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Entretejidos de Arará y Ocha: una mirada desde los rituales festivos

Acercamiento a los rituales festivos de las vertientes religiosas afrocubanas Arará y Ocha, puntos en contacto y diferencias entre ellos.
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Por Bárbara Balbuena Gutiérrez

Como una de las manifestaciones más importantes que sobreviven hoy en el entorno de las casas templos arará localizadas fundamentalmente en Matanzas, están las celebraciones rituales festivas que allí se producen. En este contexto se atesoran toda una serie de expresiones socio-religiosas y músico danzarias, que, como parte de la memoria colectiva de esta comunidad religiosa, merecen ser estudiadas con mayor profundidad. Solo alcanzando un profundo conocimiento sobre este culto que forma parte del patrimonio cultural vivo de la nación, podrán ser analizados y comprendidos los procesos de hibridación que se ha producido entre la Regla arará y la Regla de Ocha.

Analizar las implicaciones de la Regla Arará en el complejo religioso Ocha-Ifá, específicamente las relativas a las diferentes manifestaciones reproducidas actualmente en el contexto de las celebraciones rituales festivas, ha sido el propósito fundamental de este trabajo. El estudio de estas expresiones patrimoniales ha posibilitado una mejor percepción de los complejos procesos interculturales existentes entre ambos cultos cubanos de ascendencia africana. 

Se han tenido en cuenta como principales indicadores para el análisis de las fiestas rituales: las casas templos o cabildos arará de mayor importancia religiosa en Matanzas, la caracterización general de cada celebración según la tradición familiar, la estructura de su configuración ritual, las jerarquías y participantes que intervienen, las manifestaciones socio-religiosas que prevalecen, y las expresiones músico-danzarias que se ejecutan.

Otros indicadores importantes para valorar las implicaciones de las expresiones arará en el complejo religioso Ocha-Ifá, han sido: los canjes interculturales desde la matriz histórica, la forma del culto a las divinidades (Dios supremo, panteón de deidades), vestuarios y atributos simbólicos, lenguaje ritual, sistemas de interpretación deductivas, la ceremonia de Presentación al tambor, los conjuntos instrumentales, los cantos y las danzas.

Para la obtención de la información en el proceso investigativo, se recurrió fundamentalmente al método etnográfico como el más apropiado para el trabajo de campo. Por esa vía se ha realizado un registro y sistematización de la información acopiada a través de la observación participante en las festividades rituales objeto de estudio, y las entrevistas en relación directa con los actores, organizadores y participantes en general de estos eventos.

Para estas acciones fue necesario visitar los focos culturales más importantes en las prácticas religiosas de varias localidades de Matanzas: el Cabildo Arará Sabaluno (Espíritu Santo) de la Ciudad de Matanzas (a cargo Oscar Rodríguez); en Agramonte, la Casa Templo Arará San Lázaro (al cuidado de Lázaro Madam Baró), Casa Templo de Santa Bárbara (de Julia Adelaida Campo) y Casa Templo Arará de San Manuel (de Onelia Fernández Campo); en Jovellanos, Casa Templo Arará San Manuel (a tutela de Miguel Mederos Baró, Casa Templo de San Lázaro (de la Familia Sotomayor); en Perico, Sociedad Africana Arará de Santa Bárbara (a custodia de  Víctor Angarica Zulueta (alias “el Prieto”), Arístides Angarica Zulueta (“Ñuco”) y Lázara Angarica Santiuste (Ojacino).

La Regla de Ocha-Ifá y la Regla Arará constituyen unas de las principales religiones de origen africano conservadas en nuestro país a partir el siglo XIX y, aunque son dos sistemas religiosos diferenciados entre sí por diversos rasgos culturales desde su propia matriz histórica, han estado en contantes canjes interculturales. Primero desde las costosas guerras por la hegemonía del poder entre los imperios de Oyó y el Dahomey, luego por el factor de desintegración étnica provocada por la trata de esclavos, y por último, el complejo proceso de transformación, construcción y reconstrucción de sus identidades en Cuba.

Es posible considerar como uno de los puntos iniciales en este proceso de interculturalidad, el nacimiento a mediados del siglo XIV del mayor y más poderoso de todos los reinos yorubas: el imperio de Oyó. Se calcula que su predominio tuvo una duración de aproximadamente doscientos años, alcanzando una extensión que rebasó los límites del Río Níger hasta posicionarse del Benín, Gana y el Togo, para mantener bajo su dominio a miles de aldeas y pueblos de toda esa región. La grandeza y riqueza de este imperio fue posibilitada por diversos factores como el poderío militar, su posición geográfica con relación a las rutas comerciales existentes, sus habilidades en la producción industrial de varios productos, la posesión de tierras fértiles, pero, sobre todo, por la homogeneidad étnica pues “la mayor parte del mismo tenía costumbres similares. Hablaban la misma lengua, consideraban a Ifé como su casa espiritual y a Oduduwa como el fundador de su raza” (Feraudy, 1993:34).

A principios del siglo XIX tuvo lugar el colapso del Imperio de Oyó provocado por debilitamiento del ejército, la economía, las luchas por el poder y las llamadas “Guerras civiles yorubas”. Un factor agravante de su desintegración, fue “el insaciable apetito de los mercaderes europeos por la mercancía humana en abyecto trueque por baratijas y armas de fuego. Fueron ellos quienes, en su afán desmedido por las ganancias, azuzaron y estimularon las guerras intergrupos promoviendo el comercio de esclavos” (Feraudy, 1993:39). Una de las principales guerras que constituyó un reto militar para la historia de esta potencia fue la iniciada en el siglo XVIII con el reino guerrero del Dahomey (hoy República de Benín) el cual le dejó de pagar tributos desde 1820 y posteriormente comenzó una invasión al territorio yoruba, fundamentalmente para obtener esclavos. El reino de Ghezo fue considerado como una Nueva Era en esa historia, pues a él se le atribuye el liberar a su país de la larga hegemonía de Oyó.

“A pesar de las medidas tomadas por los abolicionistas, la independencia estimuló el militarismo dahomeyano y creo más oportunidades para la exportación de esclavos desde Ouidah, bajo la supervisión de de Félix Francisco de Souza. La caída de Oyó fue seguida por una costosa lucha de ascensos entre los nuevos estados y trajo aparejado un enorme impacto de la trata de esclavos a la Tierra Yoruba, la cual se convirtió en el mayor de los mercados proveedores de esclavos del África occidental, y en uno de los más importantes del tráfico trasatlántico” (Soumonni, 2001:8).

Como resultado de estas guerras y la situación prevaleciente en la ensenada de Benín, miles de esclavos yorubas y también de otros grupos étnicos como los Ajá-fon o Ewé-fon, fueron embarcados para Brasil, Estados Unidos y mayormente para Cuba. En la Isla caribeña fueron reconocidos por las denominaciones metaétnicas de Lucumí (a los yorubas) y Arará (a los Ewé-Fon o dahomeyanos). Paradójicamente la trata de esclavos fue también un elemento de reconstrucción de identidades en el Nuevo Mundo, en una escala mayor que en África. Los esclavos en un entorno hostil, utilizaron estrategias de supervivencia inspiradas por sus propias experiencias en África, las cuales se manifestaron en formas de solidaridad inusuales, como la coexistencia y la cooperación entre grupos étnicos que estaban en conflicto en su país de origen; pero sin perder la conciencia de su identidad cultural, conservando sus denominaciones étnicas específicas y la reproducción de su universo simbólico.

En cuanto a la ubicación y existencia territorial de los yorubas y arará durante la etapa colonial, varios autores aseguran que estaban localizados en su mayoría en la zona occidental, fundamentalmente en las antiguas provincias de La Habana y Matanzas. Sin embargo, durante la República y sobre todo después de la década de los noventas, la Regla de Ocha se ha expandido por todo el territorio nacional, a partir la migración o del propio quehacer ritual de las familias religiosas o ramas fundadoras pertenecientes a La Habana y Matanzas.

En el caso de la Regla Arará, es en la provincia de Matanzas donde se conserva actualmente este legado de manera más ortodoxa. La musicóloga María Elena Vinueza (1988), en su profundo estudio sobre la presencia arará en la música folklórica de esta provincia, analizó tres casas templos (antiguos cabildos convertidos en sociedades) donde se mantiene vigente esta cultura: la Sociedad Africana Santa Bárbara (Arará Dahomé), de Perico; Sociedad Africana San Lázaro, de Agramonte; y la Sociedad Africana San Manuel, de Jovellanos.  En la ciudad de Matanzas y Cárdenas también se atesoran estas herencias, tanto en el Cabildo Espíritu Santo (Arará Sabaluno), y la Casa Arará de Cárdenas.

En la actualidad existen muy pocos testimonios de sobrevivencias arará en La Habana, la mayoría de ellas están relacionadas con celebraciones que se realizan en barrios como el Cerro, Marianao, Pogoloti, y Guanabacoa, por descendientes de las familias religiosas de Matanzas que han emigrado por diferentes causas hacia esta región. Sin embargo, históricamente La Regla de Ocha en Matanza ha mantenido una fuerte y raigal tradición con una identidad regional propia, desde la colonia hasta el presente.

En el proceso investigativo fueron detectadas diversas manifestaciones correspondientes a la cultura arará incorporadas y/o entretejidas en las celebraciones rituales festivas de la Regla de Ocha.  Este hecho puede responder, además de los antecedentes históricos anteriormente analizados, a las semejanzas que existen entre los cultos en cuanto a su cosmología religiosa, el sistema de ceremonias rituales que la componen (iniciación y muerte), las jerarquías establecidas en la familia religiosa, así como el papel de las expresiones músico-danzarias en el desarrollo de las festividades rituales.

Tanto en Ocha como en Arará aparece la imagen de una deidad suprema Olofin/Mawu Lisa, considerado el creador del mundo y todo lo que existe, omnisciente, omnipotente, que no se relaciona directamente con los hombres pero que se invoca para todo tipo de rito. La presencia de un panteón de divinidades que representan los elementos de la naturaleza dados en orichas/vodún o fodunes, con vestuarios y atributos simbólicos, colores y números específicos, considerados las madres o padres de los olochas[1]/assió o ajunce[2]. La importancia de la atención a los muertos eggun/kutotó es otro aspecto común a considerar. Ambos cultos se accionan a partir de la devoción de sus deidades y los espíritus de los antepasados.

Algunos dispositivos generales que podrían mencionarse como ejemplos de los entretejidos existentes entre Ocha y Arará, son los siguientes:

  1. En Ocha, los olochas durante el transcurso de su vida religiosa reciben divinidades pertenecientes al panteón Arará, como, por ejemplo: Afrá, Shakuaná o Asojano, Naná Burukú, etc.
  2. Los assió o ajunce, luego de la iniciación en la Regla Arará y la realización de la ceremonia de presentación al tambor Yonofó, se presentan también ante los tambores Batá de Añá; este hecho los autoriza del mismo modo a bailar frente a este conjunto sagrado en las fiestas de de Ocha.
  3. La ceremonia de Presentación al tambor arará es muy similar al de Ocha en Matanzas en cuanto a: objetivos y motivos para su realización, la estructura y orden de rito, la ejecución de una procesión conducida por las mismas jerarquías religiosas, el atuendo usado por el assió/iyawó, las ofrendas al tambor (Coco, velas, derecho), forma de saludar al conjunto, etc.
  4. Ocurre con cierta regularidad, por ejemplo, que la Oyubona de un olocha esté iniciada en la Regla Arará.
  5. Se utiliza comúnmente el término santero para denominar a los iniciados, tanto en Ocha como en la Arará. Igualmente, la mayoría de las nomenclaturas del lenguaje ritual de Ocha se emplean con similar significación en la Regla Arará.
  6. En la mayoría de las Casas Templos o Cabildos Arará en la actualidad se equiparan y se utilizan con frecuencia los nombres de los orichas para designar a los vodunes.
  7. Los sistemas de interpretación deductivos utilizados para consultar a las divinidades, son los mismos en ambas reglas: Biagué o los cocos, el Dilogún o los caracoles, e Ifá (los Ikines y el Okuelé), aunque cambian las denominaciones de las divinidades.
  8. El awán, tradicionalmente concerniente a los Arará, se ha incorporado como ceremonia ritual del complejo de Ocha, fundamentalmente aquellas relacionadas con recibir el oricha Babalú Ayé (San Lázaro).
  9. Hasta fechas relativamente recientes, los santeros habaneros acudían a Matanzas para “recibir a San Lázaro”, pues en la capital no existían personalidades religiosas que tuvieran el conocimiento necesario para la realización de esta ceremonia ritual. Este rito igualmente está entretejido con la Regla arará, sobretodo porque en el imaginario religioso se considera a Babalú Ayé/Chakuaná o Dasoyí proveniente de la tierra arará.

La práctica de las diferentes ceremonias  rituales festivas que se ejecutan en los complejos religiosos de Ocha y Arará, presupone determinadas funciones y objetivos dentro del culto, de allí que son muy frecuentes, diversas y con distintos grados de complejidad en su estructura. En estas celebraciones, participan iniciados, creyentes y aleyos pues constituyen fiestas públicas, de ahí que tengan un carácter más colectivo y menos hermético con relación a otros ritos relacionados con la iniciación o la muerte.

Las fiestas rituales constituyen una de las tantas vías que existen en este contexto para rendirle culto a los orichas y vodunes, así como establecer la comunicación para que se produzca el trance posesión con las divinidades. Son eventos extraordinarios de carácter colectivo, socializador, pragmático y sagrado. En ellas convergen configuraciones rituales generalmente motivadas por la mitología religiosa, y se persigue el acercamiento y la comunicación espiritual con las divinidades. Son actos de profundo simbolismo cultural donde se yuxtaponen dos dimensiones sagradas: la litúrgico – cultural y la lúdica o de disfrute.

Las fiestas rituales de ambas Reglas son celebradas para dar cumplimiento a diversas motivaciones de carácter religioso, y marcan el comienzo o el fin de alguna actividad o acontecimiento importante dentro del culto. En la mayoría de los casos, su realización no obedece a un calendario fijo, puesto que sus motivaciones son muy diversas.

La motivación general de estas fiestas es la devoción religiosa enmarcada en la relación de dependencia ferviente que se establece entre el olocha o el iniciado arará y sus divinidades. Esta reciprocidad se fija como compromiso desde la ceremonia de iniciación. Entre las motivaciones más frecuentes para rendirle culto a los orichas/vodunes a través de una fiesta están: el cumpleaños de iniciación, la conmemoración del día correspondiente al santo de cabecera del creyente,  la fecha congruente con Santo Patrón de del Ilé Ocha[3] o cabildo arará o de la fundación del mismo, para dar cumplimiento a una promesa, en homenaje a la divinidad cabecera del fundador de la rama o familia ritual,  como acto de depuración, etcétera.

Son también relativamente frecuentes las veladas de santo, festividades donde se espera las doce de la noche que es el comienzo del día señalado por el calendario ritual a la divinidad congratulada. En estos casos pueden durar de dos a tres días, principalmente cuando los orichas/vodunes constituyen los santos patrones de los Cabildos Arará o Ilé Ochas de gran prestigio y antigüedad en las diferentes localidades, pueblos, municipios o provincias de todo el país.

Cuando se va a efectuar una fiesta ritual de Ocha o Arará se confecciona un trono en honor la divinidad que está dedicada la celebración. Este se coloca generalmente en una esquina del cuarto sagrado, cuando se trata de un Ilé Ocha o Casa Arará con suficiente espacio como para destinar una habitación para las divinidades y objetos rituales. De no existir este espacio, el altar se levantará en la sala. Se adornan con cortinas siempre en los colores representativos de las divinidades. También se utilizan tapices, pañuelos bordados o pintados y los atributos simbólicos de cada una de las deidades. En el piso y frente al altar, se coloca la plaza, con toda una serie de variados platos con dulces caseros, frutas y pan. Estas son las ofrendas que se le hacen a los orichas/vodunes y que luego, al final de la celebración, se repartirán entre los invitados.

Frente al trono se coloca una estera donde los creyentes se postran, realizando una acción de saludo, luego de que atraen la atención de la divinidad llamándola con instrumentos particulares para cada uno. En los altares arará se colocan tambores rituales representativos de vodunes específicos como el Yonofó (dedicado a Tovosi[4]) o el Asojún (perteneciente a Dasoyí[5]), ambos suelen vestirse como una manera de adornarlos e identificarlos según las características de las deidades.

Como los tronos o altares tienen un valor mágico – religioso, es de obligada visita para todos los participantes en la fiesta. Sin dudas, tanto en la Regla de Ocha como la Arará constituyen un hecho tradicional que denota la transculturación de las dos raíces fundamentales que conforman nuestra cultura popular tradicional: la hispánica y la africana.

El ordenamiento ritual en las festividades de Ocha y Arará está en correspondencia con la mitología religiosa, la cual entra como elemento vital en los ritos sagrados que se producen en estas celebraciones. La estructura está en dependencia del tiempo de duración de la festividad y la tradición de las casas o ramas. En algunas localidades del país las fiestas en honor a determinadas divinidades, como es el caso de Babalú Ayé/Dasoyí o Changó/Gebioso, pueden durar de dos a tres días. En estos casos, tanto la distribución de sus principales ritos, así como sus denominaciones y acciones, pueden variar.

En el caso de las fiestas de la Regla de Ocha, las de mayor frecuencia son las que transcurren durante un día, en ellas se repiten casi sin variante alguna los mismos actos: la misa espiritual, el ñangareo, la matanza o sacrificio de animales, dar coco a la estera, el Oru seco, el almuerzo ritual, el Oru de afuera y la comida ritual.

En la Regla arará se suele realizar las fiestas rituales con menor frecuencia que en Ocha. Las principales celebraciones que coinciden en la mayoría de las casas templos son las correspondientes al 17 de diciembre, día de Afimaye, y las del 1ro de enero, día de San Manuel. También se incluyen aquí las realizadas al santo patrón del cabildo o asociación de carácter anual, y los toques en honor a los vodunes que tenían asentados los fundadores o personalidades religiosas de los mismos. Las festividades arará presentan una estructura tradicional religiosa, que varía en dependencia de la costumbre mantenida por las diferentes familias o cabildos arará en la actualidad. Entre los ritos que son coincidentes están: el saludo al sol, la preparación del trono, los sacrificios de animales, las comidas rituales, el awán, la procesión arará para comenzar el tambor o “saludo de la bandera”, la realización de oru con toques, cantos y danzas rituales arará. Es recurrente igualmente en las fiestas de tambor arará de algunas casas templos, la ejecución de toques de otros sistemas religiosos de origen africano, como Ocha o el Palo Monte.

Tanto en La Habana como en Matanzas se pueden detectar, cada vez con mayor frecuencia la introducción de manifestaciones pertenecientes a la cultura arará en las celebraciones rituales festivas de la Regla de Ocha, ya sea de tipo Batá, Bembé, Güiro o Cajón. Entre las principales manifestaciones se pueden mencionar las siguientes:

  1. En Matanzas, se observa una tendencia a la integración de dos o más conjuntos instrumentales para la ejecución de la música en las festividades. Son utilizados también con relativa asiduidad juegos de tambores de tipología arará, para ejecutar ritmos correspondientes al Bembé, por sustitución de las tumbadoras u otros tipos especiales de este género musical.
  2. Cada vez con mayor reiteración se están incorporando cantos arará en las festividades de Ocha. Tal es el caso de los dedicados a Mase, Afrekete o Ferekete, Afrá, Gebioso, Dasoyí, Ajosí, etc. La melodía se ajusta al ritmo de los conjuntos instrumentales utilizados (Bembé o Güiro), o en el caso del batá, al toque especial dedicado al oricha en cuestión.
  3. Se han incorporado vestuarios de orichas con la combinación de colores y el uso de atributos que por tradición pertenecen a vodunes. Un ejemplo observado con cierta reiteración es la utilización del blanco y negro en uno de los caminos de Elebguá, específicamente el concerniente al fodún Afrá.
  4. Se observa la introducción de pasos y danzas de los fodunes en las fiestas de Ocha, principalmente cuando se entonan cantos arará que son identificados por los practicantes; como también en algunos Ilé Ocha que conservan por tradición danzas especiales arará, debido a que poseen en la familia ritual antepasados de esta cultura.
  5. La ceremonia del Awán se ha incorporado como parte de la estructura de las festividades dedicadas a Babalú Ayé.
  6. En la Regla Arará es un hecho tradicional comenzar las festividades con una procesión ejecutada por los integrantes de la familia ritual, la cual está encabezada por un iniciado que porta un incensario que va despojando el camino y seguido por otro que hace ondear una bandera generalmente blanca; el rito se nombra “El saludo a la bandera”. El recorrido es por toda la casa y frente al conjunto de los tambores arará. Este rito se ha incorporado a algunos Ilé Ocha, donde los Babalochas o Iyalochas cuentan con algún ascendente arará en su árbol genealógico ritual, tal es el caso de la casa templo de Francisco Ung Villanueva “El chinito de Regla”. En este caso la ceremonia se denomina “La presentación de los ahijados”, y contiene además de la entrada del cortejo, la ejecución de danzas y cantos arará, el saludo individual de cada uno de los participantes primero al frente a los tambores de Añá y luego delante del padrino, tanto de los olochas como los Iyawó[6] pertenecientes a la familia ritual.

Como conclusión es pertinente afirmar que en la actualidad se advierte un proceso de entretejimiento paulatino en lo referido a la introducción de manifestaciones religiosas en general y músico-danzarias en particular, pertenecientes a la Regla Arará, en las celebraciones rituales festivas en la Regla de Ocha.

Este proceso de hibridación puede estar estimulado fundamentalmente por los lazos interculturales históricos conservados por los practicantes a partir de sus orígenes; el proceso de transculturación a que fueron sometidas sus prácticas religiosas al llegar a Cuba, el cual continúa hoy como parte de la construcción permanente de una identidad colectiva; la inclusividad (y no exclusividad) como característica de los diálogos existentes entre las diferentes cultos cubanos de origen africano; los movimientos migratorios de familias rituales arará a la capital; el intercambio de percusionistas y cantantes con profundos conocimientos de la cultura arará que ejecutan también los conjuntos instrumentales en Ocha o que son Olubatá[7]; las interrelaciones existentes tradicionalmente entre jerarquías religiosas ocha/arará vinculadas en la familia ritual desde el Kari Ocha[8]; la sabiduría de los padrinos o madrinas en ambos cultos y en función de obtener determinados objetivos religiosos específicos; o como una forma de obtener un mayor clímax de efervescencia ritual, dado en la belleza y fuerza sacra de los cantos, toques y danzas arará.

Los resultados de este trabajo pueden ser útil en futuras investigaciones que tengan como centro de atención las ceremonias rituales festivas en cuales quiera de las religiones cubanas de matriz africana fundamentalmente, así como los procesos de interculturalidad e intereligiosidad que han sufrido desde su conformación hasta la actualidad. También brinda información importante y actualizada sobre las manifestaciones socioreligiosas y músico-danzarias de las principales casas templos arará que sobreviven en la actualidad en Matanzas, obtenida desde un serio trabajo de campo.

Bibliografía y anexos

Citas bibliográficas:

[1] Olochas: Poseedor de un Oricha. Iniciado con más de un año en la Regla de Ocha.

[2] Assió o ajunce: Iniciado en la Regla Arará.

[3] Ilé Ocha: Casa de santo o casa templo de Ocha.

[4] Tovosi: Vodún análoga a la Oricha Yeguá, divinidad señorita relacionada con el cementerio.

[5] Dasoyí: Vodún equiparado con Babalú Ayé, divinidad dueño de las enfermedades, la salud y el sustento.

[6] Iyawó: Esposo o esposa de la divinidad. Recién iniciado en la Regla de Ocha.

[7] Olubatá: Dueño del tambor batá. Jerarquía religiosa en Ocha. Posé dominio en los toques y ritmos de este conjunto instrumental.

[8] Kari Ocha: Ceremonia de iniciación en la Regla de Ocha.

Foto de Portada cortesía de la autora.