La sala Adolfo Llauradó en su cumpleaños veinte

El 28 de febrero la sala Llauradó cumple su aniversario 20 y para la ocasión tiene reservado un programa especial para el público y sus artistas

Por Esther Suárez Durán

Siempre será útil recordar que la sala Llauradó vio la luz en nuestra geografía teatral animada por los espectáculos de La Colmenita y de Teatro Estudio, su grupo titular.

Fue la tercera y última sede de ese mítico grupo, el más importante del siglo XX. Ese conjunto teatral, y particularmente, Raquel Revuelta, su directora general, fueron sus fuentes inspiradoras. Sobre su escenario tuvo lugar la última obra del catálogo de la entidad: Tartufo, de Moliere, con un elenco de lujo que integraban Mario Aguirre, Alina Rodríguez, Osvaldo Doimeadiós, entre otros, en versión y dirección de la propia Raquel que escribía así algo parecido a su testamento artístico-político sin tener conciencia de ello.

Tras la muerte de Raquel, en 2004, la sala fue administrada por Alberto Oliva, a quien sucede después Juan Carlos Núñez con el concurso de la investigadora Nancy Benítez Trueba, a la sazón directora de la Casona de Línea, instalación mayor donde se enclava este teatro.

Más tarde Núñez quedaría a cargo de la sala, la cual ha cuidado con esmero y convertido en un espacio de referencia nacional.

Mientras arribamos a los veinte años de existencia de este espacio icónico es oportuno recordar que durante este tiempo se han presentado aquí 617 espectáculos procedentes de unos 46 países, lo cual equivale a una media de 35 obras al año, más de dos por mes. Ciento treinta y un espectáculos –es decir, la quinta parte— han sido estrenos, muchos de los cuales informan lo mejor del cuerpo escénico nacional.

La sala ha acogido unos dieciocho eventos entre los cuales se incluyen el Festival de Teatro de La Habana, el Mayo Teatral que organiza Casa de las Américas, el Festival Aquelarre del Centro Promotor del Humor, el Festival Elsinor, la Bacanal de Títeres para Adultos, las semanas de Teatro correspondientes a la creación escénica de Noruega, Alemania, Polonia, Francia, entre otros tantos cónclaves de muy distinta naturaleza.

En total ha presentado la respetable cifra de 6 048 funciones para unos 41 6996 asistentes. Todo esto habla de un ritmo intenso de trabajo de sus equipos, tanto el administrativo como el técnico y de una óptima explotación de este espacio que ha cuidado, no obstante, la calidad de su programación en el afán de ofrecer al público una oferta siempre valiosa.

Los trabajadores de la Llauradó se caracterizan, además, por el sentimiento de pertenencia y el promedio de años de trabajo aquí de cada uno de ellos permite hablar de una estabilidad poco frecuente dentro de nuestro sector, sobre todo a partir de la década del noventa que se comportó como un parte aguas en varios sentidos.

Nuestro talento artístico valora el poder presentarse en este espacio, no solo por su ubicación central en la geografía capitalina sino, además, por el espíritu de profesionalidad y colaboración de todos sus empleados y la presencia segura de un público que una programación continua y meticulosa ha conformado.

El público de la Llauradó es heterogéneo. Incluye a los profesionales del medio y de los otros ámbitos escénicos como la radio, la televisión, el cine, a académicos, estudiantes, vecinos, personas amantes del teatro. Todos son tratados con respeto, delicadeza y cordialidad, lo que hace que la sala se cuide y que, a la vez, sea percibida como un espacio cercano, familiar. Es una pena que no haya sido posible concretar aún la idea de varios espacios sociales acompañados de breves ofertas gastronómicas que prolonguen la estancia del público en el lugar una vez concluida la función y faciliten el intercambio y el diálogo; la extensión –tal vez la epifanía— de esa maravilla que es el convivio.

Desde su apertura la sala comprendió la programación de espectáculos para los infantes. En tal sentido es una excepción puesto que no es común entre nosotros que una misma instalación presente en el mismo escenario espectáculos para adultos y otros para niños y adolescentes.

Esto significa un desafío para el equipo técnico que debe trabajar más y hacerlo en un corto lapso de tiempo de manera que la sala quede dispuesta para presentar sábados y domingos un doble programa destinado a públicos de diferentes edades.

Nada resultaría más hermoso que el resto de los equipos de los teatros capitalinos vieran en esta celebración veinteañera un homenaje que se extiende a todos ellos: los colegas que animan y mantienen nuestras casas teatrales, esas que estos profesionales aseguran dispuestas para que en ellas tenga lugar la magia del teatro.

Foto de portada: Archivo Cubaescena