«Bailarín»: puente oportuno entre danza y fotografía en el Mes de la Cultura Francesa en Cuba 2023
Por Noel Bonilla-Chongo
Desde el año 2015 se celebra el Mes de la Cultura Francesa en Cuba. Ahora, para la séptima edición y como reafirmación de los puentes solidarios y cooperativos tejidos entre Francia y Cuba, del 10 de mayo al 4 de junio, tendremos la excepcional oportunidad de acercarnos a varias expresiones artísticas resultantes de proyectos de intercambios generados desde tiempos preliminares.
De este modo, regresa a La Habana el coreógrafo franco-colombiano Alexi Marimón, con la compañía Rosario Cárdenas, esta vez ha sido Bailarín, el pretexto. Bailarín (proyecto, exposición fotográfica, pieza coreográfica) resume un cúmulo de buenas razones, de empeños cabales, de puestas en juego: en visión, en cuerpo y en espacio. En el adentro y en el afuera del cuerpo apresado, tanto en la foto como en la danza, parecería que la imagen nos permite una y muchas lecturas a través de lo danzado y lo danzable. Legítima ecuación de bienvenida a la fotografía, ella y la danza conviven en el escenario para materializar la expansión del hecho corpográfico. Poética del cuerpo y poética del espacio se concretan en la imagen, en el ritmo, en la composición y derivas del discurso foto-corpo-gráfico. En él, el encuadre es vector elocuente, al develar al lector-espectador aquello que el cuerpo bailante hace mientras “no baila”, o sea, en el aquí y el ahora de lo aparentemente “fijo”.
Bailarín, se gestó durante el atasco pandémico y tras las fracturas generadas ante los aislamientos forzados y precavidos que distanciaron a los cuerpos danzantes. De ahí que, amplificar las locaciones de la sede principal de la Alianza Francesa de La Habana (espacio de acogida del proyecto), en su Palacio de Prado para redimensionar la arquitectura del cuerpo, de su mirada, tensión, impulso, actitud y susurro congelados, expandiera la aprehensión de este proyecto. Sí, nos deja olvidar el set, el escenario, el enclave donde mora ese cuerpo fotografiado y coreografiado para aprehender que la atención perfora la cuarta pared y el mirar del lector-espectador como quien se adentra y vive en los porqués de Bailarín. Y es que hay en el conglomerado del proyecto, la sana vocación transformada del arrebato y la desesperación que provoca subvertir tiempo y espacio al descubrir o presentir cada impulso, cada acento, cada salto o pose, al cambiar lo aparencial de la forma que sujeta se inserta en lo singular de la intención como imagen de todo lo posible.
Alexi Marimón, creador que ya había compartido con el público habanero su versión de Comala, inspiración danzada del realismo mágico de Juan Rulfo en su mítica novela Pedro Páramo, regresa al trabajo con la compañía Rosario Cárdenas, para hacer confluir líneas, texturas, presencias concurrentes entre las fotografías colgadas en la pared del Palacio con la coreografía bailada en el patio de la casona de Prado. Y es que, entre las alianzas y posibles discordias, en Bailarín gravita el cuerpo como eje, como puente oportuno entre danza y fotografía, entre cuerpo y su espacio.
Como bien ha dicho uno de los creadores del ballet moderno, el coreógrafo francés Maurice Béjart:
vivimos en el espacio, nos proyectamos en él y lo habitamos para que exista a través de las cosas. Y ahí, las expresiones artísticas nos permiten esculpir el espacio que nos rodea, estructurarlo y vivirlo con esas huellas que el tiempo retiene en sus mejores permanencias.
Entonces, no cabe dudas de que sólo con una inversión profunda sobre los sistemas significantes que participan en el entramado del arte y la cultura hoy, en sus reclamos como reafirmación de nuestras ganancias y conquistas, es que esas verdades secretas, sumergidas o, sencillamente explícitas en el acontecer cotidiano de la danza, nos permitirá seguir fraguando un nexo relacionante con lo más distintivo de la cultura francesa.
Significativo ha sido en esta propuesta de lanzamiento de la amplia agenda de programación del Mes de la Cultura Francesa en Cuba 2023, que fueran creadores hombres quienes rindieran homenaje al titular “Mujeres en mayúsculas” que caracteriza esta séptima edición. Ellos: Marc Sagaert, curador y gestor del proyecto; Arnol Sthal, fotógrafo; Alexi Marimón, coreógrafo, los seis bailarines del performance, el flautista y los cuerpos masculinos fotografiados en las quince fotos de la muestra, se unen al propósito mayor anunciado por el señor Laurent Burin des Roziers, embajador de Francia en Cuba. Como canto a la inclusión, a la protección de los entornos medio ambientales, a cuestiones principales de identidad de género, Bailarín fue también pretexto convocante, antesala de los días por venir.
Bailarín (proyecto, exposición fotográfica, pieza coreográfica) logra sintetizar la potencialidad de un cuerpo que se devela en la medida que reafirma su presencia, su ser transformador, generador de emanaciones. Quizás en la sutileza de su narratividad no aparente se guarece una noción de situacionalidad, de cuerpo situado, de espacio explayado. Tal vez, a partir del movimiento, del juego de los cuerpos, de la resignificación en el uso de los objetos (máscaras, tejidos), de la propia sonoridad directa y la mediada, vuelve el cuerpo a mostrar, glorificar las pulsiones, las pasiones, queriendo penetrar en una ceremonia de entrega y participación. Ceremonial para la duda y la certeza, la forma y el concepto, el movimiento y lo estático, el individuo y la masa, el acompañamiento y la complicidad. Ceremonia que presenta a un cuerpo contemporáneo y, a la vez, arcaico. Con Bailarín, en su rara alquimia para inquietar, seducir, desconcertar y provocar, para atraer y amar, se ha dado la bienvenida a esta bella programación del Mes de la Cultura Francesa en Cuba 2023. Sigamos atentos.
Foto de portada: Xiomara Guilarte