Reflexiones en torno al cuerpo como archivo. ¿Archivar la danza o danzar el archivo? Por la preservación del archivo danzario nacional (II)
Por José Omar Arteaga Echevarría
El cuerpo humano, principal reservorio de conocimientos, fuente documental primaria
Las experiencias internacionales en el campo de la (re)creación del archivo corporal danzario apuntan a la acción más que a la reacción primaria, lo que se traduce en una interpretación y (re)construcción que traspasa el calco de ademanes o técnicas. Se insiste en la indagación del hecho performático orientado a ese impulso archivístico, que tiene como sino un recorrido por los elementos valiosos del ser humano a través del gestus.
La creadora mexicana Cecilia Lugo, en su texto “La danza como experiencia” aplica a este terreno quinético las teorías de la experiencia del filósofo norteamericano John Dewey, acerca de esto comenta:
Sospeché, supuse y creo que el objetivo de la danza es el viaje, la travesía a través del movimiento trascendido hacia otro rango de conciencia, ese terreno inexplorado que representa el reto de conocernos a nosotros mismos y enfrentar la realidad con un ángulo singular de captación que la experiencia profunda de la danza puede provocar. En el intento está el hallazgo. El terreno sagrado de uno mismo.
Sería entonces un camino factible entender la danza como una experiencia o un cúmulo de ellas que pasan por la kinesia del cuerpo, tomar conciencia de este “terreno sagrado” que se expone a través del soporte material humano, que es móvil de acuerdo a emociones, sentimientos, situaciones y estados de ánimo, así como otras reacciones físicas que se generan en la actividad cerebral como gran motor impulsor de toda actividad. Conduce esto a la reflexión que, ya en 1968, propusiera Yvonne Rainer en The mind is a muscle[1], con la cual se refirió a la danza como un modo de pensamiento que reflexiona a partir de sus propios recursos, o sea, con el cuerpo y el movimiento. Por lo tanto, a la hora de sentar las bases para la creación o construcción del archivo corporal en la capacidad de la mente de (re)crear y (re)construir de manera asertiva e interesante este archivo danzario ya sea ejecutado por el propio cuerpo-individuo o puesto en otro cuerpo-receptáculo.
En busca de un archivo corporal de la danza cubana
En nuestro país existen los relatos de las danzas que han sido descritas en las crónicas y otras fuentes. Del primitivo Areíto a las formas más elaboradas o populares de la danza, sus diferentes formas y estilos están presentes en la historia y recogidas en el imaginario colectivo, así como en instituciones, museos y otras fuentes que constituyen este archivo “sustitutivo” de la danza, siguiendo la teoría de Alberto Dallal.
Estas sustituciones no constituyen la danza en sí misma, aunque no por eso queden exentas de importancia pues son los elementos que perduran en el tiempo y contribuyen a la conformación de las historias de las danzas. No obstante ¿cómo llegar a la construcción de un archivo de la danza en Cuba, a partir de las teorías de Lepecki, dándole al proyecto archivístico la hipermovilidad y las temporalizaciones paradójicas del cuerpo por naturaleza endeble, efímero como la danza?
El acceso al cuerpo es posible a través del orden simbólico del propio creador, ya sea desde la fragmentación o la secuencialidad. Por ejemplo, los movimientos dibujan un mapa del cuerpo; lo valoran, lo jerarquizan, y es gracias a esta dimensión simbólica-cultural que nos adueñamos del cuerpo y de ese archivo, pues en cierta y nada desdeñable medida danzar es dotar de carácter de «realidad» a lo que ha sido guardado, recobrado, edificado.
Por estos senderos, que no pretenden ser receta o regla, sino una manera de lograr la construcción de un archivo corporal danzario desde la recreación, pudieran plantearse estas cuestiones que constituirían acciones performáticas únicas, como único es cada individuo.
Meter el cuerpo en el archivo, meter el archivo en el cuerpo: una mutua metamorfosis que conjura, crea, segrega, excreta, modulando puntos críticos donde los elementos virtuales y los reales intercambian sus lugares… (Lepecki, 2013)
Nuestras muchas danzas cubanas necesitan de un archivo corporal. Construir este registro en otros cuerpos o en el propio es una de las maneras de preservación y conservación del patrimonio danzario, a la vez que constituye un paso superior y la ruptura con las visiones tradicionalistas que enclaustran la información en un edificio o espacio inerte, demostrando que el cuerpo humano es el principal reservorio de conocimientos, por lo que es una fuente documental primaria.
[1] “La mente es un músculo” (traducción al español), performance de 1968.
En portada: El cruce sobre el Niágara, coreografía de Marianela Boán. Foto Buby Bode