Para Una Visión Del Semestre Teatral En La Habana

Provocado por una petición del Portal Cubaescena, el crítico Roberto Pérez León accedió a brindar sus valoraciones sobre el comportamiento de las artes escénicas en La Habana, en el primer semestre del año

Por Roberto Pérez León

“Me gustaría destacar que los artistas entendamos que en Cuba la política cultural y la voluntad artística están en función del servicio, no está en función de ponderar mi ego, o poner el talento sobre un pedestal, si no hacer de ese talento, de ese apoyo institucional, un servicio hacia el público”. (Ernesto Parra, director de Teatro Tuyo)

¿Podría considerarse que durante el primer semestre de este 2019 hubo una aceptable actividad teatral en La Habana?

De enero a junio asistí a nueve estrenos, en total no sobrepasaron con mucho los 10; y, estuve en 18 puestas que por diversas razones no había visto; o sea, para un espectador con ejercicio crítico de las artes escénicas haber asistido al menos 27 veces al teatro en seis meses es una cifra considerable.

Pero vayamos a la aritmética con intenciones estadísticas. De acuerdo a las carteleras mensuales poco más de 20 por ciento de los montajes fueron estrenos y el resto sucedió en reposiciones.

No sé si esas cifras son proporcionales y representativas del trabajo que realizan los colectivos teatrales con que contamos en la ciudad. ¿Cuántos grupos de teatro tenemos en La Habana? ¿Las propuestas fueron las suficientes y además las necesarias de acuerdo a nuestra política cultural?

¿Cuánto fue el tiempo promedio de las presentaciones? ¿Cuáles demoraron más en bajar y cuáles se mantuvieron al menos dos semanas? ¿Cómo fue la asistencia de público? De acuerdo al costo de las producciones y la recaudación, ¿existió un balance adecuado teniendo en cuenta que entre nosotros la cultura es asistida por el Estado? Sé que no tenemos diseñados estudios de públicos, pero no sería difícil empezar con algo y conocer cuáles fueron los grupos etarios de los espectadores, las profesiones, para tentativamente, de acuerdo a las proposiciones estéticas e ideológicas de las puestas en escena, aproximarse a las preferencias.

Sospecho que hay dejadez y pereza en general en las concepción de los montajes desde el punto de vista del empleo de nuevas tecnologías. Pese a todas las dificultades y trastornos, sí tenemos posibilidades reales de empleo de esos recursos si se vence el acomodo y la despreocupación al respecto. Es evidente la holgazanería tecnológica en las artes escénicas en el país. ¿Cuál es el perfil del presupuesto para el desarrollo científico técnico en el teatro? ¿Cuántos científicos piensan el teatro? ¿Cuántos teatreros están al tanto del desarrollo científico técnico para pensar y hacer el teatro?

Creo que si hay algo que tenga las posibilidades de Dios, esa es la ciencia y la tecnología, y no soy un tecnócrata ni un cientificista, creo en la prudencia tecnológica, y creo firmemente que hay razones del corazón que la razón no entiende. Entonces, insisto en la necesidad de insertarnos con mayor énfasis en la investigación científica de entidades, formas y propiedades para multiplicar los significados escénicos sin excentricidades tecnológicas, y así ensanchar el horizonte de nuevas propuestas estéticas que a su vez incentiven la discusión crítica y podamos proponer, inventar y desechar.

Bueno, sigamos con la aritmética y el comportamiento del teatro durante el semestre. En efectivo, la Capital tiene once salas de teatro, seis de ellas como sedes permanentes de agrupaciones con reconocido prestigio, aunque no todos los colectivos teatrales con destacado trabajo e historia cuentan con espacios propios. De esas once salas, cuatro, tienen una actividad sostenida dentro del circuito teatral líder de la ciudad, me refiero a la zona de la calle Línea, que por cierto aún no se define como corredor cultural que no sólo incluiría al movimiento de las artes escénicas; además, fuera de este perímetro está la sala El Sótano; entonces, tenemos cinco salas que casi permanentemente dan funciones.

¿Dada la cantidad de habitantes que tiene la capital las salas en ejercicio pleno y sistemático son las suficientes? ¿Existe equilibrio en el trabajo de estas salas? ¿Cuál es el promedio de asistencia del público en general, y en particular en cada sala?  ¿Cómo se manifestó el público según el criterio de los colectivos teatrales? ¿Qué reveló el comportamiento del público? ¿Fue rentable económica y socialmente el trabajo teatral del semestre?

Ya sabemos que entre las necesidades fundamentales del ser humano está la avidez por preguntar. Preguntar por cuestionamiento, investigación, para refutar o consentir, preguntar para poder entender mejor el presente.

Además pregunto:

¿Por qué tan pocos colectivos de provincia han visitado La Habana? ¿Cuántos grupos habaneros han visitado las provincias? ¿Cuál fue la puesta que mayor público tuvo y por qué? ¿Cuál fue la puesta que más se mantuvo en cartelera? ¿Cuál fue la puesta que menos se mantuvo en cartelera? ¿Cuál fue la puesta que tuvo críticas más favorables y cuál la que tuvo las más desfavorables? ¿Cuál fue el comportamiento de la crítica en este semestre? ¿Cuál es el medio que mayor promoción hace al teatro? ¿Hay balance promocional en los medios con relación al teatro? ¿Qué incentivó el teatro como sistema de conocimiento social, no meramente como producto artístico sino como un proceso que se inserta en la sociedad?

Como espectador crítico en este primer semestre de 2019, para poder destacar alguna de las propuestas escénicas que se estrenaron, tuve que sentarme a tratar de recordar, porque para determinar mis preferencias no me satisface revisar los análisis que hice, me voy por el ímpetu gozoso de la memoria y puedo revisitar las representaciones, ya sabemos que hay una trama muy complaciente entre memoria, percepción y emoción.

Entonces, propongo para la memoria teatral del período dos puestas en escena que me dejaron satisfecho; una de ellas no fue un estreno como tal pues se trató de un remontaje con graduados de la Escuela Nacional de Teatro, pero ahí estuvo el valor agregado por la consistencia performativa de los jóvenes actores, me refiero a La Boda de Teatro de la Luna como unidad docente; la otra puesta fue La Caída, un estreno del Laboratorio Fractal Teatro.

En ambas puestas fueron un celebrable acontecimiento teatral donde el actor fue lo más presente, la cima del discurso escénico, bueno como debe ser, ¿verdad?; tanto en una como en la otra se manifestó una lógica teatral actuante en la producción simbólica que se proponían, no para que decodificáramos sino para adentrarnos con placentera indagación en las estratagemas semióticas y semánticas desarrolladas.

Como puesta en escena global La Caída tuvo ímpetu y riesgo; uno de los recursos de elaboración de significados estuvo en la no linealidad de la fábula que se consagra a la imagen de El Mayor Ignacio Agramonte; sin embargo no se cuenta la vida de El Mayor Agramonte, se interviene desde un presente el pasado para poder alcanzar a ver un futuro y a la vez para multiplicar la visión del héroe.

La Boda, Teatro de la Luna. Puesta en escena de Raúl Martín.

Por otra parte, en La Boda la corporalidad en sus fundamentos sensibles y la dimensión de su materialidad tuvo una dinámica efectiva; de nuevo el estilo de Raúl Martín como director desarrolla coordenadas que activan y completan el texto lingüístico que asume para ponerlo en escena. El nuevo montaje de La Boda fue un esclarecido ejercicio actoral de los jóvenes que acaban de graduarse de la Escuela Nacional de Teatro.

Con relación a la puesta más deficiente como sistema significante global considero que fue El Umbral, de Teatro Gaviota, estrenada en la sala El Sótano. Se trató de una obra del dramaturgo turco Hasan Erkek, pieza que tiene un poderoso pulso poético desde el texto lingüístico; sin embargo, la enunciación actoral no tuvo proporción entre la verbalización y la gestualización, se afincó en una insistente retórica declamatoria.

Por supuesto, al declarar lo que considero fue en el semestre teatral lo más importante y menos importante no estoy pronunciando un credo; lo expresado, si podría tener un valor sería instrumental.

No soy esencialista, no creo que una crítica por muy argumentada pueda llegar a las esencias del hecho teatral y establecer principios de interpretación, percepción o producción de una representación; no hay juicios modélicos, la crítica no es apodíctica, no es concluyente, es problematizadora.

Hoy, el teatro como praxis precisa de un ejercicio intelectual sobresaliente, tiene que sobreponerse a la inercia de un mundo donde la Información ha adquirido una divergente independencia en tanto va de un lado para otro sin estribos, autónoma, liberada de sus soportes, y entonces los significantes así como los significados mudan y transforman la percepción desde la dictadura de la imagen.

Durante el semestre muchas de las puestas mostraron un facilismo y rutina en la práctica de la representación, la creatividad como invención, preservación y continuidad no fue preponderante, la capacidad de expectación fue pobre y como consecuencia la percepción no propició de manera global una concreción enriquecedora.