FIBRA ÓPTICA DE UNA RED FICCIONAL

Por Leonardo Estrada / Foto Buby
Luego de puestas exitosas como Litoral e Incendios, dirigidas por Miguel Abreu, Ludi Teatro y Théâtre Asylum de Canadá nos presentan su más reciente estreno Nos vemos (Nous voir nous). El texto pertenece a la pluma del dramaturgo quebequense Guillaume Corbeil y fue traducido al español por Bruce Gibbons. En esta ocasión, ha sido llevado a escena por Jennifer H. Capraru, quien también dirigió en Cuba Las Cuñadas, de Michel Tremblay.
En él se aborda la intromisión de Facebook y otros chats de Internet en la vida privada del sujeto y las variaciones que surgen de manera vertiginosa en su comportamiento como ente social. El dramaturgo articula la convención-chat que soportará la estructura interna de la pieza; introduce a sus personajes a modo de números alegóricos. Ciertamente, no importa a quién o a quiénes representen estos jóvenes; son simplemente eso, unos jóvenes cualesquiera, hipnotizados por la euforia y enajenación del chat.
Capraru dialoga con esta idea y la resuelve audazmente mediante las fotos y videos más íntimos que los actuantes disponen en afán de publicarlos. Para ello, utiliza una pantalla gigante donde se proyectan imágenes como una suerte de simulación de Internet. Remarquemos que la introducción de dicho recurso no solo aparece como un añadido más, sino como elemento que desarrolla, unifica y justifica la dramaturgia de la historia. El dispositivo escénico invita a los involucrados a verse reflejados ellos mismos, a exponerse frente a la mirada del otro.

Lo íntimo, o lo privado dentro de lo no privado, aparece tras perfiles diferentes que adoptan los ejecutantes. Frases leitmotivs como: “me gusta…”, “he visto…”, “mi filosofía de vida…”, etc, devienen “pose psicodélica”, utilizada cual máscara que oculta sus biografías de vida más humanas para obtener likes de otros usuarios. Inclusive, existe una espectacularización de la realidad cotidiana, expresa en sucesos violentos y anárquicos como: la huida de prisión, el asalto a un banco, la violación de una paciente de hospital, entre otros.
Capraru añade: «el juego con los celulares, el desfile de moda casi competitivo de los actores y las traslaciones a modo de estatuas robóticas». De igual manera, entiende la capacidad efectista de los sucesos y no los representa, sino que los presenta tras bien logrados monólogos actorales. Como diría la gran directora Julie Taymor: “los sucesos trágicos no necesitan de una imagen trágica.” Y resulta innegable que la dramaturgia de la imagen es más poderosa cuando se teje de forma sutil o sugerida, concepto que explota la orquestadora escénica desde el cuerpo movible de sus actores.
Nos vemos 1 - BajaEl espacio-tiempo de la obra se compone casi como en universos paralelos. El espacio escénico se expande hacia una discoteca, la casa de los personajes, una cárcel, una autopista…, sin que el auditorio se pierda; lo cual habla además de una magistral resolución espacial. Con respecto al tiempo, precisemos que en ocasiones trascurre vertiginosamente, es decir, a saltos que notamos por la diversidad de los sucesos comentados por los personajes; otras, parece estancado, dilatado; y otras tantas, parece inexistente. Luego, esas nociones son asumidas como pacto veraz con el espectador que viaja a confines inusitados por la fibra óptica de una red ficcional.
Por otra parte, el trabajo de síntesis textual y de adaptación denota otro de los puntos sublimes del montaje. Hay una intención lograda de contextualizar la pieza, de introducir referentes y símbolos cercanos al público cubano. Se añaden al guion películas cubanas como Lucía (Humberto Solás, 1968); directores teatrales y cinematográficos de envergadura como Carlos Celdrán y Tomás Gutiérrez Alea, respectivamente; autores literarios célebres como Leonardo Padura; o problemáticas difíciles hoy día como la escasez o la corrupción. Debemos agregar asimismo que desde el propio relato escrito se introducen variaciones en los parlamentos de los personajes e intertextualidades según el país que represente la pieza. Esta alternativa fue mantenida en la excelente traducción realizada por Bruce Gibbons.
En lo concerniente a los actores, elogiemos la intensidad demostrada en los momentos más climáticos, así como sus capacidades de desdoblamiento cuando simulan personajes o personas, cuando (re)presentan. Durante tales situaciones, traspasan la línea de la ficción y de la realidad con esmerado dinamismo y organicidad, no obstante a los difíciles cambios rítmicos que ostenta la pieza. Podríamos hablar de un “actor cuasi-total” que narra eventos y ejecuta acciones físicas, al compás de una conga o de movimientos acrobáticos. Cabe destacar la ejecución de Miguel Abreu, que en esta puesta retoma el camino de la actuación con esmerado tino.
Un aparte merece también la dirección en cuanto al trabajo con el balance escénico. No hay movimientos desestructurados, ni espacios vacíos, ni suciedad en la platea desde el punto de vista del relato contado. De hecho, podemos hablar de una coreografía del gesto bien definido: frases excelentemente pautadas y organizadas que mueven al espectador de un lado al otro, con múltiples simulaciones amén de la disposición espacial que supone un desfile de moda.
Nos vemos 2 - BajaLa banda sonora acontece a través de mezclas electrónicas y temas de grupos canadienses de rock como Godspeed You! Black Emperor, Leonard Cohen y los jazzistas venezolanos Los amigos invisibles. La selección es la indicada para los momentos del bar, el modelaje y las fiestas. Constituye elemento fundamental en aras del entretenimiento del espectador. Aligera además los grandes monólogos actorales ya referidos.
Por último, el diseño de vestuario –huella de Celia Ledón-, a modo de trajes grises con celulares atados a ellos, lee de manera eficaz la noción de “actante alegórico” ya referida. Lo logra gracias a la vacuidad visual del gris y la uniformidad del color. Asimismo, se utilizan otros objetos como gafas y collares, que caracterizan el estilo de vida de los personajes.
Nos vemos es, sin lugar a dudas, una clase magistral de cómo entender el arte teatral de manera renovada, entretenida, contemporánea, pero también con orden y coherencia. Jennifer H. Capraru ha logrado insertarse de manera colosal dentro del panorama teatral cubano.