La crítica y el humor. Apuntes sobre una relación mal llevada

El número 1-2 de 2022 de la revista Tablas fue dedicado al humor escénico contemporáneo cubano. Compartimos con ustedes una selección de este dossier coordinado por la editora Fefi Quintana Montiel. Puede descargar la revista Tablas a través de las redes sociales de la Casa Editorial Tablas-Alarcos.

Por Isabel Cristina López Hamze

Hace algunos años, cuando aún no teníamos acceso a internet, era en los espectáculos humorísticos donde mejor se podía medir la temperatura de la realidad cubana. Los humoristas en sus shows de cabaré, en los programas de televisión, en salas de teatro y en el gran escenario del Carlos Marx, han sabido burlar las censuras mejor que otras expresiones artísticas. Más allá de la calidad de los espectáculos, los humoristas con su acento crítico, choteador y paródico se han colado en el corazón del pueblo cubano durante décadas.

La naturaleza tragicómica de esta isla del Caribe, hace que el humor se posicione como uno de nuestros más fuertes escudos ante las adversidades, las precariedades y las angustias cotidianas. Sin embargo, no se trata de que, como se dice mal y pronto, el cubano se ría de sus desgracias. La risa también es un mecanismo de reflexión, una operación intelectual con varios niveles de complejidad y significación. El cubano se ríe de lo que entiende, pero también se ríe del absurdo, de lo que no logra comprender mediante la lógica, se ríe para desacralizar, y en esa carcajada se experimenta la libertad.

Herederos de la tradición vernácula, los humoristas cubanos han apostado por contar la realidad, a veces desde el ángulo más simple, otras desde el más complejo. A mi modo de ver, han esgrimido con orgullo la parresía, aquel concepto griego que Aristóteles señalaba en su Tractatus Coislinianus como una de las características de la comedia antigua. Este término está compuesto de pan, que significa «todo», y reo, que significa «decir». Para el gran Aristófanes era máxima decir todo, desde sus frases escatológicas y sus alusiones sexuales hasta sus confrontaciones paródicas con Eurípides que, desde la distancia, puedo advertir como la muestra más fehaciente de admiración. La parresía, esa libertad de expresión que se traduce en libertad de creación, es una conquista del humor cubano.

La relación entre el humor y la crítica entraña un amor no correspondido. El humorismo que se hace, desde todos los escenarios, es profundamente crítico. Por otro lado, el humor es un tema pendiente en la agenda de los críticos cubanos. La crítica es una constante, es sustento, medio y fin en el arte de hacer reír. Sin embargo, la crítica no se ha ocupado lo suficiente del humor cubano. La crítica especializada se ha ocupado mucho menos. Y me atrevería a decir que para la Teatrología es un terreno inexplorado. Aún nos falta un trabajo de diploma sobre el humor en la Facultad de Arte Teatral. Se han escrito tesis sobre teatro radial, sobre performance, sobre dramaturgia, sobre puestas en escena, sobre obras de teatro llevadas al cine, sobre teatro y literatura, sobre teatro musical, sobre el discurso crítico, sobre conceptos griegos, sobre estudios de la descolonización, sobre danza-teatro. Pero no hay registro de tesis de pregrado sobre el humor en Cuba. Sí un intento valioso, pero no concretado de Fernando León Jacomino con tutoría de Osvaldo Cano.

Habría que preguntarse por qué ningún estudiante de Teatrología ha llevado a cabo un proyecto sobre humorismo. El divorcio que existe entre la crítica y el humor se refleja también en las aulas del ISA. No son suficientes los impulsos de profesores como Omar Valiño, Osvaldo Cano, Eberto García Abreu y Vivian Martínez Tabares, quienes desde diferentes espacios han saltado la barrera de la incomprensión, la apatía y la subestimación al género.

Hace poco más de dos años participé como tribunal en la tesis de maestría de Kike Quiñones. Reír es cosa muy seria. Una reflexión testimonial sobre la presencia de la sátira social en el desarrollo del humor cubano contemporáneo (1995-2011) es la única investigación profunda que tenemos en el campo de las Artes Escénicas sobre el humor. Sus aportaciones teóricas y su enfoque esencialmente analítico, unido al análisis del panorama del humor cubano contemporáneo, crean un buen sedimento para futuros estudios. Además de los valores de la investigación, el autor lanza un reto a los teóricos del teatro. El estudio está construido desde la perspectiva de un creador, gestor y director por varios años del Centro Promotor de Humor, que se desdobla de forma brillante en teórico. Qué bueno sería contar con otros textos que abordaran el fenómeno del humor y sus estrategias discursivas desde el otro lado: el lado del espectador especializado.

Si bien es cierto que las investigaciones y los estudios críticos no han atendido los procesos del humor, hay que reconocer la atención que el humorismo ha recibido en el campo editorial, sobre todo bajo la gestión de Omar Valiño. El catálogo de la Casa Editorial Tablas-Alarcos ha publicado libros con numerosos textos humorísticos para la escena. En la colección Aire Frío, podemos encontrar Telones (2001), de Telo; Cincomedias (2001), una compilación de textos premiados en el Aquelarre; Anodino y la lámpara maravillosa (2009), de Nos y Otros; Caricare en clave de doce (2014), de Onelio Escalona; Humor del cercano Oriente (2014), una selección de textos de varios autores; Argonautas (2013) y Comedias sin lente (2006), de Carlos Fundora; así como Monólogos (personales e intransferibles) (2006), Para-dos en la escena (2010) y Humor del cercano Oriente (2014), los tres con selección y prólogo de este autor. En correspondencia con otras zonas de la dramaturgia cubana actual, la editorial ha prestado especial atención al humor. Esto no significa que, por parte de la misma institución, haya olvidos y carencias.

Un ejemplo palpable de ello es la multimedia por los 30 años de la revista Tablas. Las barras de búsqueda especializada proponen varias vías para encontrar un material. Ahí tenemos: Artículo, Autor, Etapa, Número, Año y Epígrafe. Al desplegar la barra de Epígrafe aparecen 29 grandes temas o categorías ordenados alfabéticamente en las que se organiza el contenido de la revista. Listo esos epígrafes una vez más por si le pasé la vista al vuelo y no encontré la palabra Humor. Actuación, Ballet, Ballet folclórico, Circo, Críticas de libros, Críticas de puestas en escena, Danza, Danza folclórica, Diseño y espacio teatral, Dramaturgia, Editorial, Enseñanza de las Artes Escénicas, Festivales y eventos, Grupos e instituciones teatrales, Libretos teatrales, Narración oral, Pantomima, Personalidades, Premios y reconocimientos, Tablas, Teatro callejero, Teatro de aficionados, Teatro de títeres, Teatro para niños y jóvenes, Teatro-cine-televisión, Teatro-danza, Teatro-música, Teatro-público, Teoría e historia teatral. Resulta admirable el interés de la revista por abarcar gran parte del acontecer escénico del país y la vocación inclusiva en sus tres etapas. Se le brinda un espacio a formas y estéticas generalmente preteridas por la crítica, como el circo, la narración oral o la pantomima, por solo mencionar tres. Pero no está el humor. ¿Olvido? ¿Rechazo? ¿Apatía? ¿O simplemente el reflejo de la relación mal llevada entre el humor y la crítica?

Que no aparezca el Humor como epígrafe en la multimedia, es solo una cuestión formal, un indicio al que hay que atender, pero no significa que se excluyan de las páginas de la revista artículos sobre este tema. Sí existen críticas a espectáculos premiados y algún que otro reporte del Aquelarre. Resaltan los nombres de Norge Espinosa, Amado del Pino y Osvaldo Cano, este último el crítico que, a mi juicio, ha seguido con mayor rigurosidad los empeños de los humoristas. En las páginas de Tablas aparecen reseñadas las puestas en escena que la crítica ha reconocido: La divina moneda, con dirección de Osvaldo Doimeadiós, espectáculo finalista del Premio Villanueva de la Crítica en 2002; Aquí cualquier@, unipersonal escrito y dirigida por Osvaldo Doimeadiós, ganador del Premio Villanueva en 2007; Reír es cosa muy seria, con dirección de Iván Camejo, ganador del Premio Villanueva en 2011; y La cita, también dirigida por Osvaldo Doimeadiós con dramaturgia de Andrea Doimeadiós, merecedora de un reconocimiento en los Villanueva del año 2017. Asimismo, podemos encontrar una reseña de Osvaldo Cano de la obra Conexión a Inter-nos, de 2001, escrita y dirigida a cuatro manos por Iván Camejo y otra vez Doime, quien ha sido el artífice de no pocos logros en el contradictorio terreno del humor en Cuba.

Todos estos espectáculos, pertenecientes al Centro Promotor de Humor, tienen en común que son producciones teatrales complejas. Unas de gran formato, otras de pequeño formato, pero todas cuentan con un alto nivel de facturación en vestuarios, escenografías, diseño de luces y banda sonora. Estas obras poseen una caracterización de personajes y una dramaturgia sólida. Se construyen sobre elementos tradicionales más cercanos a lo que nosotros los críticos entendemos como algo teatralmente correcto. Más allá de la valoración en términos de calidad artística, los críticos eliminamos de plano otros estilos y otros formatos dentro del humor como son los sketches, el stand-up y una serie de expresiones de corta extensión y características escénicas específicas, que muchas veces desconocemos y subvaloramos.

 

Dúo Caricare. Foto tomada de redes sociales

Esta subvaloración hacia las fórmulas de construcción que no nos parecen adecuadas, se une a la también real falta de rigor en muchos de los espectáculos humorísticos. Si me pusiera del lado de los críticos, gremio al cual pertenezco, tendría que apuntar todo aquello que la crítica puede reclamarle al humor que se hace hoy. En esa lista estarían la vulgaridad, el facilismo, la poca elaboración dramatúrgica, el endeble trabajo con los elementos de la puesta en escena, la inmediatez, la chapucería, la complacencia, la pobreza de referentes y otros tantos problemas que se perciben en las presentaciones humorísticas. Sin embargo, pudiera decirse, que esos mismos reclamos le puede hacer la crítica a gran parte del teatro dramático.

A algunos colegas les gusta sostener el criterio de que el silencio es una de las reacciones de la crítica. Lo complicado está en que, no es lo mismo hacer silencio ante un espectáculo dramático convencional deficiente que se presente en una pequeña sala de teatro, que hacer silencio ante un suceso humorístico en el Carlos Marx con unas 5500 personas carcajeándose de forma delirante. La crítica debe orientar, educar y contrastar visiones con ese público, debe además ser puente entre los creadores, alentar al estudio, a la superación, al rigor y al desarrollo del arte del humor en Cuba.

Para ser justos, tendríamos que atender también a los reclamos que los humoristas pudieran hacernos a nosotros los críticos. Y ahí tenemos la invisibilidad, el maltrato tendencioso, el nulo acompañamiento en la asesoría teatral, el poco estudio de referentes teóricos y códigos específicos del humor, la falta de conocimiento sobre las tendencias de humor actual en el mundo, la falta absoluta de una historiografía sobre el humor en Cuba.

Los humoristas han contado con el apoyo de varias figuras fuera del gremio, como es el caso de la intensa labor realizada Armando Suárez del Villar y Corina Mestre. Sin embargo, no hay historias de acompañamiento de asesores teatrales y críticos a espectáculos o a grupos humorísticos. No existe una relación sistemática ni constante, aunque ha habido empeños de parte y parte, lo que supone una voluntad de diálogo y colaboración. Por parte del humor tenemos los eventos teóricos del Aquelarre ¿Piensas ya en el humor? y las tres ediciones del Encuentro Nacional Prensa, Humor e Identidad, por solo mencionar dos de los espacios que, desde el Centro Promotor del Humor, generan la reflexión teórica y la investigación. A esto se suman las conferencias impartidas por Kike Quiñones en varios eventos a lo largo y ancho del país. En honor a la verdad, muy pocos críticos y teatrólogos se asoman a esos espacios.

También es cierto que el humor ha estado incluido en festivales nacionales e internacionales y en otros eventos de creación e investigación como Traspasos Escénicos, organizado desde el ISA por Eberto García Abreu, quien, durante una década, se ha interesado especialmente por la presencia del humor. Pero creo que no es suficiente con una ponencia o con una presentación, la relación entre críticos y humoristas debe construirse desde lo profundo, desde el respeto mutuo y el manejo de referentes comunes. Hay que posibilitar el acompañamiento de los críticos a los espectáculos. Convocar a talleres de la crítica donde se puedan ver obras en proceso. Hacer desmontajes para que los teatrólogos descubran los entresijos de las producciones humorísticas. Pensar un curso especial en el que los artistas del humor instruyan a los críticos sobre las técnicas, estilos, subgéneros y sus características. Preparar un curso de extensión o una asignatura optativa para los estudiantes y profesores del ISA. Debe acabarse la hostilidad y la apatía de ambas partes. Para que eso sea posible hay que estudiar, proyectar, soñar nuevos puentes.

En Portada: Venecia Feria en La cita. Foto Buby Bode