“Mi suerte, mi orgullo y mi gloria”. Entrevista a Roberto Sánchez Ferrer

Por Isachi Durruthy y Enrique Río Prado

El maestro Roberto Sánchez Ferrer (La Habana, 1927) ha sido una figura paradigmática en el ámbito musical cubano desde la segunda mitad del siglo XX. Su humildad y modestia han impedido, hasta el presente, reconocimientos a la altura de su valía y quehacer profesional. Instrumentista, compositor, orquestador y director de orquesta, su distinguido quehacer lo sitúa en el epicentro de memorables acontecimientos: Director musical de la primera ópera completa producida y transmitida por la televisión nacional: La Bohème (1955), director musical del Conjunto de Danza Moderna de Cuba (1961), de la Ópera Nacional de Cuba (1976 – 1978) y de la emblemática puesta de Cecilia Valdés, en versión de Juan Rodolfo Amán que recorrió con rotundo éxito diversos escenarios latinoamericanos a finales de la década de 1980. El Mtro. realizó además la orquestación de la partitura integral de la zarzuela Cecilia Valdés a solicitud del Museo Nacional de la Música.

Maestro su visión creadora es la prueba fehaciente de una historia musical luminosa aunque leí en una entrevista suya que no se considera compositor sino un Director de Orquesta que ocasionalmente compone. [1] ¿Por qué?

Creo que un compositor tiene que tener una serie de atributos que yo no tengo. No soy como el compositor que tiene un impulso que no puede frenar y que tiene que componer. Yo no.  Yo compongo cuando tengo una idea, caramba esto hace falta, no se ha hecho nada y entonces yo voy y lo hago, pero no me considero compositor sinceramente.

Desde finales de la década de 1950 apreciamos su innata capacidad para desarrollar una curaduría discográfica inteligente y representativa de diversos géneros de nuestra música. El long play “Fantasía cubana”, producido por el sello Kubaney, es un claro ejemplo, la orquesta asumió desde clásicos de la canción cubana, mambo, chachachá, danzón hasta la Romanza de María la O de Ernesto Lecuona, siendo tan joven y con esta visión que se me antoja como una “obertura” de su notoria inclinación por la música cubana.

Correcto. Esto fue una idea del dueño de la empresa Kubaney, Mateo[2]. Se le ocurrió eso y me dijo “Roberto yo quiero hacer un disco de música cubana”, y yo comencé a pensar en las obras que me gustaría hacer y de ahí salió el disco.

En 1955 usted asumió la Dirección Musical de la primera ópera completa producida y transmitida por la televisión nacional: La Bohème de Puccini. En aquel momento, con tan sólo 28 años ¿cuánto de imaginación, intelecto, volcó en esa histórica puesta? ¿Fue este el detonante para el inicio de su fructífero camino en el mundo de la ópera?

Si, absolutamente. Allí había un productor que le gustaba mucho el género de la ópera y me dijo un día “Roberto vamos a hacer una ópera” y yo le respondí “oye eso no es fácil” (sonríe). Si yo te digo cómo se hizo esa ópera usted no lo va a creer.  La orquesta tenía trece músicos y se le añadió un piano, que por cierto era Pura Ortiz. Ella empezó como profesional conmigo porque éramos compañeros del Conservatorio. Yo la convencí cuando fui nombrado Director Musical del Canal 2 y ella se encargó maravillosamente, Pura siempre fue una artista muy capaz. Ella suplió todo lo que faltaba en aquella orquesta, ¡imagínese, faltaba el 90 por ciento de lo que había que tener!

A propósito, usted fungió como director de la primera temporada de ópera en Cuba después del triunfo de la Revolución. En 1961 dirigió La Traviata en el Teatro Auditorium Amadeo Roldán. ¿Cómo valora ese momento para el desarrollo del género en Cuba?

Había una avidez por descubrir. Cuando nosotros pusimos esa ópera la cola de personas le daba la vuelta al Teatro. Siempre fue Pro Arte quien se encargaba de presentar una o dos óperas al año. Cuando arrancó la Revolución aquello se llenó de una manera increíble. Eso nos impulsó a seguir luchando por la ópera en Cuba, era un sueño que teníamos de lograr un movimiento estable y prácticamente lo logramos. Teníamos nuestra Compañía de Ópera que hoy en día es el Teatro Lírico Nacional.

Su distinguida labor como arreglista ha quedado plasmada en colaboraciones discográficas con notables figuras como Esther Borja, Iris Burguet, Armando Pico, Omara Portuondo, Chucho Valdés, Hernán Lopez-Nussa…  pero nos llamar particularmente la atención los arreglos de la Berceuse Campesina de Alejandro García Caturla para la Banda Nacional de Conciertos que usted realizó a petición del Mtro. Gonzalo Roig y que se conservan en los archivos de la EGREM. [3] ¿Esta fue su primera colaboración con el autor de Cecilia Valdés?

Para mi suerte, mi orgullo y mi gloria fui amigo de los tres grandes maestros del arte lírico. Yo recuerdo que en mi época de estudiante en el Conservatorio Levy cuando nos decían “hay examen de solfeo, al tribunal viene el Mtro. Gonzalo Roig”, nos poníamos a temblar porque teníamos un gran respeto por el gran Maestro y sabíamos que él era un solfista excelentísimo y bueno ahí fue donde yo conocí al Mtro. Años después cuando comencé mi carrera de arreglista y entré en contacto directo con él, tuve la gran suerte que me acogió con una bondad, una comprensión, una amistad, yo me sentí muy honrado. Él vivía en la Calle Amistad frente a una fábrica de tabacos y ahí le preparaban un tipo especialmente para él. [4]  Yo pasaba antes y les decía “prepárenme 50 tabacos para el Mtro. Roig”. Luego iba a su casa y se los llevaba y se ponía muy contento porque era un gran fumador. ¡El único director que le permitían entrar a los estudios de la CMQ con un tabaco!

(Te voy a hacer una anécdota colateral) El Mtro. me recibió una vez y su perrita me mordió (sonríe). Era una perrita que él recogió en la calle bondadosamente y un día yo llego, él me dio un abrazo y ella quizá pensó que yo le iba a hacer algo a él y me mordió (sonríe). El Mtro. tenía siempre una gran bondad, hablábamos naturalmente de música, no sólo de la Cecilia. Él tenía una gran cultura musical sobre todo en el aspecto de la ópera, sacaba libros y se ponía a tocar en el piano Meyerbeer, Saint-Saëns…que yo conocía de nombre pero que no había escuchado… Años después el me contrató como arreglista de la Banda. La primera tarea que me dió fue hacer esta versión que me llenó de orgullo. Aunque casi inmediatamente surgió la posibilidad de la formación de la Ópera Nacional, se abrieron las plazas, yo opté y me dieron la de Subdirector. Originalmente el director fue Valdés Arnau, que era además el director musical de la orquesta del ICR pero él nunca tomó posesión.[5] Yo que entré como segundo me quedé como primero. Entonces no podía estar en la Banda porque no se podía tener una doble contratación y tuve que renunciar.

En tanto compositor de música para la escena (autor de la mejor ópera cubana escrita en la segunda mitad del XX —Ecue- Yamba- O— ¿qué valoración le merece la obra del maestro Gonzalo Roig?

Para gloria mía conocí a los tres maestros. Aunque hubo otros compositores destacados como Anckermann, los tres grandes fueron siempre el Mtro. Roig, el Mtro. Prats y el Mtro. Lecuona. Cuando yo era Director Musical del Canal 2, el responsable  que estaba por encima de mí que se llamaba Joe Pérez me dijo un día “Roberto el domingo paso a recogerlo porque quiero que vayamos a un lugar” y yo respondí “está bien”. Cuando me recogió yo veía que cogíamos campo afuera y me dijo “Quiero que conozcas al Mtro. Lecuona porque él va a empezar un programa con nosotros.” Imagínate cuando me lo presentaron yo estaba prácticamente temblando (sonríe). Era alguien exquisito, una persona noble, sencilla. Yo tenía que dirigir la orquesta y él me dijo “Roberto ¿cómo se siente? Y yo le respondí “Mtro. estoy temblando, imagínese con usted sentado al piano y yo dirigiendo es algo que no me entra muy bien en la cabeza (sonríe) y me dijo “no te preocupes que yo voy a estar allí mijito”. Efectivamente así fue. Él desde el piano inspiraba a todos los músicos.

Igual con el Mtro. Prats empezamos a trabajar en la radio e inmediatamente me acogió con gran cariño, me invitó a su casa, me regaló partituras. Siempre yo tuve una suerte tremenda, no sé de dónde salió esa suerte, la verdad (sonríe)

Usted transmite sencillez, su gran profesionalidad y cariño sincero,…

Es que yo no tengo ínfulas de gran arreglista, gran compositor, no, no, no. Por cierto, usted que está ahora en el Teatro Martí y es algo que yo no he podido lograr, pero cada vez que me hacen una entrevista lo digo ¿cómo es posible que en Cuba existan estatuas de personajes populares como el Caballero de París y del Mtro. Roig, del Mtro. Prats, del Mtro. Lecuona no hay ninguna? ¿Cómo el Teatro Martí no tiene sentados en el patio a los tres Maestros? ¿Cuándo le van a hacer su estatua a estas figuras tan grandes de nuestra música? Ellos nos dejaron el patrimonio musical más valioso de nuestro país., Óigame la María la O la quisieran tener muchos en España y la Amalia Batista, óigame, no entiendo por qué no existe eso y vamos a ver si usted puede ayudarme en esto antes de morirme (sonríe) porque los tres se la merecen.

A propósito, en la década de 1980 usted realizó una suite sinfónica con los temas musicales de Cecilia Valdés ¿qué lo motivó, y en qué ocasión se efectuó la primera presentación con orquesta? ¿lo dirigió usted?

Esa Suite la hice yo por encargo del Mtro. Manuel Duchesne Cuzán. Inclusive la partitura se la mandé cuando él estaba de gira con la Orquesta Sinfónica por el interior del país y esa obra se estrenó, no sé si fue en Santiago de Cuba o en Camagüey, pero recuerdo que me mandó un telegrama firmado por toda la Orquesta felicitándome. Pero todo eso fue idea del Mtro. Duchesne Cuzán. Luego yo la grabé en Berlín. Esa grabación está en el Museo de la Música.

Este 90 aniversario de la zarzuela de Roig implica volver la mirada a esas emblemáticas puestas que no deben verse sólo como añoranza por el pasado, sino como punto de partida para empeños futuros. En tal sentido su trabajo de dirección musical en la primera puesta del desaparecido Juan R. Amán, en 1984 es memorable ¿Cómo lo recuerda?

Sí, recuerdo incluso que Carlos Fariñas fue con nosotros como responsable principal. Nos trataron con mucho cariño.

Usted realizó una revisión de la partitura original conservada en el Museo de la Música. ¿Qué características tiene este documento patrimonial?

Toda la música del Mtro. Roig estaba plasmada pero obedecía a distintas épocas. Las orquestaciones no eran iguales en cuanto al número de componentes de la orquesta y yo lo que hice fue simplemente unificar eso.

Pero eso no fue algo “simple” Maestro, ¡es una tarea titánica!

Bueno… (Sonríe)

Pensemos por ejemplo que la Dulce Quimera no estaba en la versión original de 1932. Roig la añadió después. Su investigación es medular, el trabajo de mesa tuvo que ser arduo, contrastar todas esas fuentes durante varios años…

En el Museo había 4 partes de piano de la Cecilia. Distintas en el sentido de que unas tenían más números que otras porque se le fueron añadiendo números con el paso de los años. También había bastantes partituras de orquesta e inclusive partituras hechas por el Mtro. Prats. Creo que la versión de la Dulce Quimera que hay allí es del Mtro. Prats. Había también versiones del Mtro. Félix Guerrero, de otros arreglistas y otros compositores, y yo lo que hice fue unificar, ponerle todo el mismo tipo de orquestación.

Usted defendió la visión del Maestro Roig mostrando una ética absoluta. Quitar o añadir elementos hubieran atentado contra lo expresado por el compositor.

Absolutamente. Era una cuestión de unificación de la orquesta. Que todos los números fueran con el mismo tipo de orquesta, porque había algunos números que tenían 3 trombones, otros que tenían 1 sólo trombón, otro con 3 trompetas, con 1 trompeta… en fin había una gran variedad de posibilidades y yo lo que hice fue unificar todo aquello para tener una versión completa que creo que se iba a imprimir. No se llegó a hacer por la falta de recursos, pero está en manos de Jesús (Gómez Cairo) que fue el impulsor de tener una partitura completa impresa.

¿Cuánto puede influir en un proceso de orquestación musical o de arreglo el hecho de conocer o haber trabajado con el compositor?

A mí me ayudó mucho haber tenido un gran contacto con el Mtro. Roig, su gran paciencia y cariño que le agradezco eternamente. Los tres, como te decía, son una maravilla.

¿Alguna otra zarzuela cubana que le hubiera gustado orquestar?

Bueno no tan extensamente, yo orquesté Rosa la China. La María la O la hizo el Mtro. Félix Guerrero. Pero una que siempre me gustó mucho fue La Hija del Sol que hace muchísimos años que no se pone, y es una obra hermosa. Yo creo que no se les recuerda en la medida que se debiera. En realidad, Caturla y Roldán tuvieron una gran relevancia como músicos sinfónicos pero la obra mayor y de más peso en la música cubana es de ellos tres. Roldán tiene cosas importantes como La Rebambaramba… de enorme peso en nuestra música sinfónica, pero la música lirica es el fuerte de nuestro país, porque además ¡ningún otro país de América lo tiene! Son España y Cuba, ahí se concentró la zarzuela (sonríe).

¿En cuáles proyectos se encuentra trabajando en estos momentos?

En estos momentos me siento bien, para mis años, que ya tengo unos cuantos y son un regalo. El que quiera yo se los regalo (sonríe). Estoy con el empeño de estrenar mi última ópera que es un tríptico de mini óperas de cámara. Tiene muy pocos personajes, en realidad, solo dos que atraviesan toda la obra. Las tres óperas pueden ponerse una a continuación de la otra o pueden ponerse cada una individualmente. Cada una tiene su final. Es una cosa peculiar. Hay algunas personas interesadas en ponerla. Yhovany, que fue músico de mi orquesta, tocaba percusión, luego se superó, estudio y hoy en día es director del Teatro Lírico Nacional y de la Orquesta, y él tiene interés, pero todo se detuvo por la Pandemia. Por otra parte, además Helson Hernández también tiene mucho interés en ponerla. En eso estamos, esperando para ver si se pone o no se pone (sonríe)

Mtro. ¿Alguna otra idea que desee expresar a propósito de este 90 aniversario de Cecilia Valdés…?

Yo creo que es una de las tres grandes obras de la lírica cubana y la que más repercusiones ha tenido. Espero que se le dé la importancia que merece. Todavía hay muchos críticos, especialistas, musicólogos, que no le han tomado el peso a esa gran obra.

 

 Referencias:

[1] Marquetti, Rosa. “Hablando con Roberto Sánchez Ferrer”. Blog Desmemoriados. Historias de la música cubana. Febrero de 2018.

[2] Se refiere a Mateo San Martin (1930-2014), destacado promotor cultural y empresario que en 1955 creó la prestigiosa disquera Kubaney dedicada a la música cubana.

[3] Henríquez, María Antonieta. Alejandro García Caturla. “Cintas del Archivo de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales”. Museo de la Música. 2006

[4] Se refiere a la Fábrica de Tabacos de la marca H. Upmann, ubicada en la calle Amistad, No. 407.

[5] Roberto Valdés Arnau dirigió la Orquesta del entonces Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR)

Foto de Portada: Cortesía del entrevistado

 

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