Teatro Nacional De Cuba, Artífice De La Cultura En Revolución (1959- 2020)

Por Jorge Brooks Gremps

El Teatro Nacional es un enorme edificio inconcluso que asusta un poco. Debemos confesar que también nos desconcierta un poco. No sabemos si nos gusta o nos abruma.[1]

“Esa huella olvidada”, con sus luces y sombras, es un referente de la cultura nacional. Desde su fundación, el 12 de junio de 1959, se convirtió, por la política generada por su primera Directora, la Dra. Isabel Monal, en un centro fundacional de cultura para la nación.

Se fundó el Departamento de Danza del Teatro Nacional de Cuba (TNC), dirigido por Ramiro Guerra, el cual sería conocido hasta inicios de 1963 como Conjunto de Danza Moderna del TNC.

Ubicado en la Plaza de La Revolución, su predio ha sido partícipe activo de la epopeya de nuestro pueblo en estos 61 años de soberanía nacional, y ha tenido notables vínculos con la poética revolucionaria. Por ejemplo, mientras el Che discutía convenios comerciales en la Unión Soviética, en la Sala Covarrubias se estrenaba El Milagro de Anaquillé, o cuando una noche en que Fidel fue el tribuno de la entonces Plaza de la República, a la par, los Abakuá daban a conocer parte de sus ritos “¡mostrables!”.

La hoy Danza Contemporánea de Cuba fue invitada, en abril de 1961, al Festival de Teatro de Las Naciones en París. Llegaron con días de retraso, había que defender a la patria desde La Habana, o en Girón. Mostraron al mundo por primera vez una danza moderna signada por lo cubano. Presentaron Suite Yoruba y El Milagro de Anaquillé donde Ramiro había incorporado, procedentes del Departamento de Etnología y Folklore dirigido por Argeliers León,  los tambores Batá (que llegaron para quedarse), y los coros.

¡Allí en París!, según lo narrado por la Dra Isabel Monal, Ramiro, Argeliers y ella decidieron que debía fundarse un Conjunto Folklórico Nacional, el cual tiene sus antecedentes en 1960 del pasado siglo, en el TNC.

En 1960 se empezó el primer intento sistemático de llevar el folklore cubano a la vista pública. Era un programa coordinado de los Departamentos de Folklore del Teatro Nacional y de la Biblioteca Nacional, ambos dirigidos por Argeliers León.[2]

La santería, la más conocida de estas religiones –ha ofrecido dos programas al público teatral: Cantos, Bailes y Leyendas Cubanas, y Bembé. La incorporación de los tamboreros de Batá y un coro de este grupo en la Suite Yoruba, de Ramiro Guerra ha sido un hecho cultural de primera importancia.[3]

Lo que fuera la Orquesta Sinfónica del TNC, se convirtió en la Orquesta Sinfónica Nacional, de igual modo ocurrió con el hoy llamado Coro Nacional de Cuba. Surgieron las Brigadas Covarrubias, el Movimiento de Aficionados, y el Taller de Dramaturgia.

Lo que sí es cierto es que, feo o bonito, extravagante o funcional, imponente o ridículo, el edificio es hoy nuestro. Allí está nuestro Teatro Nacional, tuvimos que pagarlo a un costo enorme, y vamos a sacar de él el mejor partido posible.

La Dra. Isabel Monal, reconocida hoy entre las figuras más activas y luminosas de la intelectualidad del continente, tuvo a su cargo aquel proceso fundacional. Transcurrido 61 años es capaz de recordar aquellos días en que el entonces Ministro de Educación, Armando Hart, le propuso la dirección del Teatro. Para cumplir con tan gran compromiso, Isabel buscó la buena compañía de Argeliers León, Fermín Borges, Carlos Fariñas, y Ramiro Guerra.

Eso, por lo que suspiran con frecuencia nuestros vecinos, nosotros ya lo tenemos en Cuba. Los fondos públicos permiten mantener en el Teatro Nacional un departamento de danzas y permitirán crear una escuela de directores y actores, que serán los talleres para la labor teatral, dura y absorbente, casi esclavizante, que exige siempre trabajo y más trabajo.

Y además de tener todo eso, en el enorme edificio sin terminar, en los altísimos salones de tramoya sin pintar, se hizo historia en este segundo año de la Revolución –historia de arte cubano– al ofrecerse al pueblo un programa de danzas en que se funden elementos cubanos con las manifestaciones más impetuosas del movimiento moderno.[4]

El TNC abre sus puertas, oficialmente, el tres de septiembre de 1979, para la Gala de la VI Cumbre de Países No Alineados. En sus dos escenarios se han presentados figuras de la talla de Alicia Alonso, Leo Brower, Antonio Gades, Vasili Vasiliev, Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Julio Boca. Compañías como el Ballet Balshoi, Ballet Nacional de Cuba, Ballet Nacional de España, la Sinfónica Nacional de Cuba, el Conjunto Folklórico Nacional, el Ballet de Montecarlo y Danza Contemporánea de Cuba. Esta última es la única institución, fundada en el TNC, que por más de sesenta años se ha entrenado y preparado para danzar a Cuba por los escenarios del mundo, gracias a la visión de futuro de sus fundadores y gestores, en un trabajo de conjunto.

A ellos: Isabel Monal, Argeliers León, Fermín Borges, Carlos Fariñas, Ramiro Guerra, muchas gracias, así como a todos aquellos que han trabajado por mantener esa continuidad como Ángela Grau, Nisia Agüero, Rafael Vega y su actual director, Rolando Rodríguez.

[1] Casey, Calvert. El Teatro Nacional hace historia. Lunes de Revolución, abril 4 de 1960 , No. 53, pp. 16-17

[2] Du´Moulin, Juan: Lunes de Revolución en la cultura cubana 1960-1961. El folklore a la vista pública,
enero 9 de 1961, Nro. 90, p. 26.

[3] Ídem.

[4] Casey, Calvert. El Teatro Nacional hace historia. Lunes de Revolución, abril 4 de 1960 , No. 53, pp. 16-17