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SIEMPRE HEMOS RECOGIDO EL LEGADO DE TEATRO ESTUDIO

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Afirma Orietta Medina, directora artística y general de la Compañía Hubert de Blanck que celebra su aniversario 25 en este año 2016.

Por Maya Quiroga / Fotos de Archivo

El mes de octubre de 1948 marca la fecha de apertura del Conservatorio Hubert de Blanck –en homenaje al pianista y profesor holandés nacionalizado cubano–, en un inmueble de la calle Calzada entre A y B del Vedado habanero. Siete años después, se inaugura en la planta alta del edificio la que sería calificada como la “más moderna, confortable y mejor situada” sala de conciertos del país, con capacidad para 400 personas (hoy 250), inmejorable tratamiento acústico y buena climatización.

En ese escenario tuvo lugar el estreno de la comedia titulada Hechizados, de John Von Druten, con los actores Raquel Revuelta y Manolo Coego, en los roles protagónicos. Era el 21 de octubre de 1955. Con el tiempo, la sala devino sede de la compañía Teatro Estudio, fundada por los hermanos Raquel y Vicente Revuelta.

Nace la Compañía Hubert de Blanck

En 1991 se produjo la división de Teatro Estudio. Raquel Revuelta se fue a laborar a la Casona de Línea y otra parte de los actores y directores, con una carrera exitosa desarrollada en el grupo, permanecieron en la sala de la calle Calzada entre A y B. Entre ellos sobresalen las actrices Corina Mestre, Leticia Martín y Amada Morado; la directora Berta Martínez y el profesor, crítico de arte e investigador, Roberto Gacio Suárez.

Desde ese entonces sus trabajadores comenzaron a reconocerse como el grupo de la Hubert de Blanck. Incluso, en el imaginario popular, las personas decían que iban a ver a la compañía que trabajaba en la Hubert.

Orieta Medina
Orieta Medina, directora general de la Compañía Teatral Hubert de Blanck.

“En 1994, pocos días antes de que yo llegara aquí, el Consejo de Dirección decidió que la agrupación debía llamarse Compañía Teatral Hubert de Blanck por respeto a toda la trayectoria del lugar”, cuenta su actual directora artística y general, Orietta Medina.

Afirma Orietta que en los primeros años de vida de la Compañía el espíritu de Teatro Estudio todavía estaba presente: “Por el hecho de tratar el teatro universal, por ser un lugar donde los actores, pasando por todas las tendencias, podían aprender la esencia de la interpretación y sus fundamentos teóricos. Eso es algo ineludible. Podrá haber modas, experimentos, investigaciones de teatristas de otras latitudes, pero siempre hemos recogido el legado de Teatro Estudio”.

Puestas en la memoria

Muchas han sido las puestas en escena a lo largo de estos cinco lustros de vida de la Compañía. Su primer título grande fue El tío Francisco y las Leandras, estrenado por Berta Martínez el 21 de abril de 1991.

Al decir de Medina, aunque se trabajó con la producción y el vestuario de La verbena de la paloma, también dirigida por Berta, esta nueva obra se veía como el eslabón que unió, con cierta organicidad, a Teatro Estudio con la Compañía Hubert de Blanck.

El tío Francisco y las Leandras fue un título muy importante en el llamado Período Especial, porque introdujo una revisitación de los teatristas al teatro vernáculo cubano. La obra es una suerte de revista con mucho acento en la interpretación. Berta le incorporó un sketch con el negrito, la mulata y el gallego, donde introduce una visión más amplia, más moderna y más actual, al valorar las raíces españolas y africanas como componentes de la nacionalidad cubana. Algunos críticos e investigadores lo reconocen así.

“En la década de los 90, se usaron mucho esos tres personajes. El Período Especial fue muy cruento y la gente necesitaba distracción. Las puestas en escena de Berta fueron muy populares, incluso las más especializadas. Y a esta sala asistía un público muy heterogéneo”.

A partir de 1994, Orietta comenzó a contar, nuevamente, con producciones realizadas por Tecnoescena. Con el estreno de Parece blanca, del dramaturgo Abelardo Estorino, uno de los autores clásicos del teatro cubano y universal, muy vinculado a la Compañía, llegó a las tablas de la Hubert una obra que mereció el Premio de la Crítica a la mejor puesta en escena de ese año.

ADRIA Y ESTORINO
Adria Velázquez y Abelardo Estorino, dos imprescindibles de estos 25 años.

A esa puesta le seguiría una jornada de reestrenos –entre 1995 y 1997– de grandes títulos de Berta Martínez, llevados a la escena durante la época de Teatro Estudio como Bodas de sangre y La zapatera prodigiosa. Esa revitalización del repertorio clásico se convirtió en escuela para las nuevas hornadas de actores y directores que integraron la Hubert de Blanck, se evaluaron en la Compañía y asumieron ese repertorio así como los estrenos posteriores.

“Alumnos de Berta como Amarilys Núñez Barrios y Mijaíl Mulkay, entre otros, estuvieron aquí mucho tiempo. Amarilys, antes de irse para la televisión, dejó para la posteridad una de las grandes actuaciones de una actriz joven, con su debut en Bodas de sangre”.

Más cercanas en el tiempo son las piezas Morir del cuento y El baile, de Estorino. Ya en la década de los 2000 hubo otros títulos de Berta como Don Gil de las calzas verdes, donde debutaron muchos actores jóvenes profesionales y aficionados. También se estrenó por esa época El cartero de Neruda.

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Cartel realizado por Raúl Martínez para Morir del cuento, de Estorino.

Actualmente permanecen en la Compañía seis o siete de aquellos muchachos que ingresaron a la misma en la década de los 2000. Uno de esos inquietos creadores es Fabricio Hernández quien hace un tiempo comenzó a incursionar en la dirección artística. Próximamente estará en cartelera la obra ¿Quiere usted comprar un pueblo?, de Andrés Lizarraga, bajo la dirección de Fabricio. Otra de las líneas que desarrolla la Compañía es la del teatro infantil, a partir de un taller que asesora directamente Orietta. Los más recientes estrenos para los niños serán La gruta de las sorpresas y Erase una vez un rey, dos títulos presentados en Cuba, durante los años 70 y 80.

De esa forma celebra 25 años de permanencia sobre las tablas un colectivo que mantiene vivo el legado de sus fundadores, desde un edificio que también recuerda la vida y obra del excelso pianista y profesor holandés Hubert de Blanck.