Miguel Sánchez León, investigador acucioso de la escena cubana

Por Enrique Río Prado

Las artes escénicas nacionales han perdido recientemente a uno de los investigadores de la historia del teatro más capaces y mejor dotados técnica y culturalmente. Miguel Sánchez León, fallecido a consecuencia de un accidente cardiovascular el pasado martes 13 de septiembre, ha dejado, en efecto, un vacío en su especialidad bien difícil de reemplazar.

Aunque había nacido en La Habana, el 2 de mayo de 1947, se consideraba hijo de Manzanillo, región oriental de sus ancestros paternos, donde había transcurrido su infancia. Graduado en la Universidad de La Habana, en las especialidades de Historia (1969) y Sociología (1977), aplicó su sólida formación académica al estudio del teatro cubano y su problemática contemporánea, desarrollados en el Centro Nacional de Investigaciones Escénicas, donde tuve la oportunidad de cultivar su amistad.

Su obra principal, Esa huella olvidada: El Teatro Nacional de Cuba (1959-1961), publicada por la editorial Letras Cubanas en 2001, narra la gesta fundacional de la magna institución escénica que concilió los primeros esfuerzos de la revolución cubana por elevar la cultura de nuestro pueblo, al tiempo que recoge valiosísimos testimonios de sus protagonistas.

Otros trabajos suyos han quedado inéditos o han visto la luz en forma fragmentaria, como el libro Investigación del tiempo laboral de los artistas del teatro, que recibiera el Premio del Concurso de Economía de la Cultura en 1987 o su investigación sobre la cultura francesa en nuestra escena, que mereció el Premio de la Casa Víctor Hugo en 2014. Muy recientemente esta web dio cabida a dos excelentes artículos de su autoría: “Un viaje vertiginoso: dos siglos de teatro francés en La Habana” y “Estudio sobre el montaje de Bodas de sangre por Berta Martínez en Teatro Estudio”.  Su preocupación por la conservación documental de nuestro patrimonio queda plasmada en una edición digital —donada a la Biblioteca Nacional— de la colección integral de la importante revista Prometeo, que viera la luz entre 1947 y 1953 bajo la dirección del el teatrólogo Francisco Morín.

Por último, deja en proceso de edición en la editorial Tablas-Alarcos, una exhaustiva memoria cronológica de las puestas en escena de la compañía Teatro Estudio, dirigida por Vicente y Raquel Revuelta, que constituirá sin dudas un esencial aporte al conocimiento de una de las agrupaciones imprescindibles en la historia de nuestra escena nacional.

Sensible poeta, Miguel reunió su producción lírica en dos colecciones tituladas Armadura de la imaginación, laureada con una primera mención en el Concurso David de 1986 y Figuras de papel y otros poemas, publicada en la colección Poesía de la editorial Letras Cubanas en 2011.

Las redes sociales y otros sitios digitales han reproducido a raíz de su desaparición física diversos fragmentos críticos sobre sus investigaciones. Yo prefiero, en cambio, recordar al fraterno amigo en su faceta más sensible y humana, con algunos de sus versos.

 

Retrato de un desconocido

Va veloz.

Da nombres como golpes

Y recorre

la callejuela oral

Y cuántas cosas

Varadas para siempre.

Y va veloz

como quien huye de su peso

administrando un modo singular al pliego

y al descanso.

Inventaría la vida y las campanas,

Firma con yeso esta desolación

Episcopal

Y azorado

Envejece.

 

Instantánea de grupo

Desnudo de inocencia y brillo en las pupilas,

Miran desde la foto con un rostro difunto.

Es posible que añoren la iniciación heroica

Escapada en el viento entre disculpas teóricas,

El impacto convulso de las balas, el aire impetuoso

De un francotirador que se agazapa en un balcón

Contra el margen izquierdo del periódico,

El ávido delirio del suicida que lanza

Un manifiesto y se estalla los sesos,

O las batallas reales en que sentir la vida.

Parecen ir cayendo, pero quedan inmóviles.

La juventud ha huido como un pájaro inútil,

Asignando una sarta apacible de recuerdos vacíos

Y de acciones triviales en sordo contraluz,

Al perderse en empleos, contiendas familiares

Y fuegos de artificio: solo los típicos refugios,

Tras los cuales ahogar con discreción el ruido

De ese paso de entrar inexorablemente a la vejez.

 

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