I want vivir
La obra I want, puesta en escena de la dramaturga y actriz María Laura Germán, se presenta este viernes 24 de marzo, a las 7:00 pm, en Habana Espacios Creativos, como parte de la Feria de las Artes Teatrales en la Nave
Por Rubén Darío Salazar
Ir al teatro, sea hecho en la calle, un espacio escénico o una casa, sigue siendo una opción apegada a lo humano, alejada de los visionajes en solitario frente a la pequeña pantalla de un telefono móvil, una tablet o una computadora. El teatro son las energías fluyendo entre varias personas en tiempo real, con olores, sonidos, respiraciones y sensaciones compartidas.
En el siglo pasado, y en este, ya vi teatro representado en una casa, lo mismo en Cuba que en el extranjero. ¿Qué puede hacer diferente a I want, la propuesta casera de un grupo de jóvenes teatristas millennials nacidos en la isla? Es una pregunta que me hubiera encantado hacerles a los espectadores presentes en la función nocturna del domingo cinco de marzo, en una casa en construcción de la calle Daoíz (calle titiritera de raíz), entre Santa Teresa y Zaragoza, en Matanzas.
Había de todo, personas Baby Boomer, como yo, de la Generación X, Millennials, por supuesto, y de la Generación Z o Centennials. En un ejercicio de imaginación teatral (no puedo evitarlo) puedo abstraerme e inventar una respuesta para cada uno de los entes sentados en cojines, cajas y asientos frente a las actrices Arlettis Cazorla y Sonia María Cobos.
En esa disociación, lo primero que sucedería es que constaría que no hay diferencias entre la pasión de ayer por la escena y la de hoy. Imaginar, producir, estrenar y poner a vivir una puesta en escena en este ahora caótico, tiene que ver con la utopía de los juglares de antaño, a la que se suma un discurso contemporáneo entre artesanal, liberador y cuasi independiente.
Las muchachas y los muchachos de I want (incluyo a todos, desde el diseño escénico y gráfico, coréografo, carpintero, costurera, asistente, productores y todo tipo de colaboradores), me recuerdan los conciliábulos de la familia de Moliere, en Francia, los Gutiérrez Caba, en España, o de los Revuelta y los Camejo en nuestro país. Cada linaje intentando comunicarse con los de su tiempo, sean de la generación que sean, pues mientras haya algo que advertir, exponer, contender, reparar o señalar, el teatro estará siendo útil, necesario y disfrutable, como los es I want, de punta a cabo.
I want habla de frustraciones y rebeldías. Desde el mundo y otra época (Los niños Dorothy, Peter y Pippa son personajes nacidos en Estados Unidos, Inglaterra y Suecia, en el siglo pasado), se habla con la realidad nacional. Lo mismo exponen desafíos que preocupaciones, amores, tristezas, alegrías y soledades.
Lo que más me atrae, es que parte de las muchachas del equipo (trabajan en Teatro de Las Estaciones), de los muchachos no tengo mucha información; son nacidas en hogares armónicos, que hasta hoy vigilan por ellas y están a la mano en el momento necesario, lo cual no es lo común. Sin embargo, realizan el peliagudo viaje a asuntos que remueven a la sociedad, que estremecen al teatro, ese arte que pone en el microscopio tantísimas cosas.
Palabras en inglés, artefactos tecnológicos, un móvil, luces led, efectos ópticos, canciones de ayer y de hoy, son una bisagra con los juguetes, las maquetas y teatrinos de papel, pequeñas casas y altares que reciben la catarsis de los personajes escritos y dirigidos por María Laura Germán Aguiar (recuerden ese nombre para hoy y para mañana). Una limpieza que salta de las redes sociales para alojarse en nuestro pecho, una purga que habla de diversidad y globalización.
I want es un espectáculo impaciente, no busca la ansiada perfección exterior que a veces no sirve para nada, sino la interna. En esa búsqueda, aún sin yo pertenecer al segmento etario para el cual se pensó el montaje, hay cosas que me hablan de sacrificio y trabajo, de generosidad y valores. Eso, lejos de ponerme nostálgico, me vuelve optimista. Una sensación que, en estos momentos de virtualidad brutal, despues de la pandemia vivida a nivel mundial, me reconcilia conmigo mismo, con mis deseos de vivir y el de los demás.
Fotos Sergio Jesús Martínez