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De Cuando El Principio De Arquímedes Llega A La Habana

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Por Roberto Pérez León / Fotos Buby Bode

No sabemos a ciencia cierta cómo murió Arquímedes, el más grande de los sabios de la Antigüedad Clásica. Me gusta creer que su última frase fue “No molestes mis círculos”, porque estaba haciendo un diagrama matemático cuando llegó el soldado romano que lo mató durante el Sitio de Siracusa. Debe haberlo visto rodeado de instrumentos raros para dibujar y habrá pensado que eran armas y sin pensarlo dio muerte al espectacular inventor del Rayo de calor de Arquímedes, la Espiral de Arquímedes, la Corona dorada de Arquímedes, el Palimpsesto de Arquímedes, el Tornillo de Arquímedes, la Garra de Arquímedes, el Efecto eureka o el Principio de Arquímedes.

Este último ha inspirado al cine a la literatura, a la música… Recuerdo que Les Luthiers, en los sesenta, hicieron el “Calipso de Arquímedes” donde explicaban que el volumen de agua que asciende es igual al volumen del cuerpo sumergido, en ritmo de calipso.

No tenía conocimiento de que el teatro también hubiera reflejado el tal Principio. Y sí, resulta que se ha estrenado en La Habana una obra que, al menos en el título, alude al Principio arquimedeano.

El principio de Arquímedes es una obra del muy laureado dramaturgo catalán Josep María Miró y llega a nosotros en una puesta en escena del destacado dramaturgo cubano Abel González Melo.

Debo empezar por decir que lamento tener que discrepar de la vieja Europa y de la decisión de la Uneac de entregar el Premio Villanueva a El principio de Arquímedes, una producción de los colectivos teatrales Los impertinentes y Argos Teatro.

Discrepo de la vieja Europa porque según el programa de mano esta pieza “es una de las obras más aclamadas del teatro europeo contemporáneo”; en verdad es un texto lingüístico bien escrito pero no creo que lata en él la espesura teatral con arrolladora fuerza fecundante.

No pretendo desdecir que sea “una de las obras más aclamadas del teatro europeo contemporáneo”. Pero no considero que la obra tenga las potencias suficientes y necesarias como para considerarla un reverdecimiento de la dramaturgia contemporánea en la vieja Europa; tal vez por el tema que aborda es aclamada por parte del público que sabemos no siempre tiene el punto de vista debidamente encauzado.

En cuanto al otorgamiento de uno de los premios Villanueva desconozco el mecanismo de selección para determinar dichos galardones; no sé si se toman en cuenta las críticas que una obra ha tenido, si se entrega el premio por la integralidad de la puesta o por la relevancia de algunos de los sistemas significantes como pueden ser las actuaciones, por ejemplo.

Precisamente me refiero a las actuaciones porque es en ellas donde siento que la puesta en escena de El principio de Arquímedes resulta débil; el estilo actoral es algo lacrimógeno,  si bien no llega a lo melodramático desarrolla un espacio gestual reducido; el jolgorio sostenido entre dos de los personajes simplifica la orquestación de la puesta desde la actuación como componente vertebral en El principio de Arquímedes.

Y, ¿de qué trata esta obra que nos llega del catalán en una traducción de Eva Vallines Menéndez? Pues hay que decir sucede en las taquillas de los entrenadores de un club privado de natación para niños: Anna, encargada responsable de la piscina; Jordi y Héctor entrenadores de natación; y David, padre de uno de los niños matriculados en la piscina. Entre estos cuatro personajes gira el asunto que nos obliga a tomar partido, a decidir, a conjeturar, a poder acusar o absolver.

Una niña dice que Jordi, el instructor de natación, le dio un beso en la boca a un niño en la piscina, esto genera una tormenta de suposiciones, aseveraciones, dudas y desconfianzas entre Anna, Héctor y el padre del niño. Jordi siente miedo, se pone violento; Héctor no quiere tomar partido y Anna, como encargada de la piscina, se enreda entre su pasado y el cariño que siente por Jordi. En fin, todo es propicio para que se desencadene una situación muy tensa, sazonada con el drama de la madre que fue Anna y ahí aparece alguna que otra chispa melodramática.

Estamos ante una circunstancia donde la perversidad se asoma; existe un contrapunto de eticidades aunque no en pleno desarrollo en el diseño de los personajes, las inferencias e ilaciones entre unos y otros son ilimitadas y resultan como acicate en la concreción por parte del público.

La dramaturgia escénica es la organización del hecho teatral; esta organización necesariamente no tiene que tener la logicidad de la cotidianidad; el suceder escénico no tiene que contar con el común ordenamiento racional; en escena se reproyecta la realidad desde el montaje, incluso si este fuera absolutamente naturalista; esta remisión a la realidad puede contar con infinitud de mecanismos y recursos ideo-estéticos que no están anotados en ningún manual.

En El Principio de Arquímedes llega un momento en que se detiene la dialéctica de la tensión y de la progresión dramática y el resto del tiempo todo sigue igual, el ritmo narratológico no avanza, ya lo conocemos todo. Las actuaciones se apegan al accionar cotidiano en un espacio gestual y físico que deberían ser espacios de alteridad, de metaforización aunque no necesariamente de ficcionalización. La acción corporal del actor debe generar entes, es lo que Dubatti llama “cuerpo afectado”. Recordemos que una afección es cuando alguien o algo actúa sobre otro que le impresiona, que le afecta en el sentido en que el afecto es una afección y esto produce en quien es afectado una pasión, es decir el efecto de una acción.

Al estancarse la progresión dramática disminuye la tensión y en el orden actoral la dinámica es retenida en una suerte de plano contra plano entre los dos entrenadores, entre la responsable de la piscina y cada unos de los entrenadores.

Debo aclarar que cuando digo progresión dramática me estoy refiriendo concretamente al ordenamiento de los componentes que desde Aristóteles no hemos podido variar o suprimir, los podemos reordenar y componer de acuerdo a la dialéctica que consideremos, pero en esencia los componentes para el ordenamiento, cohesión son los mismos: tesis, negación y/o aceptación de la tesis, síntesis desde la coherencia de los estados planteados para lograr la reproyección del criterio tanto del productor como del receptor.

El principio de Arquímedes que he visto está en su segunda temporada esta vez en la Sala Llauradó con Yailín Coppola haciendo Anna, Alberto Corona en el rol de Jordi, el entrenador acusado; Héctor, el otro entrenador que tuvo doble elenco compartido entre Amaury Millán y Ray Cruz.

De nuevo, insisto en que en el caso de que exista más de un elenco sería adecuado al iniciar la función que se diga quiénes trabajarán, porque no necesariamente el público reconoce a los actores y actrices en escena. A la función a la que asistí el Héctor fue encarnado por Ray Cruz, actor que, al ser uno de los protagónicos de la telenovela cubana en estos momentos, es muy mediático.

Las puesta en escena se desarrolla en un espacio concebido por obra y gracia de una escenografía diseño de Omar Batista, se trata de un trabajo eficaz, conciso, concebido con una certera funcionalidad dramatúrgica; la realización escenográfica a cargo de Argos Teatro denota un esmero casi artesanal; el diseño de luces de Jesús Darío y la banda sonora de Denis Peralta dan expectación, evocan, subrayan las enunciaciones verbales. Hay que decir que El principio de Arquímedes es una obra plenamente logocéntrica. El espacio escénico contribuye al dramático porque incluso más que este despliega una logicidad precisa, quiero decir una organicidad propia y oportuna.

En cuanto al apoyo en los objetos escénicos, la manipulación de los mismos podría desajustar la ontología de la dramaturgia de la escena, concibamos la representación sin ellos y nos daremos cuenta que nada pasaría a la puesta y hasta tal vez evitarían redundancia en acciones innecesarias en el transcurrir de la historia. Si en la propia puesta se emplean recursos que pretenden crear un mundo paralelo al mundo que se representa no es tan necesaria la manipulación de los bastones de flotación, etc.

También en la puesta existe la práctica de la edición de planos narrativos y muda de espacios actorales que no aportan mucho porque no se logran como espejos para reafirmar, negar, insistir, no resultan isotopías aportadoras en la historia o en la conjunción sémica, no se confirman como código dramatúrgico, no resitúan ni distancian de manera efectiva en el desarrollo las acciones y pasiones que necesariamente deben encauza la puesta en escena, tampoco como intervenciones para crear nuevo sentido o generar juicios de valor. Los diferentes ángulos de un suceso no alcanzan por sí mismos para dinamizar la concreción del acontecer escénico.

Toda la puesta transcurre en un mismo plano físico y de acuerdo a los propósitos del texto lingüístico y de la propia puesta en escena la transformación e intervención de la fisicidad y temporalidad de los sucesos tiene que tener una sintaxis que no fracture la coherencia y la tonalidad de la representación. Los flash back o como quiera llamarse al recurso de repetición de planos narrativos técnicamente son posibles pero de la forma en que se producen no tienen la eficacia como mecanismo dramatúrgico, se producen los cambios no de situaciones sino de contextos y generan vacíos escénicos.

Esta puesta en escena sucedió dentro de la Jornada Villanueva. Por cierto no sé por qué no se hace un maratón de presentaciones donde podamos ver las puestas premiadas, sería una oportunidad para vitalizar el esperado corredor cultural de la calle línea y podamos entonces ver todos los  Villanueva 2019 este 2020.