Tacto, Camarada Crítico… ¡Mucho Tacto!

Por Rubén Sicilia

No soy dado al escándalo, la controversia o el debate público a pesar de que los artistas tenemos fama de ser aficionados a ello. Prefiero en todo sentido dialogar con los diversos públicos a través de mis obras. No perder tiempo y energías en porfías que nada aportan. En este caso una crítica publicada recientemente a tenor de mi último estreno con Teatro del Silencio, no me deja otra opción que responder. Porque llega a ser insultante e injusta.

Por otra parte, es la segunda vez que el colega Roberto Pérez León escribe y publica en Cubaescena una crítica adversa a una de mis obras. La anterior era dirigida a El Maestro y la Ninfa y no la respondimos, porque no tenía las implicaciones conceptuales de esta. Esta, con humildad, pero con responsabilidad, la vamos a responder en todos los aspectos posibles. Y como desde aquella el título pedía: ¡Tacto Teatristas!, por esta razón incorporo esta frase al título inicial. Y uso la palabra camarada, porque el aliento ideologizante de su texto nos remite al amargo sabor del llamado quinquenio gris según se sabe. Y en esos años alguna gente usaba la palabra camarada.

La crítica en cuestión se titula “De Como Teatro Del Silencio Quita Maravillas A La Habana”. Desde el mismo título proyecta una intencionalidad bien marcada. Primero que todo, el crítico pasa por alto que la obra en cuestión estrenada en el Brecht a sala repleta todo el tiempo, ha tenido una acogida e impacto en el público que en ningún momento su artículo señala. Nuestros públicos no son inválidos mentales, y seguramente si nosotros pretendiéramos demeritar a La Habana, la gente lo percibiría y hubiera reaccionado a ello. Amo a La Habana, seguramente como habanero reyoyo, tanto o más que usted. Así que no camarada, de ningún modo quitamos maravillas a La Habana.  Pero sí podemos decir que es maravilla es por sus sombras y luces que van juntas. Como es todo en la paradoja de la vida humana. Precisamente por eso me duele ver sus zonas obscuras y por eso hablo de ellas. Para comenzar a cambiarlas. Y aunque se han hecho una gran cantidad de obras y acciones en homenaje al 500 aniversario que justo es reconocer, La Habana tiene aún muchas cosas que deben ser transformadas. Porque solo abriendo las heridas pueden ser sanadas. Creemos que más bien usted no ha comprendido nada. Y que al parecer vive en una ciudad diferente a nuestra experiencia. O quiere aparentar eso.

Porque hablemos con toda claridad esta, aquí y ahora, es en mi opinión una ciudad sucia. Y eso no le quita lo maravilloso. No solamente a nivel físico, porque no hay baños públicos suficientes, hay basura en las calles, olor a orines y otros hechos que se cuestionan en nuestra obra. Sino también a nivel mental y espiritual. Ha prosperado lamentablemente la agresividad, la chabacanería, la falta de límites en la relación con el otro. El irrespeto en las relaciones humanas. Y ha crecido exponencialmente la marginalidad en la mayoría de nuestros barrios en los últimos años. Y si a eso usted llama manoteos guaposos, algo de eso brota en el trabajo de los actores, que también observan su entorno.

Aunque aún conservamos solidaridad y otras actitudes positivas, hemos perdido cosas. Esa complejidad, esas contradicciones son una parte del ser del cubano en este momento. Más acentuado en el habanero que padece mayor presión de vida, mayor estrés del día a día para comer, vestirse, calzarse y transportarse en esta ciudad, muy diferente a la dinámica de las provincias. Paradójico y nada fácil de explicar, para quien obvie matices. Aunque tenemos compensaciones que no hay en otros lugares, lo sabemos.

Hay también aquí mayor simulación social. Y créame, camarada, que yo también he viajado y sé que en otros lugares la violencia y otros fenómenos como el crimen organizado tienen otra magnitud y por suerte aquí el estado no permite la proliferación de armas y mantiene un control estricto sobre muchos fenómenos negativos. Pero hay cuestiones que escapan a la influencia colectiva. Y en grado menor, pero hay gente marginal que se agencia armas en Cuba, igual que en otros lugares. Es perfectamente posible que personajes como Toño y Paco trafiquen también con un arma. Y es plausible que esto desemboque en la absurdidad de que uno mate al otro, en una situación como la de ellos. Esos son los contrastes múltiples de la vida, que escapan a cualquier chatura.

No debe confundirse entonces instrucción con educación. Violencia con crimen organizado. Lo particular con lo general. O más exactamente el análisis de dos personajes en una situación surrealista, absurda, alienada, y de comedia negra, con un planteamiento general sobre la sociedad cubana. Eso lo ha visto usted nosotros no lo hemos expuesto así.

Aunque estos personajes (Toño y Paco) están muy vigentes justo ahora en el contexto habanero. Son perdidos y disfuncionales tanto como algunas zonas de nuestras vidas colectivas, que han sido afectadas por los desniveles económicos y por múltiples procesos sociales de los últimos años. Es cierto que no provocan reacciones mayoritarias por el compromiso con la justicia social que hay entre nosotros…, pero ¿quién dijo que el arte tiene que tomar solo como sujetos de análisis aquellos que están presentes masivamente? Lo singular revela un importante termómetro social, existencial y humano y de eso hablamos.

Uno de los personajes dice “Surrealismo bipolar”, y este juego de palabras se explica por sí mismo. Hay un subway, una vida sumergida en el contexto habanero de este momento. ¿Sabe usted algo de la vida subcutánea de las tribus urbanas de G? ¿Del Rastafarismo en La Habana? ¿De la vida nocturna de ciertas áreas? ¿De la especificidad y diversidad de los cultos sincréticos y de su vínculo con la marginalidad ahora? ¿Cómo sobrevive la gente en algunos barrios? ¿Tiene una idea clara de los contornos de esta marginalidad ahora? Salga del centro y vaya a la periferia y sabrá por sí mismo.  Evidentemente usted desconoce o pretende ignorar. Y algo en ese discurso suena a oportunismo. Lo llevaría a un tour observador y silencioso, que incluyera lugares señalados en La Habana. Pero no sé si usted lograría salir del mismo indemne.

Hicimos una investigación dramática hace algunos años cuando estrenamos El Cerco, la primera obra en que abordamos el teatro de la crueldad y la situación de la marginalidad. Pero otra investigación más profunda y sociológica habría que hacer para determinar las claves de la marginalidad hoy día en La Habana. Algo muy complejo de lo cual, sabemos no tenemos ni mucho menos todas las respuestas.

La visión del artista y el conocimiento experiencial de la realidad pueden y deben penetrar en los comportamientos humanos. Prueba de ello es que El cerco, fue seleccionada para un importante Festival en Oporto, Portugal, en 2014. Y allí tenía otras lecturas y resonancias porque hay fenómenos semejantes en muchas ciudades del mundo. Y créame es inevitable en casi todas partes del mundo contemporáneo proliferen estos y otros fenómenos. Aún en nuestro sistema social, estos fenómenos se reducirán solo cuando el país tenga un crecimiento económico sostenido durante varios años, así como un salto cultural paralelo. Esa es la verdad evidente. Y conste que entiendo que estamos mejor que muchos en algunos aspectos.

Aunque ojo, hay aspectos paradójicos en la cultura marginal, sombras, pero también luces, que quién no tenga una aguda percepción dialéctica, puede pasar por alto. Estos personajes no son la media, pero son tipos que permiten el estudio de esas realidades paralelas a la vida normal, que usted no quiere ver. La pieza actual simplemente es una continuidad con esa línea de investigación que al parecer usted también ignora. Y dice me niego a aceptar esto o aquello. No es posible negar la vida. Nuestro trabajo se asienta en una investigación muy seria que nada tiene que ver con la antropología. En puridad hablamos de Teatro Ontológico, le invito a que lea nuestro libro, con el mismo nombre, publicado y agotado en 2001, pero presente en una de nuestras webs. Y este punto de vista tiene por su propia naturaleza un prisma humanista, existencial y ontológico.

Por otra parte, esta no es una obra realista, ni el texto original ni nuestra versión. Y en su forma de hablar de ella parece que percibe solo lo literal y no las metáforas. Solo doy un ejemplo, hay otros en su texto. Habla de los axiomas o textos escritos en el telón en un nivel lineal y con un desconocimiento absoluto dice que son textos del mágico mayo francés del 68. Y lo dice de forma general. Y solo hay dos textos que coinciden con ese universo. A saber: Prohibido prohibir. Y Seamos realistas pidamos lo imposible. Ay, pero que pobres son sus referencias camarada crítico. Permítame decirle que esos textos fueron usados en ese movimiento social pero que son textos surrealistas. Lemas del movimiento. Esta obra si no se dio cuenta, tiene fuerte aliento surrealista…

Déjeme decirle que estos textos están puestos en el telón con un nivel de asociaciones mucho más profundo que lo que su nivel de referencia logro captar. Hay alrededor de cinco textos más y usted ni siquiera los vio o los comenta. Solo cito un par de ellos que centran el telón en atmósfera: ¿Un edificio es una ruina o una ruina es un edificio? y Aprende a ver no a mirar. Y son como esos grafitis que la gente escribe en muros y espacios de ruina…

Mire señor, en el rol de crítico, si va a hacer esas observaciones hágalas en profundidad y completas. O no las haga. Eso es elemental. Sea serio. El telón ha sido elogiado como espacio-tiempo de acción por la inmensa mayoría de los asistentes a esta puesta. Creadores de respeto incluidos. Y todo el mundo capta la atmosfera con facilidad, dentro de la idea del edificio en ruinas… Así como la música que usted también crítica, que fue elaborada especialmente con tres track de rock para esta pieza y con una letra sugestiva, que lleva a varios niveles de metáfora que por lo que usted dice tampoco captó.

Cuestiona además las luces, (uno de los logros que muchas voces autorizadas señalan) sin darse cuenta de la atmosfera que crean. Y por si fuera poco llega a hablar de expresión corporal, permítame decirle que es ese un término superado porque encierra en sí mismo un contrasentido. Hoy día se habla de técnicas del cuerpo, o técnicas psicofísicas. Y usted relaciona una escena casi expresionista con movimientos coreúticos, obviando el trabajo dramático sobre la máscara del actor y el cuerpo y que lleva tambores japoneses de fondo a todo lo largo, nada más y nada menos que con la capoeira. ¡Por dios, eso es llegar al colmo!

En una escena donde los actores están en franco contrapunto uno con otro, solo que de modo Brechtiano a nivel compositivo de frente al público, sobre las cajas. Casi como en el grito de Munch. Y usted no vio nada de lo que pasa en esa escena. Y ni siquiera menciona los tambores. Y conste que aquí la atmosfera que prima cambia el género de Teatro de la Crueldad hacia Comedia negra. Un género muy actual que tiene sus especificidades. Y ni siquiera sabe deslindar hasta dónde llega una y la otra. Es decir, el texto original y nuestra versión.

Por ejemplo, usted obvia que el suceso de El Negrón es tal cual era en el texto original (igual que el suceso catalizador de la pugna por los zapatos). Si ve esto como un suceso débil o dramatúrgicamente forzado es un defecto del texto original que tratamos de resolver concentrando, pero no pudimos quitar. Y hablemos en puridad, y conste, no por justificar. El texto de Plinio Marcos a pesar de ser un clásico es un texto muy verbalista con poca acción. Ese dramaturgo no tenía tal vez las herramientas que existen hoy. Lo que sí tiene como virtud incuestionable es una situación dramática clara y un par de personajes disfuncionales muy atractivos, a pesar de su desfasaje y absurdidad. Y eso fue lo que nos motivó e inspiró a abordar esta obra en el aquí y ahora. Pero tuvimos que concentrar, podar e inyectar nuevas acciones, porque si no el montaje hubiera durado tres horas y media. Y de tedio. Literalmente. Pregunte a otros colegas que conozcan el texto.

El primer punto particular y notable en que disiento, además de los anteriores puntos de vista generales que antes apunté, es donde usted dice, cito:

La habana tiene muchos trastornos, pero la forma de resolverlos no es problematizando desde propuestas teatrales centradas en escuetas representaciones elementalmente especulares carentes de un verdadero acontecer de acciones escénicas radicales, novedosas como prácticas artísticas en consonancia con un teatro dador.

Quién le dijo a usted estimado colega que el artista tiene o puede resolver problemas de la sociedad. El arte es conocimiento. Hace muchos años Rine Leal, le dijo a un hombre iracundo que preguntaba cuál era el mensaje de La Cuarta Pared, en un debate público: “Amigo mío el Ministerio de Comunicaciones es el que esta para dar mensajes. El Arte se hace preguntas sobre la existencia humana y ya eso es demasiado.

Transfiero esta idea a la mirada diferente que usted y yo tenemos sobre La Habana. Y sobre cómo mover el pensamiento. En otro sentido lo de prácticas artísticas novedosas, le puedo decir simplemente que Teatro del Silencio se emplea a fondo en lo gestual, lo corporal y el trance del actor, y en una investigación de esencias. Tanto a nivel de dramaturgia, como de puesta en escena. Y que en cada obra hacemos un nuevo abordaje sin repetir el modelo anterior, lo que nos ha ganado un público que sigue nuestro trabajo. Que sí, lo considera novedoso y singular, aquí y en otras partes del mundo (acabamos de recibir nuevos premios en Argentina cuya alegría ha sido opacada por su artículo)… no me atrevo a decir más porque no somos nosotros quienes debemos evaluar nuestro trabajo. Hasta sus términos, amigo mío tienen una resonancia extraña ajena al teatro y más bien cercana a la antropología o la sociología o a zonas de la literatura.

El segundo punto que quiero objetar específicamente es la cita que sigue:

No soy habanero pero esta ciudad me ha dado tal vez más de lo que he necesitado. Sí, está sucia, tenemos un nivel de violencia que nunca habíamos sufrido por supuesto, nada que ver con el que existe en gran parte del continente. Yo sé lo que es el frío del cañón de una pistola en la cabeza y que te quiten todo lo que llevas, también sé lo que es andar por La Habana sin angustias, usar los cajeros automáticos a cualquier hora del día y la noche. Puede suceder que me arranquen el celular de las manos o el bolso del hombro, o que distorsionen a un turista y le vendan agua con sábila por melagenina. Pero de ahí a que naturalicemos en el escenario la violencia nada más y nada menos que con pistola en mano, me niego a aceptarlo como ciudadano.

La cita anterior es bien clara en mi opinión. Usted no es habanero y estuvo fuera de este país varios años, muchas cosas escapan a su mirada. En cuanto a la violencia, le aclaro que no solamente es física sino verbal y en el trato. Y ha crecido como usted mismo acepta. Aunque es verdad lo de los cajeros, y que tenemos más seguridad que en otros países. Pero la cuestión central no es que nosotros “naturalicemos” la violencia. No somos nosotros los que lo hacemos camarada. Nosotros mostramos un proceso que puede ocurrir y en ningún momento estamos generalizando sino mostrando la vida de estos personajes que son sujetos trastornados. Desde Los Bajos Fondos, de Gorki y Stanislasvki vienen probablemente estos estudios en el teatro. Es elocuente su frase final me niego a aceptarlo como ciudadano. No hay nada peor que el síndrome del avestruz (la cabeza enterrada para no ver), ante lo que se supone es distorsión en la sociedad. Ese es el centro de esta cuestión.

Y finalmente veamos la última cita en cuestiones de sustancia que quiero ripostar con claridad, como hasta ahora hemos hecho, además de las cuestiones generales que fuimos mencionando paso a paso en la primera parte:

Por mi parte me niego a aceptar el ritmo que se le da a La Habana en Dos perdidos en una sucia ciudad. Y no es que un Toño y un Paco sean la excepción, pero tampoco son la regla.

He aquí de nuevo el pensamiento bloqueado y como a pesar suyo se le filtran ideas contradictorias con sus propios postulados. Y por supuesto inexactas.  Y no camarada, no es una cuestión de ritmo. Es una cuestión de estudio del comportamiento humano.  Y cuando admite que no es que Toño y Paco sean una excepción, ya da motivos suficientes para haber hecho esta obra, porque mientras exista un solo ser humano con coordenadas de esta naturaleza, tendrá sentido hablar de ello…es algo que salta a la vista, de pensamiento artístico auténtico y esencial.

Y añado, además, en esta suerte de conclusiones finales en aras de la precisión, no es nuestra versión libertadamente desenfrenada, escandalosamente libérrima de ningún modo, como usted dice. Es una versión muy responsable. Muchas otras obras con un universo más polémico que el que aquí tratamos se han hecho en los últimos años y se han estrenado en nuestros escenarios sin ningún debate. … ¿Por qué usted nos toma como centro de atención y arremete con tanto vigor…?

Créame, sigo siendo de izquierda, pero de una izquierda muy diferente a la que veo en su punto de vista, una izquierda democrática, abierta y en continuo aprendizaje. No voy a seguir refutando porque tendría que hacerlo prácticamente sobre todo su artículo. Así que le sugiero en un intento de ser afable a pesar de su encono, estudie textos teatrales. No crea que su punto de vista es absoluto, el arte es percepción y puede estar desatinando. Diga al escribir su texto de forma frecuente: ¡En mi opinión! ¡Hasta donde me es dado ver o conocer! Eso ayuda a relativizar sus puntos de vista y que no suenen absolutos. Vea y estudie profundamente ensayos de teatro y obras teatrales, si está ejerciendo la crítica (profesión difícil y ahora mismo muy reducida como dije) debe tener una visión más profunda y completa de estilos, movimientos, técnicas y procesos. Sé de varios artistas (a los que respeto por su trabajo, dicho sea de paso) que han expresado su gran malestar por sus artículos. Ya usted se ha creado una reputación de cuidado. Tenga usted tacto, camarada crítico, igual que nos dijo a nosotros en su primer artículo: ¡Mucho tacto!

De Cómo Teatro Del Silencio Quita Maravillas A La Habana