Retrato(S) De (Y No Solo Para) Niños IV

Por Frank Padrón.

No puede obviarse en este recorrido por el teatro para niños (y los que no lo son, pero lo disfrutan) el trabajo de Ernesto Parra y su Teatro Tuyo (Las Tunas). Aunque originalmente diseñado para los más pequeños, ¡!Pum!!, vuelve a reivindicar el payaso con esa concepción tan humanizada como mucho más graciosa, que conecta también con espectadores adultos. Globos en función de las más variadas figuras y objetos llegan en el quehacer del experimentado Parra en un intercambio esencial con todo el público; otra victoria para un ensemble que ha ganado notoriedad mediante títulos como Gris, Narices o Superbandaclown.

No menos exitoso, el matancero Teatro de las Estaciones tiene entre lo más reciente de su repertorio una verdadera joya: Retrato de un niño llamado Pablo, versión de Rubén Darío Salazar sobre un cuento de la catalana Carmen Fernández Villabol. La habitual combinación de técnicas en la animación de títeres con actores “en vivo y en directo”, los planos temporal-espaciales y un imaginativo diseño escenográfico y de vestuario, enfilan esta vez contra la descuidada educación de los hijos, el apego a lo material y la desvalorización familiar/social; lo hacen, como es habitual en ellos, con sentido del humor, dinamismo escénico y un destacado nivel actoral.

Cuando muera el otoño, del grupo villaclareño Alánimo, que conduce Carmen Margolles, logra sensibilizar al auditorio más diverso con una historia (libremente inspirada en la vida del músico Alejandro G. Caturla) que predica el amor capaz de vencer a la muerte y, de paso, flagela prejuicios raciales y clasistas. Perfecta simbiosis de lenguajes (actrices y títeres, escenarios de tamaño natural y pequeños), con una música preciosa del artista emblemático, todo magistralmente llevado por las actrices María Caridad Santos y Yamilet Rodríguez, es otro ejemplo de elegante recreación biográfica e histórica huyendo de estereotipos y logrando relatos entretenidos e instructivos.

¡A las tres de una vez!, del espirituano Teatro Paquelé, se arriesga con dos actores adultos (cierto que muy jóvenes) encarnando a personajes de menor edad que trasuntan en sus travesuras y miedos, conflictos mucho más graves que lo aparentado por aquellos: abusos sexuales o indiferencia familiar son llevados a la picota en un texto delicado y muy cuidadoso de Blanca Felipe Rivero, con puesta sencilla pero elocuente de Pedro A. Venegas, y las notables actuaciones de Ilen Bernal y Carlos A. Delgado.

El túnel, de Retablos (Cienfuegos) bajo la dirección de Cristian Medina Negrín,  versiona ese texto de Alejandro Jodorowski en torno a dos siameses uno de los cuales decide separarse en el momento en que abandonan el estrecho sitio en que viven encerrados; en su camino encuentra otros semejantes con análoga aspiración. Metáfora sobre la búsqueda de la propia identidad, la legitimación de lo literalmente a-normal (en tanto se aparta de la norma), el hallazgo de la libertad individual como aspiración máxima, en ella los actores y muñecos encuentran una sólida simbiosis; lo rudimentario de esas criaturas expresa su condición marginal o “rara” –para ojos prejuiciosos–, algo que complementan los vestidos negros, como de monjes, que portan sus manipuladores.

La escritura del notabilísimo y polifacético escritor chileno es de por sí muy sugestiva, lo cual se traduce en una representación simbólica, llena de claves a descifrar que recuerdan por momentos la alienación kafkiana, y que los de retablos llevan a un elevado nivel estético y representacional.

Foto de portada / Archivo Cubaescena

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