Balmaseda, Claxton y Benavides, tres figuras del teatro y de las cámaras
Por Valia Valdés
Tres figuras del teatro y de las cámaras, Mario Balmaseda, Samuel Claxton y Miguel Benavides coincidieron en tiempo y espacio hasta convertirse en personalidades queridas de la escena cubana.
Los tres comenzaron en los años 60, desplegando una intensa labor en teatro, cine y a partir de los 80, en la televisión. Sus vidas personales, llenas de detalles interesantes han sido casi desconocidas, opacadas por la trascendencia de sus personajes, algunos de carácter histórico e inolvidables para muchos de nosotros.
De Mario sabemos que creció cercano al arte gracias a su madre, la cual fue declamadora en el Circo Santos y Artigas. De su mano se hizo habitual al cine, conoció el mundo del cabaret por su padrastro abogado, estuvo en una academia militar y también estudió en la escuela de Artes y Oficios, trabajando en el cabaret Monmatre hasta 1959. Después de esa fecha, su familia abandona el país. Balmaseda decide quedarse en Cuba, asumir la vida revolucionaria y consolidar su formación intelectual como lector incansable e incorporándose al seminario de dramaturgia.
Además de su experiencia como asistente de dirección en la Brigada Obrero Campesina y la Brigada Covarrubias, trabajó como actor aficionado vinculándose al Conjunto Dramático y posteriormente al Grupo de Ensayo Ocuje donde coincidiría con Samuel Claxton y Miguel Benavides, bajo la dirección de Roberto Blanco.
Sin dudas, estudiar dramaturgia en la República Democrática Alemana perfilaría las bases de su carrera como director.
Como integrante del Teatro Político Bertold Bretch, agrupación que llegaría a dirigir, alcanzó extraordinarias actuaciones llenas de inteligencia y ductilidad, tanto en el Carrillón del Kremlin como en La Panadería. Al asumir la dirección de Andoba convierte este texto, en un suceso inolvidable de nuestras tablas.
Recuerdo de niña, verlo entrar al salón de ensayos del Teatro Político y sentir el silencio que en señal de respeto mostraban los actores. Su rectitud iba acompañada de rigor y conocimiento.
Más tarde actúa, dirigido por Eugenio Hernández Espinosa en Mi socio Manolo y Suchel. La amistad surgida entre ambos en el seminario de dramaturgia, se perpetuaría en el escenario.
Su carrera en el cine y la televisión es bien conocida, haciendo de él, un actor con altos índices de popularidad, respeto y reconocimientos. Ser Premio Nacional de Teatro, Televisión y Cine, resume años de trabajo excelente en esos medios a los que dedicó sus múltiples talentos.
Samuel Claxton, descendiente de emigrados de la isla caribeña de Saint Kitts y Nevis, nació en Camagüey, pero creció en Guantánamo, siendo el menor de 9 hermanos. Sólo con educación primaria se unió a la Cruz Roja, y tras graduarse como sanitario en la Habana, vuelve a su tierra para retornar a la capital un año después, decidido a comenzar su vida artística.
Con la osadía que siempre lo ha caracterizado hace una prueba, afirmando ser actor, en el grupo Prometeo, dirigido por Francisco Morín y es aceptado. Tiempo después participa en su primera película El encuentro.
Es llamado al servicio militar y crea un grupo musical al que nombró “Los de Claxton”. Allí aprende a tocar varios instrumentos musicales de manera autodidacta, cantaba, hacia magia y bailaba, su ambición: Ser un showman
Al terminar ese período, se incorpora al grupo Taller dramático donde enfrenta su prueba de fuego al protagonizar Maria Antonia. Su vida profesional se inserta en una espiral de intenso trabajo, tanto en teatro como en cine. Integra Teatro de Ensayo Ocuje y más tarde el Teatro Político Bertold Brecht.
Resultan numerosas las películas en las que ha participado, tanto nacionales como coproducidas y con frecuencia presentadas en festivales internacionales. Recuerda Rancheador con especial cariño, pues coincidir con Reynaldo Miravalles le aportó muchísimo, La última cena, es señalada por él como la más difícil.
La popularidad le llegó con la película En 3 y 2 y su actuación en televisión lo convirtió en una cara familiar a todos los cubanos. Reconoce el cine como el medio de mayores exigencias técnicas, aunque se identifica como actor empírico.
Sin dudas ,haber trabajado en más de 70 obras y cerca de 50 películas, con Roberto Blanco, Tomás Gutiérrez Alea y otros muchos directores experimentados, además de coincidir con talentosos actores, contribuyó a gestar esos personales recursos que matizaron sus actuaciones de sinceridad e intensas emociones, haciéndolo merecedor de la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio de Actuación secundaria en el Festival de Teatro de Camagüey 1983 por su Boca Chula, en la obra Santa Camila de la Habana Vieja, dirigida por Armando Suarez del Villar.
Su trayectoria, hace de él, una figura imprescindible a la hora de contar la historia de los actores no académicos, pero de notables resultados.
Miguel Benavides tuvo un padre peculiar, les dió a sus tres hijos el mismo nombre, el suyo, por lo cual sus tres hijos varones se llamaron Miguel Primero, Miguel Segundo y Miguel Tercero. Casi parecieran personajes de Cien años de soledad. Posteriormente los hermanos lograron tener un segundo nombre que los individualizaría, gracias a lo cual, el conocido actor dejó de ser “Miguel Segundo”, para convertirse en Miguel Orestes.
En el período de la dictadura batistiana, su familia estuvo vinculada estrechamente al Movimiento 26 de Julio en Manzanillo por lo que el doctor Benavides padre, envía al joven estudiante de medicina, años después devenido actor, a estudiar a España. Al triunfo de la revolución, el muchacho regresa a continuar sus estudios en Cuba. Ya en la Habana se vincula al Coro Polifónico Nacional. Su debut en el cine se produce en 1962 en Crónica cubana, dirigido por Ugo Ulive. A partir de esta película, suma títulos importantes a su carrera, tales como: La primera carga al machete, La odisea del general José, Patakín, El otro Francisco, filme que lo haría merecedor del premio de actuación masculina del 9no Festival de cine de Moscú, galardón extraordinario, de gran significación. También intervino en Placido, Retrato de Teresa, Cecilia Valdés, entre muchas otras.
Su carrera en el teatro comienza, tras tímidos intentos, bajo las órdenes de Roberto Blanco y se destaca en Maria Antonia en 1967, Ocuje dice a Martí y Divinas Palabras. Sumaría otras experiencias en puestas como La Chacota, La piedra de Elliot y La Celestina.
Años después, como miembro de Teatro Caribeño participa en Calixta Comité y El León y la Joya, dos creaciones trascendentes en el teatro de Eugenio Hernández Espinosa, el cual recuerda al actor por su estricta disciplina y atinado criterio en el debate creativo.
En sus años maduros, como integrante de la Compañía Rita Montaner, integró los elencos de Fiesta brava y Réquiem por Yarini dirigido por Gerardo Fulleda León. Medico actor- actor médico, fue una dualidad que sostuvo por muchos años, resultando ganador el escenario.
En su provincia natal, Granma, un premio de actuación lleva su nombre con el propósito de reconocer las mejores interpretaciones de los actores menores de 35 años. Allá regresó a descansar nuestro Miguel en sus últimos años, aquejado de una mortal enfermedad.
Son inolvidables el cariño con que trataba a los jóvenes actores, su labor pedagógica tanto en Manzanillo como en el Instituto Superior Enrique José Varona, el porte elegante, la voz y ese duende que siempre lo acompañó como un actor muy productivo, con un alto nivel de entrega, nunca conforme con la medianía y siempre aspirando al máximo resultado, lo recuerdan sus directores.
¡Qué tres intérpretes, distinguidos por la pasión y la tenacidad!, tanto en el teatro como en el audiovisual.! ¡Qué carisma, fuerza y presencia!
Gracias por todo, ACTORES.