Teresita nos pone el corazón feliz (II)
Por Frank Padrón
Las representaciones específicamente titiriteras del evento Teresita Fernández, 90 años con el corazón feliz, reciente homenaje en Matanzas a la siempre presente trovadora (Santa Clara, 1930- La Habana, 2013), corrieron a cargo, tal como apuntábamos en el comentario anterior, de dos compañías : Teatro Andante (Granma) y la anfitriona Teatro de las Estaciones.
Aunque signados por los mismos referentes —las canciones infantiles de la cantautora— y lenguajes —actores mezclados con figuras accionadas por estos— los espectáculos difieren en sus concepciones escénicas y representacionales.
En su concierto Cantar a Teresita los granmenses, bajo la dirección general de Juan González Fiffe, se insertan en la juglaresca tradicional, como se sabe de cepa española, para armar una sensible fábula que incluye títeres y hadas , una búsqueda a la que llevan curiosas peripecias y la convicción final de que los tesoros que se siembran en las almas infantiles, permiten que estos germinen en los adultos para su mejoramiento humano.
Un guitarrista acompaña en vivo las canciones de la Fernández, y junto a varias actrices-titiriteras van desgranándolas e integrándolas al relato dramático a cargo de Adis Nuvia Marti Cid, una operación que rezuma organicidad y coherencia; la interacción figuras/actores se logra a plenitud, y el principal destinatario, el público infantil, reacciona con entusiasmo y complicidad, algo a lo que no escaparon los adultos que fuimos convocados al vistoso y amplio Salón de los Espejos (Teatro Sauto).
Se consigue también el equilibrio entre lo hablado y lo cantado, entre el humor la seriedad que caracterizan sus registros, y se percibe un nivel histriónico y musical que convence desde los minutos iniciales.
Todo está cantando en la vida (un recital de afectos para Teresita Fernández) lo es, realmente, para todos los que tienen la suerte de presenciar una obra de tal envergadura estética y conceptual. Teatro de las Estaciones, bajo la dirección de Rubén Darío Taquechel, quien se encargó de la escritura junto a Maria Laura Germán, con los diseños , vestuario y luces de Zenén Calero, nos entrega una puesta que prosigue la línea de una poética ya perceptible mediante buen número de títulos insertados por derecho propio en el género insular, y ha obtenido por ello numerosos y muy justos lauros.
Los recientes Premios Nacionales de Teatro concibieron esta vez un espectáculo —pudo apreciarse en su remozada y acogedora sala Pepe Camejo—que resultó el colofón perfecto para la intensa jornada de celebración a la eterna juglar.
Una vez más, los imaginativos diseños para reproducir objetos y figuras se ponen en función de la manipulación/actuación de humanos y títeres, mientras la historia, bien concebida y mejor llevada a escena, fluye de principio a fin, en lo cual ayuda mucho la sapiencia coreográfica de Yadiel Durán, aprovechando al máximo el pequeño escenario que sin embargo se extiende, crece durante el espectáculo, y se enriquece con las interpretaciones de los actantes, quienes confieren a las canciones de Teresita un sello sui géneris, aderezadas por los no menos singulares arreglos de Elvira Santiago para los músicos (Roselsy Fernández, Betsy Aguilar, Dayán Mirabl y Liz María Santana), también presentes en escena, lo cual siempre confiere un aire de autenticidad que favorece las puestas. El nivel actoral que caracteriza Teatro de las Estaciones permite que cada personaje llegue al destinatario, de cualquier edad, desde la frescura y la energía con que han sido concebidos.
Todo el amor y la ternura que sembró mediante su obra Teresita Fernández, alimenta y ensancha este afectuoso recital de Darío, Calero y su trouppe, reafirmando todo el tiempo que, en verdad Todo está cantando en la vida, algo que se puso de manifiesto en un evento erigido sobre aquel apotegma del Apóstol que la homenajeada, tan martiana, hizo también realidad en su vida: “Honrar, honra”.