Alfredo O´Farrill Pacheco. Un hombre lleno de experiencias
Por Cheila Marrupe
Se habla poco de Alfredo O’Farrill Pacheco, personalidad de la danza folclórica, bailarín, coreógrafo y maestro de maestros, conocido en el medio artístico por Papá Shangó. O’Farrill fue primer bailarín del Conjunto Folklórico Nacional y, actualmente, es el Jefe del Departamento de Danza Folclórica de Facultad de Arte Danzario de la Universidad de las Artes (ISA). Como muchos estudiantes de la Facultad he tenido el placer de recibir sus clases en el famoso tabloncillo El Tambor. Hoy me honra con un poco de su tiempo para compartir algunas de sus experiencias de vida.
¿En qué contexto de su vida personal decide optar por formar parte del Conjunto Folklórico?
Entré al Folklórico porque había salido del plan de beca. Vine de la alfabetización y, automáticamente por una petición de Fidel Castro a los jóvenes estudiantes, ingresé en el plan de beca. Cogí cualquier beca y empecé a estudiar. En la alfabetización pasé la secundaria y me faltaba lo que se llamaba, en ese momento, el Bachillerato. Así fue que el Bachillerato lo hice becado en Tarará. Luego me pasaron para Miramar hasta que decidí estudiar en la calle. Entonces, conocí del mismo barrio a dos muchachas, una se llama Julia Fernández y la otra Alicia Santos, la pobre ya desaparecida. Ellas estaban en un grupo de aficionado y Johannes García (el director de la compañía JJ) y yo, por seguirle la rima, decidimos ir para el grupo de aficionados. Cuando nos vieron el tamaño y las condiciones, nos incluyeron en el grupo de aficionados de ellas que se llamaba El Nuevo Teatro de Danza, era un grupo apadrinado por el Conjunto Folklórico Nacional.
Empezamos a bailar lo que viniera, al parecer éramos bastante inteligentes y empezamos a coger las coreografías, los montajes, las clases. Por suerte para nosotros, te digo suerte porque pasé en el Conjunto Folklórico 30 años y alcancé la categoría de primer bailarín…; por suerte en ese tiempo que estábamos en el grupo del Nuevo Teatro de Danza, se hace una convocatoria para el Folklórico Nacional y nos metimos.
Había 365 personas en esa prueba, fueron tres días y resulta que entramos 16 personas, bueno hay uno que no pudo entrar porque le cortaron una pierna en el servicio militar por un tiro que se le fue; el otro se fue del país, la otra no quiso seguir en la rutina esa de los ensayos, y nos quedamos creo que 11 o 12.
Empezamos a ensayar con Rodolfo Reyes, Lázaro Ross, toda esa generación de portadores como se les dice; todos fueron compañeros míos de trabajos. Aprendí mucho porque conocí a un señor con el cual hice una fuerte amistad que se llamó Jesús Pérez Puente. Era uno de los percusionistas más grande que había dentro del mundo religioso y me llegó a querer como un hijo, yo lo llegué a querer como un padre.
La amistad con Jesús me abrió las puertas del mundo religioso, aunque en aquel tiempo yo no era religioso, pero las personas me veían con Jesús y hablaban delante de mí cuestiones religiosas y le hacían preguntas a Jesús porque era un sabio, una biblia. Jesús me decía lo que se habla aquí se queda aquí; con él aprendí a tocar tambores Bata, las historia de los orishas, de religión, del diablo. En el Conjunto empecé bailando como cuerpo de baile en las coreografías de Oggún, hasta que me hice solista de Oggún, parece que tenía condiciones.
Estando en el Folkclórico tuve la suerte de que llegara como director artístico Santiago Alfonso; él nos sustituyó los pantalones de mezclilla que usábamos para los calentamientos por las mallas y los leotards. Hubo personas que se fueron por este motivo, pero la mayoría se adaptó y comenzamos hacer estiramientos con Santiago, cuestiones básicas de la Técnica Moderna.
Hoy me doy cuenta de que él vio en un grupo de nosotros condiciones físicas naturales; en aquel momento tener condiciones era tener elasticidad. Nos citó a un grupo de nosotros al Teatro Nacional, al noveno piso donde había un gran salón y comenzamos a dar clases. Ahí conocí a Ramiro Guerra, Alberto Alonso, Sonia Calero, Clara Carrasco, entre otros; todas esas grandes personalidades de las técnicas clásica y moderna que nos impartieron clases. El maestro Santiago fue el que me metió el bichito de la técnica clásica y la moderna, cosa que le agradezco con el alma, toda la vida. Hoy me doy cuenta que me hizo profesional de la danza; fue él quien me puso de solista de Shangó y lo trabajé al máximo, según la gente uno de los orishas mejores interpretado por mí, aunque Johannes lo bailó muy bien.
Santiago Alfonso no solo me convirtió en un profesional y me enseñó de danza, me enseñó lo que es la disciplina, el tesón, la práctica, los ensayos, el amor con que uno se acerca a la danza; todas las cosas que necesita un bailarín; fue un profesor duro en su momento, pero sé que lo hizo con mucho amor para que nosotros fuéramos alguien.
Si tuviera que reflexionar sobre su recorrido como bailarín dentro de la compañía. ¿Cómo sería?
Te diría que hubiera hecho lo mismo quizás con algunos detallitos, más interés en algunas cosas como en el momento de entrar a la compañía, porque entré como por entrar, luego le fui tomando cariño y el Conjunto me atrapó. La danza folclórica me atrapó por una cuestión para mí importante; como me era tan difícil tenía que estar practicando y practicando, eso hizo que le cogiera cariño, amor y que dijera: “tengo que aprenderla porque me da la gana, porque tengo que hacerlo, si otras personas lo han hecho por qué yo no”. Además, veía a los portadores que no tenían la técnica que teníamos nosotros ni las condiciones y lo bailaban muy bien; entonces, yo tenía que bailarlo como era y eso me atrapó. Aprendí también diseño de luces con los hermanos Macedas.
¿Con cuales intérpretes de su generación se identifica más?
Bueno hay varias personas, con relación a la danza, Jonhannes García es una. Hay otros con los que también me identifiqué que no están en el Folklórico, uno que no pudo entrar, se llama Andrés Piñeira, es una de las personas que me enseñó mucho desde el punto de vista personal y aprendí mucho viéndolo bailar de aficionado.
¿En qué etapa de su vida comienza su vocación de pedagogo? ¿Cuáles maestros influyeron en su manera de ejercer la docencia?
Mi vocación de pedagogo comenzó con Santiago Alfonso, fue quien con su forma de hacer y de enseñar me metió el bichito ese de educar; no te voy a decir ahora las cosas que Santiago no hizo, conmigo no tuvo errores, porque hay gente que dicen “los errores de Santiago”, para mí no tuvo errores en la enseñanza, al contrario, me lo dio todo, lo que yo sé, la forma en la que yo doy clase y ese estilo que a los alumnos le gusta mucho, eso me lo dio Santiago.
¿Por qué decidió que la docencia debía formar parte de su vida?
Primeramente, me encantó la danza folclórica, segundo me la enseñaron y la aprendí bien, tercero porque quería que a los muchachos que le interesara la danza folclórica, la bailaran como debía ser.
¿Cómo describe la enseñanza de la Danza Folclórica en Cuba, desde sus inicios hasta la actualidad?
La enseñanza de la danza folclórica en sus inicios tenía como primer momento el aprendizaje, un segundo momento de desarrollo, y un tercer momento de creatividad, pero le faltó un momento. Pasó mucho tiempo y ahora creo que se volvió a despertar con los proyectos que vi hace poco de Leiván García y Yandro Calderón. A la danza folclórica le faltó el momento que ellos están comenzando ahora, el de la contemporaneidad. La danza folclórica se estaba manteniendo estática e, indiscutiblemente, la danza folclórica evoluciona con la sociedad, pero el Conjunto Folklórico llegó un momento que la mantuvo estática y, si esos muchachos no llegan a hacer lo que están haciendo, se hubiera convertido en una pieza museable e iba a formar parte de un folclor histórico.
Todos estamos claros sobre las bases que se formó el Conjunto: desentrañar lo que el pueblo había creado. Ya Yoruba, Congo, todo eso ya se sabe, el pueblo lo conoce por el Folklórico. Hay otras manifestaciones folclóricas en las que el Conjunto no se ha metido todavía y se están perdiendo porque los portadores se están poniendo viejos. Hay que desentrañarlas para enseñárselas al pueblo. Por ejemplo, la danza del Maní se ha perdido. Hay muchas manifestaciones folclóricas de raíz africana que el Conjunto no se ha dedicado a desenterrarlas, pero hace falta desenterrar eso para enseñárselo al pueblo para después desarrollarlas. Lo que no se puedes es inventar sobre lo que no se sabe.
Una cosa muy importante, el Conjunto Folklórico Nacional (y esto no está relacionado con la pregunta pero es importante decirlo), ha perdido los clásicos de sus inicios, sus coreografías más representativas creo debe recuperarlas porque los clásicos dan un punto de partida. Pones los clásicos en un momento determinado, en una temporada en el teatro: Yoruba, Congo, Rumba y Comparsa. Es donde las personas ven y dicen de ahí comienza la investigación que hizo Leiván García para su obra Bara. Todo el mundo está haciendo Eleggua como se lo imagina y el Conjunto debe tener Eleggua como lo concibió Rodolfo, ese hay que cuidarlo porque de ese sale este que es el desarrollo y de esa forma de bailar Shangó sale esta que se está haciendo ahora. En la medida que vas desentrañando y vas enseñando, puedes ir creando cosas.
Tomado del Blog Danzología Cuba / Foto Julia Von Oy