En Busca De Una Singularidad Poética Bien «Adentro»

Por Roberto Pérez León / Foto Roger Fariñas

Los colectivos teatrales espirituanos Cabotín Teatro y Los Impertinentes llegaron a la Sala Llauradó con Adentro, una obra de Abel González Melo que mereció el Premio Nacional de Dramaturgia “José Jacinto Milanés” en el año 2005.

Es decir,  llega por primera vez a escena un texto escrito hace más de una década, y se siente. La puesta en escena no reivindica al texto de la manera más eficiente. Las situaciones dramáticas que se exponen en la obra aun son sostenibles en esencia, mas no en su cotidiana ejecución social. Es un texto que precisaba de un montaje que permitiera una concreción en consonancia con el hoy. Esencialmente Adentro es una parábola de la realidad cubana modelada por el hecho social tan particular que ha sido la Revolución.

El “presente” que debe ser la representación teatral se percibe como pasado. Lo que sucede ante nosotros con el montaje de Adentro tiene trazas de algo que sucedió. La iconicidad enunciante ideológicamente está superada o al menos ya modificada.

Tengo que decir que no conozco el texto lingüístico primigenio, pero sospecho que dramatúrgicamente algo se diluye y lo atribuyo al montaje que se ha concebido. Llego a este predicado porque he leído con mucha satisfacción otras obras de González Melo.

Esencialmente puede decirse que la representación que acaba de llegar a la Habana de Adentro transita por la crisis, la destemplanza, la capacidad des-estructuradora de la vida cotidiana sobre la institución que es La Familia.

Seres estériles que viven en la sequedad de la plena desolación: sexo, tragedia, traición, desenfreno, acosos, descarrilamientos y despropósitos. Personajes en escena todo el tiempo debatiéndose entre el concepto de familia tradicional y la familia que se desarregla por  situaciones de una lógica social inasible.

Daniel es un muchacho que tiene por novia a Aleorka; Enrique, el hermano de Daniel,  desea a Aleorka; Victoria, la madre de Enrique y Daniel, espantada desde su inmovilidad, ve el curso de los acontecimientos. Cuatro personajes que arman un tejido entre tiempos: se golpean con el pasado y  el presente se vuelve tenue porque quieren posesionarse de un futuro impuesto he inventado.

No sentí una lógica interna en la interrelación de los personajes que no funcionaron coral ni individualmente. Noté inconsistencias en la actuación pese a que por momentos el texto es demasiado literario y las situaciones de diálogo resultan blandas.

Adentro en su montaje desde un teatro de texto; la enunciación de ese texto literario en escena por el colectivo Cabotín Teatro, aunque curiosa por momentos, está falta de calibre precisamente en el orden actoral. Las actuaciones no ponen a volar al texto que sufre encajonado en posiciones dialogadas pese a la fragmentación o edición que concibe el montaje para el proceso de enunciación verbal.

Volvamos a la recurrida expresión: Scripta manent, verba volant. El texto dramático formalmente está estático, inamovible hasta que llega el acto de enunciación escénica que lo hace liviano y vuela entonces ligero, solo con la verbalización, la sonoridad gestual y verbal.

En Adentro no hay fluidez actoral. Existe algo de pre-orientación gestual y lingüística que da como resultado una dinámica poco ajustada. A  veces la puesta le impone al texto situaciones no adecuadas.  Los deícticos lingüísticos, corporales, gestuales que permiten la llamada organicidad, no conectan la debida lógica interna actoral que se empapa de una dimensión retórica algo estereotipada.

La iluminación no contribuye a coordinar la enunciación escénica global, muestra, no forma parte consistente de la dramaturgia. El montaje está concebido a través de escenas o planos visuales concretos que se dan editados desde una iluminación que no alcanza a tejerlos y no se conforma lo que en cine sería un plano secuencia.

Y claro que los recursos del teatro no son los del cine. Cuando en el teatro se emplean tácticas de mostración particulares para poner en relación o aislar historias o situaciones dramáticas, “editar” la enunciación escénica, fragmentarla visualmente resulta muy elemental cuando la luz no crea atmósferas y solo se encienden o apagan zonas del  escenario.

En Adentro el diseño de luces resulta muy elemental, indica mas no tonaliza la percepción del acontecimiento. No se  pueden arrimar ni entrecerrar presencias en el escenario por el mero hecho de no estar iluminadas. Por ejemplo, la madre en la silla de rueda no desaparece de escena al no iluminarla; ella, como parte de esa secuencia visual continua de  todos los personajes, tiene que ser calificada dramatúrgicamente porque está en el escenario de cuerpo presente.  De la misma manera ocurre con los otros tres personajes que cuando no forman parte sustancial de la narración visual y sonora siguen en escena y por tanto tiene que existir un recurso, en este caso técnico, que permita poner en relación y a la vez aislar.

Iluminar no es hacer visible en el teatro; es un recurso semiológico fundamental de la enunciación teatral; forma parte de los múltiples sistemas significantes que se deben integrar en una representación.

Determinados montajes precisan de recursos tecnológicos. Uno de los retos en nuestras artes escénicas debe ser la incorporación de tecnologías pertinentes con los recursos que tenemos. Contamos con recursos materiales e intelectuales suficientes para sumarlos a la magia de la escena. Tal vez no tengamos tecnología para la realidad virtual pero en la UCI hay fuerza para crear “realidad aumentada”, por ejemplo.

Vincular la invención, riesgo y experimentación tecnológica con la invención y experimentación en la enunciación escénica puede que desde nuestras posibilidades dé resultados sorprendentes y motivadores tanto para artes escénicas como para el mundo de la ingeniería digital cubana. ¡Lancémonos!

No aprovechamos la fuerza creadora que nos podrían aportar las universidades en el aspecto tecnológico; y, no tenemos en cuenta determinadas peripecias técnicas que podríamos desarrollar. Justamente en este montaje de Adentro por momentos se proyecta la imagen de un rostro de mujer y esa proyección se sobrepone, no brota, no anima, no da otro aire, se muestra sin la debida integración dramatúrgica por el hecho de que el elemento tecnológico empleado no es el adecuado para el caso.

En cuanto a la banda sonora empleada hay que destacar que es certera en la medida que dialoga con el suceso escénico y como sistema significante produce el sentido adecuado; como acto sémico la música queda vinculada a los actos de habla adecuados cuando irrumpe y escuchamos la canción que se convierte en cierto leitmotiv de la obra y que escuchamos desde antes de comenzar la representación.

Adentro está lleno de chispazos que si no iluminan del todo dejan sospechar un esmerado trabajo que aún precisa de consolidaciones en sus diferentes materiales escénicos.

Desde lo cubano la acometida del comportamiento humano, lo existencial, lo antropológico precisa de una puesta en escena con mayor singularidad poética que apueste por varias semiologías en el contrapunteo de tiempos, acciones y lugares de Adentro.