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TÚ NO ERES TACAÑA, TÚ REPARTES…

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Por Zulaine Soler / Foto Buby

Liborio es el primer ícono caricaturesco que personifica a los cubanos durante la Neocolonia. Se trata de un sitiero socarrón, medio tiempo, que lleva bigote y patillas; en algunos dibujos aparece acompañado de un perro. Según Adelaida de Juan en Caricaturas de la República, el Liborio de Torrientesiempre se muestra pasivo y triste siendo un reflejo de la vida política y de la frustración de los ideales independentistas. Este personaje, con algunas variaciones estuvo presente en las revistas hasta la década del 50. Algunas veces mostrándose más llorón, otras muy al tanto de las elecciones y los candidatos presidenciales, e invariablemente anti-injerencista.

El Tío San y Liborio no deberían coincidir en faena alguna. Ambas caricaturas están unidas precisamente por su condición de personificar cada una por su lado dos extremos. Como sabemos el Tío encarna nada más y nada menos que al gobierno de los EEUU. Pero aunque «hay cosas que no cambian», «las cosas cambian», y dos siglos después reímos en complicidad mientras observamos a los dos dibujos cargando bolsas de dinero que salen del mismo sitio. Liborio y el Tío Sam avanzando sincronizados hacia el mismo botín. ¿Tendrá dueño ese botín? Seguro es de los cuasi fabulosos habitantes de Nauja, desatentados perseguidores de El Ciervo Encantado.[1]

¡Guan Melón! ¡Tú Melón!, el reciente estreno de Nelda Castillo, presenta los matices tragicómicos de nuestra cultura. Nos devuelve el verdadero botín de esta Isla: el choteo. La capacidad de ridiculizar lo que para otros sería una tragedia. La tradición de exhibir nuestro espectáculo de miseria y degradación a ritmo de conga.

Arrollando llegó El Ciervo Encantado con este espectáculo, en su acogedora sede de la calle 18, en el Vedado de La Habana, no nos sorprende con espectáculos que hablan de Cuba. ¿Qué es Cuba? y ¿Quién es Cuba? son preguntas recurrentes en el trabajo de este colectivo. Recordemos tan solo sus últimas propuestas Cubalandia, Rapsodia para un mulo, Triunfadela. La historia del grupo El Ciervo Encantado es la garantía de su compromiso. Es por eso que un espectáculo como ¡Guan Melón! ¡Tú Melón! no nos sorprende. Y por eso el trabajo de las actrices no nos asombra. A Mariela Brito hay que contemplarla mientras presenta (nunca representa) sus personajes. Ellos son resultado de una pesquisa dirigida al cubano promedio. Son la coherente sumatoria de las actitudes y aptitudes que nos rodean, personajes arquetipos que parten de la máscara como recurso y concepto al mismo tiempo.

De la estética de El Ciervo se ha teorizado bastante. Las críticas e investigaciones refieren la relación de este grupo con el Barroco y el Neobarroco, con lo sacro y lo profano, con lo popular y lo ignoto. ¡Guan Melón!… no está al margen. El espectáculo regodea principalmente la imagen que Cuba vende al mundo por medio del turismo. Cuartetas, Décimas, Son, claves, bongó, maracas, tabacos, el cucuruchito de maní, los perritos cubanos, el billete con la cara del Ché, el pregón, la bandera y el caimán.

Todo comienza con un personaje que se presenta al público aún fuera del teatro y nos invita a pasar. Dice ser Yindra de Guantánamo, estudiante de la Escuela Nacional de Arte (ENA) y “colaboradora del grupo en lo que haga falta!”. Luego nos enteramos que “para ayudarse a pasar el mes”, ella vende bombones, trabaja en una compañía de danza los fines de semana por las noches, da clases particulares de casino a extranjeros, hace estatuas vivientes en la Habana Vieja y trabaja como guía turística personal. Yindra interviene durante todo el espectáculo, llega al escenario, nos muestra una de sus formas de “ayudarse a pasar el mes” y se va. Otros dos personajes permanecen parados dentro de una instalación de espacio limitado que no les permite desplazarse, y que podría tratarse de una boya, o de una Isla. Dos figuras de aspecto raído y denigrante que «meroliquean» todo tipo de souvenir, mientras cantan y tocan las claves, las maracas y el bongó.

Mariela Brito, Olivia Rodríguez (artista visual y fotógrafa) y Yindra (en efecto, estudiante del último año de la ENA) mantienen lleno de energía y ritmo el espectáculo. Mariela y Olivia siempre desde su altar, en este caso la boya; hacen un recorrido por distintos espacios y tiempos de nuestro país. La instalación que las reduce y al mismo tiempo las encumbra, constituye una pieza clave dentro de la poética de El Ciervo Encantado, un elemento que vulgariza lo que podría ser sagrado, un trono que se convierte en boya o viceversa.

Al final dos títeres que bien pueden ser las caricaturas Liborio y el Tío Sam, entran y salen del escenario mediante poleas. Cada uno por su lado se sirve de la Isla; totalmente expuesta a ser intervenida, prostituida, banalizada. Desde la cara de los héroes hasta sus tradiciones, todo está ahí, solo hay que repartírsela.

[1] BORRERO, Esteban (2009). El Ciervo Encantado. La Habana, Cuba: Editorial Letras Cubanas. pag. 18.