Carlos Pérez Peña: «como caña al viento»
Hoy publicamos un merecido homenaje a uno de los actores trascendentales de la escena cubana, en su 85 cumpleaños
Carlos Pérez Peña, el impulso y el teatro
Este fin de semana asistí a la presentación de La excepción y la regla de Bertolt Brecht, por el grupo Impulso Teatro, dirigido por Linda Soriano. Fue la última puesta que creó el inolvidable Alexis Díaz de Villegas.
Estamos ante uno de los grupos de vanguardia de la escena cubana actual y La excepción…, confirma este criterio. El cuidado en la concepción del espectáculo, el rigor compositivo del mismo, la precisión y limpieza de las agrupaciones, la variedad visual, la música en vivo y su exacta integración a la historia narrada, nos hablan de un afán creador y una disciplina muy sólida.
La manera de contarnos la historia de un viaje de negocios por un desierto, donde el jefe de la caravana, impío explotador que es responsable de la muerte de un cargador, juzgado y absuelto de modo cínico por un juez vendido a intereses extrajudiciales. Protagonizada por el Premio Nacional de Teatro, Carlos Pérez Peña, como el explotador negociante, actor que con 85 años y en plena capacidad interpretativa, física e intelectual, nos brinda un mágico regalo de talento evidenciado en la emisión, dicción, fraseo y matización de los complejos textos, junto a un dominio corporal insólito en un intérprete de la tercera edad.
Actor capaz de transitar por variadas poéticas, géneros y estilos y poseedor de una definida y muy propia línea de actuación, Carlos es nuestro histrión más brechtiano, una dramaturgia que le es consustancial a su modo de entender la actuación. En su entrega de más de 60 años a la escena teatral ha dejado huellas, desde aquellos galancetes de Un sorbo de miel, Cándida o Un tranvía llamado deseo, Los entremeses japoneses, hasta su trayectoria en Teatro Escambra, y coronada por sus aportes en obras de Albio Paz y Rafael González; también sentó pautas al dirigir Un día en la plaza Roosvelt o Ensayo para siete.
La presencia de Carlos en el escenario honra al teatro todo y a la escena de la nación. La labor de altos quilates de Impulso Teatro se afirma, se profundiza, y representa uno de los pilares de alta cultura de nuestro país. Ellos son parte de las excepciones que corresponden al verdadero arte, con una pléyade de valiosos actores, algunos bien jóvenes, que respaldan los meritorios resultados del colectivo, como es el caso de Edel González Govea, de sobresalientes capacidades técnicas que denotan un mundo interno puesto al servicio de las tareas escénicas más riesgosas, emocionales y complejas. Nunca detengan el IMPULSO, muchachos.
Roberto Gacio
Querido Carlos: (1)
Llegué hoy a la casa a las ocho y veinticinco de la noche hecho borras, después de catorce horas en la cochiquera y a las ocho y veintiseis vi la noticia de tu Premio Nacional de Teatro, y me dio tanta alegría que, después de comer y bañarme, me puse a escribirte.
Creo sinceramente que es un justo reconocimiento a tu trayectoria artística, a tu entrega, a tu sencillez, a tu honestidad, pero para mí, y perdona que use un término tan mencionado en estos días, es un premio a la resistencia, y lo digo no pensando en los años del Escambray, al Período Especial, a todas las limitaciones que hemos pasado en todos estos últimos quince años.
Me refiero sobre todo a tu poder de resistir todas las presiones para dedicarte como un monje al teatro, a sabiendas que todo lo que hacías en el Escambray era más un freno a tu desarrollo artístico que “el medio ideal para la experimentación y el desarrollo de tus capacidades”.
Yo en estos veintiocho años junto a ti tengo pleno conocimiento de tu sencillez, y aunque a veces he pensado –más por celo que otra cosa– que tú no te has dado cuenta de lo que te admiro y aprecio, estoy convencido de que siempre fuiste justo conmigo y apreciaste los esfuerzos que en mi medida pude hacer para que el Grupo avanzara.
Te confieso que mi primer pensamiento al ver la nota fue para Maritza, pues me imaginé la alegría que ella habría recibido. Si algo existe (sabes que yo creo que no) en este momento ella estaría llorando de alegría y sintiéndose parte del Premio, y todos los que te queremos tenemos nuestro pedacito de él.
Felicidades y un abrazo y un beso para ti y Álvaro.
Te quiere,
Cheíto
- Cheíto fue administrador de Teatro Escambray. Tomado de la revista Tablas, Anuario 2009
Carlos, La excepción y la regla
Palabras de agradecimiento…
Carlos Pérez Peña
Ceremonia de entrega del Premio Nacional de Teatro 2009
ERA 1958, Y EN UN MOMENTO particularmente confuso de mi vida, fui al teatro por primera vez.
Recibí entonces la gracia de ver Viaje de un largo día hacia la noche, la monumental obra de O’Neill, en aquel montaje cuya importancia para el devenir del teatro cubano es de todos conocida.
No puedo decir que saliera disparado hacia alguna de las academias de actuación de la época; pero sí que de alguna manera secreta, aquel imborrable momento se sembró en mi espíritu para, pasado un año, definir un brusco y absoluto cambio en la ruta que supuestamente debía recorrer.
Para mí han sido verdaderos regalos de la vida aquellas circunstancias que, más tarde o más temprano, me hicieron conocer y disfrutar en y por el trabajo la amistad de Vicente Revuelta, Ernestina Linares, Helmo Hernández, Pedro Álvarez y Sergio Corrieri. Y debo repetir nombres que en estos días me han acosado; los de Modesto Centeno, Mario Rodríguez Alemán, Carucha y Pepe Camejo, Pepe Carril, Carlos Ruiz de la Tejera, José Antonio Rodríguez, Luis Alberto García, Rolando Ferrer, José Milián, Gilda Hernández, Elio Martín, Flora Lauten, Albio Paz, Pedro Rentería, Sergio González, Maritza Abrahantes, Rafael González, Eberto García Abreu, Omar Valiño, Carlitos Riverón, y muchos otros cuya memoria atesoro. Junto a ellos se fue haciendo carne lo que quizás haya llegado a ser mi divisa durante estos años.
Más allá de supuestas maestrías, relativas excelencias, variables cualidades, y también, cómo no, de la impronta de una educación jesuita, se ha ido conformando algo que responde a sustantivos peligrosos, o al menos un poco en desuso: el compromiso y el servicio
Sentido del compromiso y voluntad de servir como respuesta a la tentación de malgastar la vida. Compromiso y servicio como impulso hacia el protagonismo de la historia personal y social. Compromiso que puede ser humilde y sencillo, pero que asumido con perseverancia, resultaría en el hallazgo de nuestro propio sentido en la familia, la comunidad, el trabajo y también –impensable en mi caso– en las estructuras de decisión de la nación.
Y recuerdo a Eugenio Barba: no puede haber compromiso con mayúscula, si antes no lo cumplimos en las minúsculas; en los ambientes donde la nación deja de ser abstracta y sujeto de retórica, y se hace realidad; donde la sociedad es capaz de entretejer la progresiva creatividad de la persona humana.
Porque no puede haber un verdadero compromiso, sin una actitud activa y audaz en estos ambientes; sin el tránsito de la mera presencia a la animación –en el sentido de dar alma– de estos ambientes desdedentro, con fuerza renovadora.
Ambientes que en muchos casos ven sucumbir su propia dignidad, su sentido de pertenencia, su posibilidad de reconocerse y amarse en sí mismo y en los demás.
Jerzy Grotowski, en algunos de sus escritos relativos al trabajo y la misión del actor, señala que para que el acto sea posible, es imprescindible el contacto; ese momento inefable de comunicación y entrega entre nosotros, actores, y la persona, el individuo que junto a otros que también lo son, constituyen esa entelequia que llamamos público. La consecuencia con ese organismo, que es la vez contenedor y germen, matriz y espejo, nos permitirá seguir siendo, aun cuando cada vez más el mundo se concentre en su ombligo y agreda su propia esencia.
Hoy y para siempre, agradezco el honor de compartir este premio con la nómina impresionante de los que me anteceden, y sobre todo, lleno de esperanza, con los que están por venir.
Como me cuesta trabajo terminar con coherencia y, ya que por aquí ha estado dando vueltas la poesía, permítanme cerrar con otro texto de Eliseo Diego:
Estás en medio de la luz.
Enfrente se abre el enorme golfo de
tinieblas
donde hay sin dudas alguien que te
acecha
con sus mil ojos ávidos;
a veces lo oirás toser, reír como a
hurtadillas,
estornudar quizás, estremecerse,
nunca lo vas realmente a ver.
Inclínate pues, como caña al viento,
pero cuida bien el dibujo de la curva.
Todo es arte al fin.
En portada: El talmud de Babilonia, Impulso Teatro. Foto Buby Bode.