Cuba y México. Un solo cuerpo sobre el escenario
Por Reinier del Pino Cejas
Un solo cuerpo, uno compacto, plural y en articulación perfecta a pesar de su composición diversa coronó el teatro Ferrocarrilero de la Ciudad de México por estos días. Una amalgama de talento y de color. Una voz en la que se fundieron discursos diferentes. Fue posible encontrar en la danza lo que une a Cuba y a México y en ese empeño estuvo NC Dance, el orgullo de las tablas artemiseñas.
Ya la compañía que dirige el bailarín, coreógrafo y vicepresidente de la Uneac en la provincia Jonnie Martínez Nieves, había dejado este año profundas huellas en el país azteca. Ya había cosechado los aplausos en la Feria Internacional Coatzacoalcos 2024, en Veracruz; también había compartido su arte en el XVII Encuentro Internacional de Danza Folklórica Más allá del agua, en Durango; había mostrado también su garra escénica en el Primer Festival Internacional Las Culturas del Mundo, en Puebla y Querétaro.
Sin embargo, para los cubanos era necesario llegar a otro nivel, superar ese fenómeno hermoso de unirse en el sentimiento y fusionarse en los cuerpos, en las destrezas y saberes con la provocación de las raíces capaces de trasladar a nuestros pueblos a un lugar común. Ese lugar común se vio en la escena del Ferrocarrilero en la noche del pasado 5 de julio.
Fue una suerte para los asistentes disfrutar del folclor mexicano más autóctono de Estados como Guerrero, Michoacán, Chiapas, Oaxaca, Chihuahua o Jalisco, en un abanico de movimientos e interpretaciones originarias. Una suerte también que el espectáculo dirigido por el destacado y talentoso maestro Miguel Ángel Pineda fuese la presentación al público de la Primera Compañía México-cubana en la que los locales y los criollos mostraron sus mejores galas en la ejecución del género bantú, la música guajira de la isla, los bailes populares cubanos y la fusión de ritmos como el pregón, la conga y la comparsa.
De La Habana a México fue el nombre seleccionado para la puesta, aunque la realidad trascendió estas pretensiones. De México al mundo se gritó desde el arte la capacidad de juntarse de los pueblos americanos, juntos indisolublemente en la génesis de nuestra cultura e identidad.
Los bailarines mexicanos bailaron al ritmo de la clave y los de la isla mostraron total dominio del zapateo. Dos horas de emociones compartidas con los asistentes que fueron pródigos en la ovación y que entendieron el privilegio de vivir el alumbramiento de esta singular compañía.
La capital cubana iluminó el escenario no solo en los danzantes. La propuesta visual de la serie La Habana que me han dado, La Habana que te dejo, de los artistas del lente Sonia Almaguer Darna y Denys San Jorge Rodríguez, fue una selección escenográfica más que acertada y consiguió la atmósfera que merecía el momento. Fue un espectáculo de mucha luz, un espectáculo para alimentar el alma y un golpe certero de dos culturas enjundiosas contra los intentos de colonización contemporánea.
Martínez Nieves agradeció al público visiblemente emocionado que estuvo atento al espectáculo de inicio a fin. Dijo que “los latinos nos conmovemos cuando miramos hacia adentro porque hay mucha historia en lo que somos y esa historia nos trajo hasta el presente. Sin esa historia no hay futuro posible”.
La factura de la puesta fue reconocida por Rachel García Heredia, presidenta del Consejo Nacional del Consejo de las Artes Escénicas de Cuba, Norma Rodríguez Derivet, Consejera Cultural de Cuba en México, también presente en el Ferrocarrilero, declaró sentir emoción y orgullo ante la propuesta de bailarines y coreógrafos. Las palmas esta vez fueron para el maestro Isaías Rojas, Yaselis Sánchez, Miguel Ángel Pineda y Jonnie Martínez Nieves. También para Alma Mexicana y NC Dance que lograron materializar en el escenario una fusión que hace tiempo lograron en el corazón de sus artistas.
Ante sucesos culturales como el espectáculo De La Habana a México y la creación de esta primera compañía danzaría que une a los dos países, recordamos al apóstol cuando declaraba que del Río Bravo a la Patagonia somos una sola nación. Una nación que, para suerte de la cultura americana y de su permanencia, es capaz de moverse como un solo cuerpo cuando son las raíces identitarias quienes convocan.
Foto Daniel Paniagua