Alma del teatro en Caracas
Por Omar Valiño
Fui testigo en Caracas del acompañamiento creciente del público al debut del Festival Internacional de Teatro Progresista Venezuela 2022. Del fervor del gremio teatral del país por el reencuentro después de crisis y pandemia. También del feliz asombro de teatreros de tres continentes por la certeza de un espacio de ideas compartidas. Vértices de un triángulo equilátero del éxito de la cita.
Grupos insoslayables de la escena latinoamericana, como La Candelaria, de Colombia; Guachipilín, de Nicaragua; junto a otros de mucha importancia en las últimas décadas, como Kiknteatr, de Bolivia, animaron desde las tablas un diálogo con agrupaciones más recientes, del mundo y de Venezuela.
De los anfitriones, entre lo que pude ver en un festival inabarcable, destaco Reverón, el grito de la luz, buen retrato del célebre artista plástico venezolano Armando Reverón, desde el unipersonal de Germán Ramos, con dirección de Roberto Valecillos/Compañía del Estado Yaracuy, y This is Salem, de Teatro de la Penumbra, una deconstrucción con mucha energía a partir de Las brujas de Salem, de Miller, puesta de Andreina Polidor.
Bertolt Brecht, universal y vigente, sirvió de puente entre los segmentos de programación. Nacional la producción con que se inauguró el evento, Contra la miseria, con pasajes de célebres obras del gran poeta alemán, bajo la dirección de Jericó Montilla y con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas. Internacional la potente puesta cubana, de Alexis Díaz de Villegas, Balada del pobre BB, de Impulso Teatro. A las indagaciones brechtianas podemos asociar también la coral Ensayo contra el miedo, escrita y dirigida por Federico Polleri, de los marplatenses de La Rosa de Cobre, así como Fábula del topo, el murciélago y la musaraña de los canarios de Delirium Teatro, un viaje documental al interior de la represión franquista en Canarias, con dirección de Severiano García Noda.
De Cuba, fue hermosa la presencia de colectivos de diferentes puntos de la Isla. Rindieron excelentes faenas por varios estados y la capital, el mencionado Balada…, de La Habana;Una niña con alas, de Teatro de Las Estaciones, de Matanzas, dirección de Rubén Darío Salazar; y L’tam qui pasé, de Ury Rodríguez, de Teatro La Barca, de Guantánamo.
Inolvidables los espectáculos Fernando González. Velada metafísica, clásica puesta de Cristóbal Peláez con su Matacandelas, de Colombia, turbión del ácido e imantador pensamiento del poeta y filósofo antioqueño. Mendoza, de Los Colochos, de México. Sangre azteca convertida en tinta escénica para reescribir el Macbeth, conseguido alarde de Antonio Zúñiga y Juan Carrillo. Pundonor, de El Patrón Vázquez, de Argentina. Texto y actuación de Andrea Garrote, quien codirige junto a Rafael Spregelburg. Desafiante reto el de concretar en instancia teatral las ideas de Michel Focault a través de un brillante paralelismo.
Punto y aparte para Ser humana, producción de Uruguay sobre la pionera del sicoanálisis Sabina Spielrein, escrita y actuada por Angie Oña con dirección de Freddy González, porque al cumplir las añejas funciones del teatro en presente, nos devuelve en todo su esplendor el arte teatral. Un espectáculo para amar, al que quiero ver como dibujo del alma hermosa de este festival en Caracas.
En portada: Collage con diferentes espectáculos del Festival. Tomada del periódico Granma.