El Convivio En Tiempos De Pandemia

Por Marilyn Garbey Oquendo

¿Es el coronavirus una respuesta inmune del planeta a la insolencia del ser humano, que destruye infinitos seres vivos por codicia? La pregunta fue lanzada al ruedo por el filósofo alemán Markus Gabriel, y explotó cual bomba  arrasadora  en estos   días en que el mundo se estremece por la muerte a diario de cientos de personas.

La pandemia arrasa con la vida sin distinguir edades, razas, géneros, clases sociales, posiciones políticas, profesiones, credos religiosos, entornos geográficos. Pareciera una llamada de alerta a la Humanidad, y suena a tan alto volumen que  ya se alzan algunas voces exigiendo un nuevo orden mundial para la economía, clamando por la necesidad de establecer sistemas sanitarios al alcance de todos, demandando otras maneras de organizar la sociedad, instando a repartir equitativamente los recursos.

De la manera más terrible  hemos comprobado la inutilidad del desenfreno consumista,  y constatamos que las acciones depredadoras de la Naturaleza nos convierten en una especie de peligro de extinción. Dicen que las aguas de Venecia, sin el asedio de los turistas, son ahora más claras; cuentan que la capa de ozono se reduce pues se han minimizado las emisiones de gases contaminantes al detenerse las industrias.

Se ha puesto en evidencia la fragilidad del ser humano. El rostro del enemigo es  invisible, su capacidad de movilidad le permite trasladarse de un continente a otros en cuestión de horas, y posee una fuerza resistente a los medicamentos al uso.

Tan solo el aislamiento social y la constante higienización parecen ser las barreras para atajar el contagio.  El ritmo frenético en que vivíamos, causantes de tantas enfermedades,  se interrumpió. La exigencia de permanecer en casa ha propiciado encontrar otras formas contacto. Las tareas de limpieza del ámbito doméstico han corroborado cuántos objetos inservibles acumulamos. La familia ha vuelto a ser el centro de nuestras atenciones.

Foto tomada del perfil en Facebook de Rubén Darío Salazar Taquechel

Por estos días las pasiones suben de tono. En  las redes digitales circulan mensajes de diversos signos. Algunos, increíblemente a estas alturas de la Humanidad, contienen ráfagas de irrespeto y de odio. Otros llegan de amigos que alertan del peligro y envían frases de aliento. A ellos les agradezco, y también agradezco la solidaridad de los amigos de Teatro Guloya, del maestro Javier Contreras, de tantos que claman por el levantamiento del bloqueo que impide nos llegue ayuda humanitaria.

Uno de los logros de la Revolución cubana es nuestro sistema de salud pública, constantemente puesto a prueba en diferentes etapas de agresiones bacteriológicas contra el país. Recuérdese la fiebre porcina que nos privó de fuentes alimentarias, o el dengue hemorrágico que hasta truncó la  vida de niños. Ahora el coronavirus exige  la consagración del personal médico y del gobierno, y la colaboración de todos para que la vida vuelva a fluir y podamos retomar tantos sueños hoy puestos en cuarentena.

Cada mañana, a las 11, espero la intervención del Dr Francisco  Durán con el corazón en la mano. Trae noticias dolorosas porque aumenta el número de enfermos, y también trae esperanzas porque se incrementa la cifra de sobrevivientes, gracias a los cuidados médicos.

Habituada a asistir al teatro por razones profesionales y por elección muy personal, sigo el rastro de los teatristas y de la gente de la danza. Eventos con alto poder de convocatoria como el Taller Internacional de Teatro de Títeres y el Encuentro de Academias de Enseñanza de Ballet se pospusieron para el 2021. La Habana Vieja no acogerá el Festival de Danza en Paisajes Urbanos, uno de esos momentos donde las calles  del centro histórico de la capital se tornan  en fiesta.

El Día Mundial del Teatro, 27 de marzo,  fue el pretexto para que surgieran iniciativas:

Teatro Tuyo propuso el documental  Payaso a domicilio. Teatro de Las Estaciones transmite a diario, por las plataformas digitales, la miniserie Un minuto con Pelusín del Monte. El Guiñol de Guantánamo celebra 30 años de trabajo y comparte secretos del oficio titiritero y la biografía de sus integrantes. Teatro Andante realiza trabajos constructivos en su sede, en la ciudad de Bayamo.

La maestra Fátima Patterson, directora del Estudio Teatral Macubá, convirtió la sala de su casa santiaguera en un taller de fabricación de nasobucos para sus vecinos, tarea que en La Habana ocupa a Raúl Martín, director de Teatro de La Luna. Freddys Núñez, de Teatro del Viento, desde los micrófonos de Radio Camagüey, exhorta a quedarse en casa para protegerse. Maikel Chávez escribe guiones radiales donde orienta a la familia las maneras de cuidar a niños y ancianos.

Vivian Martínez Tabares informa de sitios que permiten descargas gratuitas de libros sobre teatro y danza. Iván Giroud recomienda los filmes que vale la pena ver. Yunior García Aguilera compartió el video de su montaje de Jacuzzi. El maestro Alfredo O’Farrill  recupera saberes del folclor danzario y musical del país. Miguel Abreu publica las fotos de Ubú sin cuernos, el texto de Abel González Melo que subió a escena recientemente.

Doria Alderete sugiere ver el documental Tuya para siempre, sobre la coreografía de Rosario Cárdenas.  Ernesto Llewelyn, del Ballet Folclórico Babul, documenta la riqueza del folclor franco-haitiano. El programa La danza eterna trae grandes sucesos del Ballet Nacional de Cuba. Lázaro Benítez y Kaisa García impulsan el intercambio de criterios sobre la impronta social de la danza. Los estudiantes y profesores de Danzología de la Universidad de las Artes crearon un grupo de WhastApp para que las clases no se interrumpan. Omar Valiño recuerda el día del libro cubano y recomienda la lectura de nuestros autores.

Mery Delgado, periodista que habitualmente reporta hechos culturales, ha dedicado su muro de Facebook a compartir noticias de las brigadas médicas cubanas que colaboran para salvar vidas en países como España e Italia, con cifras espeluznantes de contagios y muertes.  También refiere la labor de los que salvan vidas en nuestro país, en jornadas tensas y agotadoras.

Actores y bailarines son agasajados con aplausos cuando concluye la función. Ahora son ellos quienes aplauden a médicos, enfermeros, laboratoristas, camilleros, choferes, pantristas, a todos aquellos que deben seguir laborando en estas difíciles circunstancias. Cada noche, a las 9, Jorge Brooks comparte las ovaciones  recibidas por Danza Contemporánea de Cuba con quienes se desvelan por el futuro de nuestro país.

Recuerdo las emociones de la última función a la que asistí. Fue Hembra, escrita y dirigida por Yunior García, durante el Laboratorio Traspasos Escénicos. Aplaudimos aquella noche como si fuera la última vez, pero albergábamos  la esperanza de que volveríamos al teatro. Cuando pase la pandemia los besos, abrazos, apretones de mano volverán a ser parte de nuestros hábitos. Y el teatro será, otra vez, el espacio del convivio.

 

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