto de hacer es un acto de pensamiento sobre hábitos, coordinaciones corporales, estructuras y elementos estéticos. Mi objetivo es que la danza como disciplina sea capaz de exponer contextos y no sea solo un vehículo para expresar ideas abstractas. Una vez más, mi interés está en crear una imagen del presente en toda su complejidad, y no solo su simplificación decorativa.
¿Crees en otros escenarios posibles para la danza?
Mis escenarios no tienen límites. Las cambiantes circunstancias de mi vida hacen que valore todo tipo de espacio como un lugar posible para la creación. Me gusta pensar que están en donde me encuentro, en el presente y desafiando contextos usuales. Construir mis propios escenarios me aleja de lo contraproductivo que suele ser pensar la creación para un lugar específico.
Traslado mi práctica a donde quiera que voy, todo lugar puede convertirse en un contenedor de movimiento y sentido. El escenario se produce con lo que ocurre en él, ya sea en el teatro, en un estudio, en la sala de mi casa, en una acera, un parque o un espacio virtual. Me interesa la idea de “geografías experimentales” para referirse a la creación de nuevos espacios y modos de experimentación intervenidos y transformados por los artistas. Producir esos lugares no convencionales es imaginar escenarios como campo de posibilidad.
Cuando improviso me gusta introducir la idea de que construyo el espacio y soy el espacio. El movimiento emerge del impulso imaginario de ser ambos al mismo tiempo. Se trata de prestar atención a su composición, entender los contextos, lanzar preguntas, distinguir respuestas, rastrear, mapear, alinearme, desarrollar la visión periférica y permitir que la energía de mi cuerpo organice esos diseños en el espacio. En mis recientes creaciones he imaginado el escenario como un colaborador artístico, como un partner que me ayuda a componer.
Foto de portada: Café Stress, Gabriela Burdsall. Foto Adolfo Izquierdo.