Osvaldo Doimeadiós: Al teatro y al humor les hacen falta nuevas voces
Autor: Frank Padrón
Sin duda figura entre los actores y humoristas más populares de Cuba. Es sinónimo de simpatía y talento, dos ingredientes que suman, si se les adiciona esfuerzo y capacidad de trabajo, un nombre: Osvaldo Doimeadiós, quien, sin embargo, se multiplica en otros, llamados Margot, Feliciano o alguien que además de encarar papeles cómicos y serios, asume otro no menos difícil: el de director. Al polifacético hombre de teatro, cine, TV y radio, se hace esta entrevista.
Mucho antes de que el transformismo como arte legítimo tomara fuerza en Cuba tú fuiste pionero con personajes como Feliciano y sobre todo Margot, ¿qué dirías sobre esas experiencias?
En 1987 empecé regularmente a hacer humor con mi grupo Salamanca y era algo común en nuestra práctica incorporar al repertorio una galería de personajes femeninos y que no solo interpretaba yo, otros actores también, así que desde el principio fue algo natural, lo veíamos sin ningún prejuicio. Luego en los años noventa vino el boom del transformismo. Sé lo difícil que fue para algunos conquistar ese espacio, que en nuestro caso ya teníamos en el teatro y luego con Margot en TV en un espacio como Sabadazo.
Se te reconoce un actor múltiple, y papeles elogiados como el de la reciente Mi propia guerra así lo confirman, sin embargo, muchos en el público de solo aparecer en un teatro ya sonríen. ¿Hasta qué punto ha marcado el comediante y primado sobre otros registros histriónicos?
Efectivamente, aunque aparezca interpretando un personaje en la cuerda más dramática las personas por lo general esbozan una sonrisa, es algo que siento más en el teatro porque tengo al público más cerca. De alguna manera eso compensa la entrada, pero me obliga a lanzarme más a fondo en el trazado del personaje. Creo que con el tiempo me he ido reconciliando con eso, que admito al principio me molestaba un poco, pero al fin y al cabo esa —llamémosla presencia histriónica— es algo que forma parte de mi equipaje personal.
Diriges, y además de espectáculos musicales recitales de cantantes notables lo has ensayado en teatro, con unipersonales que también te pertenecen como escritor, en el caso del recordado Aquicualquier@ o puestas complejas como la exitosa Oficio de Isla, ¿qué puedes comentar sobre ello?
A la dirección llegué por la dirección de actores, y por necesidad. Aunque no me quiero desligar de la actuación, que sigue siendo mi vocación mayor, cada día me involucro en nuevos trabajos de dirección. Me gusta trabajar y creo en el valor de todos los géneros, no los discrimino, por ello no pongo reparos en los espectáculos musicales, los conciertos, los de humor, los dramáticos y los que combinen todos esos ingredientes. Cada uno es un reto y un juego diferente.
Andrea sigue tus pasos como actriz e incluso como dramaturga. ¿Crees entonces que hija de gato caza ratón?
La genética hace su parte sin lugar a dudas y el entorno influye, pero si no tuviera talento no la habría impulsado a seguir mis pasos. Andrea es una joven actriz con inquietudes y con capacidad para escribir. Le insisto en ello, en que desarrolle este oficio, tan necesario en la escena y los medios cubanos. Necesitamos de aun más guionistas dentro del humor y mejor si es alguien joven, sin prejuicios y perspectiva de género. La experiencia de trabajar con ella en la puesta en escena de La Cita, fue muy provechosa para ambos y espero que sigamos colaborando en muchos más proyectos. Somos muy críticos cada uno con el trabajo del otro.
¿En qué situación ves el panorama humorístico del patio?
Al humor cubano ahora mismo le hace falta un poco de oxígeno, de sangre fresca. Es hora de que aparezca sobre la escena una nueva generación de cultores del género. Necesita más preparación y rigor.
¿Y cómo ves el teatro en general?
El teatro tiene zonas bien definidas de estéticas y tendencias. Quizás —como al humor— le haga falta nuevas voces.
Tomado del Portal Cubarte