La recepción: donde se conoce el teatro que hacemos

Por Roberto Pérez León

El espectador de cine y el de teatro tienen recepciones, modos de apropiación del hecho estético y artístico diferentes.

En el cine media la fascinación por la magia del montaje y las bondades digitales cada vez más sorprendentes; en cambio, en el teatro, entre nosotros las tecnologías, como recurso de significación, no tienen un fuerte impacto en la recepción que entonces se produce fundamentalmente desde la sensibilidad, la historia, la biografía personal, los conocimientos del espectador.

En el cine vemos a través de la cámara y en el teatro decidimos nosotros para donde mirar. La recepción en ambos casos estará asistida por la artisticidad, es decir la forma en el hacer, sometida en el cine a operaciones tecnológicas mientras que, por ahora, en el requerido aquí y ahora del teatro el ejercicio tecnológico es apoyatura del performance corporal.

En estos días de Festival de Cine Latinoamericano en La Habana he visto a jóvenes entregando en las salas una planillita que podría estar relacionada con un estudio de públicos. El ICAIC hace ese tipo de investigación en los Festivales.

Tenemos indagaciones de públicos para el cine pero no para el teatro. Sin embargo en ambas expresiones el Público merece estudios científicos en tanto es un elemento decisivo en la recepción.

Siendo así, en medio de un ambiente plenamente cinematográfico, al suponer que se estaba haciendo un estudio de público por parte de los organizadores del Festival vuelvo a comentar la importancia de la expectación para conocer el vigor y la validez del teatro que hacemos.

La comprensión y resonancia del teatro como acontecimiento cultural en la organización social contemporánea está en el espectador depositario y sustentador de la expectación.
Los valores, lo axiológico en el teatro resulta una estructura insostenible sin la facticidad del espectador como sistema significante en una puesta en escena y su recepción.
En la experiencia estética no solo intervienen las operaciones que se originan desde el escenario y que impresionan la conciencia del espectador. Ese espectador, de manera individual y colectiva, produce sentido legitimado por la conexión ideológica con el suceder escénico.

La producción de sentido sustenta lo que se ha dado en llamar la concretización.
A través de la concretización que hace el espectador podemos entender el efecto del teatro en una sociedad determinada, en un momento histórico determinado de esa sociedad.

La significación de la concretización permitirá indagar sobre las posibilidades de transformación social desde el espectador.
La concretización por parte del espectador alcanza a ser un proceso de significación. La significación, semióticamente, es lo que resulta válido no por ella misma sino por lo que puede representar como presupuesto para la creación y activación de sentido en la mente del espectador.

La discursividad teatral no es ecléctica sino transdisciplinaria. Como enunciado complejo el teatro agrupa signos de todas las especies que estructuran un determinado universo semántico que el espectador desencadena críticamente de acuerdo a su experiencia individual y vivencias colectivas.
La concretización es la experiencia del espectador independiente del sentido original de la propuesta escénica y la voluntad discursiva que la sostiene como espectáculo.

La forma en que el teatro interviene en la sociedad la conocemos a través del espectador-individuo quien al aceptar integrarse al ritual de lo teatral y ser sujeto de una experiencia estética la concretiza fundamentalmente en términos de valores.
Los efectos socio culturales del teatro pasan por la recepción que se haga de él. Para llegar a esa recepción hay ahondar en el intercambio, la permeabilidad entre el espectáculo y el espectador.

La relación escena-sala es de un dinamismo tal que no soporta la homogenización. El acto convivial de subjetividades mediadas por los contenidos ideológicos y estéticos del espectáculo como experiencia cognitiva, emocional y comunicativa generan transiciones y búsquedas en el espectador dador de la concretización.

Ahora bien, más allá de la competencia teatral es en el posicionamiento subjetivo, emocional donde se localiza la construcción del espectáculo por parte del receptor.
La recepción teatral queda sometida por la convergencia antropológica, sicológica, semiológica que se integra en el espectador al intervenir creativamente en el suceder escénico.

No hay Un Público ni Un Espectáculo. Se trata de Públicos que asisten a Espectáculos.

Apriorísticamente no podemos llegar a establecer modelos de concretización.
De la efectividad metodológica y epistémica del diálogo con el espectador dependerá la comprensión del teatro que hacemos.
Cada puesta en escena debería tener un intercambio de concretizaciones entre el equipo de investigación y los espectadores: concretizaciones previstas y concretizaciones obtenidas. Cada parte podrá desarrollará su marco problemático.

Llegar al espectador no es un ejercicio empírico. Es cierto, según el criterio kantiano, que “todo conocimiento empieza con la experiencia, pero no por eso todo él procede de la experiencia”.

Estudiar los Públicos no es una normativa axiológica ni factual. La interdisciplinariedad y no las generalizaciones, mucho menos las expectativas sustentadoras de una concretización previa son válidas. No se trata de guiar la recepción a través del estudio de la misma sino contribuir a su posicionamiento dentro del ejercicio de pensar el teatro sin prescribir valores ni conductas.

Las indagaciones sobre la recepción teatral no admite esquematismos ni reducciones.
Un equipo de investigación sólido y sostenido debería asumir el diseño del marco metodológico y epistémico desde las particularidades de nuestro contexto social y cultural, así como atender las peculiaridades de cada propuesta escénica.

Es preciso entre nosotros, desde una perspectiva crítica, una constante y sonante zona de saberes de utilidad práctica para el desarrollo científico en las artes escénicas.
Los estudios teatrales pueden desarrollar matrices que focalicen las perspectivas e incidencias de la recepción teatral.
Aunque tenemos que considerar al acto receptivo como axial en los estudios teatrales también tiene el teatro el ámbito de la producción. Desde ambas vertientes se construye sentido.

La experiencia estética y los saberes teatrales no son necesariamente directamente proporcionales. En el receptor las calidades estéticas y formales de una puesta pueden llegar por la Formación de Públicos: ejercicio educativo que interviene decisivamente en la experiencia artística y las aperturas cognitivas y afectivas.

La construcción de públicos puede ser una de los cauces que conduzcan a los Estudios de Públicos y de Recepción.

La recepción teatral es una compleja situación dialógica donde toman parte el enunciado, el enunciador y la práctica enunciativa dentro del paisaje de los contextos internos y externos tanto del productor como del receptor.

Y como por el cine empecé a pensar esta vez en la recepción teatral, enestos días de Festival en La Habana acerquemos más la pantalla al escenario y que suceda el encanto de un teatro que no se abisme ante el cine y de un cine que no se achante en el teatro.

Imagen: Pixabay