JUAN CARLOS NÚÑEZ: EL TEATRO ME CAMBIÓ LA VIDA

Por Mery Delgado

El pasado 28 de febrero, la sala Adolfo Llauradó celebró su aniversario 15. Juan Carlos Núñez, director de la sala Llauradó, conversa con Cubaescena a propósito de las celebraciones por los 15 años.

Juan Carlos Núñez Saavedra llama la atención por su sonrisa siempre a flor de piel cuando nos recibe en la Sala Adolfo Llauradó. Palabras amables para todos, ejemplo entre sus trabajadores siempre al frente de su colectivo. Ahora, por los 15 años de la sala habanera, organizó una brigada para pintar y embellecer la institución que está de festejo todo 2018.

Hace 15 años llegó Juan Carlos a esta institución proveniente de la Empresa de Pan y Dulces en el oriente cubano. Economista de profesión nunca pensó que la vida le daría este regalo, más que una tarea.

Recuerda que lo primero que hizo fue rescatar el teatro para niños dentro de la sala y lograr un público estable. Hasta el momento se hacían las funciones en los jardines y en otras áreas de la Casona de Línea.

Después con el potencial humano y técnico que tenía comenzaron las funciones de martes a jueves, a las seis de la tarde, que junto a las Peñas de la Trova con Renecito de la Cruz, y las campañas de promoción lograron atraer a espectadores asiduos a la sala.
En entrevista exclusiva para Cubaescena, Juan Carlos contestó amablemente varias preguntas a esta periodista.

¿Quién ha dirigido la programación?

Durante todos estos años yo he dirigido la programación, la promoción, la parte técnica, y la administración, todo el funcionamiento de la sala. Tengo un equipo de técnicos excelentes que yo podría asegurar están entre los mejores de Cuba, y sobre todo aman al teatro.

¿Cómo has logrado lidiar con los artistas estos 15 años?

Ajustarme no me fue difícil, pero si tuve que conocer un nuevo sistema de trabajo, adaptarme a la manera de pensar, de actuar tanto los artistas como los técnicos, pero al final como dicen los teatristas viejos, el teatro es como un bichito que cuando te entra a la sangre es muy difícil que tu salgas de él, y nos fuimos agrupando un colectivo de personas que sentíamos lo que estábamos haciendo.
Es difícil que en un año no hagamos más de 400 funciones, eso solo se logra con un equipo técnico como el que hay aquí.

¿Cuáles han sido las obras más populares?

Yo creo que una de las que más público tuvo fue “Tartufo”, dirigida por Raquel Revuelta en una versión teatral de ella misma, quien dirigió en la escena, aquella vez, a Mario Aguirre, Osvaldo Doimeadiós, Alina Rodríguez, entre otros intérpretes. De igual manera hubo lleno total con los espectáculos de Tony Díaz, “Delirio Habanero”, de Teatro de la Luna, los unipersonales de Susana Pérez, Freddys Núñez con Teatro del Viento, de Camagüey, y otros tantos que la lista sería bien larga.
Y mira nosotros tenemos una singularidad. Estamos en el patio de una casona no en una avenida, no tenemos un cartel que nos identifique y hemos logrado situarnos al mismo nivel que espacios como el Mella, el Bertolt Brecht y el Teatro Nacional en 15 años, y eso nada más lo da la estabilidad en la programación con la mejor calidad que podamos ofrecer.

¿Cuándo una obra no funciona y el teatro se te queda vacío, qué haces?
Nosotros hacemos la programación y escogemos las obras que propone el Centro de Teatro de La Habana. A veces las obras tienen calidad, pero no tienen público y la tratamos de defender porque creemos que se lo merece. Aun cuando tiene buena promoción y tiene calidad, el público no responde, entonces somos flexibles y reprogramamos dando otras opciones después que esta cumple su temporada, con otras de más éxito ya probado para levantar la programación.

¿Se podría decir que Juan Carlos era uno antes de estos 15 años, y otro después?
Sí como no, por completo. El teatro transforma a todas las personas, no solamente al que lo dirige, sino también a los técnicos, jardineros, recepcionistas, a todo el personal. El teatro tiene una magia, que no creo la tenga otra manifestación. Yo no he vivido otras experiencias, pero si te aseguro que el teatro sí la tiene.

Fotos Ernst Rudin y Mercedes Borges