La Exaltación Del Valor De La Música En Nuestra Existencia

Por Ulises Rodríguez Febles

Sin dudas, “Todo está cantando en la vida” cuando comienza el recital de afectos a Teresita Fernández, de Teatro de Las Estaciones, y cuando todo culmina estoy seguro que sigue cantando, pues uno se va de la sala Pepe Camejo, y sabe que adentro las botellas y sus tapas, los objetos inusuales que desbordan una palangana vieja, todo lo que puede ser ¿feo?, seguirá cantando porque ha adquirido vida.

El espacio se transforma en un imaginario construido a base de detalles. Se crea una atmósfera irradiante de una provocadora fuerza, con un lirismo singular, dramático en sí mismo. De este lirismo nacen los personajes, brota la música, a partir de los arreglos de Elvira Santiago, el aliento conmovedor de lo que las metáforas de Teresita procrean en los oídos y en la visualidad de los espectadores, según sus propias experiencias vitales, sus conexiones con las canciones, y lo que ellas producen en la memoria emotiva, en el caso de los adultos, y en el impacto estético que crea en las sensibilidades de los niños.

Hay tres planos esenciales en la puesta en escena, al menos así yo lo siento. El plano visual, el plano sonoro (integrado por las canciones interpretadas en vivo, ejecutada instrumentalmente con rigor y profesionalidad. También por el diálogo actoral, en verso, bien dicho, como se necesita que se domine el verso tradicional y su métrica; y en un primer plano cognitivo,  lo que se canta de Teresita en función del recital de afectos), por último está el plano  textual, construido sobre la amalgama de los parlamentos, los sucesos, la historia que se va construyendo dramatúrgicamente a partir de lo que cuentan las canciones, las cuales propician diversos referentes desde las inteligentes, hermosas y conmovedoras creaciones de Teresita Fernández.

Esa combinación de planos, equilibrada, armónica y eficaz, convierte al recital de afectos, en un espectáculo teatral que dignifica la obra musical de Teresita Fernández, y se constituye en una muestra relevante de la trayectoria de Teatro de Las Estaciones en sus 25 años.

Quiero volver a ver el espectáculo, disfrutar las imágenes creadas por los cuerpos de los actores, portadores de un  vestuario elegante, delicado y sobrio. Estos contrastan con la ingeniosidad de los objetos y muñecos-personajes, los cuales nos asombran estéticamente, tanto como nos desconciertan, debido a sus contrastes cromáticos, junto a la utilización de materiales y texturas que indagan en la filosofía de los afectos de Teresita Fernández.  Filosofía que incluye la invención lúdica de los infantes y la poesía de lo reciclable. Todo realizado con una elaboración esmerada, que hace dúctil los materiales hasta convertirlos en obras de arte que se animan y palpitan en escena. Somos sumergidos en una decoración escenográfica que nos lleva al cosmos visto desde la tierra, con belleza inusual, construida a partir de materiales desechados por los seres humanos.

El aporte de la música ejecutada en vivo (piano, oboe, violín, guitarra y violoncello, bajo la dirección de Roselc y Fernández), de los actores, en un elenco que funde diferentes generaciones,  para transmitir el espíritu estético y ético de los versos que la trovadora y compositora nos legó, como un privilegio más de la nación, hacen de «Todo está cantando en la vida», la exaltación del valor de la música en nuestras existencias, desde las más temprana edad.

Teresita aparece viva en las imágenes del álbum de fotos que se muestra, como sucede en otros espectáculos de Teatro de Las Estaciones, donde han aparecido Lorca, Villafañe, Martí, Prokofiev…; pero también está viva en su lección como artista, en su leyenda, en lo que nos legó mediante personajes e historias que nos han acompañado como un talismán sonoro.

Una botella que habla el lenguaje de las estrellas, un gato, una rana, una lechuza, están en canciones  que me conmueven con tan sólo escuchar las letras Se cierra el telón de boca – presente por primera vez en la sala Pepe Camejo-, detrás persiste su canción, su voz, y la de todos los que le dieron vida en este viernes 27 de septiembre de 2019, en que la ciudad de Matanzas vivió una experiencia más en la defensa del arte  cubano.